Individualismo
 

Concepto. Entendemos por tal aquellas doctrinas que colocan al individuo como punto de partida: a) para explicar la naturaleza de la sociedad, negando cualquier tipo de existencia real a lo colectivo; b) para explicar la fundamentación de la vida política, poniendo en los destinos individuales el fundamento del deber ser colectivo; c) para ordenar la sociedad y la vida política, convirtiendo los derechos e intereses de los individuos en medida y control de las instituciones públicas. También se emplea el término individualismo como sinónimo de egoísmo, para designar: a) la primacía en la acción de las metas particularistas sobre las colectivas; b) la primacía de las tendencias y actitudes egoístas sobre las altruistas y solidarias. Por último, puede emplearse frente a conformismo o conducta adaptativa, para denominar los modos de actuación en los que el individuo elige y decide libremente, sin dejarse influir por las presiones de la tradición y de la masificación.

Individualismo según la Filosofía social (ontología). El i. es una de las posibles respuestas al tema básico de quién sea el sujeto de la vida social, y qué tipo de existencia posea la sociedad (v.) y las restantes formas colectivas. En relación a este problema se han establecido clasificaciones dicotómicas de las doctrinas fundamentales, enfrentando «realismos» a «individual ismos» (Park), «universalismos» a «individualismos» (Spann), «supraindividualismos» a «pluriindividualismos» (Lissarrague) y «realismos» a «individualismos» (Utz). Las doctrinas individualistas o nominalistas son aquellas que sostienen que los únicos sujetos de la vida social son los individuos, en tanto que las formas colectivas son relaciones habidas entre individuos, a las que, en virtud de una tedencia psicológica a simplificar, se les da una denominación unitaria (Max Weber, von Wiese). Tales concepciones -con palabras de Utz«consideran lo social como algo supra-individual sólo en el ámbito de la definición nominal, mientras que en el orden real se considera como única realidad existente al individuo o a lo individual que en él se encuentra». Caracteriza al i. el concebir lo social como algo externo al individuo, a lo que éste se orienta por necesidad y no por naturaleza (Hobbes, Rousseau), que sólo afecta a su dimensión empírica, pero no a los estratos más profundos del «yo» (von Wiese), lo cual va en contra de las pruebas aportadas por el psicoanálisis y por las teorías del aprendizaje. Igualmente inciden en no reconocer a la sociedad su unidad estructural basada en la conservación de un sistema de relaciones y de actividades encaminadas a metas colectivas, según procesos propios de autorregulación; no acertando, por lo demás, a juzgar la naturaleza y la función transpersonal de la cultura.

Individualismo político. La legalidad que ha de orientar los destinos de la comunidad política reside en la consideración del individuo como único sujeto real de la vida social, quien, siendo también único portador de derechos, se convierte teóricamente en determinante de las metas políticas y destinatario de sus logros. En consecuencia, la sociedad se concibe como un mero agregado de individuos, correspondiendo al Estado la función de garantizar la observancia de aquellas normas que hagan posible el libre juego de las libertades individuales, eliminando también para ello las constelaciones de poder que son las instituciones y ámbitos intermedios de toda índole (familia, gremios, municipios, etc.), que constituirían un obstáculo para el desenvolvimiento de la libertad y capacidad creadora de los individuos. El bien común es sustituido por el interés de la mayoría, y el sistema de valores orientador de aquél, pierde su unidad y coherencia, oscilando su contenido y jerarquía interna con las variaciones circunstanciadas de las opiniones mayoritarias. Con ello, el i. político destruye la estabilidad y permanencia de los contenidos y la continuidad en la prosecución de las metas, poniendo en su lugar un conjunto de mecanismos formales o «reglas del juego», que- puedan servir de cauce neutro para toda clase de acciones y metas contradictorias. En la práctica, el i. político tropieza con sus contradicciones internas: pretendiendo educar en el i. los ciudadanos, no consigue a fin de cuentas que se ciñan a las «reglas del juego» de la política; pretendiendo encauzar las acciones según los intereses de la mayoría, no consigue que ésta respete a las minorías, ni que la mayoría no sea manejada, según intereses individuales, por quienes posean medios y capacidad para dirigir y motivar sus opiniones y preferencias. Pretendiendo servir a los individuos, en su especificidad diferencial, les obliga, para atender sus intereses, a renunciar a su individualidad, disolviéndose en la mayoría. Por último, pretendiendo eliminar toda instancia de poder intermedia entre el individuo y el Estado, nacida de la propia vida social, termina por crear otras formas de agrupamiento que tienen su origen en las exigencias de la vida política individualista.

El individualismo en Psicología social y Sociología. En Psicología social y Sociología el término individualismo presenta un halo semántico marcadamente peyorativo, usándose como análogo a egoísmo, y ello en dos vertientes: la de la acción y la de la actitud. En ambos casos, el i. se aproxima al particularismo, tal como lo caracterizó Parsons; esto es, como aquella modalidad contrapuesta al universalismo que implica el predominio del interés privado frente al interés de la colectividad. O, dicho en otros términos, la primacía de la «auto-orientación» frente a la «orientación colectiva» (T. Parsons, El Sistema Social, Madrid 1966). El i. en las actitudes supone falta de transitividad en la disposición hacia los demás, por lo cual la relación con los otros se desarrolla sobre la base del desinterés y la des-implicación hacia ellos, no llegándose a las actitudes de «estar-con otro» y menos aún de «ser-paraotro» (Lersch). La conducta individualista posee el sello del egoísmo en la elección de las metas. Esto implica que, frente a diversas opciones de acción y a igualdad de los restantes atractivos de las mismas, la conducta individualista se decidirá por aquellas metas que interesen de manera más particular al propio sujeto, bien porque incidan sobre sus necesidades más acuciantes, bien porque le apetezca con mayor intensidad. Por otra parte, la conducta individualista choca con aquellos valores, normas y papeles que pretenden forzar una acomodación universalista, altruista o simplemente moral, eligiendo los modos de obrar más útiles para los propios fines (actitud pragmática), aunque conculquen los principios y mandatos del sistema cultural vigente y comúnmente aceptado. La incapacidad de metas colectivas y, subsiguientemente, de conductas solidarias, presenta la competencia, e incluso el conflicto, como secuelas lógicas del i. en el plano de la realización de las metas. La gradación de la conducta individualista entre el conflicto y la competencia dependerá del grado de incompatibilidad de las metas e intereses individuales con los colectivos, y del grado de agresividad que pueda desencadenar el ver a los otros como un posible obstáculo para los propios fines.

Coherente con el resto de la posición será el acaparamiento de los resultados de la acción social, entendiendo por tal la tendencia y la conducta tendente a asegurarse para sí la totalidad o la mayor porción posible de los beneficios, sean económicos -dinero, alimentos, cosas- o espirituales -prestigio, poder.

Individualismo y socialización. Frente a esta acepción peyorativa de uso muy común, es necesario dejar constancia de una acepción que ha venido desarrollándose en los últimos tiempos y que pone en relación el i. con ciertos niveles de desarrollo de la personalidad en los que se hace posible el logro de la libertad individual, a través de un proceso de individuación que culmina y supera al proceso de socialización. En este sentido se han referido al i. David Riesman y Erich Fromm, analizando las diferentes posiciones psicológicas -y los tipos sociales paralelos- respecto del ejercicio efectivo de la libertad. El mayor grado de i. señalará, en esta acepción, un mayor y mejor grado de individualización. Por eso, tiene como efecto la emergencia de la capacidad de autoorientarse cognoscitivamente y de elegir y decidir por sí y libremente.

Para otras implicaciones filosóficas y psicológicas, V. PERSONA.


E. MARTÍN LOPEZ.
 

BIBL.: Además de la citada en el texto, A. F. UTZ, Ética social, 1. Barcelona 1964; S. LISSARRAGUE, Bosquejo de teoría social, Madrid 1966; P. LERSCH, Psicología social, Barcelona 1967.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991