MORIA, MONTE


El monte M., en hebreo Moriyyah «Dios ve», es considerado como uno de los lugares más sagrados de la tierra. La tradición judía, conservada en 2 Par 3,1, designa con ese nombre a la escarpada colina de 744 m. al oeste del monte de los Olivos (v.), del que le separa el torrente Cedrón (v.), y al norte del Ofel, enclave-fortaleza de los Jebuseos en tiempos del rey David ca. 1010 - 970 a. C. Conquistado por Joab y reconstruido, el Ofel pasó a ser desde entonces la Ciudad de David, la Sión bíblica, la Jerusalén, Capital de la Dinastía davídica. Estas circunstancias determinaron la elección y el destino histórico y sagrado del monte M.
      Un templo y un palacio debían constituir en ese lugar la señal tangible de la grandeza de la nación. David (v.), que concibió el proyecto, levantó ya un altar en la era, que compró al jebuseo Ornán (2 Sam 24,18-25). Pero fue Salomón (v.), sabio y constructor, quien transformó la colina y le dio dimensión histórica, al levantar allí el maravilloso templo a Yahwéh y otras regias mansiones (1 Reg 6,1-7,51; TEMPLO II). Ese recinto monumental será en adelante el centro de la vida religiosa y política de Israel. La ciudad de Jerusalén (v.), al crecer, irá rodeando la colina del templo, primero por el oeste y más tarde por el norte.
      Se debate una cuestión: ¿es aquí, en la cumbre de la colina del templo, donde Abraham, obediente a la voz de Dios, se dispuso a sacrificar a Isaac? Así lo afirma una tradición tardía de los judíos, de la que se hace eco F. Josefo en Ant. Iud. 1,13,1 y que ha sido aceptada comúnmente. El monte M. habría dado su nombre a «la tierra de Moria», que se cita en el texto hebreo de Gen 22,2. El problema es oscuro y no tiene fácil solución. Las versiones antiguas traducen de diversos modos el texto citado y la crítica sospecha de un cambio intencionado del texto hebreo. Los samaritanos creen que fue en Garicín (v.). El hecho cierto es que ningún autor del A. o del N. T. ha relacionado jamás la colina del templo con el lugar del sacrificio de Abraham.
      La historia del monte M. se identifica con la del templo en sus glorias y en sus tragedias. Convertido en un montón de ruinas por Nabucodonosor en 587 a. C., contempla con gozo la construcción del nuevo templo por Zorobabel en 515 a. C.; construcción sencilla, pero que adquirirá proporciones gigantescas y fastuoso embellecimiento por obra y gracia de Herodes el Grande (37 a. C.-4 d. C.); el monte quedará convertido en pedestal de una de las maravillas del mundo antiguo, donde por decenas de millares se daban cita todos los años los judíos de Palestina y de la Diáspora. En sus atrios y pórticos resonó muchas veces la voz de Jesús, el Profeta de Nazaret. Un día se le oyó decir: «¿veis estas grandes construcciones? No quedará de ello piedra sobre piedra; todo será destruido» (Me 13,2). Estas palabras tuvieron cabal cumplimiento 40 años más tarde. El 15 ag. 70 la cumbre del monte M. era tan sólo un ingente acerbo de ruinas humeantes, sembradas de cadáveres, sobre las que campeaban las Águilas romanas. Nada queda en pie en el monte M. de las construcciones salomónicas; se muestran como pertenecientee a Herodes algunos estratos inferiores en los muros, singularmente en el célebre «muro de las lamentaciones», santuario de los judíos, sobre el que durante siglos han inclinado sus frentes, para meditar, in situ, la milenaria historia de su pueblo.
      Desde Adriano (117-138) la cima del monte es una inmensa explanada de casi 1.500 m. de perímetro y unos 144.000 mz de superficie, que es para los musulmanes el lugar más sagrado después de La Meca y Medina. La llaman Harant es-Sherif «Recinto sagrado», en cuyo centro sobre una plataforma elevada se alza Kubbet esSakhra «Cúpula de la Roca» o mezquita de Omar, construida en 691 por Abd-el-Melik, Califa de Damasco, y en la parte sur la grandiosa mezquita de el-Aksa «la remota» con sus siete naves y siete pórticos ojivales. Con unos 3.000 años de historia, cuajada de apoteosis religiosas y de tragedias, el monte M. es hoy un lugar digno de veneración para los cristianos, para los judíos y para los musulmanes.
     
     

BIBL.: F. VIGOROUX, Dictionnaire de la Bible, IV, París 18951912, 1281-1283; P. F.-M. ABEL, Géographie de la Palestine, I, 3 ed. París 1967; P. M. GARCíA CORDERO, Las huellas de las antiguas civilizaciones, Salamanca 1963; P. M. MIGUENS, Palestina sagrada, Jerusalén 1960.

 

M. LAGUARDIA GAITÁN.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991