ICONOS


Del griego eicon, onos, imagen. Imágenes sagradas pintadas sobre madera, objetos de culto en la religión cristiana primitiva y, después de la escisión, en la católico-ortodoxa. En la primera mitad del s. VIII la fórmula canónica del culto de los i. no había sido establecida y se prestaba a frecuentes y groseras exageraciones; p. ej., muchos hacían de los i. padrinos de sus hijos en el bautizo, los que tomaban hábitos preferían dejar su pelo a los i. y no a los canónigos; había muchos sacerdotes y clérigos que raspaban la pintura de las imágenes para mezclarla con la sagrada comunión, otros, desdeñando los templos de Dios, montaban altares en casas particulares compuestos de i. y celebraban en ellos el Santo Sacrificio.
     
      Muchos cristianos vivían en aquella época bajo el yugo de los árabes que difundían la ley de Mahoma y exigían de éstos que prescindiesen del culto de los i. Pero entonces surgió en Bizancio un movimiento favorable a los mahometanos (v. ICONOCLASTAS) que culminó con el emperador León 111 el Isáurico (717-741), iconoclasta enérgico que quiso con medidas drásticas atraer a los mahometanos y judíos al cristianismo. Con' un edicto promulgado en el 730 inició un vasto movimiento iconoclasta ordenando la destrucción de los i., el embadurnamiento de los frescos, la confiscación de los bienes de los monasterios rebeldes y la prisión de los monjes, provocando con ello un importante movimiento de protesta entre los papas Gregorio II y IV, la mayoría del clero, la masa popular y, sobre todo, entre las mujeres de todas las clases sociales. Cuando se destruían los i. se producían entre los seguidores del emperador y los iconoidólatras verdaderas batallas campales. La emperatriz Irene, esposa de León IV (775-780) hizo cesar la persecución en el 787, pero ésta volvió a reanudarse con León V el Armenio (813-820). Duró la lucha más de un siglo hasta que otra emperatriz, Teodora, puso fin definitivamente a la iconoclastia en el 843.
      Durante la lucha, muchos artistas pintores de i. emigraron a las orillas del mar Negro, con lo que Rusia, adoptando el cristianismo, se encontró a las mismas puertas de sus nuevas iglesias con proveedores de i. que conocían todas las tradiciones y técnicas bizantinas. La penetración se hizo naturalmente por el sur, por Kiev, para subir, huyendo del yugo tártaro, al norte, a Novgorod, Vladimir, Suzdal y afianzarse definitivamente en Moscú. La técnica de la pintura de los i. difiere totalmente de la técnica de la pintura artística propiamente dicha. Cualquiera que fuese la tendencia de la pintura, realista o idealista, ésta se alimenta siempre de la observación de la naturaleza tomando de ella formas y coloridos, en cambio el i. no pide nada a la naturaleza y sólo anhela mantenerse dentro de unos'principios inquebrantables, establecidos dogmáticamente desde tiempos inmemoriales. El i. no es una pintura, es el símbolo de un espíritu que ha de promover en el alma del orante un acercamiento a Dios. El pintor de i. es un trabajador sin personalidad que ejecuta de modo rudimentario lo que le ha sido encomendado. No debe variar ni la postura de los personajes, ni el color de sus vestidos, ni su expresión. Estas reglas se arraigaron en Rusia de manera inamovible con el cristianismo. Se pintan generalmente los i. sobre tablas de tilo que se impregnan primeramente de cola de carnaza. Sobre este fondo se pega un papel con pequeños agujeritos que representan el contorno de todo lo que luego se ha de dibujar en el i. Todo se espolvorea con pintura para que penetre en los agujeros, y seguidamente se despega el papel quedando el contorno claramente marcado por el punteado. Éste se une con pintura similar pero más líquida y todo el contorno de lo que se vaya a dibujar queda perfectamente delimitado. Seguidamente, la tabla pasa al dorador, que aplica panes de oro a todos aquellos sitios que han de llevarlo. Terminado este trabajo, la tabla pasa al dominio del pintor propiamente dicho, que empieza a aplicar los colores. Éstos se diluyen en el kvas (bebida de pan fermentada) o simplemente en agua con pequeñas cantidades de yema de huevo. De paleta sirven muy a menudo las propias uñas del artista. Primeramente se pinta todo lo que no sean caras y manos. Se ejecutan los fondos; templos, casas, montañas muy estilizadas y siempre de la misma forma, los vestidos de los personajes, los motivos alegóricos y solamente entonces, una vez completamente terminado este trabajo, se procede a la pintura de las caras. El fondo de éstas se recubre con una nueva capa y luego, poco a poco, se le va dando vida con colores más claros, pero sin prescindir del colorido oliváceo tan característico de la iconografía rusa. Algunas líneas se pintan con oro pulverizado y mezclado con goma. Simultáneamente se pintan el pelo y las barbas; su calidad vaporosa se logra con líneas muy menudas y diminutos rizos. Cuando la obra está acabada y las inscripciones hechas, se recubre el i. con una laca oleosa especial, ofila, que le da brillo y dureza, pero que tiene el gran defecto de absorber los humos de los cirios, con lo que al cabo de 60 ó 70 años el i. se vuelve completamente negro. Entonces en vez de limpiarlo otro pintor repinta sobre el i. manchado y así con el transcurso de los años desaparecen obras maestras.
     
      La Iglesia coñsideraba a los i. intocables y prohibía su limpieza y solamente hoy se han creado dos institutos de restauración que están devolviendo al mundo verdaderas joyas. A partir del s. xti se han formado escuelas propias en Novgorod, Vladimir, Pskov y otras, pero que se diferenciaban en muy poco. Como se ha dicho la técnica era la misma y el artista sólo podía permitirse el lujo de alguna libertad en encargos particulares en los que. algunas veces tenía que pintar hasta siete santos «elegidos» en un solo i., para que el usuario pudiera concentrar en él todas sus plegarias.
     
      Pero pronto el país se unificó bajo el cetro de Moscú y con él el estilo de los i. Su arte llegará al apogeo con tres nombres prestigiosos: Teofán el Greco (curiosa coincidencia), Dionisio y Andrei Rubliov (v.). Sabemos que el primero trabajó en Constantinopla antes de venir a Rusia. Aquí pintó iglesias en Novgorod, Gorki, Moscú (Kreml) en 1405. Vivió entre 1350 y 1410. Dionisio fue maestro muy fino que gustaba pintar la vida de los santos en los márgenes de los i. (segunda mitad del xv y primera del xvi). Parece como si el genio de Rubliov coronara el arte de la iconografía agotando sus posibilidades, ya que después de él empezó una lenta decadencia. Primero con Simon Ushakov (1626-86), pintor de talento, pero muy influenciado por el extranjero. Fue director del Palacio de las Armas del Kreml; hombre de vasta cultura, tuvo infinidad de alumnos. Después de él y las reformas de Pedro el Grande, el i. se transformó en materia fabricada sobre todo con el perfeccionamiento del arte de imprimir y perdió con ello para siempre toda su espiritualidad.
     
     

BIBL.: V. ZIZICHUILi, La pintura de los iconos, Madrid 1951; S. OTZOUP, Breve historia del icono, Madrid 1955; V. LASAREV, Iconos rusos primitivos, Barcelona 1962; Iconos de los siglos X al XX (Colección Sergio Otzoup), Madrid 1965 (con extensa bibliografía).

 

MIGUEL BENOIS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991