JUAN BOSCO, SAN


Sacerdote, educador, fundador (1815-88).
      Vida. N. el 16 ago. 1815, en Castelnuovo d'Asti (Turín), hijo de Francisco y Margarita Occhiena, modestos labriegos. En 1817 quedó huérfano de padre. Superadas algunas dificultades familiares, en 1831 comenzó a estudiar la escuela media inferior (Gramática y Retórica) en Chieri, cerca de Turín. El 30 oct. 1835 entró en el seminario arzobispal de la misma ciudad, siendo ordenado sacerdote el 5 jun. 1841 en Turín. Desde 1841 al 44 fue alumno del Convitto ecclesiastico (internado religioso) turinés, donde completó la formación sacerdotal siguiendo cursos de Teología moral práctica, explicando el catecismo a jóvenes aprendices y prestándose a otras obras asistenciales. Sus maestros fueron el teólogo Luis Guala, decidido antijansenista, y S. José Cafasso (v.), sacerdote de gran sabiduría práctica y de amplio influjo en el clero local.
      El desarrollo industrial, el crecimiento urbano, las aspiraciones patrióticas hacia la unidad nacional, habían convertido a Turín en centro de inmigración para las provincias piamontesas y para Italia entera (v. ITALIA v). Las estructuras parroquiales resultaban inadecuadas para el nuevo orden social. Jóvenes dependientes, aprendices y estudiantes estaban desprovistos de asistencia moral y religiosa. Se hizo urgente en Turín el problema de la «juventud pobre y abandonada». Al estilo de lo que se hacía contemporáneamente en los Patronages de Francia o en los Oratori para jóvenes en Roma y en Lombardía, un grupo de sacerdotes abrió en Turín en 1841 el Oratorio del Ángel Custodio en el barrio periférico y de mala fama del Moschino. Don Bosco abrió uno por cuenta propia en 1844, dedicándolo a S. Francisco de Sales, y en 1846 consiguió darle sede fija en una casa de la periferia, en la zona llamada Valdocco. En 1847 dio vida a otro oratorio llamado «de S. Luis Gonzaga». Los movimientos insurreccionales y las campañas militares de 1848-49 contrapusieron la conciencia católica con la nacional. También la obra de los oratorios sufrió contragolpes. Caídos en desgracia los sacerdotes patriotas, el Oratorio del Ángel Custodio, por ellos regentados, fue cerrado y después reabierto bajo la responsabilidad de D. B. Posteriormente, el 31 mar. 1852, fue éste declarado director de los tres oratorios con edictos del arzobispo Luis Fransoni, reñido con el gobierno y exiliado en Lyon desde oct. de 1850. En la precaria situación eclesiástica, algunos clérigos organizaron el Oratorio de S. Martín, el colegio de los Artigianelli, la escuela agrícola de Moncucco Torinese. D. B. prefirió recorrer su propio camino: realizar, como decía, la «política del Pater noster», es- decir, interesarse únicamente de problemas educativos al servicio de la sociedad civil y de la Iglesia, formar «honestos ciudadanos y buenos cristianos».
      Desde 1847 había comenzado a dar asilo a jóvenes necesitados, laicos o clérigos. Inmediatamente sintió la necesidad de ampliar construcciones e instituciones. El pensionado se transformó en internado (1854-58). Junto a la sección de estudiantes y clérigos, dio incremento a la de aprendices. Fundó y desarrolló talleres entonces prometedores: sastrería y zapatería (1853), encuadernación (1854), carpintería (1856), tipografía (1861), herrería (1862), tienda librería (1864). A colaboradores provisionales, prefirió fuerzas estables, unidas en «congregación religiosa». Fundó así la Sociedad de S. Francisco de Sales, aprobada por la Santa Sede en 1869 (v. SALESIANOS). Extendió la obra educativa a la juventud femenina mediante la Congregación de las Hijas de María Auxiliadora (v.). El primer núcleo de hermanas emitió la profesión religiosa el 5 ag. 1872 en Mornese (diócesis de Acqui, en Piamonte) en presencia del obispo local. La aprobación de la S. Sede llegó en 1911. Como tercera rama de la «familia salesiana» D. B. instituyó la Unión de Cooperadores Salesianos, a la medida de una Orden Terciaria (v. TERCERAS óRDENES), pero con finalidad apostólica y con el espíritu de los católicos militantes que en el último treintenio del Ochocientos dieron vida a iniciativas coordinadas de carácter socio-religioso.
      Sin darse tregua D. B. halló modo de aunar energías, estrechar amistades, encontrar nuevos colaboradores sobre todo entre los hijos del pueblo, procurar sustentadores para sus obras en todos los estratos sociales, más allá de barreras confesionales. Con tal fin cultivó una abundante correspondencia epistolar, una compleja red de impresos populares, una amplia área de simpatías obtenida peregrinando por muchas ciudades de Italia y de Europa. Fue a Francia y Austria, llegó también a Barcelona en 1886, suscitando la atención de la opinión pública y consolidando la naciente obra salesiana en España. Gozó de la amistad de Pío IX y de la estima de León XIII. Se prestó para las negociaciones entre el gobierno italiano y la Santa Sede entre 1865 y 1874 para las cuestiones relativas a las diócesis vacantes. Su Oratorio de Valdocco llegó a ser el punto de convergencia de los católicos militantes. Su persona fue un símbolo electrizante y una señal en la que la Iglesia, a pesar de las dificultades de la época, encontraba nuevos recursos para continuar su misión en el mundo. M. en Turín el 31 en. 1888.
      El proceso informativo de beatificación y canonización fue iniciado el 3 jun. 1890. La beatificación tuvo lugar el 2 jun. 1929. La canonización, el 1 abr. 1934. Su fiesta litúrgica se celebra el 31 enero. El 24 mayo 1946 se le proclamó patrono de los editores católicos. El 17 en. 1958, patrono de los jóvenes aprendices de Italia; el 16 oct. 1959, de los aprendices de Colombia, y el 22 abr. 1960, de los aprendices de España. El arte sacro acostumbra representarle sonriente, con hábito talar, rodeado de jóvenes; entre éstos, habitualmente, se coloca a S. Domingo Savio (v.), alumno en el Oratorio de Valdocco entre 1854 y 1857 (año de su muerte) y símbolo de la eficacia del sistema educativo de D. B.
      Obra. Como escritor popular y editor desarrolló una actividad muy vasta. Bl mismo compiló y publicó más de un centenar de obritas: manuales para los «ejercicios del buen cristiano», compendios de Historia Sagrada, eclesiástica y de Italia, vidas de santos, vidas de los papas de los tres siglos primeros, folletos catequístico-apologéticos. Fue incluso divulgador del sistema métrico decimal y autor de un almanaque familiar titulado Il Galantuomo. Se cuidó de la publicación de un periódico de bolsillo, las Letture Cattoliche, cuya tirada pasó, en un veintenio, de 3.000 (1853) a 12.000 ejemplares. Construyó en Turín un santuario a María Auxiliadora (consagrado en 1868) convertido en gran centro de peregrinación, y otro en Roma al Sagrado Corazón de Jesús (consagrado en 1887).
      D. B. tuvo un momento decisivo en un «sueño» habido a los diez años y considerado por él como una manifestación sobrenatural. Tuvo conciencia de ser llamado por Dios para la educación de un número inmenso de jóvenes. Jesús se le apareció como un hombre venerable en edad madura, noblemente vestido, ordenándole ponerse «a la cabeza de aquellos muchachos», añadiendo estas palabras: «No con golpes, sino con la mansedumbre y con la caridad deberás ganar estos amigos tuyos» (Mem. dell' Oratorio, ed. 1946, 22). Maduró así el sentimiento de que Dios le había destinado a la salvación de la juventud y como lema sacerdotal eligió el versículo bíblico: «Da mihi animas, caetera tolle» (Gen 14,21). Inspirándose especialmente en S. Felipe Neri (v.) y en S. Francisco de Sales (v.) quiso caracterizar su vida por el optimismo y la alegría. El suyo fue un optimismo radicado en la certeza que Dios providente guiaba tanto la suerte de la Iglesia en los tiempos que aparecían sumamente borrascosos, como también a él mismo y a su obra. Con resolución vivió e hizo vivir su fe cristiana, seguro de que respondía de lleno a las aspiraciones humanas. Se hizo promotor de la confesión y comunión frecuente, del rezo del Rosario a la Virgen, de la música sacra, del teatro recreativo y sagrado, de la prensa religiosa popular. De modo que la religión entró en su sistema educativo y pastoral como fin y como instrumento, elemento fundamental de la pedagogía y de la metodología pedagógica.
      Ideas pedagógicas. El opúsculo II sistema preventivo nelle case di educazione (1877) está considerado no sin buenas razones el sumum de las ideas pedagógicas de D. B. El mismo afirmó que era el índice de un tratado que tenía intención de desarrollar. Idea clave del sistema es «prevenir» en contraposición a «reprimir». Es una idea que en diversos contextos había sido apuntada en Francia por Adolfo Thiers y por Dupanloup. D. B., como el mismo Dupanloup, se une a la tradición pedagógica católica. Prevenir es puesto en relación con elementos de fe y de teología cristiana. Prevenir el mal es mejor que corregir. En tal sentido se había movido ya la reflexión teológico-pedagógica de la escuela de Port-Royal y, más cerca de D. B. y de su espíritu, la de los Hermanos de las Escuelas Cristianas (v.). Especialmente después de 1877 D. B. desarrolló el principio del «prevenir» tanto en el ambiente educativo del internado, como, incluso, en relación con el desarrollo integral de cualquier joven. En torno al concepto de prevenir adquieren un sentido más determinado elementos de pedagogía cristiana ya aludidos en obritas como el Giovane provveduto (1847) y en escritos biográficos, como la vida de Luigi Comollo (1844), Domingo Savio (1859), Michele Magone (1861), Francesco Besucco (1864) y en las mismas Memorie dell'Oratorio escritas por D. B. entre 1873 y 1876 y publicadas póstumamente (Turín 1946). En tales biografías se encuentra D. B. en acción, implicado en la vida de sus jóvenes, sentido por ellos como padre, amigo, confidente, encarnación del ideal, consejero deseado y escuchado que ilumina en las inevitables crisis entre ideal soñado y realidad existencial.
      La «asistencia preventiva» implica en D. B. algo de activista. El joven es ayudado a madurar en las convicciones fundamentales de la vida en una visión cristiana y es conducido a realizarse a sí mismo. Se advierte entonces cómo el influjo de la tradición educativa cristiana (tal y como se observa en la documentación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas) en D. B. es enriquecida por elementos puestos de relieve por la reflexión de la Ilustración y del romanticismo (sobre todo, por la de Rousseau, justamente combatido, pero, a menudo, aceptado en parte incluso por polemistas y pedagogos católicos). La asistencia preventiva se desenvuelve con maneras familiares, con «espíritu de familia». El educador asume los elementos del ambiente natural educativo que es justamente la institución familiar, estimula en tal clima la actividad del joven y lo libera en todo lo posible de estrecheces de reglamentos más propios del cuartel que de la vida doméstica. Expresándose según su conciencia religiosa D. B. resume tal espíritu de libertad en un lema de S. Felipe Neri: «dése amplia libertad de saltar, correr y alborotar a placer».
      Requisito esencial del educador es lo que D. B. llama amabilidad: dulzura, mansedumbre, caridad benigna y paciente, que «gana el corazón» de los jóvenes. Tal terminología, de por sí muy tradicional, es relacionada a menudo con la figura-símbolo de S. Francisco de Sales, y quiere traducir un estilo educativo fundado, no sobre el alejamiento reverencial entre superior y alumno, sino sobre la cohesión en «espíritu de familia»; cohesión que siente la exigencia de manifestarse con palabras y hechos, y advierte también la exigencia de dar razón de sí misma y de todo al joven, según su capacidad y natural solicitud; de dar razón de sí, sobre todo, como virtud cristiana ejemplarizada y predicada por Cristo. Señalando la religión como fundamento de la educación (v.) D. B. hizo algo más que simples cuestiones de metodología. No reclama solamente prácticas religiosas para observar en las casas educativas, sino entiende que la fe cristiana debe enraizar y desarrollarse en los jóvenes. Manifiesta evidentes conexiones con el educador y pedagogo del s. xvii Charles Gobinet y con hagiógrafos y autores espirituales como el jesuita Jean Croiset. Como S. Alfonso M. Ligorio, D. B. tiene viva la consideración de los novísimos y de la salvación del alma. Darse a Dios desde jóvenes es prevenir en concreto los males más grandes, quiere decir ponerse en la vía de la salvación eterna, cooperar a la realización del lema-plegaria: «Da mihi animas (Domine), caetera tolle». Pedagogía y espiritualidad tienen como núcleo una soteriología traducida a convicción y resultante del equilibrio de elementos, entre los cuales tienen un buen puesto los paseos, la música, el teatro, la amplia libertad de «saltar, correr y alborotar a placer».
      Las extraordinarias dotes de realizador en el campo de las instituciones y de la educación y la singular sensibilidad para los valores cristianos con ánimo moderno hacen de D. B. uno de los más grandes santos que ilustraron la Iglesia del s. xlx.
     
      V. t.: SALESIANOS; HIJAS DE MARÍA AUXILIADORA.
     
     

BIBL.: 1. Bosco, Scritti sul sistema preventivo nell'educazione della gioventú, Brescia 1965; E. VALENTINI, Giovanni Bosco, en Bibl. Sanct., 6,968-985; 1. B. LEMOYNE, R. FIERRO TORRES, Vida de S. Juan Bosco, Madrid 1957; H. WAST, Don Bosco y su tiempo, 2 vol., Burgos 1957-59; A. AUFFRAY, Un grand éducateur. Saint Jean Bosco (1815-1888), 4 ed. Lyon 1937; R. FIERRO TORREs, El sistema educativo de D. B. en las pedagogías general y especial, 3 ed. Madrid 1953; fD, Biografía y escritos de S. J. B., Madrid 1955; íD, La pedagogía social de Don Bosco, 3 ed. Madrid 1960; P. BRAIDO, 11 sistema preventivo di D. B., 2 ed. Zurich 1964; F. DESRAMAUT, D. B. et la vie spirituelle, París 1967; P. STELLA, D. B. nella storia della religiositá cattolica, Zurich 1968; J. L. MARTíNEz ALBERTOS, San Juan Bosco, en PÉREZ-EMBID (dir.), For¡adores del mundo contemporáneo, 11, 3 ed. Barcelona 1965, 331341; P. SCOTTi, La dottrina spirituale di Don Bosco, Turín 1939; A. AMADEI, Don Bosco e il suo apostolato, 2 vol., 2 ed. Turín 1940; E. VALENTINi, La spiritualitá salesiana di Don Bosco, en PONTIFICIA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, Estado actual de los estudios de Teología espiritual, Barcelona 1957, 531-571.

 

PIETRO STELLA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991