MÁXIMO EL CONFESOR, SAN
Vástago de una familia aristocrática emparentada con la estirpe imperial, nació
el a. 580 en Constantinopla. La Vita (Pa 90,67-172), de autor anónimo que recoge
la biografía de M., silencia su infancia y juventud; pero es evidente una
intensa formación clásica del futuro atleta de la ortodoxia, conocedor a fondo
de los filósofos griegos, de Orígenes, Evagrio Póntico y los Santos Padres,
cuyas ideas estructuraron una de las mentes más poderosas y batalladoras del s.
VII. Se sabe que ca. 610 era primer secretario del emperador Heraclio; pero al
cumplir los 33 años, y sin que se sepan las causas, abandona el mundo, cruza el
Bósforo y se recluye en el monasterio de Crisópolis (Escútari) en donde además
de someterse a la regla cenobita participa en las controversias cristológicas.
Cuando la invasión persa (626), los monjes se dispersan y M. pasa sucesivamente
a Creta, Chipre y finalmente Egipto que iba a ser como su nueva patria y centro
de su lucha contra los errores teológicos que proliferaban en las iglesias
orientales
Ardía entonces una enconada contienda religiosa, política y social,
provocada por la conmoción de los espíritus en torno a la herejía monotelista
(v. MONOTELISMO). M., que había sido figura destacada en la debelación de la
teoría de la naturaleza única de Cristo (monofisismo, v.) tomó resueltamente
posición en favor de la doctrina de las dos voluntades; y no sólo se enfrentó
con la tesis -Ekthesis- del decreto imperial del a. 638 que proclamaba dos
energías y una sola voluntad en Cristo, sino que se levantó contra el Patriarca
Pirro I (639). Desterrado éste al África por el emperador Constancio II, el abad
M. promovió la celebración de varios concilios menores y preparó para el a. 645
el de Cartago, en el que compareció el Patriarca de Constantinopla. Tuvo allí
lugar una apurada controversia de la que resultó el reconocimiento, por parte de
Pirro, de los errores en que había caído. Esta victoria de M. causó en
Constantinopla un gran furor, agravado por el hecho de haberse trasladado el
Patriarca a Roma en donde abjuró en presencia del papa Teodoro. Hallábase allí
M. cuando inesperadamente fue detenido por la policía imperial y trasladado a la
sede del gobierno, acusado de traición, delito normalmente invocado en una
situación en la que la doctrina oficial religiosa se identificaba con la
seguridad del Estado. En realidad se quería dar color legal al afán de acallar
la voz de M. y obligarle por la fuerza a subscribir la fórmula monotelista como
había de hacer el voluble Pirro. Compareció ante un tribunal en el que fue
acusado no sólo de su oposición a la Ekthesis (doctrina de la fe) y a la
declaración de Constancio llamada Typus, sino de haber recabado del nuevo papa
Martín I la celebración del sínodo de junio del 649 en que el gran teólogo firmó
las actas como Maximus monachus y provocó la condenación del monotelismo en
general, de las dos declaraciones imperiales nominalmente y los anatemas contra
los patriarcas y obispos fautores de la herejía. Martín I había sido deportado
al Quersoneso (653) donde murió dos años después
El 653 fue llevado M. a Constantinopla y condenado (655) a la deportación,
que sufrió en Byzia de Tracia. Tuvo un nuevo proceso a los pocos meses, y fue
esta vez desterrado a Perberis en los confines del Imperio. El 662 compareció
nuevamente en Constantinopla ante el Prefecto y un sínodo, junto con sus
discípulos Anastasio monje y Anastasio Apocrisiario. No obstante, su edad de 82
años, M. no sólo se negó a firmar el Typus, sino que polemizó de tal forma con
los miembros del sínodo, que los tres confesores fueron inhumanamente azotados y
les cortaron la mano derecha y la lengua, para ser seguidamente desterrados a
Schionaris, la actual Tzikhe Muris, en la región de Batum en Transcaucasia, y no
a Crimea como dice el Martirologio Romano, que trae la fiesta de M. el 13 de
agosto. M. murió en efecto en tal día del año 662; es llamado el Confesor por la
vigorosa entereza con que defendió la verdad por medio de la palabra, con sus
escritos y finalmente con la vida. Su culto empezó en tiempo indeterminado, pero
muy probablemente a poco de su muerte y de la de sus dos compañeros. En el s.
xvin se registraba todavía, al pie de la fortaleza donde expiró el santo, un
monasterio llamado de S. Máximo
Su obra escrita es muy considerable: y se halla en parte recogida en la
Patrología Griega: Disputatio cum Pyrrho; Scholia in beati Dyonisii libros;
Questiones ad Thalassium in locus Sacrae Scripturae difficiles, que con Ambigua
in Gregorium Nazianzenum constituyen lo más destacado de su producción; Brevis
enarratio Christiani Paschatis; Computo ecclesiastico; el diálogo Liber
asceticus entre un monje joven y su director espiritual; y unos extractos -cinco
centurias- de Diversa capita ad theologiam et oeconomiam spectantia, deque
virtude et vitio. No obstante la variedad de los escritos de M., basta un breve
análisis de los mismos para sacar en consecuencia que su preocupación constante
es esencialmente cristológica (V. CRISTOLOGÍA) y que la resolución de los
problemas que se le plantean se funda no solamente en argumentos teológicos sino
también filosóficos, en buena parte deducidos de la doctrina de Aristóteles. En
su tiempo ningún otro teólogo puede ser comparado con él. Fue también místico
profundo (V. CONTEMPLACIÓN, 2)
BIBL.: PG 90-91; Acta Sanct. 13 agosto; R. DEVREESSE, La vie de St. Maxime le Confesseur et ses recensions, «Analecta Bollandiana», 46 (1928) 5-49; !D, Le texte de 1'Hypomnesticon de Théodore Spoudée, íb. 53 (1935) 49-80; M. VILLER, Aux sources de la spiritualité de St. Maxime le Confeseur: les oeuvres d'Evagre le Pontifique, «Echos d'Orient», 29 (1930) 296-313; Synaxarium Ecclesiasticum Constant., 887-890; DTC X,448-459; C. VONA, Massimo il Confesore, en Bibl. Sanct. 9,41-47
M. RODRÍGUEZ RODRÍGUEZ
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991