MATEO APÓSTOL Y EVANGELISTA, SAN II. EL EVANGELIO.
1. Autor. Desde el principio, la Iglesia ha vivido siempre en la convicción de
que S. Mateo escribió el Evangelio que lleva su nombre (Mt). Ya a partir del s.
iv, los testimonios de esta convicción son masivos; durante el siglo precedente,
las afirmaciones explícitas son escasas, pero suficientes e inequívocas; y no
cabe duda de que el número, nombre y autoridad de los cuatro evangelistas,
empezando por M., era un dato seguro en tiempo de S. Ireneo (v.), al declinar el
s. ii. Entre S. Ireneo y la generación apostólica la distancia es tan escasa que
se requerirían razones muy válidas para negar confianza a la seriedad de sus
informaciones. Y todavía, a mitad de dicha distancia, se conserva un testimonio
más antiguo, el del obispo de Hierápolis, Papías (v.), en contacto de
contemporaneidad con discípulos de los Apóstoles, e incluso, según parece, con
algún Apóstol
El testimonio de Papías, conservado por el historiador Eusebio de Cesarea
(Hist. Ecles. 111, 39, 14 ss.; cfr. Padres Apostólicos, ed. BAC, Madrid 1950,
876), puede fecharse por aproximación entre los a. 110 y 130. Su concisión
telegráfica deja abiertos muchos interrogantes. Traducido lo más literalmente
posible, dice: «Mateo coordinó las Loguia (se sobrentiende: del Señor) en lengua
hebrea, y cada uno las interpretó según era capaz». El obispo Papías habla de la
obra literaria de M. comparándola con la de Marcos; se refiere, por tanto, a
ambos Evangelios tal como eran conocidos en su tiempo. Del de M., sin duda sólo
utilizó la edición griega, que implícitamente supone equivalente al original
hebraico. El verbo «coordinó» (syn-etáxato) contiene un elogio y define un
estilo, en contraste con Marcos (v.), que escribió (dice en el mismo contexto,
citando al «Anciano» Juan) sin orden (táxei), a la manera como oía evangelizar a
su maestro S. Pedro, que enseñaba las loguia del Señor sencillamente, sin hacer
de ellas una coordinación (syn-taxin). Papías fue así el primero en caracterizar
a M. por su método sistemático. Al decir que cada uno lo interpretó (herméneusen)
a su manera, el verbo no significa traducir sino comentar, hacer exégesis. Es
una manera de dar a entender, al estilo de un prólogo helenístico, que, pues
otros lo interpretaron conforme eran capaces, él, Papías, va a hacer lo mismo
que ellos. En efecto, Papías dejó escritos cinco libros de Exégesis de las
loguia del Señor
Lo discutido en el testimonio de Papías es, la célebre palabra-clave que
hemos transcrito del griego sin traducir: las loguia. Su significación
espontánea es: sentencias, pero en griego bíblico y paleocristiano se aplicaba a
toda «Palabra-Revelación de Dios», connotando a veces su transmisión en la
Biblia (la cual incluye también hechos-palabra (v. AGRAFA r LOGUIA DE JESÚS).
Hablando de S. Marcos, Papías (o su fuente) equipara la expresión loguiakyriaká
a «hechos y dichos del Señor»; es decir: «Evangelio» (v.). No obstante, el
acento conceptual, que el vocablo loguia no deja de mantener, pone en relieve un
aspecto característico de la composición de M., que es, por antonomasia, el
Evangelio de las Sentencias del Señor
Es inverosímil que esta breve frase de Papías (hombre de inteligencia, al
parecer, mediocre) determinase por sí sola la universal convicción de la Iglesia
del s. ii a propósito de la paternidad literaria de M. con relación al primer
Evangelio. Más que autor, Papías es ya un reflejo de dicha convicción
tradicional, que, ininterrumpida hasta tiempos recientes, cristalizó en un
ceñido directorio de pensamiento emanado de la Pontificia Comisión Bíblica (19
jun. 1911; texto en Doctrina Pontificia, 1, Documenlos Bíblicos, ed. BAC, Madrid
1955, n. 423-429). No hay duda que al menos el núcleo esencial e inalienable de
dicha convicción y directorio era el origen y autoridad apostólica del primer
Evangelio. Por razones de crítica literaria interna, buena parte de autores
contemporáneos dan por improbable la intervención de M. en la composición de su
Evangelio; pero este punto de vista es unilateral. La Iglesia del s. ii fue
realista al mantener dos Evangelios bajo nombres tan secundarios como los de
Marcos y Lucas, sin ceder a la fácil tentación de adscribirlos respectivamente a
S. Pedro y S. Pablo. Si atribuyó un Evangelio a S. Mateo (uno de los Apóstoles
de menos relieve dentro del Colegio) no fue por actitud apriorística, y es justo
que se le otorgue confianza. El buen criterio científico buscará el equilibrio
entre la sana crítica literaria interna y el respeto a los datos externos
históricos de la antiquísima tradición. Tiene para ello un camino abierto, que
consistiría en reflexionar acerca de lo que pudo haber de simple traducción y lo
que pudo haber de reelaboración al pasar del original hebreo de M. a la edición
griega, que es la que ha utilizado siempre la Iglesia universal, pues el primero
se perdió muy tempranamente
2. El Mateo arameo y el Mateo griego. La formación literaria concreta de
Mt es y seguirá siendo un enigma. El complemento de este dato negativo es
positivo: su formación debió pasar por un proceso complejo y enriquecedor. Es
probable (en línea de hipótesis) un documentobase, que sería un auténtico
Evangelio escrito en hebreo o arameo, como concreción o memorial didáctico de la
catequesis oral apostólica jerosolimitana de los primeros años. Las palabras o
sentencias del Señor tendrían una proporción predominante. Si los Apóstoles eran
los preparados y encargados por Cristo para el ministerio de la Palabra (Act
6,2-4), tenía que ser normal que el documento fuera elaborado por un Apóstol. En
la Iglesia viva, este documento sería ante todo un instrumento al servicio de la
Palabra viva. Sucesivas profundizaciones y, sobre todo, nuevos centros de
interés pastoral pudieron formar en torno al núcleo primitivo, ya relativamente
fijo, una nueva atmósfera fluctuante de elementos catequéticos orales. Si la
convicción tradicional de la Iglesia señala el nombre de M. como autor del Mateo
arameo, tal dato merece toda confianza; algo que ha caracterizado siempre a la
vida de la Iglesia ya desde los primeros tiempos es la escrupulosidad en aceptar
y predicar sólo la verdad recibida, en guardar la tradición y con ella la
verdadera historia y doctrina de Jesús (cfr. 2 Tiln 6,20; 2 Pet 1,16; etcétera;
v. EVANGELIOS Ii); la historia de los evangelios apócrifos (v.) es también buena
muestra de ello. La mayor parte de los autores ponen la composición original
aramea de Mateo antes del 62 d. C
En fecha imposible de precisar, pero no posterior a la destrucción del
Templo (a. 70), alguien reelaboró en buen griego una integración sistemática del
núcleo primitivo fundamental (el primitivo evangelio de S. Mateo en arameo) con
otros elementos catequéticos, seleccionados conforme al criterio de una
sustancial fidelidad a las líneas esenciales de dicho núcleo. La fecha indicada
no excluye que, en la trasmisión viva del libro durante los años siguientes, se
pudieran retocar o añadir algunos textos, p. ej., Mt 22,7; pero fragmentos como
17,24-27 son demasiado «arqueológicos» después del a. 70 para ser incluidos en
un Evangelio viviente. Podía reconocerse el derecho a esta traducción
«reelaborada» a quien, aun sin ser Apóstol, estuviese en íntima comunidad de
misión y carisma con el grupo apostólico. El traductor-redactor al griego tenía
suficiente conocimiento minucioso por una parte, y suficiente confianza por
otra, con la redacción definitiva o provisional del Evangelio de S. Marcos (v.)
para seguirlo cuando le convenía y para dejarlo de seguir cuando prefería
mejorarlo. Y en cuanto al Evangelio de S. Lucas (v.) no es improbable una tenue
interacción, sin la que apenas se explicarían evidentes influencias del uno
sobre el otro (interacción), aunque escasas, secundarias y libres (tenue)
El traductor-redactor es modesto y respetuoso para que la obra definitiva
se siga difundiendo bajo el solo nombre de S. Mateo. Su comunidad o iglesia
tiene una posición estratégica excepcional, por cuanto su Evangelio, durante
todo el s. n, es casi el único que utilizan las demás comunidades y el que marca
a perpetuidad la inconfundible fisonomía del cristianismo común y sencillo,
sobre todo a través del Sermón de la Montaña (v. BIENAVENTURANZAS). Su comunidad
es o ha sido fragua de tensiones, por encima de las cuales él, quizá no sin
dolor, ha conseguido mantener una superior actitud de síntesis. Por algo ha
tenido que afirmar vigorosamente la supremacía personal de S. Pedro (v.), sobre
cualquier otro, por voluntad de Cristo. Una buena parte de sus fieles fueron
exiliados de Palestina; pero su iglesia vive ardorosamente la misión universal
en marcha. El traductor es bilingüe o trilingüe casi a la perfección (hebreo-arameo+griego),
maestro de la palabra, apasionado de la tradición pedagógico-religiosa de Israel
y conocedor experto de sus procedimientos. Conocemos poco de la Iglesia del s. i
para individualizar con acierto a esta personalidad excepcional. Algunas
antiguas tradiciones populares de Oriente asociaban de alguna manera la persona
de S. Bernabé (v.) al Evangelio de S. Mateo. En todo esto no perdamos de vista
que el carisma de la inspiración bíblica no se opone a la sucesiva reelaboración
de un mismo Libro bíblico por varios co-autores (v. BIBLIA III). En toda
hipótesis, la paternidad del apóstol S. Mateo, como autor del Primer Evangelio,
debe ser mantenida
Acerca del autor, tiempo de composición y verdad histórica del Evangelio
según S. Mateo, la Pontificia Comisión Bíblica (19 jun. 1911) sostuvo: a) Que S.
Mateo es el autor del actual Evangelio (Resp. I). b) Que escribió antes que los
otros evangelistas (Resp. 11) y concretamente antes de la venida de S. Pablo a
Roma (Resp. III). c) Que el texto griego actual debe considerarse
sustancialmente idéntico al original, escrito en arameo (Resp. V). d) Que su
finalidad apologética no disminuye su valor histórico (Resp. VI). e) Y que
también se ha de considerar históricamente auténticos ciertos pasajes que
infundadamente rechazan algunos racionalistas: Mt cap. 1 y 2; 16,17-19;
28,19-20; 14,33; etc. (Resp. VII) (cfr. también la importante Instrucción Sancta
Mater Ecclesiae de la Pontificia Comisión Bíblica, sobre la verdad histórica de
los Evangelios, de 21 abr. 1964: AAS 56, 1964, 712-718)
3. Características y ambiente de composición del Evangelio de S. Mateo. La
psicología humana, religiosa y literaria del escritor que redactó Mt en su forma
definitiva griega no se presta a un fácil análisis. Su estilo es hierático como
el de un pantocrator bizantino, solemne y conciso, ponderado, equilibrado. Pero
lo maneja con mano experta de pedagogo. El lector que entra en contacto con él
no puede quedar indiferente, porque en cada unidad didascálica y catequética se
encontrará con alguna fase incisiva que penetra por la imaginación en la
inteligencia y llega hasta el fondo del alma
Lo que más le encanta al primer evangelista en Jesús es la función de
Magisterio, el oficio de la Palabra. Su obra puede muy bien denominarse «el
Evangelio de las Palabras del Señor»; una edición que distinguiese en negro y
rojo (como la de Streicher, en alemán) las frases narrativas (donde habla el
evangelista) de los textos que son consignación directa de las palabras de Jesús
pondría ante los ojos, mejor que todas las estadísticas, esta peculiaridad de S.
Mateo. Hecho transparencia en el foco luminoso del mensaje doctrinal de
Jesús-Mesías, el evangelista se identifica con él como modesto maestro al
servicio del Maestro. Por ello, algunos investigadores (p. ej., Stendahl) han
concebido la atmósfera vital del primer Evangelio como una escuela: «la escuela
de Mateo»; sus destinatarios inmediatos serían catequistas de las comunidades
cristianas. Otros (p. ej., Kilpatrick) han captado en su hieraticismo, no sin
acentos de poesía profunda, un hálito litúrgico; algunos, exagerando la nota,
consideran el libro algo así como un leccionario. Otros muchos han puesto en
primer plano el incansable espíritu polémico de Mt contra el rabinado judío
oficial contemporáneo suyo, predominantemente farisaico, que no hay que
confundir con cierto posterior «antisemitismo», que ha llegado a apelar a Mt por
ignorancia de su contexto vital histórico, o Sitz im Leben. Pero la única
síntesis que sustantiviza éstas y otras caras del plurifacético diamante de Mt
es el concepto de Iglesia (Trilling); realidad toda nueva, y al mismo tiempo
toda antigua por cuanto ha germinado, en pensamiento, vida y misterio, del
antiguo Israel por obra del Mesías
El autor de Mt lleva en su propia carne y sangre esta tensión entre lo
nuevo y lo antiguo; pero la integra en la superior unidad comprehensiva de un
total servicio al Reino de los Cielos. Al final de la primera parte, recoge una
parábola-en-germen de Jesús, que algunos estudiosos quieren ver como rúbrica de
su anonimato: «Todo escriba hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante
a un padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas, y cosas
antiguas» (Mt 13,52). Varios autores (el más reciente, Gerhardsson) han tomado a
la letra la palabra escriba (rabino o doctor de la Ley) al definir la formación
profesional del autor del primer Evangelio. Un análisis de sus procedimientos
técnicos de didáctica religiosa parecerían favorecer esta hipótesis. Saulo no
sería, en la Iglesia apostólica, el único rabino (y fariseo) convertido a Jesús;
entre otros (quizá muchos; cfr. Mt 23,24), estaría Mateo. Rabinos y publicanos
tendrían en común el hábito del orden al tratar los asuntos. Digamos, de paso,
que por fin se va abriendo camino entre los escrituristas una patente realidad,
que años atrás poquísimos (p. ej., Dodd) se atrevieron a sugerir: la profunda
analogía de espíritu y pensamiento entre Pablo y Mt. La tesis científica sobre
este tema está por elaborar. En el fondo de ambos está la común condición de
discípulos del mismo Maestro
No obstante, el rabinismo del evangelista se explicaría mejor como flor de
una cultura ambiental que como fruto de una antigua profesión. Su acento más
perceptible está en la constante re-lectura del A. T. en perspectiva cristiana.
Hicieron algo parecido, en su perspectiva, los de Qumrán (v.), sin constituir
por ello una escuela rabínica. La re-lectura de Mt muchas veces es explícita por
medio de las citas, ya en boca de Jesús ya como reflexión propia. Las citas
abundan más en las partes más reelaboradas por el evangelista; la proporción
máxima está en el llamado Evangelio de la Infancia (cap. 1 y II). El texto
bíblico viene a veces matizado por retoques pedagógicos. Los libros predilectos,
entre otros, son Isaías y el Deuteronomio
En algunas citas de Jesús se siente todavía el clima de la sinagoga:
«Oísteis que fue dicho... (lectura comunitaria)... mas yo os digo...» (homilía
de profundización y actualización mesiánica de la Palabra de Dios; Mt 5,22.27,
etcétera). Jesús también ejercía de rabino (cfr. Mt 4,23, etcétera), sin serlo
de profesión. Pero donde más se manifiesta el «sentido bíblico» de Mt es en las
alusiones, en las transparencias. Los rasgos de Jesús, de su vida y de su dolor,
están calcados (a veces por pura reminiscencia, casi imperceptible para el no
iniciado) en hechos y figuras (ya históricas, ya proféticas) del A. T. Bajo la
piel de la trama narrativa, se siente latir el corazón de una teología de la
historia sacra de Israel: el Éxodo, el Desierto, el Sinaí, la inminencia de una
entrada en la Tierra de la Promesa, etc. En Jesús se transparentan los rostros
idealizados de Moisés, Elías, David, Salomón, etc., y, sobre todo, el del
«Siervo de Yahwéh» (v.) y el del «Hijo del Hombre» según Isaías y Daniel
respectivamente (v. MEsíns). Quien alcance, por estudio y ascesis, el precioso
carisma del sentido de presencia histórica y, gracias a él, sepa reasistir en
espíritu a las sinaxis de la «iglesia de Mateo», descubrirá que aquellos
fervientes judeocristianos, cuando, al estilo sinagogal, leían en torno al
sacrificio eucarístico de la Nueva Alianza las páginas del A. T., veían en cada
inflexión del camino de la Historia salvífica la luminosa sombra profética de su
Jesús
En efecto, el evangelista y una parte notable de la Iglesia en que vive
son judeocristianos. El sustrato semítico es evidente en vocabulario,
fraseología, modismos, estructura mental y artificios redaccionales, p. ej.:
ritmo constante en las palabras de Jesús, con frecuente paralelismo, a veces con
distribución estrófica; abundancia de inclusiones hebraizantes y de quiasmos;
tendencia a las agrupaciones numéricas, con especial predilección por el número
3 (y por el 7, 2, etc.); palabras-clave que catalizan (a veces por sola
asonancia acústica) un contexto o toda una secuencia, etc. (cfr. P. Gaechter,
Die literarische Kunst im Mt-Evang., Stuttgart 1965)
Pero lo más judeocristiano es la temática de Mt, las preocupaciones
doctrinales. La vigencia o no de la Tórah o Ley es un interrogante en carne
viva. El fariseísmo es un enemigo presente. La doble vertiente simultánea de
particularismo (Mt 10,5; 15,24 ss.) y de universalismo (Mt 8,11; 21,43 y, sobre
todo, 28,19), está siempre en tensión. Ciertas maneras de referirse a los
paganos y a los publicanos (Mt 5,46-47; 18,17) serían ofensivas si el lector no
conociese la apertura misionera del evangelista y no venerase en el origen de su
obra la mano humilde de un publicano. El clima sociológico-mental de autor y
lectores es palestinense, y, concretamente, galilaico con un dejo de especial
interés por Cafarnaum (cfr. Mt 4,12-16 y 9,1: único texto que llama a Cafarnaum
«la ciudad de Jesús»). Jesús es «galileo» (26,29) y «nazareno» (2,23).
Glorificado, retornará inmediatamente a Galilea y en ella sola se manifiesta
(26,32; 28,7.10.16). Se capta un severojuicio (cfr. 21,10-11; 2,1-3) contra la
amadísima (23,27) Jerusalén. Pero Galilea también es un amado recuerdo triste
(11,20-24). Diríase (son vivencias que no se pueden «demostrar») que el grupo
cristiano que gravitó en la fisonomía de Mt, como sus más inmediatos
destinatarios, eran judíos, principalmente galileos, perseguidos y exiliados por
los jerarcas de su pueblo, en apertura reciente al universalismo misional. La
«iglesia de Mateo» podía mirarse en el Jesús-niño de la historia significativa
de los Magos (2,1-13): perseguido por los suyos, exiliado, llorando la muerte en
Israel de hermanos inocentes, mas, por otra parte, buscado con áfán por los
gentiles..
4. Plan o estructura del Evangelio de S. Mateo. Obedece fundamentalmente
al esquema tripartito de la catequesis sinóptica: Galilea-Camino a
Jerusalén-Jerusalén. Dentro de esta línea común, por interés pedagógico, el
redactor redistribuye algunas secciones (p. ej., cap. 8-9) con criterio
temático. Y, sobre todo, enriquece inmensamente el itinerario doctrinal de la
catequesis, jalonándolo con amplísimas agrupaciones de palabras del Señor, a
modo de discursos que son monumentos eternos de sabiduría divina y
espiritualidad a lo largo de la vía sacra que sube hasta el misterio pascual.
Cinco de estas agrupaciones antológicas (sermones o discursos), además de una
ambientadora composición de lugar (Mt 4,25-5,2; 9,3610,5; 13,1-3a; 18,1-2;
24,1-3) terminan con una cláusula-transición estereotipada (7,28; 11,1; 13,53;
19,1; 26,1). Pero hay que contar, por lo menos, otra agrupación (21, 23-23,39),
aparte otras secuencias menores (12,25-45). Cada uno de estos discursos es
ampliación de elementos ya preexistentes en la catequesis común, y tiene su
propia y compleja historia o prehistoria redaccional, reserva inagotable para la
investigación científica
Además de la introducción ternaria al esquema tripartito, común a los tres
Evangelios Sinópticos, Juan Bautista-Bautismo de Jesús-Tentaciones, M. antepone
a toda la obra, como preludio hierático, el llamado Evangelio de la Infancia. Un
esquema propiamente dicho de Mt siempre resultará artificioso y, en parte,
arbitrario; basta cotejar media docena de los que presentan los mejores autores
(si son independientes entre sí) para comprobar que no hay base objetiva de
acuerdo. El Evangelista también supo sacrificar el sistema al espontáneo interés
doctrinal; véase, como caso evidente, la inserción del Padre nuestro (6,7-15)
rompiendo el contexto más perfectamente simétrico de toda la obra (6,1-6.16-18).
Nos limitaremos, por tanto, a ofrecer un sencillo guión:A. Primera parte:a.
Preludio (cap. 1-2). Evangelio de la Infancia. Síntesis de sencillez profunda, a
base de hechos históricos, de las líneas esenciales de la cristología según Mt:
Jesús, Salvador, Mesías, hijo de David, «que fue concebido por obra del Espíritu
Santo y nació de María Virgen»: Dioscon-nosotros. Rey de Israel, buscado y
adorado por los de lejos, perseguido a muerte por los suyos, exiliado, «llamado»
desde Egipto, refugiado en Galilea, Nazareno. Interesante la figura patriarcal
de S. José (v.) y las intervenciones del ángel del Señor. Los cap. 1 y 2, por
ser del todo propios, son el mejor espectrograma para analizar los
procedimientos redaccionales y las preocupaciones doctrinales y eclesiológicas
de S. Mateo
b. Preparación inmediata de la Misión de Jesús (3-4,11) . Ambiente:
Desierto y Jordán. Trilogía sinóptica común: 1) Personalidad y testimonio
profético del Bautista; 2) Revelación y consagración mesiánica del Hijo de Dios
en el Jordán; 3) Prueba de fidelidad del Hijo de Dios en el Desierto.
La misión mesiánica en Galilea. Síntesis panorámica (4,12-9,35).
Introducción: La tierra (4,12-16), el Kerygma o Mensaje (4,17), los Discípulos
(4,18-22), el Pueblo (4,2325). Un sumario repetido al principio (4,23) y al
final (9,35) en forma de inclusión hebraizante anuncia y resume las dos
vertientes de la Misión de Jesús: enseña y cura enfermos. Cada uno de los dos
temas se abre a un inmenso diorama sistematizado:1) fesús enseña. El Sermón de
la Montaña (4,25-7,28; v. BIENAVENTURANZAS). Primera de las grandes agrupaciones
de palabras del Señor. Primer manual de Didakjé o enseñanza, florecida
vitalmente del Kerygma. Divina constitución fundamental de la criteriología y
santidad evangélica, centrada en el tema de base: La justicia o santidad en el
Reino de los cielos
2) fesús cura enfermos. Catálogo ejemplificativo de milagros (v.)
considerados como obras-del-poder (divino) del Mesías en correlación con la fe
en cuanto son signo y pregustación de la Salud total mesiánica (8,1-9,35). Tres
series de tres relatos, con dos intermedios (8,18-22 y 9,917) que preludian el
tema: Seguir a Jesús
d. Jesús Mesías envía a sus discípulos (9,36-11,1). El sumario 9,35 es
ejemplo de un procedimiento redaccional frecuente en Mt: las frases de sutura o
transición: concluye lo anterior e introduce lo que sigue. Frente al desamparo
espiritual del pueblo (alusión a los dirigentes de Israel) Jesús prepara la
institución de su nuevo pueblo mesiánico: los Doce «enviados» o Apóstoles (v.).
Desde este momento, el Maestro-Pantocrator que domina la perspectiva teológica
de Mt es presentado habitualmente rodeado del Colegio apostólico. Sigue el
segundo discurso que reúne palabras del Señor: el sermón misional o consignas a
los Apóstoles (10,5b-42)
e. Crisis de fe ante la revelación del Mesías Hijo de Dios (11-12).
Sucesión de hechos, juicios y enseñanzas convergentes en el dilema crucial de
creer o negarse a creer en Jesús, estar con o contra el Reino de Dios. Juan
Bautista (cuya figura reaparece en todos los preludios críticos: 3,1 ss.; 11,1
ss.; 14,3 ss.; 17,12 ss.; 21,25 ss. 32) plantea el dilema. Balance negativo.
«Esta generación...» (11,16-19), las ciudades privilegiadas (11,20-24) y, sobre
todo, los fariseos que llegan a caer en el pecado contra el Espíritu (11,24 ss.)
o incredulidad puramente voluntaria. Balance positivo: los humildes (11,25 ss.),
la familia de Jesús (12,46 ss.), todavía (en parte) el pueblo sencillo
(12,15.23). Declaración de Jesús como el Hijo de Dios (11,25-27), Maestro de
Sabiduría (11,28-30), Siervo de Yahwéh (12,17-21)
f. Las parábolas (13,1-52). Tercera gran agrupación de enseñanzas.
Profundización sobre algunos valores íntimos del Reino de los Cielos, en
perspectiva marcadamente eclesiológica. Reflexionando sobre el estilo pedagógico
algo enigmático del mashal o parábola (v.), la catequesis ve en ello un juicio
de discernimiento entre la fe y la incredulidad (13,10-16)
La visita a Nazaret (13,53-58), como caso arquetípico de la incredulidad
de los suyos, sirve de transición a la segunda parte del Evangelio, al mismo
tiempo que concluye con profunda tristeza la primera. Desde ahora, M. (que tanto
reelaboró el material en los cap. 1-13) coincidirá muy de cerca con el mismo
plan que Marcos, enriqueciéndolo oportunamente con añadiduras de dichos del
Señor. B. Segunda parte:a. Viajes. EJ martirio del Bautista (14,1-12) preludia
tres viajes-retiro de ida y retorno al margen del habitual campo de misión, con
tendencia a cierto progresivo aislamiento. El primer viaje (14,13-15,20) y el
segundo (15,2116,4) tienen como centro una multiplicación de los panes. El
tercero (16,5 ss.) culmina en la profesión de fe cristológica y la promesa del
Primado (v.) eclesial de Simón Pedro (16,13,20)
b. Camino a Jerusalén. A partir de este momento cumbre, se abre la
perspectiva del camino a Jerusalén. Tres predicciones de la Pasión y
Resurrección (16,21; 17,22; 20,17-19) jalonan los hechos y enseñanzas a lo largo
del camino. La teofanía de la Transfiguración (v.) reasume la del Bautismo
proyectándola hacia el misterio Pascual. Se intensifica la formación de los
Discípulos. Una cuarta gran antología de enseñanzas (cap. 18) delinea la
fisonomía pastoral de la Iglesia del Mesías. Jesús el Mesías entra en Jerusalén,
y toma posesión del Templo (21,1-17)
c. Oposición y sermón escatológico. A una angustiosa secuencia de
contrastes entre Jesús y los dirigentes de Israel (21,18-23,39) sigue el último
extenso discurso: el Sermón escatológico (24-25)
d. Pasión, muerte y resurrección. Los dos capítulos siguientes (26-27)
contienen la fundamental catequesis del sacrificio del Mesías, que termina (no
como epílogo, sino como cumbre a la que uno llega después de una fatigosa
subida, para quedarse en ella) con el mensaje de la Resurrección y la
proclamación de la Soberanía universal de Jesús glorificado, presencia y energía
de sus misioneros en todo el mundo y a través de toda la historia (cap. 28)
4. Conclusión y resumen. La obra literaria de S. Mateo es un Evangelio
compuesto con austera fidelidad a la historia y al oficio de evangelista. La
esencia de este género literario nuevo, inconfundible y único consiste en ser
cristal diáfano, pura transparencia del Jesús histórico vivido en Fe, en Amor,
en Expectación y -sobre todo- en Experiencia. Su catequesis es un memorial
biográfico florecido, desde la misma entraña de los hechos, en Cristo-teo-logia.
Una amplia corona de títulos mesiánicos (V. MESíAS) convergen en Jesús; pero
todos ellos (aun los supremos: Hijo de David, Hijo del Hombre, Siervo de Yahwéh,
etc.) quedan absorbidos y se transfiguran en el de Hijo de Dios. Y en El,
Dios-está-con-nosotros (2,23), en medio de la Iglesia (18,20) de los Apóstoles,
siempre (28,20). La continuidad personal, esencial y real, del Jesús de Galilea,
Perea y Jerusalén con el Señor de la Iglesia. es el nervio del cristianismo
según S. Mateo, estrella polar de todas las re-orientaciones, a través de la
historia, de la misión cristiana de iniciar en la tierra, como Jesús, el Reino
de los cielos (V. REINO DE DIOS)
V. t.: EVANGELIOS; NUEVO TESTAMENTO; GENEALOGÍA II.
BIBL.: La información sintética más reciente sobre el estado actual de los estudios mateanos es la de BÉDA RIGAux, Témoignage de 1'évangile de Matthieu, Brujas-París 1967. Un elenco completo de comentarios y de estudios de conjunto en I. GomÁ CIVIT, El evangelio según S. Mateo (1-13), Madrid 1966, 745-758
I. GOMÁ CIVIT
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991