IRAQ, HISTORIA DE LA IGLESIA

La introducción del cristianismo en el actual L, la Mesopotamia antigua, va estrechamente unida al cristianismo persa, pues en aquella época Persia y Mesopotamia formaban más o menos una misma región desde el punto de vista cristiano (v. IRÁN VIII). Resulta difícil establecer históricamente cómo y cuándo fue introducido el Evangelio en 'Persia y Mesopotamia. Los autores suelen apoyarse en la llamada Crónica de Arbelas, publicada por Mingana en 1907, pero sus datos históricos no son muy fidedignos. En ella se dice que el Apóstol Addai (más bien uno de los 72 discípulos) envió a un tal Peqida, para la evangelización de la región del Tigris. Otros autores acuden incluso al Apóstol S. Tomás. En todo caso, consta por el Libro de los Hechos que entre los convertidos de primera hora, los había «partos, medos, elamitas y los que habitan Mesopotamia» (Act 2,9). Sabemos también que eran numerosas las colonias de judíos esparcidas por toda esta región, desde la época del exilio. Lo más probable es que el cristianismo penetrase en Persia y Mesopotamia a través de las colonias judías del país. Sobresalía la de Adiabene, donde sus habitantes entraron en contacto con el cristianismo ya hacia el año 30 de nuestra Era. En adelante su historia cristiana se confundiría con la de Persia. Ambas regiones caerían luego en la herejía nestoriana (V. NESTORIANISMO) y en ellas trabajarían desde el s. xIv dominicos y franciscanos en su Misión mogólica de Persia.
      Las Misiones católicas modernas de rito latino. Comenzaron propiamente a mediados del s. XVII, cuando en 1638 se creaba el Obispado latino de Bagdad, aunque su obispo no podría entrar hasta un siglo después, en 1722; y aún había de quedar vacante de 1773 a 1820. Los dominicos pudieron fundar una misión el año 1750 en Mosul; pero en esta región se han distinguido sobre todo los carmelitas. En 1932 entraban los jesuitas con obras de enseñanza media y universitaria.
      Los Carmelitas habían comenzado su misión en Mesopotamia en la primera mitad del s. xvii, primero en Basora (1623) y luego en Bagdad (1721). En 1634 se había nombrado el primer obispo de Babilonia de los latinos. Al iniciarse el s. xix, la Sede estaba sin obispo residencial, y era gobernada por carmelitas en calidad de Vicarios Apostólicos. Con este título moría en 1803 Mons. Fulgencio Küppers (Fulgencio de Sta. María) que venía gobernando la sede desde 1794. Le sucedía el P. Jorge Gaspar Bock (Wolfgang de San José), designado con todos los derechos y facultades episcopales, pero sin consagración episcopal. Estaba de misionero en Basora y marchó inmediatamente a Bagdad. Sólo pudo seguir en eJ cargo durante tres años, pues en 1807 le sustituía el P. Javier Francisco (Blas de San Mateo). El nuevo Vicario Apostólico tampoco duró mucho tiempo. De 1813 a 1816 gobernó el obispado el P. Vicente de la Concepción, Antonio Prandi de nombre.
      Desde 1820 volvía a haber nuevo obispo residencial en Bagdad, el P. Pedro Alejandro Coupperie, que pertenecía a los montfortianos. Llegado a su sede en 1822, entabló una enconada discusión con el Vicario Apostólico anterior, como consecuencia de la cual los carmelitas salían de Bagdad y no regresarían hasta 1839. Como no había otros misioneros en la ciudad, el nuevo obispo se valía para los ministerios de los sacerdotes católicos de rito oriental. En 1831 murió a consecuencia de una peste maligna que ocasionó otras 100.000 víctimas más. Fueron sucediéndose otros obispos: Domingo Marcelino Bonamie, Lorenzo Trioche en 1837, quien en 1839 recibiría como ayudantes suyos a carmelitas franceses. Desde 1850, la diócesis sería gobernada directamente por Propaganda Fide por medio de Delegados Apostólicos, hasta 1887. Fueron cinco en total: Antonio Merciai, Benito . Planchet, Enrique Amanton, Nicolás Castells y Luis María Lion. En 1884 entraba como nuevo Delegado el P. Enrique Víctor Altmayer, pero desde 1887 sería designado ya arzobispo residencial de Babilonia. En 1902 volvían al gobierno de la Archidiócesis de Babilonia los carmelitas, después de medio siglo de gobierno por dominicos. La Misión de los carmelitas se extendía algo más. A fines del s. xix había en total seis misioneros. En 1918 eran nueve en cuatro puestos de misión: Bagdad, Basora, Bouchir y Mohammorach. Al terminar la guerra se enviaban nueve carmelitas más: tres franceses, tres irlandeses, dos belgas y un holandés. En la actualidad, en Bagdad, además del arzobispado latino, existe una misión su¡ iuris encomendada a los carmelitas.
      Los Dominicos. Ya desde el s. XIII había habido misioneros dominicos en Mesopotamia. Después de una interrupción de siglos, Benedicto XIV instituía la misión dominicana de Mosul en 1750, a la que marchaban ese mismo año los PP. Turriani y Codeleoncini, italianos, y luego el P. Lanza, que había de ser el primer Prefecto Apostólico. Trabajarían con una población predominantemente árabe y kurda mahometana con núcleos ortodoxos: unos- 80.000 nestorianos al este, unos 40-.000 jacobitas al centro, y unos 200.000 armenios quizá, al norte. Católicos no había más que un grupo insignificante. Así comenzaba la misión dominicana de Mosul, que habría de tener un doble periodo, italiano de 1750 a 1856, y francés de 1856 en adelante. Se registraron no pocas uniones de ortodoxos a la Iglesia Católica. A fines del s. xix la misión dominicana contaba con 16 misioneros repartidos en cinco puestos de misión: Mosul (1750), Mar Yacub (1847), Vau (1881), Seert (1882) y Djerzireh (1884), unas 18 religiosas establecidas en Mosul y en Seert con próximos proyectos de establecimiento en Vau. La progresión de fieles había seguido este ritmo: en 1750 un grupo pequeño, en 1856 eran unos 35.000, y en 1900 llegaban a los 66.000. La guerra europea ocasionó grandes estragos. Después de ella, regresaron los dominicos y pudieron abrir las casas de Mosul y Mar Yacub y el Seminario siro-caldeo. En la actualidad tan sólo dirigen el Seminario de Mosul, y atienden a los católicos de los alrededores. Llevan una parroquia, los misioneros son 10, y los católicos latinos tan sólo poco más de 150.
      Los jesuitas. Entraron en Bagdad a petición del Sumo Pontífice en 1932. Llevaban una finalidad de enseñanza media y universitaria. Eran jesuitas norteamericanos. A petición de los mismos alumnos, se dio el paso de la fundación de una Universidad, que tan sólo pudo inaugurarse en 1956, atendida por 22 jesuitas; en el ministerio parroquial había 9 jesuitas más. En 1964 tenía la Universidad, Al-Hikma de nombre, 385 alumnos. En el Colegio había 920 alumnos. Los profesores de la Universidad, 25 en total, han sido expulsados en 1968. Siguen los demás.
      En la actualidad la mayoría de la población es musulmana, del 90 al 95%, pero con un mahometismo un tanto heterogéneo. Los cristianos son minoría, un 4% nada más, divididos en grupos distintos: protestantes, ortodoxos y católicos. Predomina el rito caldeo. Los protestantes tienen escasa importancia: anglicanos, adventistas, evangélicos, luteranos, presbiterianos y calvinistas.
      Los católicos corresponden a varios ritos que tienen sus administraciones distintas. En 1972 eran las siguientes: Armenios, con arzobispado en Bagdad; Sirios, con arzobispados en Bagdad y Mosul; Caldeos, con Patriarcado en Babilonia (con sus sufragáneas en Alquoch, Amadiyah, Agrá, Bagdad, Sulaimaniya y Kazu) más una sede metropolitana en Kerkuk y tres arzobispados en Arbil, Basora y Mosul; Latinos, con arzobispado de Bagdad y una Misión su¡ iuris en Bagdad. No dependen de la Congregación para la Evangelización o Propaganda Fide, sino de la Congregación Oriental.
     
     

BIBL.: Ann. Pont. 1972; G. DE VRIES, Iraq, en Enciclopedia Cattolica, VII, Ciudad del Vaticano 1951, 189-191; Á. SANTOS, Bibliografía Misional, II, Santander 1965, 307-310.

 

Á. SANTOS HERNÁNDEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991