JORDÁN, RÍO


Con su recorrido a lo largo del valle homónimo, divide de norte a sur Palestina (v.), dando origen a la Palestina Cisjordánica y a la Transjordánica (v. ISRAEL 1; JORDANIA I).
      Nombre. En hebreo Yarden, en árabe Urdun y en griego JorYlánes. Su etimología es semita, con gran probabilidad, y no griega. Se trata de un denominativo del verbo descender, en el sentido de fluir. Jordán será, pues, el que desciende o fluye por antonomasia: el Río. Un segundo nombre árabe, Sery'ah el Kabirah, indica el gran abrevadero. De aquí que se piense en su valor pastoral y no agrícola.
      Geografía. El J. es fruto de la unión de tres fuentes principales: `Ain Baniyas, `Ain Tell el-Qádi y `Ain Hásbeya, que originan tres riachuelos: Nahr Bányás, Nahr Leddcin y Nahr el-Hasbáni. Las fuentes se hallan en las últimas estribaciones del Monte Hermnón, hoy entre Líbano (v.) y Siria (v.). El Nahr Hasbáni recibe, antes de unirse a los otros, un afluente: el Nahr Bareigit. Fluyen los tres torrentes prácticamente en dirección norte-sur hasta su unión en el valle del Huleh, unos 14 Km. antes de llegar, en un fluir manso y casi sin desnivel, al lago homónimo con sus 6X5 Km. y sus 3-4 m. de profundidad, hoy desecado por los israelitas. Desde la confluencia de las tres fuentes, el J. desciende en 11 Km. sólo 41 m.: desde los 43 hasta los 2 m. a que se hallaba la superficie del lago Haleh. El curso de los tres torrentes o fuentes era más bravío al descender de los 520 (Hasbáni) en 37 Km.; de los 329 (Bányás) en 9 Km. y de los 143 (Leddán) a los 43 m. sobre el Mediterráneo en el lugar de la triple confluencia.
      Desde la salida del lago Huleh hasta la llegada al de Tiberíades (17 Km.; v. GALILEA, MAR DE), desciende 210 m., alcanzando los 208 m. bajo el nivel del Mediterráneo. Este tramo es llamado por los geógrafos Alto Jordán, con su impetuoso curso, invadeable hasta llegar a la llanura que anuncia la proximidad del Tiberíades, que el J. atraviesa de norte a sur. Tras los 21 Km. de longitud del lago, sigue el J. hacia el sur en caprichoso curso: majestuoso y bravío, con profundidad de 3 m. o vadeable, hasta la afluencia del Yarmúk, primero de sus grandes afluentes por la orilla izquierda, a unos 8 Km. de la salida de Tiberíades. En el valle, llamado por los árabes Gór, se abre el cauce de máximas crecidas, Zór de los árabes, que llega en ocasiones a los 2 Km. de anchura. El Bajo Jordán se caracteriza por su caminar serpenteante en infinidad de meandros. A veces se encajona entre las orillas con desniveles notables, otras, por el contrario, lame las riberas, permitiendo fácilmente que los rebaños acudan a abrevarse, o las riega suavemente. Poco antes de llegar al vado de Damiye recibe su segundo gran afluente por la izquierda, el Yabbóq, y algo más al sur el más importante de los afluentes occidentales por su derecha, Wadi el Fár'ah. En estos 60 Km. desciende a los -349 m. bajo el nivel del Mediterráneo y en los 40 Km. que restan de curso, perezoso, con grandes arrastres de tierras, se desliza entre la vegetación cada vez más tropical, dada la profundidad, hasta desembocar en el mar Muerto (v.) a -392 m.
      Los afluentes de la izquierda, especialmente el Yarmúk y Yabbóq, con sus amplias cuencas, recogen las aguas de la Transjordania septentrional. Entre los afluentes occidentales destacan el Gálúd, que por la llanura de Beisan llega hasta el J., y el Wadi el Fár'ah, que proviene de Samaria oriental.
      El Zór forma una pequeña jungla alrededor del río, en la que viven libremente el jabalí, el leopardo, de distinta especie que el africano, la nutria, etc. Además de las aves sedentarias, el J. y sus lagos son estaciones fijas de emigraciones, entre las que destacan las cigüeñas, que lo hacen en enormes cantidades. En todo su curso, pero especialmente en el Tiberíades, hay gran cantidad de peces, entre los que destacan los crómidos y cípridos con especies frecuentemente nilóticas o propias del Tiberíades. La flora tropical del Gór tiene también sus especies propias, como el tamarindo del J., junto a mimosas, acacias tropicales, buganvilias, etc. Entre los arbustos figura el algodonero y algunas malváceas.
      Las aguas del J. hasta hace pocos años iban a perderse en el mar Muerto, y compensaba así, como los otros ríos de su cuenca, la evaporación continua de las aguas de este mar. En realidad el J. significaba la mitad de dichas aportaciones, pero recientemente comenzó a aprovecharse, tanto por judíos como jordanos, en su curso alto y su afluente el Yarmúk, originando problemas jurídico-diplomáticos.
      Historia. Los restos humanos más antiguos de Palestina han sido descubiertos en el valle del J., próximos al río. En Ubeida se hallaron restos humanos y herramientas de la cultura de gravas (pebble, o chopper, culture), que desgraciadamente no pudieron ser datados con puntualidad, entre los 600.000 y 300.000 años de antigüedad. Se puede decir que en los alrededores del J. siempre hubo habitantes que dejaron sus restos. También en el Gór se alzó la primera ciudad de Palestina y del mundo: Jericó (ca. 7000 a. C.; v.), si bien su cultura y prosperidad dependían más de las fuentes que la rodeaban que del relativamente lejano río: 9 Km. Junto a la desembocadura del J. surgió la ciudad cuyas ruinas se llaman hoy Teleilát Gassúl, del calcolítico: ca. 3500 a. C., centro de refinada cultura, como lo acreditan sus pinturas murales, las más antiguas de Palestina (v. PALESTINA 11).
      En Gen 13,10 se conserva el recuerdo de la prosperidad edénica del J. antes del cataclismo que destruyó la Pentápolis. También en el mismo libro (32,11) se conserva el recuerdo de la huida y retorno de Jacob y sus dos cruces del río. Sin embargo, el hecho cumbre relacionado con el J. en el A. T. es el paso de todo el pueblo, al final de su peregrinar por el desierto. Los libros de Números, Deuteronomio y Josué describen minuciosamente todas las circunstancias: concesión de Moisés a las tribus ganaderas de los territorios al otro lado del J.; anuncio de la muerte de Moisés sin cruzar el J.; el paso del J., una de las maravillas de Dios con su pueblo y la conmemoración del mismo con su monumento-memorial: las 12 estelas; la posesión de la tierra y la necesaria renovación de la Alianza al pasar el J., como eco de la celebrada en el Sinaí, tierra extraña; y cómo Josué realiza todas estas disposiciones de Moisés con escrupulosa puntualidad.
      Como quiera que para los judíos la frontera oriental es siempre el J., retrotraen esa consideración fronteriza del río a épocas anteriores, cuando las tribus al norte de Judá pueden vadearlo fácilmente (los 15,5; 16,7; 18,19; 19,22 y 34); señala los límites orientales de las tribus de Judá, Benjamín, Efraím, Isacar y Neftalí.
      Los vados del J. son testigos de campañas guerreras. Ejércitos victoriosos, como los de Gedeón y Jefté lo cruzan persiguiendo a los enemigos en derrota; y ejércitos derrotados, como Israel ante los filisteos, o Abner ante Joab (Idc 7,24; 10,8 ss.; 1 Sam 13,7; 2 Sam 2,29). David cruzó el J. y venció a los arameos (2 Sam 10,17). Vuelve a hacerlo ante la revuelta de su propio hijo Absalón y tras su victoria, aunque entristecido con la pena de la muerte de su hijo (2 Sam 17,22 ss.; 19,18.32.37.40 y 42).
      1 Reg narra cómo los utensilios de bronce para el nuevo Templo fueron fundidos juntos al J. (7,48), sin duda por la uniformidad de los vientos reinantes. En 2 Reg, además de algunos hechos de armas (7,15 y 10,33), destaca el J. en relación con los dos grandes profetas de Israel, Elías y Eliseo: doble paso milagroso y curación, o purificación, milagrosa de Ammán el jefe del ejército sirio (2,7.13 y 6,2).
      En el N. T. aparece el J. casi exclusivamente en relación con S. Juan Bautista y con el bautismo de Cristo (Mt 3,5; 13,1; Me 1,15-10; lo 1,28; etc.). El cuarto evangelista, además, recuerda la impresión causada en los testigos al citar el J. «donde Juan bautizaba» (lo 10,40).
      Los cristianos han querido ubicar el lugar exacto del bautismo de Cristo y, faltos de datos, han escogido el lugar en donde la tradición judía situaba el paso milagroso del J. por Josué. También en el mismo lugar se venera la curación del leproso Naaman por Elíseo. La unión de los tres hechos en el mismo sitio tiene gran valor catequéticobautismal. Los católicos de rito latino peregrinan el 6 de enero para celebrar la Misa en un pequeño santuario reconstruido después del terremoto de 1956 y bajar después al río, donde se bendicen las aguas y suelen bautizarse no pocos niños. Los ortodoxos acuden al mismo lugar para bañarse con sus mortajas en la peregrinación de Pascua.
     
     

BIBL.: A. GONZÁLEZ LAMADRID, Jordan, en Enc. Bibl. IV,608-612, Barcelona 1964; NELSON GLUECK The River fordan, Londres 1946; F. M. ABEL, Géographie de la Palestine, I, París 1933, 161-176, 478-489.

 

V. VILAR HUESO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991