MALÓN DE CHAIDE, PEDRO


Religioso agustino, uno de los autores místicos más famosos del s. XVI. Brillante predicador, exegeta, prosista clásico de frase limpia y dicción elegante, inspirado poeta. Su obra La Conversión de la Magdalena es una de las más notables de la literatura mística castellana de su época.
     
      Vida. N. en Cascante (Navarra) hacia 1530, hijo de Juan Malón y Graciana Zapata. Juan, notario de Cascante, firmaba sus documentos: Johan de Malón Echayde. No poseemos datos de los primeros años de la vida de Pedro; es de sospechar que siguió la carrera eclesiástica. En 1557 se encuentra en Salamanca con deseos de cursar estudios literarios; el 27 de octubre del mismo año, profesa de religioso en el convento de Salamanca de la Orden de Ermitaños de S. Agustín (v. AGUSTINOS). Entre sus maestros de esta época se cuenta fray Luis de León (v.), que marcará espiritual, doctrinal y literariamente a M. Terminados sus cursos, marcha a Burgos en 1569, donde desempeña el cargo de lector en el convento de la Orden hasta 1572; en esta fecha pasa a la Provincia de Aragón. En julio de este año, el Capítulo General de la Provincia de Castilla le designa para defender una tesis De Incarnatione, que, por complicaciones con la Inquisición, no se llega a publicar. De 1575 a 1577, ocupa el cargo de prior en el convento de Zaragoza; en 1578 desempeña el mismo oficio en Huesca. De 1580 a 1582 es profesor de la Universidad de esta ciudad y regenta la cátedra de Exégesis bíblica: «Leyó la Cátedra de Escritura» (Diego de Aínsa). Por estas fechas, simultanea sus tareas de catedrático con el ministerio de la predicación, que ejerce con extraordinaria brillantez; en un documento de aquel tiempo se le llama concinator celeberrimus. Él mismo, en su dedicatoria del libro La Conversión de la Magdalena, recordará años más tarde: «Habiendo tenido por tiempo de algunos años tan continuos ejercicios así de lectura de la Sagrada Escritura como de sermones en muchos púlpitos y, con la misericordia de Dios, con algún aplauso y aceptación...». Por estos años es nombrado Definidor de la Provincia.
      En 1583 es designado catedrático del Estudio de la Universidad de Zaragoza, llamado por el prior de La Seo, Pedro Cerbuna, cuando éste se propone dar un nuevo impulso a la Universidad y reunir los profesores más eminentes. M. forma parte del cuadro de Teología junto a los Maestros Javierre, Maldonado, Gayán y Monreal. En 1586 se le encomienda el cargo de prior del Convento de Barcelona. En esta última etapa de su vida, da los últimos retoques a su trabajo sobre La Conversión de la Magdalena, comenzado unos años antes en Huesca, y se publica en 1588. Al año siguiente (1 sept. 1589) m. en Barcelona, sin llegar a conocer el éxito y la difusión de su obra.
     
      Escritos. La única obra impresa de M. que ha llegado a nosotros es el Libro de la Conversión de la Magdalena en que se exponen los tres estados que tuvo de pecadora, i de penitente, i de gracia, Barcelona 1588. Sabemos, sin embargo, por la dedicatoria de este libro, que preparó otros escritos. Entre ellos, el Tratado de S. Pedro y S. Juan, del cual dice: «Tuve intención de imprimir junto con éste otro que tengo hecho de S. Pedro y de S. Juan, que aunque es menor no es menos dulce.» Basados en la crítica interna, algunos autores modernos piensan que es el texto publicado en Barcelona, unos años después de la muerte de M., con el nombre de P. Jerónimo de Saona, bajo el título Discursos predicables literales y morales de la Sagrada Scriptura y questiones positivas y Escolásticas sobre qual fue más amado del Señor, Sant Pedro o Sant loan Euangelista.
      M. hace referencia igualmente, en sus escritos, a una tercera obra titulada Libro de todos los Santos, que ha desaparecido. De ella habla en dos ocasiones «... de las penas del infierno, a su tiempo en el libro de Todos los Santos que saldrá deste, digo harto». Y: «... y yo lo he explicado en el Libro de todos los Santos».
      Por otra parte, consta igualmente que compuso también una tesis De Incarnatione, que no se atrevió a publicar por miedo a la Inquisición. Esta tesis, desconocida para nosotros, fue desafortunada. Iba a ser defendida por M. en el Capítulo Provincial de la Orden Agustina convocado en Valladolid en julio de 1572. Pero el Presidente del Capítulo, Alonso Gudiel, fue encarcelado por los inquisidores. Y hubo que desistir del proyecto.
      M. además era un hábil versificador, inspirado y lírico, fuertemente influido por el arte de su maestro fray Luis de León. No conocemos, sin embargo, sus composiciones sino de un modo muy fragmentario e incompleto, a través de las páginas de La Conversión.
      Así, pues, la única obra que ha llegado a nosotros es La Conversión. En ella pretende M. mostrar la evolución espiritual que se da en el hombre desde el pecado hasta la unión perfecta con Dios, pasando por el arrepentimiento, la expiación y la penitencia. El relato evangélico de Lucas 7,36-50 le sirve de fundamento.
      A la primera ed. (Barcelona 1588) siguieron otras: Alcalá 1592 (considerada por muchos como la primera), Madrid 1593, Alcalá 1593, Valencia 1600, Alcalá 1602, Valencia 1794, Barcelona 1881, Zurich 1933, Madrid 1957, etc.
     
      Doctrina. Fuentes. Estilo. El tema central de la obra de M. lo constituye el problema de la conversión. Parte de un principio fundamentalmente agustiniano: la tendencia ineludible de las criaturas hacia el Creador, como Sumo bien y suprema bienaventuranza. En Él alcanzan todas ellas su perfección y su última felicidad. «Hasta llegar a este punto, ninguna de todas ellas tiene perfección, y, por el mismo caso, ni reposo, ni bienaventuranza.» Dios es el último y definitivo objeto de la voluntad y de la razón humana. El hombre encuentra en sí mismo una atracción, una tendencia innata hacia su fin. La respuesta perfecta es la donación de sí mismo en el amor. Pero no debe engañarse al depositar el amor en un objeto: «En acertar o entablar bien la voluntad y el amor consiste todo el juego de la vida.» El drama de la conversión parte de este problema: situar el amor en su auténtico camino. Una vez enclavado en el centro de su diana, la felicidad es saciativa, la serenidad del corazón imperturbable. El hombre llega a la meta de Dios, recorriendo, dentro de la órbita del amor, tres estadios: pecador, penitente, amante. M. ha sabido describir este estado con acentos de un sabroso lirismo místico pocas veces igualado.
      A la hora de analizar los autores que han influido en la obra de M., hemos de destacar a fray Luis de León, su maestro. Sobre todo, sus traducciones del Cantar de los Cantares y del Libro de lob. Como a todos los autores de su época, se nota también la influencia de Platón en su concepto del amor; no tiene inconveniente en reconocer que ha bebido en él muchos detalles. El Tratado del amor de Dios de Fonseca también lo debe de haber tenido entre sus manos. Se puede encontrar la huella de otros autores ascéticos: Osuna, Guevara, Díaz de Luco, Dueñas, y de los Ejercicios de S. Ignacio. Su doctrina mística acusa la influencia de los grandes místicos de su tiempo: S. Juan de la Cruz, Ágreda, Arbiol, S. Juan de Ávila, Orozco. Tampoco es difícil descubrir la influencia literaria de Herrera y la de fray Luis de Granada. Su estilo es clásico, perfecto, lleno de sentimiento y de imágenes, aunque carece de la fluidez y elevación literaria de su maestro.
     
     

BIBL.: Para las ed. de la Conversión de la Magdalena, v. texto; E. ALLISON PEERS, A preliminary survey. Spanish Mysticism, Londres 1924; M. GUTIÉRREz, El misticismo ortodoxo en sus relaciones con la filosofía, Valladolid 1886, 370; J. M. SANJUÁN URMENETA, Fray Pedro Malón de Echaide, Pamplona 1957; J. R. CASTRO, Fray Malón de Echayde, Tudela 1930; F. GARCÍA, Malón de Chaide. La Conversión de la Magdalena, en Clásicos Españoles, vol. 104, Madrid 1930, 34 ss.

 

CARLOS MARÍA LÓPEZ..

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991