HIPOCRESÍA


En la apreciación común y en la literatura ética, designa la disimulación viciosa de los sentimientos y comportamientos con el fin de ostentar cualidades que no se poseen realmente. El Diccionario de la lengua española la define como «fingimiento y apariencia de cualidades o sentimientos contrarios a los que verdaderamente se tienen o experimentan. Dícese comúnmente de la falsa apariencia de virtud o devoción».
     
      Reflexión ética y datos bíblicos. Hypocrites designa en el griego clásico en primer lugar al actor que, con máscara e indumentaria apropiadas, asume en escena las actitudes del personaje que representa. La h., como actitud moral, es considerada bajo el término general de disimulación (eironeia, de ahí ironía). El vocablo reviste matices peyorativos en el lenguaje popular, como testimonian las comedias de Aristófanes, especialmente Las nubes. Lo «disimulado» es allí descrito prácticamente con los caracteres de h., que reaparecerán en el Tartu f o de Moliére. La reflexión ética, desde Sócrates, Platón, Aristóteles, Teofrasto, parece tender a rehabilitar la «ironía». Ésta significa en la Ética a Nicómaco OV,13,1127b,22) una cierta discreción o reserva en manifestar los propios sentimientos, un casi pudor que se inclina a hablar de uno mismo disminuyendo las propias cualidades. De ahí igualmente el peligro de incidir en la simulación pura y simple, en una forma exagerada de h. Para el análisis de la doctrina de Aristóteles, en su contexto históricodoctrinal puede consultarse R. A. Gautier y J. Y. Jolif, L'Ethique d Nicomaque, 11,1, Lovaina-París 1959, 313-315. El pensamiento cristiano estará estimulado por esa contribución helenística, aunque su fuente es de inspiración nítidamente bíblica.
     
      El calificativo hipócrita aparece 17 veces en los evangelios sinópticos, siempre en los labios de Jesús. Constituye una de las características del lenguaje del Maestro, empeñado en purificar la religión revelada de las taras del fariseísmo (v. FARISEOS). Comportando eJ sentido general de «disimulación del pensamiento» (cfr., p. ej., Gal 2,13; Mc 12,15; Le 20,23) la h., en el mensaje evangélico, expresa el vicio radicalmente opuesto a la autenticidad (v.), a la sinceridad (v.) que prepara y acompaña la acogida del Reino de Dios, situándose en la prolongación de la doblez, de la falsedad interior del hombre dipsychós que denuncian los escritos sapienciales. Jesús se refiere particularmente a las condenaciones lanzadas por los profetas contra la religión puramente exterior, desprovista de las dimensiones de interioridad y de pureza teologal (Me 7,6; Mt 15,7...). La reprobación de la h. farisaica está, por tanto, en conexión íntima con los temas fundamentales del N. T. como plenitud de la religión revelada. Se encuentra estigmatizada en el Sermón de la Montaña como una actitud diametralmente opuesta al ser cristiano (Mt 6, 1-18; v. BIENAVENTURANZAS). De ahí, igualmente, la vehemencia de los apóstrofes de Jesús en su juicio sobre los obstáculos que se oponen a la predicación del Reino: «sepulcros blanqueados» (Mt 23,27; Le 11,44), los adversarios del Evangelio representan la oposición más profunda a la vida eterna que ya se inicia en lo íntimo de los corazones. Semejante tema es desarrollado en el 4° evangelio, donde el testimonio a la Verdad, particularmente el «culto en espíritu y verdad» (lo 4,24) manifestado por el Hijo de Dios, choca en los obstáculos de la búsqueda de la vanagloria farisaica.
     
      Tradición patrística. Tal enseñanza evangélica encuentra una amplia resonancia en la tradición cristiana. Los Padres y escritores griegos son sensibles a los matices del término h., desarrollando frecuentemente la comparación de la representación teatral, tan familiar al mundo grecorromano. Así Orígenes, en su tratado Sobre la oración, que se inspira en las enseñanzas del Sermón de la Montaña, se ocupa de los caracteres de sinceridad filial de la oración cristiana (PG 11,479A-B). Y S. Basilio, en la hom. 1 Sobre el ayuno, vuelve sobre las insistencias del Maestro, describiendo la h. mediante la analogía del comediante: «muchos llevan en este mundo una vida teatral (theatrizousin), llevando en el corazón una cosa totalmente diferente de la que ostentan en el rostro... Muéstrate tal cual eres» (PG 31,16513). La tradición latina desarrolla los mismos temas, que encuentran en S. Agustín su expresión clásica. Su De serm. Domini in Monte constituye una fuente de meditación y reflexión para la espiritualidad y la teología medievales (especialmente, L. 11. c. 2, n. 5 ss.: PL 34,1271 ss.). En el 1. X de sus Etimologías S. Isidoro de Sevilla condensa y vulgariza esas lecciones (PL 82,379-380). Pero es S. Gregorio quien suministrará a los teólogos los primeros elementos de sistematización, en su famoso 1. 31 de las Moralia, tan importante para la historia de la moral cristiana. A propósito del «plumaje del avestruz» (símbolo de la exterioridad) en su comentario espiritual al libro de Job da una descriptiva caracterización de los comportamientos fingidos señalando las desastrosas repercusiones en la vida espiri. tual (cc. 8-20: PL 76,578-593). En su afán en sistematizat vicios y virtudes, S. Gregorio incluye la h. en el «ejércitc de la vanagloria» (ib., 621A; cfr. Sum. Th. 2-2 8132 a5)Reflexión teológica. La teología medieval realiza una sistematización doctrinal, colocándose en una doble perspectiva: la primera, representada por Alejandro de Hales. que se mantiene estrechamente fiel a los datos tradicionales sin recurrir a la elaboración helenística. Así, al tratar de la mentira (v.) a propósito de los pecados cometidos por medio de la palabra, en conformidad con la catequesis, igualmente estudia la h. como un pecado opuesto directamente a la bondad divina (Summa Halensis, L. II, Ilp., Inq. 3, Tr. 8, sec. 1, q. 3, tít. 1). Para él la h. constituye un obstáculo a la verdadera santidad que Dios quiere comunicarnos.
     
      La segunda perspectiva es rastreada por S. Tomás, en la Sum. Th. En el comentario a las Sentencias aún sigue, en armonía con Pedro Lombardo, una orientación semejante a la de Alejandro de Hales clasificando la h. como un impedimento interior a la verdadera penitencia (cfr. IVS, dl6, q4 al). Por el contrario, en la parte moral de la Sum. Th. las virtudes son organizadas según los criterios formales, tomados en préstamo de Aristóteles. La h. constituye así una especie del vicio general de simulación, que se opone a la virtud de la veracidad (v.), consistiendo en una «suerte de mentira en acción». La verdad exige una conformidad de las palabras y comportamientos con la convicción interior. El fingimiento le es contrario, así como la falsedad en palabras (cfr. 2-2 glll al). Lo que caracteriza formalmente la h. y la hace una especie de simulación es el empeño en «representar un personaje», en general, mejor de lo que es en realidad. La comparación teatral, tan frecuente en la tradición, ilustra esta peculiaridad de la h. (cfr. ib., a2). Considerada de esta forma, la h. tendrá la misma gravedad de la mentira, constituyendo un pecado, grave o leve en la medida que se opone o no directamente a la caridad; es decir, en la medida en que desvía fundamentalmente la persona de su valorización espiritual o perjudica gravemente a otro, particularmente en la vida social. Por el contrario, será tenida por una falta leve, cuando corresponde a una debilidad, en busca de un disfraz en beneficio de menor importancia, que no acarrea graves perjuicios ni para uno mismo, ni para otro (cfr. ib., a4).
     
      Los remedios verdaderamente eficaces contra la h. consisten en un desenvolvimiento armonioso de la personalidad cristiana, en un clima de espontaneidad y franqueza, de autenticidad y sinceridad. Esa búsqueda desinteresada de los valores auténticos estará estimulada por la orientación teologal de una vida evangélica, llevada bajo la mirada paterna de Dios (Mt 6,4; 6,18).
     
      V. t.: MENTIRA; SINCERIDAD.
     
     

BIBL.: S. TOMÁS DE AQUINO, Sum. Th. 2-2 g111 y comentarios; T. ORTOLAN, Hypocritee, en DTC V11,365-369; P. SERTILLANGES, La philosophie morale de S. Thomas d'Aquin, París 1946, 224 ss.; B. ZUCCHELLI, Hypocrites. Origine e storia del termina, Brescia 1962; C. SPICQ, Teología moral del Nuevo Testamento, Pamplona 1970, 282-289.

 

C. J. PINTO DE OLIVEIRA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991