MÁRTIR 1. El martirio en los escritos neotestamentarios
Sobre la versión directa del griego mártys (testigo) ha prevalecido en el latín
y en las lenguas románicas el propio vocablo griego neologizado con una
significación progresivamente matizada y concretada. El sentido originario y
directo de testigo y testimonio se ha ido contrayendo y limitando: martirio es
una realidad nueva, un testimonio cualificado. M. es un testigo de Jesús; el que
da testimonio de su obra y de su presencia. Sobre todo de su resurrección y
permanencia: «Así estaba escrito, que el Mesías padeciese y al tercer día
resucitase de entre los muertos y que se predicase en su nombre la penitencia
para la remisión de los pecados a todas las naciones... Vosotros daréis
testimonio de esto» (Lc 24,46-48). Es la misión que Jesús confía a sus
discípulos: Darán testimonio (martyresei); serán sus testigos (lo 15,26; Lc
24,48; Act 1,8). Los discípulos toman conciencia de esta misión y la cumplen
tensa e inmediatamente. Dan fe de la presencia de Jesús, de todo lo que hizo y
predicó: «Y nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los
judíos y de cómo le dieron muerte suspendiéndole de un madero» (Act 10,39). Ante
todo son testigos del hecho decisivo, su resurrección: «Pero... le resucitó» (Act
1,22); «... a quien Dios resucitó de entre los muertos, de lo cual nosotros
somos testigos» (Act 3,15). La resurrección es la suma de cuanto deben predicar
los llamados a esta misión (Act 1,22). Los apóstoles lo predican con decisión y
con fuerza: «... atestiguaban con gran poder la resurrección del Señor Jesús» (Act
4,33)
La afirmación valiente y decidida de Jesús y de su permanencia desencadena
con presteza para los apóstoles una situación conflictiva, que se resuelve en
abierta persecución que alcanza la escala progresiva desde las amenazas, malos
tratos, hasta la muerte: «Ellos les despidieron con amenazas» (Act 4,21).
«Echaron mano a los apóstoles y les metieron en la cárcel pública» (Act 5,18).
La asociación entre el testimonio de Jesús y la muerte por esta confesión es
para los apóstoles más que un presentimiento una realidad a la que se someten
como condición inevitable de la legitimidad de su testimonio. Es algo en lo que
caen en cuenta recordando las palabras de Jesús, «que es testigo fiel» (Apc 1,5)
que acredita la identidad de sí mismo y de su misión con la sangre y la
confesión ante Pilato:- «Que hizo la buena confesión en presencia de Poncio
Pilato» (1 Tim 6,13). Recuerdan el anuncio de Jesús: «Pondrán sobre vosotros las
manos y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y metiéndoos en prisión.
Será para vosotros ocasión de dar testimonio» (Lc 21,12-13). Un testimonio
paralelo al suyo: «... bástale al discípulo ser como su maestro...» (Mt 10,
24-25); «seréis entregados y harán morir a muchos de vosotros» (Lc 21,16). La
sangre se convierte en algo indisoluble del testimonio de Jesús, al que da
plenitud y garantía: «Y cuando fue derramada la sangre de Esteban testigo tuyo»
(Act 22,20). La muerte no es, pues, para los discípulos de Jesús una perspectiva
hipotética, una posibilidad. Es algo presente, una disyuntiva que acompañará a
cuantos le han de confesar
La conjunción entre testimonio y sangre es terminante y reiterativa en los
textos del Apocalipsis, escrito durante la persecución de Domiciano: «Yo Juan,
vuestro hermano y compañero en la tribulación..., por la palabra y el testimonio
de Jesús...» (Apc 1,9). Ante los ojos de Juan desfilan los rostros de los
testigos que han sellado su testimonio con la sangre: «... y en estos días
Antipas, mi testigo fiel (martys mon ó pistós) ha sido muerto entre vosotros» (Apc
2,13). Testigos no aislados sino numerosos. La embriaguez de sangre de la mujer
(Apc 17,6) alude a una extensa y trágica realidad, la misma que recuerdan las
voces «de los que habían sido degollados por la palabra de Dios y el testimonio
que guardaban» (Apc 6,9). Es una situación no accidental y pasajera. Debe durar
«un poco más de tiempo aún, hasta que se completara el número de sus consiervos
y hermanos, que también habían de ser muertos como ellos» (Apc 6,11). En los
textos neotestamentarios hay una referencia real a la sangre implicada en el
testimonio. La vocación inicial a ser testigo alcanza una nueva dimensión:
testificar con la sangre.
BIBL.: v. MÁTIR 8. Iconografía.
ALBERTO DE LA SAGRADA FAMILIA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991