Juan de Santo Tomás
Es el más insigne filósofo y teólogo dominico del s.
xvii, y uno de los más importantes de todos los tiempos.
Vida. Nació el 11 jul. 1589 en Lisboa. Su padre, Pedro Poinsot, era austriaco y
desempeñó el cargo de secretario del archiduque Alberto de Austria. Su madre,
María Garcez, era portuguesa. Hizo sus estudios, primero en Coimbra (1605) y,
después, en Lovaina (1606-09) debido a que sus padres se trasladaron a Flandes
con el archiduque Alberto. Ingresó en la Orden Dominicana en el convento de
.Atocha, de Madrid, a los 23 años (1612). Inmediatamente después de su año de
noviciado, fue enviado a Alcalá para enseñar Filosofía y Teología a los alumnos
de su Orden; ejerció este ministerio durante 17 años. En 1630 comenzó a enseñar
en la Universidad de Alcalá, y continuó en su puesto de catedrático de Teología
hasta que en 1643 Felipe IV lo nombró confesor suyo, con lo cual se vio obligado
a dejar Alcalá por Madrid. Al año siguiente acompañó al Rey en su expedición a
Cataluña, muriendo el 17 jun. en Fraga (Huesca), mientras las tropas reales
asediaban Lérida.
No era hombre a propósito para vivir en una corte real y menos en la del
desordenado Felipe IV. Su vida está llena de severas penitencias, como
frecuentes ayunos a pan y agua, y otras purificaciones corporales. Su espíritu
era de una serenidad imperturbable y jamás, ni siquiera en las disputas públicas
que entonces eran frecuentes, tuvo una palabra hiriente para nadie. Era, sin
embargo, un hombre de convicciones firmes, como muestran sus escritos.
Escritos. Pueden catalogarse en tres grupos: filosóficos teológicos y
pastorales. Tiene algunos otros escritos breves, fundamentalmente respuestas a
consultas que le eran dirigidas personalmente; estas respuestas se refieren al
índice expurgatorio de 1632, a la defensa de los religiosos frente a ciertas
autoridades que pretendían despojarlos de sus derechos, y un tercer grupo a
temas varios. Sobre la historia y texto de estos escritos breves, puede verse V.
Beltrán de Heredia, Dictámenes y escritos inéditos del Maestro Juan de Santo
Tomás, «La Ciencia Tomista», 69 (1945) 288-341.
Los escritos filosóficos de J. de S. T. son numerosos. Versan sobre casi todas
las materias del ciclo universitario de filosofía en su tiempo. Los títulos son:
Artis logicae prima pars (Alcalá 1631); Artis logicae secunda pars (Alcalá
1632); Naturalis philosophia, obra que comprende o debía comprender cuatro
partes: la primera publicada en Madrid (1633), la tercera en Alcalá (1634) y la
cuarta también en Alcalá (1635); no hay noticia acerca de la segunda parte.
Estas obras fueron editadas repetidas veces, ya cada una de por sí, ya en
conjunto bajo el título de Cursus philosophicus (Curso filosófico, en realidad
incompleto, ya que faltan tratados explícitos como el de Metafísica); ese título
y sus ediciones no proceden de J. de S. T. Moderna edición de este Cursus es la
de B. Reiser, en tres gruesos volúmenes (Turín, 1930, 1933, 1937); el primer
volumen de esta edición bilingüe, Ars Logicae, fue reimpreso en Roma (1948).
También la Lógica ha sido editada en inglés en el s. xx: The material Logic:
Basic treatises (Chicago Univ. Pr. 1955) y Outlines of Formal Logic (Milwaukee
1963). Toma como base de exposición los libros correspondientes de Aristóteles,
interpretados a la luz de las explicaciones de Sto. Tomás y de aportaciones
personales.
Los escritos teológicos son, originariamente, ocho gruesos tomos de comentarios
a la Suma de S. Tomás. Los tres primeros publicados en vida del autor: el
primero en Alcalá (1637), el segundo y tercero en Lyon (1643); el cuarto y
quinto en Madrid (1645) bajo la dirección del P. Diego Ramírez, discípulo y gran
admirador de J. de S. T.; el mismo P. Diego Ramírez publicó en Madrid el tomo
sexto (1649) y el séptimo (1656); el tomo octavo, sobre los sacramentos, no pudo
ser publicado hasta 1667, en París bajo la dirección del P. Combefis. Este
conjunto de escritos, bajo el título general de Cursus theologicus (Curso
teólogico), fue editado varias veces: Lyon (1663; en esta edición falta el tomo
octavo), Colonia (1711), París (1883-86, ed. Vivés).
Todas estas ediciones globales han sido hechas con enorme descuido que dio lugar
a reclamaciones por parte de la Orden. Modernamente, edición crítica de los
escritos teológicos de J. de S. T. es la de los monjes benedictinos de Solesmes
(1931, 1934, 1937, 1953, 1964). La Universidad Laval, de Québec, publicó, en
pequeños volúmenes a partir de 1948, diversos tratados de este gran conjunto
teológico: De donis Spiritus Sancti, De principüs theologiae el de auctoritate
Divi Thomae, De virtutibus, De fide.
Por último, J. de S. T. escribió tres obras de carácter pastoral: Explicación de
la doctrina cristiana y la obligación de los fieles en creer y obrar (Madrid
1640), Práctica y consideración para bien morir (Madrid 1640), Breve tratado y
muy importante para saber hacer una confesión general (Madrid 1644). Todas ellas
editadas varias veces.
Doctrina. J. de S. T. descuella como teólogo, y fueron muy importantes sus
escritos e investigaciones filosóficas. En lo filosófico, lo más importante es
su Ars Logicae (Arte de la lógica), que destaca enormemente por su lograda
sistematización y modernidad (v. LóGICA 1,1-3; 11,1). Hay que resaltar el
cuidado con que expone las reglas del arte de bien pensar, el cual constituye,
al mismo tiempo, un grave deber para el hombre. Otro tema que desarrolla con
atención y maestría es el del signo, ya considerado en sí mismo, ya en su
función actual de ser instrumento y vehículo de comunicación entre las personas.
Las modernas teorías del lenguaje (v.) en el orden filosófico, con el desarrollo
adquirido por la lógica (v.) simbólica o matemática (y su aplicación a estudios
lingüísticos), y por otro lado la atención que la teología ha prestado a la
liturgia, constituida por signos (v.), dan singular actualidad a la doctrina de
J. de S. T. Estos desarrollos modernos están ya planteados e iniciados en su
lógica y filosofía, y muchos estudiosos se han inspirado en él (aunque no
siempre le citen).
En Teología, J. de S. T. cultivó con especial esmero temas preferentemente
espirituales. Para la inhabitación de la Santísima Trinidad en el alma por la
gracia y los dones del Espíritu Santo es el mejor teólogo de cuantos estudiaron
estos temas. Los dones hacen al hombre particularmente sensible y dócil a la
acción del Espíritu Santo (v.), de manera que el comportamiento ordinario y,
sobre todo, la adopción de las grandes decisiones no obedezcan a criterios de
mera razón humana, incluso creyente, sino a una especial orientación divina que
imprime hondamente la convicción de vivir en este mundo sólo de paso. La
providencia de Dios, que se ejerce sobre los hombres, encuentra su forma más
perfecta de actuar cuando el hombre, mediante los dones del Espíritu Santo, se
le rinde con plenitud y capta todos los matices y riquezas de su dirección. Por
la acción de los dones del Espíritu Santo, el hombre entra en ese estado en el
que, según expresión tradicional, «padece cosas divinas». Como consecuencia de
esta especial «sensibilidad» a la acción divina que el hombre recibe por los
dones, la presencia de Dios o su inhabitación en el alma se hace más
perceptible, de manera que el hombre adquiere conciencia de ser templo de Dios y
de estar destinado a conocerlo y amarlo. Se trata de una conciencia
claro-oscura: se realiza dentro de un régimen de fe, pero al mismo tiempo muy
viva, porque los dones ilustran y esclarecen la fe.
Tanto los dones como la inhabitación son gracias de Dios, y no pueden ser
debidamente entendidos sin una noción exacta de la gracia (v.). Por eso, J. de
S. T. dedicó atención especialísima a la gracia, destacando simultáneamente su
trascendencia, en cuanto que nos hace partícipes de la naturaleza de Dios tal
como es en sí, y su inmanencia o penetración en la naturaleza humana, que es
renovada, transformada y elevada en su raíz más profunda. Ningún teólogo del s.
xvtl estudió estos temas con tal abundancia, profundidad y exactitud.
En el punto de partida de J. de S. T. está la noción misma de Teología (v.), con
la cual fue coherente. La Teología, ciencia que razona, que compara unas
verdades con otras y las sistematiza en un cuerpo de doctrina, requiere también
la cooperación o concurso del afecto, porque los misterios revelados no son
verdad puramente objetivables, como por ej. las matemáticas o muchas
metafísicas, sino que presiden e informan la totalidad del comportamiento de la
persona. La vida del teólogo influye por fuerza en su labor de hacer teología,
de manera que, en igualdad de circunstancias, hará mejor teología el que ajuste
más plenamente su vida a las exigencias de los misterios tratados.
Además de su influjo en la lógica y filosofía posteriores, como se ha dicho, J.
de S. T. es uno de los que más han influido en los estudios teológicos a raíz de
la restauración promovida por León XIII (v. NEOESCOLÁSTICOS). Se percibe
particularmente en autores como A. Gardeil (v.), R. Garrigou-Lagrange, J.
Maritain (v.), etc.
V. t.: ESCOLÁSTICOS II, 4; MODERNA, EDAD, III, 4-5.
A. BANDERA GONZALEZ.
BIBL.: T. TRAPIELLO, Juan de Santo Tomás y sus obras, Oviedo 1889; S. RAMÍREZ, Jean de S. Thomas, en DTC VIII, 803-808; I. MENÉNDEZ-REIGADA, Los dones del Espíritu Santo y la perfección cristiana según el Maestro Juan de Santo Tomás, Madrid 1948 (contiene la trad. castellana del tratado sobre los dones, extensos comentarios doctrinales y una introducción sobre J. de S. T.); M. GARCÍA, La gracia como participación de la naturaleza divina según Juan de Santo Tomás, «La Ciencia Tomista» 71 (1946) 209-250; 73 (1947) 5-62; esta revista dedicó a J. de S. T. más de la mitad del tomo 69 (1945); M. CUERVO , La inhabitación de la Trinidad en toda alma en gracia según Juan de Sto. Tomás, Salamanca 1946; A. MOREN, Lógica posicional en Juan de S. Tomás, «Sapientia» (1963) 86-107; A. Murvoz ALONSO, Giovanni di S. Tommaso, en Enc. Fil. 3, 206-207. Puede verse copiosa información en el t. I de la citada ed. crítica del Cursus theologicus por los benedictinos de Solesmes.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991