MELECIO DE ANTIOQUÍA, SAN


Obispo de la capital siria en la segunda mitad del s. IV, que dio origen al denominado cisma meleciano de Antioquía (no debe confundirse con Melecio de Licópolis, obispo de Egipto a principios del s. IV y que da nombre al cisma meleciano o meleciano de Egipto). Su nombre está ligado a la historia de la turbulenta reacción que la facción arriana desencadenó contra la ortodoxia nicena (v. NICEA, CONCILIOS DE) en Antioquía entre el 330 y el 378.
      Originario de Melitene (Armenia), sucede al depuesto Eustacio de Sebaste, homeousiano o semiarriano (v.) el a. 358. No ha podido determinarse con exactitud cuál es el pensamiento de M. en este periodo de su vida.
      S. Epifanio de Salamina (Paranion, 73,23: PG 42,445) lo considera perteneciente a la línea homeana («el Hijo es semejante al Padre») y opuesto a homeousianos, tales como Basilio de Ancira o Eustacio (para los distintos grupos de arrianos antinicenos v. ARRIO Y ARRIANISMO, 5). l_sta parece ser la razón de su elección para la sede de Sebaste en sustitución de Eustacio. Pero a los pocos meses, M. debe abandonarla (Teodoreto, Historia Eclesiástica, 11,27: PG 82,1080). No aparece su nombre entre los firmantes de la fórmula homeana en el Conc. de Seleucia (a. 359). Epifanio insinúa que la firmó, aunque en la lista de firmantes que proporciona (Panarion, 73,23: PG 42,445.448.452-453) no figura su nombre. Este aparente contrasentido puede explicarse por el hecho de que, al no ocupar su sede, M. no fue convocado al Concilio, no viéndose urgido a mostrar abiertamente su pensamiento.
      El a. 361, M. es elevado a la sede de Antioquía, aquejada de profundas divisiones. Parece ser que M. fue elegido obispo por iniciativa del homeano Acacio, pensando que apoyaría su causa. En su entrada, se encuentran presentes tanto eustacianos como acacianos, cada uno creyéndole de su facción (Sozomeno, Hist. Eccl. IV, 28: PG 67,1201-1205). Pero ese mismo año, es depuesto M. y mandado al exilio por el emperador Constancio. Lascausas han de encontrarse en las medidas disciplinares tomadas por M. contra el sector arrianizante y en un discurso recogido por Epifanio (o. c.: PG 42,457-465) en el que comentando el texto de Proverbios 13,22, expone su pensamiento sobre la generación del Verbo, y muestra que, aunque haya podido ser tenido como homeano, no ha dejado de profesar la fe de Nicea. A este discurso sigue el inmediato destierro de M. y ocupa su lugar Euzoio, arriano extremista ya condenado por Alejandro de Alejandría (v.). Esto provoca inevitablemente la ruptura de los ortodoxos, que hasta entonces habían obedecido a los obispos eusebianos, y que se agrupan ahora en torno a Diodoro de Tarso (v.) y Flaviano formando el grupo de los melecianos. Parece ser que éstos propusieron la unión a los eustacianos, ya que ambos eran fieles a la fe de Nicea, pero no se llegó a buen término, dada la intransigencia de Paulino, jefe de los eustacianos. Entre ambos grupos ortodoxos existía una sensible diferencia en el uso de los términos: mientras Paulino entendía hypóstasis como sustancia, diciendo, por tanto, que en Dios existe una sola hypóstasis, los melecianos la entienden, al igual que los Capadocios (v.), como persona, afirmando, en consecuencia, que en Dios existen tres hypóstasis.
      El a. 362, el Conc. de Alejandría, con clara voluntad de paz, precisa que las fórmulas una hypóstasis (aplicada a Dios en sentido de sustancia) y tres hypóstasis (aplicada en sentido de persona) eran susceptibles de intelección ortodoxa, y que, por tanto, podían utilizarse con tal de atenerse a la fe de Nicea. El mismo Concilio insiste en la urgencia de restablecer la paz entre melecianos y eustacianos, presentando dicha unión como recepción de los melecianos por parte de los eustacianos, pero sin considerarlos herejes. Eusebio de Vercelli (v.) y Asterio de Petra son enviados a Antioquía con indicaciones precisas sobre estos extremos, conservadas en el llamado Tomus ad antioquenos (PG 25,796-809), pero llegan demasiado tarde. Lucífero de Cagliari (V. ESCRITORES ECLESIÁSTICOS PRIMITIVOS), sin tener en cuenta las prescripciones canónicas, ha consagrado a Paulino como obispo y los melecianos cierran filas en torno a M., que en aquellos días llega del destierro.
      El a. 363, en el Conc. de Antioquía, M. hace firmar a Acacio el homousios niceno. Los enemigos de M. siguen recelando de su ortodoxia. A ellos debe atribuirse el panfleto anónimo Refutación de la hipocresía de los amigos de M. y de Eusebio de Samosata sobre el homotisios (PG 28,85-88). El a. 365, al renovarse la persecución homeana, M. es desterrado de nuevo. Regresa en el 367 y es desterrado por tercera vez en el 371. S. Basilio de Cesarea (v.), juzgando urgente restablecer la unión entre los ortodoxos, estima que por lo que toca a Antioquía, esta unión es imposible a no ser en torno a M., mostrando así que a pesar de los antecedentes homeanos de M., le tiene ahora como un firme sostén de la ortodoxia. Establece negociaciones con Alejandría para conseguir el reconocimiento de M. (Epist. 66,67,69: PC, 32,424 ss.), envía a Roma un diácono de M., para suplicar al Papa que mande personas capaces de restablecer la unidad y de informarle con exactitud (Epist. 70: PG 32,433-436). Su carta 92 es de M., que escribe al Papa en este sentido y acompaña la carta con firmas de bastantes obispos, incluido Basilio. Por parte romana se conservan bastantes documentos que muestran la desconfianza subyacente en la lentitud para reconocer a M. (cfr. Carta Confidimus, PL 13,347 ss.; Fa gratia, íb. 350-353; Post concilitmi nicaenum, íb. 358-361).
      Al morir el emperador Valente en 378, finaliza la persecución arriana, y m. regresa a Antioquía. El general Sapor restituye las iglesias a los católicos (Teodoreto, o. c. V,2-3: PG 82,1197-1201). Los bienes son entregados a M. con la condición de que exprese su adhesión a la fe del papa Dámaso (v.), cosa que se lleva a cabo en el sínodo de Antioquía (379), donde M. redacta una carta a la que se referirá el Conc. de Constantinopla del a. 382 (cfr. PL 13,353; Teodoreto, o. c. V,9: PG 82,1216). En Roma se acepta la solución, estableciéndose la comunión entre el papa Dámaso y M., quien desde entonces desempeñará un papel de importancia. Preside el comienzo del Concilio I de Constantinopla (v.), muriendo sin ver su final en mayo 381. La oración fúnebre fue pronunciada por S. Gregorio de Nisa (In Meletium: PG 46,852-864). Sozomeno (o. c. VIL10: PG 67,1441) describe el traslado de su cuerpo desde Constantinopla a Antioquía como una marcha triunfal. Se celebra su fiesta el 12 de febrero.
      El cisma meleciano no acabó con la muerte de M., pues, aunque el deseo de Roma era que todos los ortodoxos antioquenos se agrupasen en torno a Paulino, los obispos orientales eligieron a Flaviano como sucesor de M. Tampoco la muerte de Paulino arregló las cosas, pues éste antes de morir había ordenado a Evagrio como sucesor suyo. Sólo hacia el 394 los alejandrinos, a instancias deS. Ambrosio, reconocieron a Flaviano en un Sínodo en Cesarea de Palestina. Los últimos eustacianos se unieron ca. 413 bajo el obispo Alejandro (Teodoreto, Hist. Eccl. V, 35: PA 82,1265).
     
      V. t.: ARRIO Y ARRIANISMO; NICEA, CONCILIOS DE
     
     

BIBL.: F. CAVALLERA, Le schisme d'Antioche (IV-V siécle), París 1905; G. BARDY, Le concite d'Antioche (379), «Revue Bénédictine», 45 (1933) 196-213; E. AMMAN, Méléce d'Antioche, en D-I'C X,520531; Fliche-Martin 111, 135-179; 254-265; 285-300; R. DEVRESSE, Le Patriarchat d'Antioche depuis la paix de PÉglise jusgtt'á la conquéte arabe, París 1945; W. A. JURGENS, Letter ol Meletius ol Antioch, «The Harvard Theological Review», 53 (1960) 251-260; A. EHRHARD y W. NEUss, Historia de la Iglesia, II, Madrid 1962, 101 SS.; I. ORTIZ DE URBINA, Nicea y Constantinopla, Vitoria 1969, 157-163

 

L. F. MATEO SECO

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991