MISIONES IV. MISIONES PROTESTANTES
Cuando se considera a las m. protestantes en su conjunto, uno no puede dejar de
sorprenderse por dos hechos que parecen contradictorios. Por una parte, estas m.
presentan rasgos protestantes muy acusados. Por otra parte, una actividad
misionera de alguna importancia sólo ha aparecido en el campo protestante en una
época notablemente posterior al inicio del protestantismo. Este fenómeno tiene
múltiples causas. Aunque Lutero (v.) y Zwinglio (v.) eran conscientes de la
necesidad de anunciar el Evangelio, tanto por razones doctrinales como
histórico-políticas, no se ocuparan los de la difusión misionera del
cristianismo. Las voces que se levantaron desde el principio en favor de un
esfuerzo específicamente misionero -Bucero (v.), Biliander (m. 1564), Saravia
(m. 1613)- apenas encontraron eco, y las tentativas misioneras emprendidas
entonces entre los judíos, los musulmanes, los paganos eslavos, los brasileños y
los indonesios no tuvieron resultados duraderos.
1. Inicios de la acción misionera. No es, pues, extraño que las primeras
m. verdaderamente organizadas hayan salido casi un siglo más tarde y partiendo
de las comunidades protestantes más establecidas: la luterana de Suecia y de
Noruega en Laponia desde el s. XVI y en América del Norte desde el s. XVIII; la
calvinista de Holanda en las posesiones holandesas de Ultramar desde 1624; la
luterana de Dinamarca en Groenlandia y en la India desde 1706; y sobre todo, la
anglicana en América del Norte, y después en la mayor parte de los países de
Ultramar. Así en 1649 el Parlamento inglés crea la Corporation for the
Propagation of the Gospel in New England, primera sociedad protestante destinada
a sostener financieramente la obra comenzada por 1. Eliot (1604-90); en 1698 la
Society for promoting Christian knowlegge; y en 1701, la Society for the
Propagation of the Gospel in foreign parts.
Estas primeras m. tienen como característica común la de no ser sino
extensiones de las comunidades eclesiásticas protestantes estatales que las han
creado y a cuya autoridad están sometidas. A lo largo del s. XVIII y comienzos
del xix, la estructura de las m. se modifica considerablemente. Esta
modificación tiene su origen en el pietismo (v.) alemán, más bien reservado con
respecto al carácter institucional de las «iglesias estatales» y más inclinado a
considerar la Iglesia como la reunión de los fieles. Ya a principios del s.
XVIII los misioneros alemanes B. Ziegenbalg (1682-1719) y H. Plütschau
(1677-1746), enviados a Tranquebar (India del Sur) por el rey de Dinamarca
Federico IV, habían entrado en conflicto con las autoridades políticas y
religiosas que les habían asignado su misión. Habiendo sufrido en Halle la
influencia del teólogo pietista A. H. Francke (1663-1727) no querían limitarse a
erigir comunidades en las posesiones danesas, sino que querían desplegar su
actividad también en las posesiones inglesas. Además, su esfuerzo iba orientado
a constituir comunidades específicamente indígenas. Las misiones de la comunidad
de hermanos moravos (v.), renovada por el conde N. de Zinzendorf (170060), se
inspiraron en los mismos principios; tenían un dinamismo sorprendente y unían
una visión ecuménica de la cristiandad con una concentración sobre la
espiritualidad cristiana (fundaciones moravas del s. XVIII son: Antillas 1732,
Groenlandia 1733, Surinam 1735, África del Sur 1737, América del Norte 1740,
Labrador 1771).
2. Las misiones desde la época de la Ilustración. En el campo misionero,
como en todos los demás campos, la Ilustración (v.) abrió perspectivas nuevas en
las que, desde el punto de vista religioso, alternan las luces y las sombras.
Dio golpes frecuentemente muy duros a la vida y al pensamiento cristiano, pero,
por otra parte, al subrayar la multiplicidad de las civilizaciones y de las
religiones humanas, forzó a los cristianos a poner de relieve los presupuestos
que permitían discernir mejor la especificidad de la fe cristiana. Todos estos
elementos están presentes en el comienzo nuevo y explosivo que tuvieron las m.
protestantes desde el último tercio del s.XVIII. Esta vez el impulso no vino
tanto de Alemania cuanto de Inglaterra, en donde la aparición del metodismo (v.)
puede ser considerada como la primera manifestación del nuevo pietismo que debía
marcar después, bajo la forma del despertar (v.), el final del s. xviii y la
primera mitad del xix protestante. Se pueden distinguir en este nuevo comienzo
los tres motivos principales que siguen:a) Las comunidades tradicionales, de
tipo claramente confesional, extenuadas por sus disputas teológicas y, todavía
más, por los ataques de la Ilustración, tenían dificultad en encontrar en sus
propios haberes las fuerzas necesarias para responder victoriosamente a los
desafíos de las circunstancias. Peor aún, con frecuencia hasta se mostraron
hostiles a toda renovación (la historia del metodismo es muy característica al
respecto), de módo que el impulso misionero general de esta época, orientado a
la evangelización de todos los hombres, se desarrolló en general
independientemente a todo lazo orgánico con las confesiones establecidas
(estatales). Este impulso se debió a las denominaciones antiguas (congregacionalistas,
baptistas), o a las nuevas (metodistas) o bien a iniciativas privadas tomadas
bajo la influencia del despertar. Ciertamente las confesiones establecidas
particularmente en Gran Bretaña, país de la flexibilidad por excelencia, se
dejaron ganar, al menos en algunos medios, por el nuevo impulso misionero (cfr.
p. ej., la fundación en 1799 de la Church Missionary Society for Af rica and the
East) pero de una manera general, sobre todo en el continente, se puede decir
que permanecieron durante largo tiempo en la reserva. La situación en América
del Norte se presenta de una manera totalmente diferente: como allí no había
religión oficial del Estado, el lazo entre las m. y las comunidades-madres fue
desde el principio mucho más fuerte.
b) Habiéndose mostrado las teologías confesionales protestantes ineficaces
frente a la Ilustración, el pietismo, que daba a la vida tanta, si no más,
importancia que a la doctrina, se mostró como la expresión más eficaz del
testimonio protestante. Insistía menos en la adhesión del espíritu humano a una
doctrina que en la conversión del corazón, en la asimilación espiritual de la S.
E. leída lo más directamente posible y en el anuncio del Reino de Dios a toda
criatura humana, llamada desde la perdición a la conversión y a la salvación,
independientemente de su pertenencia confesional.
c) Aunque se inspiraban en un pensamiento muy diferente de la Ilustración,
estas nuevas formas de misión también dependen parcialmente de ella. En efecto,
su desconfianza con respecto a la reflexión teológica iba acompañada de una
confianza a veces excesiva en la civilización europea. Para ellas, hacer avanzar
el Reino de Dios implicaba también la creación de las condiciones de vida que
permitiesen a los indígenas vivir dignamente. Por medio de este rodeo, la misión
se conjugaba con la colonización y con sus aspectos contradictorios de progreso
y de imperialismo. A pesar de todo, no se puede desconocer el extraordinario
dinamismo de este impulso misionero, de su radiación universal y de su acción
moral, pedagógica, social, económica, hospitalaria y médica.
Entre los misioneros que han marcado de una manera particular esta etapa
de las m. protestantes, hay que mencionar al baptista inglés W. Carey
(1761-1834), que está al origen de la primera misión baptista (v. SAPTISTAS 5);
el congregacionalista americano R. Anderson (1796-1880) que actuó en favor de la
independencia de las comunidades fundadas con respecto a sus fundadores; el
inglés D. Livingstone (1813-73; v.) quien, después de haber colaborado con la
London Missionary Society (congregacionalista, fundada en 1795) partió solo como
evangelista y explorador al África negra y llegó a la conclusión de que sólo los
negros podían evangelizar a los negros; el inglés J. H. Taylor (1832-1905), de
origen metodista, que creó la China Inland Mission (1865) y practicó el método
itinerante al que consideraba como el más apropiado.
Es importante enumerar las diversas sociedades misioneras protestantes que
nacieron bajo la influencia del despertar religioso. Entre las más importantes,
por el número de sus m. y de sus colaboradores, de suspastores y laicos, hay que
citar, en Gran Bretaña, la Wesleyan Methodist Missionary Society (1813), las
Sociedades presbiterianas de Escocia (1829), de Irlanda (1840) y de Inglaterra
(1847); en América del Norte, La American Board of Comissioners for Foreign
Missions (congregacionalista 1810), las diversas Sociedades baptistas (1814,
1845), metodistas (1819, 1846), anglicana (1820), presbiterianas (1837, 1859,
1861) y luterana (1841); en Alemania, la Basler Mission (1815, tendencia
pietista alemana a pesar de tener su sede en Suiza), la Berliner Mission (1824,
luterana), la Rheinische Missionsgesellschaf t (1828, luterano-calvinista); en
los países escandinavos, las m. danesa (1821), noruega (1842), finlandesa (1959)
y sueca (1874, 1881), todas ellas luteranas; en Holanda, varias sociedades
interconfesionales, pero predominantemente calvinistas (1797, 1858, 1859); en
Suiza, la misión suiza en África del Sur (1875, calvinista); hay que añadir,
además, las comunidades coloniales de África del Sur (1824), del Canadá (1824) y
de Australia (1849, 1855).
3. Evolución contemporánea. A mediados del s. xix las relaciones entre las
m. y las comunidades eclesiás= ticas establecidas comenzaron a modificarse. Esta
evolución presenta dos características aparentemente contradictorias. a) Por una
parte, las diversas restauraciones confesionales operadas en esa época al hacer
que las diversas comunidades establecidas fuesen más conscientes de su tradición
propia, las insufló una conciencia más viva de su responsabilidad misionera
directa; ellas empezaron a asumir esta responsabilidad inspirándose en el
dinamismo de las sociedades misioneras existentes, sin adoptar por ello el
indiferentismo eclesiológico de las mismas. Las m. que crearon fueron más
claramente confesionales. Así, se crearon algunas m. del tipo de la High Church
(1844, 1858). En Alemania, bajo la influencia de K. Graul (1814-61), la poderosa
Leipziger evangelisch-lutherische Missionsgeselleschaft, de obediencia
claramente luterana, se hizo cargo en 1836 de la antigua misión germano-danesa.
Bajo el influjo de algunos luteranos convencidos, tales como L. Harms (1808-65)
y W. Lóhe (1808-72), se constituyeron algunas m. específicamente luteranas
(1841, 1849, 1885). En Holanda, la fundación por parte de A. Kuypper (1837-1920)
de la Gereformeede Kerken, de tendencia muy calvinista, suscitó una misión de
tipo igualmente muy confesional (1892).
b) Por otra parte, a medida que se multiplicaban las Sociedades misioneras
y a medida que su actividad, cada vez más intensa, se ejercía cada vez más en
los mismos campos de misión, las m. protestantes, reunidas por un fin común a
pesar de sus orígenes confesionales diversos, se encontraban en la necesidad de
coordinar sus esfuerzos. De aquí resultó desde mediados de siglo una aspiración
creciente a la colaboración, conjugada en los países de origen con algunos
esfuerzos de acción común, aunque todavía no tuvieron lugar fusiones
institucionales. Con el mismo espíritu de las Alianzas evangélicas, inauguradas
en Liverpool en 1846 bajo el impulso de T. Chalmers (1770-1847), se sucedieron
entre 1854 y 1900 algunas conferencias destinadas a coordinar a diversos niveles
la acción misionera (1854: Nueva York y Londres; 1860: Liverpool; 1878 y 1888:
Londres, en donde se celebraron las primeras conferencias verdaderamente
internacionales y en donde, bajo el impulso de G. Warneck, 1834-1910, pionero de
la misionología, se prestó una atención particular a la autonomía de las nuevas
comunidades; 1900: Nueva York). De este impulso hacia la unidad surgieron
algunas Sociedades misioneras unidas, tales como la Regions beyond Missionary
Union (1899), la Christian and Missionary Alliance (1897) en América del Norte,
la Neukischener Missionsgesellschaf t (1882) en Alemania y las ramificaciones
alemanas de la China Inland Mission (1890, 1899).
Durante este mismo periodo, la forma del testimonio cristiano dado por las
m. protestantes evolucionó sensiblemente. El vínculo entre Evangelio y
civilización europea y la unión a veces excesiva entre misión y colonización,
que habían caracterizado a las m. del principio de siglo, aparecían cada vez más
debilitadas. Se comenzó a tomar conciencia de la relatividad de las formas
cultuales e intelectuales que los misioneros habían impuesto, con frecuencia
inconscientemente, a las poblaciones que evangelizaban. Y se comenzó a sentir la
necesidad, aunque todavía tímidamente, de hacer una distinción más clara entre
el Evangelio y las tradiciones europeas en las que se había expresado hasta
entonces. Algunas m., como la Ostasien Mission, (1884) pusieron el acento en el
respeto debido a las antiguas culturas de la India, de la China y del Japón. Por
otra parte, sobre todo en Estados Unidos, la herencia de la Ilustración tomó un
nuevo y considerable impulso, muy diferente del uso que de ella había hecho el
despertar. Para los defensores del Social Gospel, tales como el baptista
americano W. Ranschenbusch (1861-1918), se entendía la misión esencialmente coma
una manifestación del amor. Con ello corría el riesgo de identificar la ética
social con la misma salvación, conjugaba de manera sorprendente con la american
way of life. Ciertamente los protestantes de América de todas las denominaciones
reaccionaron contra estas tendencias ruinosas para un testimonio cristiano
auténtico. Pero a veces la reacción, insuficientemente fundada teológicamente,
cayó en los excesos contrarios de un fundamentalismo (v.) simple, preocupado
únicamente por salvar las almas de la perdición sin preocuparse por las
consecuencia sociales del Evangelio.
Su misma historia, tal y como la hemos examinado brevemente, explica que
las m. protestantes tenían que terminar siendo conscientes de la necesidad del
esfuerzo ecuménico y esto desde un doble punto de vista: institucional y
doctrinal (v. ECUMENISMO). Las Conferencias misioneras de la segunda mitad del
s. XIX tuvieron como resultado final la reunión en 1910 de la Conferencia
mundial de Edimburgo en donde tuvo su origen la creación, en 1912, de la
International Review of Mission, y en 1921, en Lake Mohonk, N. Y., la del
Consejo internacional de las Misiones. Este Consejo ha elaborado durante sus
diversas sesiones generales -Jerusalén 1928, Tambaram/Madras 1938, Whitby/Toronto
1947, Willingen (Alemania) 1952, Achimota (Ghana) 1958- y, sobre todo, por medio
del trabajo de las organizaciones permanentes, los principios de una doctrina y
de una práctica misioneras actualizadas. En gran parte, se debe a su impulso el
nacimiento de los movimientos ecuménicos Life and Work y Faith and Order que
terminaron con la constitución en 1948 del Consejo ecuménico de las Iglesias.
Una cuestión, en gran parte relacionada con la anterior, debe ser
señalada: el problema de las relaciones entre las comunidades originarias y las
nuevas comunidades surgidas de las m. Las nuevas comunidades han venido a ser
autónomas; el Consejo internacional de las Misiones de Jerusalén, en 1928, las
calificó con el título, discutible por otra parte, de jóvenes iglesias. Si
todavía tienen necesidad de la ayuda americano-europea es sólo a título de
auxiliares en hombres y en recursos, pero no encalidad de dirigentes o de
responsables. Por otra parte, como muchas de estas jóvenes iglesias están en un
mismo lugar y provienen de m. que pertenecen a denominaciones diferentes,
sienten la necesidad de unirse para dar un testimonio claro ante el mundo no
cristiano que las rodea. Tal es actualmente la tendencia general en los antiguos
campos misionales. Entre otros ejemplos, merece una mención particular la
llamada iglesia del Sur de la India (v. INDIA VIII), en donde se han unido en
1947 los anglicanos, los presbiterianos, los metodistas y los
congregacionalistas. Para evitar que esas uniones conduzcan a replegarse en un
nacionalismo estrecho, muchos subrayan la necesidad de contrapesarlas mediante
contactos de tipo universal: de ahí la utilidad de las asociaciones y
conferencias mundiales.
En los párrafos precedentes hemos descrito sobre todo la evolución
institucional. Para dar un panorama completo de las preocupaciones
específicamente misioneras del protestantismo contemporáneo, sería necesario
hacer referencia a la evolución de los métodos de evangelización, con todas las
cuestiones teológicas conexas (relaciones entre predicación y testimonio; unión
entre fidelidad a la tradición cristiana y adaptación a las particularidades
culturales del pueblo evangelizado; relaciones y diferencias entre
evangelización y ayuda técnica a los países en vías de desarrollo, etc.). Pero
todas esas cuestiones -no exclusivas, por otra parte, del mundo protestante-,
trascienden los límites históricos de este artículo.
V. t.: PROTESTANTISMO.
BIBL.: V. la de MISIONOLOGÍA, 3.
JEAN-LOUIS LEUBA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991