MATEO APÓSTOL Y EVANGELISTA, SAN II. EL EVANGELIO.


1. Autor. Desde el principio, la Iglesia ha vivido siempre en la convicción de que S. Mateo escribió el Evangelio que lleva su nombre (Mt). Ya a partir del s. iv, los testimonios de esta convicción son masivos; durante el siglo precedente, las afirmaciones explícitas son escasas, pero suficientes e inequívocas; y no cabe duda de que el número, nombre y autoridad de los cuatro evangelistas, empezando por M., era un dato seguro en tiempo de S. Ireneo (v.), al declinar el s. ii. Entre S. Ireneo y la generación apostólica la distancia es tan escasa que se requerirían razones muy válidas para negar confianza a la seriedad de sus informaciones. Y todavía, a mitad de dicha distancia, se conserva un testimonio más antiguo, el del obispo de Hierápolis, Papías (v.), en contacto de contemporaneidad con discípulos de los Apóstoles, e incluso, según parece, con algún Apóstol
      El testimonio de Papías, conservado por el historiador Eusebio de Cesarea (Hist. Ecles. 111, 39, 14 ss.; cfr. Padres Apostólicos, ed. BAC, Madrid 1950, 876), puede fecharse por aproximación entre los a. 110 y 130. Su concisión telegráfica deja abiertos muchos interrogantes. Traducido lo más literalmente posible, dice: «Mateo coordinó las Loguia (se sobrentiende: del Señor) en lengua hebrea, y cada uno las interpretó según era capaz». El obispo Papías habla de la obra literaria de M. comparándola con la de Marcos; se refiere, por tanto, a ambos Evangelios tal como eran conocidos en su tiempo. Del de M., sin duda sólo utilizó la edición griega, que implícitamente supone equivalente al original hebraico. El verbo «coordinó» (syn-etáxato) contiene un elogio y define un estilo, en contraste con Marcos (v.), que escribió (dice en el mismo contexto, citando al «Anciano» Juan) sin orden (táxei), a la manera como oía evangelizar a su maestro S. Pedro, que enseñaba las loguia del Señor sencillamente, sin hacer de ellas una coordinación (syn-taxin). Papías fue así el primero en caracterizar a M. por su método sistemático. Al decir que cada uno lo interpretó (herméneusen) a su manera, el verbo no significa traducir sino comentar, hacer exégesis. Es una manera de dar a entender, al estilo de un prólogo helenístico, que, pues otros lo interpretaron conforme eran capaces, él, Papías, va a hacer lo mismo que ellos. En efecto, Papías dejó escritos cinco libros de Exégesis de las loguia del Señor
      Lo discutido en el testimonio de Papías es, la célebre palabra-clave que hemos transcrito del griego sin traducir: las loguia. Su significación espontánea es: sentencias, pero en griego bíblico y paleocristiano se aplicaba a toda «Palabra-Revelación de Dios», connotando a veces su transmisión en la Biblia (la cual incluye también hechos-palabra (v. AGRAFA r LOGUIA DE JESÚS). Hablando de S. Marcos, Papías (o su fuente) equipara la expresión loguiakyriaká a «hechos y dichos del Señor»; es decir: «Evangelio» (v.). No obstante, el acento conceptual, que el vocablo loguia no deja de mantener, pone en relieve un aspecto característico de la composición de M., que es, por antonomasia, el Evangelio de las Sentencias del Señor
      Es inverosímil que esta breve frase de Papías (hombre de inteligencia, al parecer, mediocre) determinase por sí sola la universal convicción de la Iglesia del s. ii a propósito de la paternidad literaria de M. con relación al primer Evangelio. Más que autor, Papías es ya un reflejo de dicha convicción tradicional, que, ininterrumpida hasta tiempos recientes, cristalizó en un ceñido directorio de pensamiento emanado de la Pontificia Comisión Bíblica (19 jun. 1911; texto en Doctrina Pontificia, 1, Documenlos Bíblicos, ed. BAC, Madrid 1955, n. 423-429). No hay duda que al menos el núcleo esencial e inalienable de dicha convicción y directorio era el origen y autoridad apostólica del primer Evangelio. Por razones de crítica literaria interna, buena parte de autores contemporáneos dan por improbable la intervención de M. en la composición de su Evangelio; pero este punto de vista es unilateral. La Iglesia del s. ii fue realista al mantener dos Evangelios bajo nombres tan secundarios como los de Marcos y Lucas, sin ceder a la fácil tentación de adscribirlos respectivamente a S. Pedro y S. Pablo. Si atribuyó un Evangelio a S. Mateo (uno de los Apóstoles de menos relieve dentro del Colegio) no fue por actitud apriorística, y es justo que se le otorgue confianza. El buen criterio científico buscará el equilibrio entre la sana crítica literaria interna y el respeto a los datos externos históricos de la antiquísima tradición. Tiene para ello un camino abierto, que consistiría en reflexionar acerca de lo que pudo haber de simple traducción y lo que pudo haber de reelaboración al pasar del original hebreo de M. a la edición griega, que es la que ha utilizado siempre la Iglesia universal, pues el primero se perdió muy tempranamente
      2. El Mateo arameo y el Mateo griego. La formación literaria concreta de Mt es y seguirá siendo un enigma. El complemento de este dato negativo es positivo: su formación debió pasar por un proceso complejo y enriquecedor. Es probable (en línea de hipótesis) un documentobase, que sería un auténtico Evangelio escrito en hebreo o arameo, como concreción o memorial didáctico de la catequesis oral apostólica jerosolimitana de los primeros años. Las palabras o sentencias del Señor tendrían una proporción predominante. Si los Apóstoles eran los preparados y encargados por Cristo para el ministerio de la Palabra (Act 6,2-4), tenía que ser normal que el documento fuera elaborado por un Apóstol. En la Iglesia viva, este documento sería ante todo un instrumento al servicio de la Palabra viva. Sucesivas profundizaciones y, sobre todo, nuevos centros de interés pastoral pudieron formar en torno al núcleo primitivo, ya relativamente fijo, una nueva atmósfera fluctuante de elementos catequéticos orales. Si la convicción tradicional de la Iglesia señala el nombre de M. como autor del Mateo arameo, tal dato merece toda confianza; algo que ha caracterizado siempre a la vida de la Iglesia ya desde los primeros tiempos es la escrupulosidad en aceptar y predicar sólo la verdad recibida, en guardar la tradición y con ella la verdadera historia y doctrina de Jesús (cfr. 2 Tiln 6,20; 2 Pet 1,16; etcétera; v. EVANGELIOS Ii); la historia de los evangelios apócrifos (v.) es también buena muestra de ello. La mayor parte de los autores ponen la composición original aramea de Mateo antes del 62 d. C
      En fecha imposible de precisar, pero no posterior a la destrucción del Templo (a. 70), alguien reelaboró en buen griego una integración sistemática del núcleo primitivo fundamental (el primitivo evangelio de S. Mateo en arameo) con otros elementos catequéticos, seleccionados conforme al criterio de una sustancial fidelidad a las líneas esenciales de dicho núcleo. La fecha indicada no excluye que, en la trasmisión viva del libro durante los años siguientes, se pudieran retocar o añadir algunos textos, p. ej., Mt 22,7; pero fragmentos como 17,24-27 son demasiado «arqueológicos» después del a. 70 para ser incluidos en un Evangelio viviente. Podía reconocerse el derecho a esta traducción «reelaborada» a quien, aun sin ser Apóstol, estuviese en íntima comunidad de misión y carisma con el grupo apostólico. El traductor-redactor al griego tenía suficiente conocimiento minucioso por una parte, y suficiente confianza por otra, con la redacción definitiva o provisional del Evangelio de S. Marcos (v.) para seguirlo cuando le convenía y para dejarlo de seguir cuando prefería mejorarlo. Y en cuanto al Evangelio de S. Lucas (v.) no es improbable una tenue interacción, sin la que apenas se explicarían evidentes influencias del uno sobre el otro (interacción), aunque escasas, secundarias y libres (tenue)
      El traductor-redactor es modesto y respetuoso para que la obra definitiva se siga difundiendo bajo el solo nombre de S. Mateo. Su comunidad o iglesia tiene una posición estratégica excepcional, por cuanto su Evangelio, durante todo el s. n, es casi el único que utilizan las demás comunidades y el que marca a perpetuidad la inconfundible fisonomía del cristianismo común y sencillo, sobre todo a través del Sermón de la Montaña (v. BIENAVENTURANZAS). Su comunidad es o ha sido fragua de tensiones, por encima de las cuales él, quizá no sin dolor, ha conseguido mantener una superior actitud de síntesis. Por algo ha tenido que afirmar vigorosamente la supremacía personal de S. Pedro (v.), sobre cualquier otro, por voluntad de Cristo. Una buena parte de sus fieles fueron exiliados de Palestina; pero su iglesia vive ardorosamente la misión universal en marcha. El traductor es bilingüe o trilingüe casi a la perfección (hebreo-arameo+griego), maestro de la palabra, apasionado de la tradición pedagógico-religiosa de Israel y conocedor experto de sus procedimientos. Conocemos poco de la Iglesia del s. i para individualizar con acierto a esta personalidad excepcional. Algunas antiguas tradiciones populares de Oriente asociaban de alguna manera la persona de S. Bernabé (v.) al Evangelio de S. Mateo. En todo esto no perdamos de vista que el carisma de la inspiración bíblica no se opone a la sucesiva reelaboración de un mismo Libro bíblico por varios co-autores (v. BIBLIA III). En toda hipótesis, la paternidad del apóstol S. Mateo, como autor del Primer Evangelio, debe ser mantenida
      Acerca del autor, tiempo de composición y verdad histórica del Evangelio según S. Mateo, la Pontificia Comisión Bíblica (19 jun. 1911) sostuvo: a) Que S. Mateo es el autor del actual Evangelio (Resp. I). b) Que escribió antes que los otros evangelistas (Resp. 11) y concretamente antes de la venida de S. Pablo a Roma (Resp. III). c) Que el texto griego actual debe considerarse sustancialmente idéntico al original, escrito en arameo (Resp. V). d) Que su finalidad apologética no disminuye su valor histórico (Resp. VI). e) Y que también se ha de considerar históricamente auténticos ciertos pasajes que infundadamente rechazan algunos racionalistas: Mt cap. 1 y 2; 16,17-19; 28,19-20; 14,33; etc. (Resp. VII) (cfr. también la importante Instrucción Sancta Mater Ecclesiae de la Pontificia Comisión Bíblica, sobre la verdad histórica de los Evangelios, de 21 abr. 1964: AAS 56, 1964, 712-718)
      3. Características y ambiente de composición del Evangelio de S. Mateo. La psicología humana, religiosa y literaria del escritor que redactó Mt en su forma definitiva griega no se presta a un fácil análisis. Su estilo es hierático como el de un pantocrator bizantino, solemne y conciso, ponderado, equilibrado. Pero lo maneja con mano experta de pedagogo. El lector que entra en contacto con él no puede quedar indiferente, porque en cada unidad didascálica y catequética se encontrará con alguna fase incisiva que penetra por la imaginación en la inteligencia y llega hasta el fondo del alma
      Lo que más le encanta al primer evangelista en Jesús es la función de Magisterio, el oficio de la Palabra. Su obra puede muy bien denominarse «el Evangelio de las Palabras del Señor»; una edición que distinguiese en negro y rojo (como la de Streicher, en alemán) las frases narrativas (donde habla el evangelista) de los textos que son consignación directa de las palabras de Jesús pondría ante los ojos, mejor que todas las estadísticas, esta peculiaridad de S. Mateo. Hecho transparencia en el foco luminoso del mensaje doctrinal de Jesús-Mesías, el evangelista se identifica con él como modesto maestro al servicio del Maestro. Por ello, algunos investigadores (p. ej., Stendahl) han concebido la atmósfera vital del primer Evangelio como una escuela: «la escuela de Mateo»; sus destinatarios inmediatos serían catequistas de las comunidades cristianas. Otros (p. ej., Kilpatrick) han captado en su hieraticismo, no sin acentos de poesía profunda, un hálito litúrgico; algunos, exagerando la nota, consideran el libro algo así como un leccionario. Otros muchos han puesto en primer plano el incansable espíritu polémico de Mt contra el rabinado judío oficial contemporáneo suyo, predominantemente farisaico, que no hay que confundir con cierto posterior «antisemitismo», que ha llegado a apelar a Mt por ignorancia de su contexto vital histórico, o Sitz im Leben. Pero la única síntesis que sustantiviza éstas y otras caras del plurifacético diamante de Mt es el concepto de Iglesia (Trilling); realidad toda nueva, y al mismo tiempo toda antigua por cuanto ha germinado, en pensamiento, vida y misterio, del antiguo Israel por obra del Mesías
      El autor de Mt lleva en su propia carne y sangre esta tensión entre lo nuevo y lo antiguo; pero la integra en la superior unidad comprehensiva de un total servicio al Reino de los Cielos. Al final de la primera parte, recoge una parábola-en-germen de Jesús, que algunos estudiosos quieren ver como rúbrica de su anonimato: «Todo escriba hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante a un padre de familia que va sacando de su tesoro cosas nuevas, y cosas antiguas» (Mt 13,52). Varios autores (el más reciente, Gerhardsson) han tomado a la letra la palabra escriba (rabino o doctor de la Ley) al definir la formación profesional del autor del primer Evangelio. Un análisis de sus procedimientos técnicos de didáctica religiosa parecerían favorecer esta hipótesis. Saulo no sería, en la Iglesia apostólica, el único rabino (y fariseo) convertido a Jesús; entre otros (quizá muchos; cfr. Mt 23,24), estaría Mateo. Rabinos y publicanos tendrían en común el hábito del orden al tratar los asuntos. Digamos, de paso, que por fin se va abriendo camino entre los escrituristas una patente realidad, que años atrás poquísimos (p. ej., Dodd) se atrevieron a sugerir: la profunda analogía de espíritu y pensamiento entre Pablo y Mt. La tesis científica sobre este tema está por elaborar. En el fondo de ambos está la común condición de discípulos del mismo Maestro
      No obstante, el rabinismo del evangelista se explicaría mejor como flor de una cultura ambiental que como fruto de una antigua profesión. Su acento más perceptible está en la constante re-lectura del A. T. en perspectiva cristiana. Hicieron algo parecido, en su perspectiva, los de Qumrán (v.), sin constituir por ello una escuela rabínica. La re-lectura de Mt muchas veces es explícita por medio de las citas, ya en boca de Jesús ya como reflexión propia. Las citas abundan más en las partes más reelaboradas por el evangelista; la proporción máxima está en el llamado Evangelio de la Infancia (cap. 1 y II). El texto bíblico viene a veces matizado por retoques pedagógicos. Los libros predilectos, entre otros, son Isaías y el Deuteronomio
      En algunas citas de Jesús se siente todavía el clima de la sinagoga: «Oísteis que fue dicho... (lectura comunitaria)... mas yo os digo...» (homilía de profundización y actualización mesiánica de la Palabra de Dios; Mt 5,22.27, etcétera). Jesús también ejercía de rabino (cfr. Mt 4,23, etcétera), sin serlo de profesión. Pero donde más se manifiesta el «sentido bíblico» de Mt es en las alusiones, en las transparencias. Los rasgos de Jesús, de su vida y de su dolor, están calcados (a veces por pura reminiscencia, casi imperceptible para el no iniciado) en hechos y figuras (ya históricas, ya proféticas) del A. T. Bajo la piel de la trama narrativa, se siente latir el corazón de una teología de la historia sacra de Israel: el Éxodo, el Desierto, el Sinaí, la inminencia de una entrada en la Tierra de la Promesa, etc. En Jesús se transparentan los rostros idealizados de Moisés, Elías, David, Salomón, etc., y, sobre todo, el del «Siervo de Yahwéh» (v.) y el del «Hijo del Hombre» según Isaías y Daniel respectivamente (v. MEsíns). Quien alcance, por estudio y ascesis, el precioso carisma del sentido de presencia histórica y, gracias a él, sepa reasistir en espíritu a las sinaxis de la «iglesia de Mateo», descubrirá que aquellos fervientes judeocristianos, cuando, al estilo sinagogal, leían en torno al sacrificio eucarístico de la Nueva Alianza las páginas del A. T., veían en cada inflexión del camino de la Historia salvífica la luminosa sombra profética de su Jesús
      En efecto, el evangelista y una parte notable de la Iglesia en que vive son judeocristianos. El sustrato semítico es evidente en vocabulario, fraseología, modismos, estructura mental y artificios redaccionales, p. ej.: ritmo constante en las palabras de Jesús, con frecuente paralelismo, a veces con distribución estrófica; abundancia de inclusiones hebraizantes y de quiasmos; tendencia a las agrupaciones numéricas, con especial predilección por el número 3 (y por el 7, 2, etc.); palabras-clave que catalizan (a veces por sola asonancia acústica) un contexto o toda una secuencia, etc. (cfr. P. Gaechter, Die literarische Kunst im Mt-Evang., Stuttgart 1965)
      Pero lo más judeocristiano es la temática de Mt, las preocupaciones doctrinales. La vigencia o no de la Tórah o Ley es un interrogante en carne viva. El fariseísmo es un enemigo presente. La doble vertiente simultánea de particularismo (Mt 10,5; 15,24 ss.) y de universalismo (Mt 8,11; 21,43 y, sobre todo, 28,19), está siempre en tensión. Ciertas maneras de referirse a los paganos y a los publicanos (Mt 5,46-47; 18,17) serían ofensivas si el lector no conociese la apertura misionera del evangelista y no venerase en el origen de su obra la mano humilde de un publicano. El clima sociológico-mental de autor y lectores es palestinense, y, concretamente, galilaico con un dejo de especial interés por Cafarnaum (cfr. Mt 4,12-16 y 9,1: único texto que llama a Cafarnaum «la ciudad de Jesús»). Jesús es «galileo» (26,29) y «nazareno» (2,23). Glorificado, retornará inmediatamente a Galilea y en ella sola se manifiesta (26,32; 28,7.10.16). Se capta un severojuicio (cfr. 21,10-11; 2,1-3) contra la amadísima (23,27) Jerusalén. Pero Galilea también es un amado recuerdo triste (11,20-24). Diríase (son vivencias que no se pueden «demostrar») que el grupo cristiano que gravitó en la fisonomía de Mt, como sus más inmediatos destinatarios, eran judíos, principalmente galileos, perseguidos y exiliados por los jerarcas de su pueblo, en apertura reciente al universalismo misional. La «iglesia de Mateo» podía mirarse en el Jesús-niño de la historia significativa de los Magos (2,1-13): perseguido por los suyos, exiliado, llorando la muerte en Israel de hermanos inocentes, mas, por otra parte, buscado con áfán por los gentiles..
      4. Plan o estructura del Evangelio de S. Mateo. Obedece fundamentalmente al esquema tripartito de la catequesis sinóptica: Galilea-Camino a Jerusalén-Jerusalén. Dentro de esta línea común, por interés pedagógico, el redactor redistribuye algunas secciones (p. ej., cap. 8-9) con criterio temático. Y, sobre todo, enriquece inmensamente el itinerario doctrinal de la catequesis, jalonándolo con amplísimas agrupaciones de palabras del Señor, a modo de discursos que son monumentos eternos de sabiduría divina y espiritualidad a lo largo de la vía sacra que sube hasta el misterio pascual. Cinco de estas agrupaciones antológicas (sermones o discursos), además de una ambientadora composición de lugar (Mt 4,25-5,2; 9,3610,5; 13,1-3a; 18,1-2; 24,1-3) terminan con una cláusula-transición estereotipada (7,28; 11,1; 13,53; 19,1; 26,1). Pero hay que contar, por lo menos, otra agrupación (21, 23-23,39), aparte otras secuencias menores (12,25-45). Cada uno de estos discursos es ampliación de elementos ya preexistentes en la catequesis común, y tiene su propia y compleja historia o prehistoria redaccional, reserva inagotable para la investigación científica
      Además de la introducción ternaria al esquema tripartito, común a los tres Evangelios Sinópticos, Juan Bautista-Bautismo de Jesús-Tentaciones, M. antepone a toda la obra, como preludio hierático, el llamado Evangelio de la Infancia. Un esquema propiamente dicho de Mt siempre resultará artificioso y, en parte, arbitrario; basta cotejar media docena de los que presentan los mejores autores (si son independientes entre sí) para comprobar que no hay base objetiva de acuerdo. El Evangelista también supo sacrificar el sistema al espontáneo interés doctrinal; véase, como caso evidente, la inserción del Padre nuestro (6,7-15) rompiendo el contexto más perfectamente simétrico de toda la obra (6,1-6.16-18). Nos limitaremos, por tanto, a ofrecer un sencillo guión:A. Primera parte:a. Preludio (cap. 1-2). Evangelio de la Infancia. Síntesis de sencillez profunda, a base de hechos históricos, de las líneas esenciales de la cristología según Mt: Jesús, Salvador, Mesías, hijo de David, «que fue concebido por obra del Espíritu Santo y nació de María Virgen»: Dioscon-nosotros. Rey de Israel, buscado y adorado por los de lejos, perseguido a muerte por los suyos, exiliado, «llamado» desde Egipto, refugiado en Galilea, Nazareno. Interesante la figura patriarcal de S. José (v.) y las intervenciones del ángel del Señor. Los cap. 1 y 2, por ser del todo propios, son el mejor espectrograma para analizar los procedimientos redaccionales y las preocupaciones doctrinales y eclesiológicas de S. Mateo
      b. Preparación inmediata de la Misión de Jesús (3-4,11) . Ambiente: Desierto y Jordán. Trilogía sinóptica común: 1) Personalidad y testimonio profético del Bautista; 2) Revelación y consagración mesiánica del Hijo de Dios en el Jordán; 3) Prueba de fidelidad del Hijo de Dios en el Desierto.
      La misión mesiánica en Galilea. Síntesis panorámica (4,12-9,35). Introducción: La tierra (4,12-16), el Kerygma o Mensaje (4,17), los Discípulos (4,18-22), el Pueblo (4,2325). Un sumario repetido al principio (4,23) y al final (9,35) en forma de inclusión hebraizante anuncia y resume las dos vertientes de la Misión de Jesús: enseña y cura enfermos. Cada uno de los dos temas se abre a un inmenso diorama sistematizado:1) fesús enseña. El Sermón de la Montaña (4,25-7,28; v. BIENAVENTURANZAS). Primera de las grandes agrupaciones de palabras del Señor. Primer manual de Didakjé o enseñanza, florecida vitalmente del Kerygma. Divina constitución fundamental de la criteriología y santidad evangélica, centrada en el tema de base: La justicia o santidad en el Reino de los cielos
      2) fesús cura enfermos. Catálogo ejemplificativo de milagros (v.) considerados como obras-del-poder (divino) del Mesías en correlación con la fe en cuanto son signo y pregustación de la Salud total mesiánica (8,1-9,35). Tres series de tres relatos, con dos intermedios (8,18-22 y 9,917) que preludian el tema: Seguir a Jesús
      d. Jesús Mesías envía a sus discípulos (9,36-11,1). El sumario 9,35 es ejemplo de un procedimiento redaccional frecuente en Mt: las frases de sutura o transición: concluye lo anterior e introduce lo que sigue. Frente al desamparo espiritual del pueblo (alusión a los dirigentes de Israel) Jesús prepara la institución de su nuevo pueblo mesiánico: los Doce «enviados» o Apóstoles (v.). Desde este momento, el Maestro-Pantocrator que domina la perspectiva teológica de Mt es presentado habitualmente rodeado del Colegio apostólico. Sigue el segundo discurso que reúne palabras del Señor: el sermón misional o consignas a los Apóstoles (10,5b-42)
      e. Crisis de fe ante la revelación del Mesías Hijo de Dios (11-12). Sucesión de hechos, juicios y enseñanzas convergentes en el dilema crucial de creer o negarse a creer en Jesús, estar con o contra el Reino de Dios. Juan Bautista (cuya figura reaparece en todos los preludios críticos: 3,1 ss.; 11,1 ss.; 14,3 ss.; 17,12 ss.; 21,25 ss. 32) plantea el dilema. Balance negativo. «Esta generación...» (11,16-19), las ciudades privilegiadas (11,20-24) y, sobre todo, los fariseos que llegan a caer en el pecado contra el Espíritu (11,24 ss.) o incredulidad puramente voluntaria. Balance positivo: los humildes (11,25 ss.), la familia de Jesús (12,46 ss.), todavía (en parte) el pueblo sencillo (12,15.23). Declaración de Jesús como el Hijo de Dios (11,25-27), Maestro de Sabiduría (11,28-30), Siervo de Yahwéh (12,17-21)
      f. Las parábolas (13,1-52). Tercera gran agrupación de enseñanzas. Profundización sobre algunos valores íntimos del Reino de los Cielos, en perspectiva marcadamente eclesiológica. Reflexionando sobre el estilo pedagógico algo enigmático del mashal o parábola (v.), la catequesis ve en ello un juicio de discernimiento entre la fe y la incredulidad (13,10-16)
      La visita a Nazaret (13,53-58), como caso arquetípico de la incredulidad de los suyos, sirve de transición a la segunda parte del Evangelio, al mismo tiempo que concluye con profunda tristeza la primera. Desde ahora, M. (que tanto reelaboró el material en los cap. 1-13) coincidirá muy de cerca con el mismo plan que Marcos, enriqueciéndolo oportunamente con añadiduras de dichos del Señor. B. Segunda parte:a. Viajes. EJ martirio del Bautista (14,1-12) preludia tres viajes-retiro de ida y retorno al margen del habitual campo de misión, con tendencia a cierto progresivo aislamiento. El primer viaje (14,13-15,20) y el segundo (15,2116,4) tienen como centro una multiplicación de los panes. El tercero (16,5 ss.) culmina en la profesión de fe cristológica y la promesa del Primado (v.) eclesial de Simón Pedro (16,13,20)
      b. Camino a Jerusalén. A partir de este momento cumbre, se abre la perspectiva del camino a Jerusalén. Tres predicciones de la Pasión y Resurrección (16,21; 17,22; 20,17-19) jalonan los hechos y enseñanzas a lo largo del camino. La teofanía de la Transfiguración (v.) reasume la del Bautismo proyectándola hacia el misterio Pascual. Se intensifica la formación de los Discípulos. Una cuarta gran antología de enseñanzas (cap. 18) delinea la fisonomía pastoral de la Iglesia del Mesías. Jesús el Mesías entra en Jerusalén, y toma posesión del Templo (21,1-17)
      c. Oposición y sermón escatológico. A una angustiosa secuencia de contrastes entre Jesús y los dirigentes de Israel (21,18-23,39) sigue el último extenso discurso: el Sermón escatológico (24-25)
      d. Pasión, muerte y resurrección. Los dos capítulos siguientes (26-27) contienen la fundamental catequesis del sacrificio del Mesías, que termina (no como epílogo, sino como cumbre a la que uno llega después de una fatigosa subida, para quedarse en ella) con el mensaje de la Resurrección y la proclamación de la Soberanía universal de Jesús glorificado, presencia y energía de sus misioneros en todo el mundo y a través de toda la historia (cap. 28)
      4. Conclusión y resumen. La obra literaria de S. Mateo es un Evangelio compuesto con austera fidelidad a la historia y al oficio de evangelista. La esencia de este género literario nuevo, inconfundible y único consiste en ser cristal diáfano, pura transparencia del Jesús histórico vivido en Fe, en Amor, en Expectación y -sobre todo- en Experiencia. Su catequesis es un memorial biográfico florecido, desde la misma entraña de los hechos, en Cristo-teo-logia. Una amplia corona de títulos mesiánicos (V. MESíAS) convergen en Jesús; pero todos ellos (aun los supremos: Hijo de David, Hijo del Hombre, Siervo de Yahwéh, etc.) quedan absorbidos y se transfiguran en el de Hijo de Dios. Y en El, Dios-está-con-nosotros (2,23), en medio de la Iglesia (18,20) de los Apóstoles, siempre (28,20). La continuidad personal, esencial y real, del Jesús de Galilea, Perea y Jerusalén con el Señor de la Iglesia. es el nervio del cristianismo según S. Mateo, estrella polar de todas las re-orientaciones, a través de la historia, de la misión cristiana de iniciar en la tierra, como Jesús, el Reino de los cielos (V. REINO DE DIOS)
     
      V. t.: EVANGELIOS; NUEVO TESTAMENTO; GENEALOGÍA II.
     
     

BIBL.: La información sintética más reciente sobre el estado actual de los estudios mateanos es la de BÉDA RIGAux, Témoignage de 1'évangile de Matthieu, Brujas-París 1967. Un elenco completo de comentarios y de estudios de conjunto en I. GomÁ CIVIT, El evangelio según S. Mateo (1-13), Madrid 1966, 745-758

 

I. GOMÁ CIVIT

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991