1. Lengua. Ya en los últimos libros de la Biblia hebrea es notoria la
influencia de la lengua aramea (V. ARAMEOS 111) y la aparición de nuevas
formas de expresión, tendencia que se acentuará desde el s. i a. C. y los
s. i y ii d. C. En la morfología y el léxico fundamental, la lengua hebrea
sigue siendo, tras el cierre del canon bíblico del A. T., la misma de
antes, pero la libertad de creación de neologismos se amplía para derivar
de raíces conocidas nuevos nombres abstractos y concretos; el significado
atribuido a las formas o conjugaciones verbales adquiere mayor rigidez y
precisión, perdiéndose algunas formas antiguas, de las que no quedan más
reliquias que los participios; se renueva el juego de conjunciones y
preposiciones, así como el significado de muchas palabras; en el léxico,
se incorporan numerosas palabras griegas helenísticas, muchas latinas e
incluso persas, además de las arameas más o menos hebraizadas. Los cambios
más importantes se registraron en la pronunciación y, sobre todo, en la
sintaxis, que vio la desaparición de giros típicos de la Biblia y el
despliegue de las oraciones subordinadas; la determinación temporal se
hace más precisa con ayuda del participio y el verbo «ser» como auxiliar.
Los autores no se ponen de acuerdo en cuanto a la fijación del
tiempo en que dejó de hablarse el hebreo para continuar viviendo sólo como
lengua literaria. La opinión tradicional admitía que ya desde la
cautividad de Babilonia los judíos abandonaban el hebreo, sustituyéndolo
paulatinamente por el arameo, pero una reacción nacionalista les llevó a
escribir un hebreo más puro, que con el retorno a Jerusalén autorizado por
los soberanos persas fue perdiendo fuerza hasta el punto de que en tiempos
de Jesucristo la lengua hablada era el arameo, habiendo quedado el hebreo
como lengua muerta conservada únicamente por los jurisperitos y en el
servicio religioso del Templo. Frente a esta opinión tradicional, un nuevo
punto de vista, mantenido por los eruditos Luzzatto, Graetz, Gesenius,
Herzfeld, Neubauer, Noeldeke, Chomsky y Cavalletti, sostiene que el hebreo
posbíblico siguió siendo lengua viva, como puede deducirse de ciertos
indicios de lengua vernácula: concisión, dinamismo, vocabulario de la vida
corriente y ausencia de circunloquios y perífrasis; así, M. Grintz ha
llegado a sostener que la lengua original del Evangelio de S. Mateo fue,
no el arameo como se viene admitiendo, sino el hebreo; sólo al fracasar la
sublevación contra los romanos de los a. 132-135 d. C., se abandonó el
hebreo hablado. Una tercera teoría, acertada en nuestra opinión, es la de
E. Margaliot: hay que partir del hecho cierto del bilingüismo. En la época
del segundo Templo y en el periodo subsiguiente, los judíos utilizaban
tanto el hebreo como el arameo, como puede verse por la existencia
contemporánea de rezos en arameo y en hebreo, de documentos jurídicos
tanto en una como en otra lengua, e incluso de refranes y dichos
populares; asimismo los debates de las academias jurídicoreligiosas están
en hebreo y en arameo. Lo que ocurría era que, como fluentes en ambas
lenguas, los judíos llegaron a un hebreo mezclado con arameo y viceversa.
A partir del s. vii, al conquistar el Islam países con importantes
núcleos judíos, la lengua árabe ocupó el puesto del arameo; igualmente
ocurrió en las Edades Media y Moderna en los países europeos: los judíos
allí asentados hablaron los idiomas romances, germánicos y eslavos de sus
naciones respectivas, quedando el hebreo como lengua intelectual,
religiosa y epistolar, hasta que a finales del s. xix y en el xx, el
movimiento de retorno a la Tierra Prometida (sionismo, v.) produjo la
revitalización del hebreo como lengua popular y vernácula en Palestina.
Este hebreo novísimo tiene una sintaxis próxima a la indoeuropea, sin
dejar de ser semítica (v. SEMITAS Iii), un vocabulario que aumenta día a
día y una pronunciación de compromiso entre el modo sefardí (v. SEFARUíES
ii) y el askenazí; pero en la morfología, en el vocabulario fundamental y
en numerosos rasgos sintácticos, es sustancialmente el mismo hebreo
bíblico y también el de la Edad Media.
2. Literatura. Como es natural, en un ambiente de progresiva
pluralidad lingüística, inestabilidad política y dispersión geográfica, la
literatura de los judíos no se escribió exclusivamente en hebreo, y esto
hace forzoso la mención de la literatura en otras lenguas, bien porque a
ella se tradujeron originales hebreos perdidos hoy en gran parte (p. ej.,
libros apócrifos y apocalípticos; v. APóCRIFOS BÍBLICOS; APOCALIPSIS ii),
bien porque se adoptó al hebreo, en traducciones más o menos literales, lo
escrito por los judíos en otras lenguas (árabe, principalmente). La
literatura hebrea posbíblica puede encuadrarse en cuatro ciclos:
helenístico-oriental, medieval, de la Ilustración y contemporáneo.
Época helenístico-oriental (s. IIi a. C. Ix d. C.). Se caracteriza
por la producción de obras en hebreo, arameo y griego que reflejan, por un
lado, la angustia de la inestable situación política, de la que se evadía
el hombre poniendo las esperanzas en un mundo futuro en el que dominara la
Ley de Dios, donde los justos fueran premiados y los malos castigados
(literatura apócrifa y apocalíptica); por otro lado, la forzada
convivencia en un ambiente de dominio político y cultural grecorromano
forzaba a utilizar la lengua griega en dos sentidos: uno, en beneficio de
los judíos que ya no dominaban el hebreo, especialmente para los que
vivían fuera de Palestina, sobre todo en Alejandría; otro, para
defenderse, y atacar a su vez, de las acusaciones y calumnias de los no
judíos; finalmente, perdida la soberanía política en el a. 70, el signo
distintivo del pueblo judío pasó a ser su religión, que quedó así como la
fuerza de cohesión en los tiempos de la Diáspora (v.), por lo cual el
venero de la tradición religiosa fue amorosa y empecinadamente conservado,
estudiado y repetido.
De la corriente apócrifo-apocalíptica se ha conservado en
traducciones 117 Esdras (hebreo o arameo); III Macabeos (griego, con
numerosos hebraísmos), relato de una persecución de los Ptolomeos de
Egipto contra los judíos; IV Macabeos, obra típicamente helenística basada
en el Macabeos (v.) deuterocanónico. Propiamente apocalíptico, es decir,
aquellos cuyo autor afirma haber tenido una visión de cosas reveladas a
algún personaje de Israel, entre las que se encuentran los misterios de
los cielos, el proceso divino de la historia o el mundo de ultratumba,
son: el Libro de Enoc (etíope), de época y autores diversos; Enoc eslavo,
II Enoc o Secretos de Enoc, originariamente en griego; hebreo o arameo,
pero nos ha llegado en traducciones es el Libro de los Jubileos o Pequeño
Génesis, ampliación del Gen 1,1 a Ex 14,31, con numerosas leyendas sobre
los Patriarcas y con la secreta intención de demostrar que el judaísmo
(v.) de su tiempo ya existía desde el principio de la historia humana; el
Testamento de los Doce Patriarcas contiene el relato legendario del
discurso de despedida de cada uno de ellos en su lecho de muerte; esta
obra y la anterior sufrieron interpolaciones cristianas; los Salmos de
Salomón, apócrifos, el Apocalipsis de Baruc, conservado en siriaco, la
Asunción de Moisés, conservado en latín, con el discurso de Moisés antes
de morir y el libro IV Esdras son obras originariamente escritas en hebreo
o arameo y luego traducidas al griego y difundidas por los primeros
cristianos. La Vida de Adán y Eva no es de original hebreo.
La literatura judoo-helenística comprende las diversas versiones
griegas de la Biblia (v. BIBLIA vi, 2), las interpolaciones de propaganda
judía en la poesía griega clásica y diversas obras de carácter dramático,
histórico, apologético y filosófico en defensa de la antigüedad de los
judíos como pueblo, de la prioridad de su cultura y de la racionalidad de
su religión. Sus autores principales son: Filón el Viejo, Teodoto,
Ezequiel el Dramático, Demetrio, Eupolemo y Artapano; Jasón de Cirene, el
autor de la Epístola de Aristeas, el pseudo Hecateo de Abdera, Tallo y
Justo de Tiberiades; a todos exceden Filón de Alejandría (v.), filósofo y
Flavio Josefo (v.), historiador. Desde un punto de vista estrictamente
literario, el N. T. es también obra de judíos que utilizaban el griego. El
poliglotismo judío se ve claro en los rollos del mar Muerto, de las
cercanías de Qumrán (v.) en que, junto a copias de los libros bíblicos,
salvo Ester, se han encontrado fragmentos de obras apócrifo-apocalípticas
a veces en la lengua original, comentarios aplicados a la situación del
momento de diversos libros bíblicos (pésarim), manuales de organización de
la secta y varias obras desconocidas totalmente hasta ahora y cuya
existencia ni siquiera se sospechaba.
La preocupación religiosa fue preponderante en la literatura judía
una vez perdida la soberanía política en el a. 70, fecha en que, al ser
destruido el Templo, desapareció el partido sacerdotal o de los saduceos,
quedando los rabinos o fariseos como guías indiscutidos del judaísmo. El
judaísmo rabínico se basaba en el estudio de la Biblia y en la aceptación
de la autoridad de la tradición del Derecho consuetudinario, trasmitido de
maestro a discípulo, o ley oral, que contenía un aspecto
jurídico-religioso (Hálakah, andadura) y otro ético y legendario (Haggadah
o Agadá, conseja). La ley oral equivale al Magisterio tradicional de la
Iglesia, y sus primeros peritos se llamaron tanna'im, repetidores; entre
ellos destacan Hilel (v.), Sammay (v.), Yóhanan ben Zakkay, quien, tras la
destrucción del Templo reunió un colegio de personalidades en Yabneh que
reconstruyó el judaísmo; Rabí Ismael, autor del núcleo original de la
Mékilta' (divisiones), obra que recoge los versículos bíblicos que pueden
fundamentar algunas de las opiniones de la ley oral, y Rabí Aquiba (v.),
que excluyó del canon hebreo (v. BIBLIA II) a los libros deuterocanónicos.
El conjunto de toda la ley oral admitida por los tanna'im recibió el
nombre de Misnah (repetición). Su compilación en seis órdenes y éstos en
diversos tratados, se debe a Rabí Yéhúdah ha-Nasi', el Príncipe (135-ca.
220). La adaptación de la Misnah, ya compilada, a las necesidades
cambiantes de la vida obligó a comentarla; ese comentario se hizo en
arameo y recibió el nombre de Gémara', mientras que ciertos añadidos se
denominaron Tóseftta'; la Gémara' fue obra de los 'ámóra'im, primero, y
luego de los sébóra'Ym; la Misnah, más su comentario o Gémara', recibió el
nombre de Talmud (v.), enseñanza, obra colectiva terminada el s. v d. C.
en dos versiones: la de Palestina o Talmud de Jerusalén, con la Gémara' en
arameo occidental y con preponderancia de la Hálakah, y el Talmud de
Babilonia, con la Gémara' en arameo oriental y una mayor concesión a la
Haggadah. La extensión y complejidad del Talmud obligó a reducirlo a
códigos sistemáticos, a escribir introducciones, a explicar su vocabulario
y, sobre todo, los peritos y autoridades en talmudismo hubieron de
contestar a las preguntas y aclaraciones que se les hacía desde todas
partes, originándose así un género literario-jurídico peculiar: las
Responsa (v.).
Época medieval. De raíces antiguas, pero redactado definitivamente
entre los s. vi a xi d. C. es el Midrás (v.), pl. Midrasim (búsqueda),
género en el que el conjunto de tradiciones legendarias, interpretaciones
bíblicas y enseñanzas éticas de los rabinos se adapta a los diversos
libros bíblicos versículo a versículo; los midrasím se recogieron en
diversas colecciones, que recibieron los nombres de Midras Rabba', mayor,
Midras Tahúma', Midras Yélammédénú, Pés"tgta' (colección de sermones
basados en versículos bíblicos), Midras ha-Gadól (grande), y hombres
también de diversos libros sueltos. La enseñanza religiosa y moral se
mezcla en la Haggadah con rudimentos científicos populares, tradiciones
legendarias y costumbres folklóricas. Son predominantemente piadosos: el
Alfabeto de Ben Sira, Mégillat Sétarim (rollo de secretos), Pirgé 'Abót
(capítulos de los Padres), 'Ábót de Rabí Natán (comentario al libro
anterior); las colecciones de Fábulas no nos han llegado íntegras, pero el
género existió; la Haggadah histórica está representada por el rollode las
genealogías (Mégillat Yúhasin), el de los días de ayuno (Mégillat Ta'ánit)
del orden del mundo (Seder `ólam), etc., obras todas mitad colectivas y
mitad anónimas.
Una vez organizado el culto en las sinagogas, adquieren gran
importancia las poesías religiosas recitadas en la liturgia, mediante las
cuales la comunidad se identifica con la emoción religiosa del poeta (paytan,
pl. paytanim), que a su vez en época de persecución utiliza sus
composiciones (piyyút, pl. piyyútim) para enseñar temas
jurídico-religiosos por medio de veladas alusiones sólo inteligibles, para
los iniciados, lo que hace a muchos piyyútim (v.) difíciles de entender y
forzados en su construcción gramatical. El piyyút recurre a las estrofas,
acrósticos, aliteraciones, citas bíblicas, estribillos, etc., pero hasta
el s. x no se emplea la rima sistemática ni la métrica cuantitativa,
introducidas por los judíos españoles según la falsilla de la poesía árabe
clásica. Los paytanim más antiguos y famosos de Palestina son Yose ben
Yose, Yannay y Qalir, del s. vli. En la Edad Media, la literatura hebrea
recibe nueva vida con la emulación e imitación de la literatura árabe. Se
traduce la Biblia al árabe y se adopta, además de la poesía métrica, la
prosa rimada, la temática filosófico-religiosa, la preocupación por la
gramática y los avances científicos, astronómicos sobre todo. Saadia ben
Yosef (v.), gaón de Fayum, tradujo la Biblia al árabe y puso los cimientos
de la gramática hebrea; comentó la obra místico-filosófica Sefer Yésirah
(libro de la creación) y mantuvo una viva polémica contra una nueva secta
judía fundada por `Anan ben David en el a. 767 y consolidada por Benjamín
Nahawendi (830-850), la de los caraítas. El caraísmo niega la autoridad de
la ley oral y, por tanto, la de los rabinos, admitiendo únicamente la
Biblia; ello dio gran impulso a los estudios gramaticales y textuales,
pero la mayoría de los caraítas escribieron en árabe.
El centro literario y cultural hebreo pasó en la Edad Media a
España, donde se estudió la Biblia desde el punto de vista religioso y
gramatical, se crearon centros talmúdicos y se dio gran impulso al estudio
de las ciencias físicas y matemáticas; se cultivó la poesía profana al
modo árabe, la prosa rimada y la poesía sagrada tanto al modo antiguo como
con la métrica árabe; los historiadores y filósofos fueron notables y el
misticismo cabalista alcanzó su apogeo. La literatura más importante se
produce prácticamente en España, primero en la musulmana y luego en la
cristiana, por lo cual, quien quiera conocer la literatura hebrea durante
la Edad Media ha de recurrir a la literatura hispano-hebrea (v.). En la
Europa franco-germánica se cultivan el midrás, los estudios talmúdicos y
la exégesis bíblica en ambiente de gran piedad, pero poco científico. Las
figuras principales son Gerson ben Yéhúdah (m. 1040), talmudista y poeta
al modo antiguo; Rabí Sélomoh ben Yishaq (Rasí, v.), comentarista de la
Biblia y del Talmud, de lenguaje sencillo y puro, pero con abundantes
términos no hebreos, ejerció gran influencia sobre los intérpretes judíos
de la Biblia y aun sobre los cristianos; Leví ben Gersom, Gersónides
(1288-1344), filósofo aristotélico, científico, comentador de la Biblia y
médico de profesión, su obra más famosa es Milhamot 'Ádónay (guerras del
Señor), de tendencia averroísta; representante de un género muy difundido,
el de los tosafistas o escoliastas del Talmud, puede ser Me'ir ben Barúk
de Rotenburgo (m. 1293).
Renacentista, que pasó en Italia gran parte de su vida, es Elías
Levita (1469-1549), gramático y perito en la Masora, o notas que acompañan
al. texto hebreo de la Biblia para garantizar la pureza de su trasmisión.
Además de los poetas del Sur de Italia, hay que destacar a Emmanuel (`Immanú'el)
de Roma (1270-1330), introductor del soneto en la poesía hebrea. Después
de la expulsión de los judíos de España en 1492, los focos principales de
actividad literaria hebrea son: Holanda, Italia y Turquía (Palestina).
Yosef Caro (v.) y Obadía (°Obadyahú) de Bertinoro (m. 1510) representan
los estudios de la Hálakah; Moseh Cordovero (m. 1570) e Isaac (Yishaq)
Luria, el cabalismo de Safed. Moseh Hayyim Luzzatto (1714-47) es cabalista
y a la vez versado en las ciencias profanas, poeta y autor de dramas en
verso. A partir del s. xvi, la literatura hebrea como toda la vida judía,
sufre un gran declive, especialmente en Centroeuropa y Rusia.
Época de la Ilustración. Al calor de las ideas de la Revolución
francesa (v.) y de la Ilustración (v.), surge un deseo de reforma, llamado
Haskkalah (Ilustración), que combate por igual al rabinismo rutinario y al
misticismo inculto de otro movimiento, el de los Hasidim o jasidismo (v.
ASIDEOS), que ha producido una rica literatura en torno a sus santones;
son relatos legendarios, llenos de milagros y redactados en un estilo
sencillo dentro de una atmósfera devota; toman generalmente la forma de
cuentos; Martin Buber (v.) ha recogido los relatos en torno a Ba'al lem
Tób, fundador del movimiento, y a Rabí Nahman de Bratislavia; Semuel Yosef
Agnon, premio Nobel, es autor de numerosos relatos cortos. Dentro de la
Ilustración o Haskkalah, cuyo fundador fue Moisés Mendelssohn (1729-86),
hay que destacar al fundador de la novela hebrea. Abraham Mapu (1808-68),
a los poetas Yehudah Leib Gordon (1830-92) y Mikah Yosef Lebenson
(1828-52) y al novelista Peretz Smolenskin (1842-85). Todos estos autores
resucitaron el hebreo bíblico (v.) y pretendieron fomentar entre los
judíos del ghetto eJ gusto por el arte y el conocimiento de las
literaturas europeas. El hebreo bíblico pronto se manifestó insuficiente,
hubo que inventar nuevos terminos y modos de expresión, hasta que se
renació como lengua hablada en Palestina. De época intermedia son Hayymn
N. Bialik (v.) y Saúl Chernijovsky, poeta quejumbroso el primero y
exultante el segundo, ambos de talla internacional; novelistas son H.
Hazaz y Y. Burla. La mujer, ausente de las letras hebreas, aparece con el
trío de poetisas Débora Baron, Raquel Bluvstein y Anda Pinkerfield.
Época contemporánea. Las nuevas generaciones, nacidas ya en
Palestina y que han asistido a la creación del Estado de Israel, tienden a
expresarse por medio de la poesía y el cuento corto, en el que emplean el
argot y las frases hechas del nuevo hebreo hablado. Su mayor novelista es
Moseh Shamir y el poeta más popular Natán Alterman. En general, la nueva
literatura hebrea sigue las tendencias de las literaturas europeas y de
los novelistas americanos; suelen utilizar el verso libre.
V. t.: APÓCRIFOS, BÍBLICOS; APOCALIPSIS 11; HISPANOHEBREA,
LITERATURA.
BIBL.: D. GONZALO MAESO, Manual
de Historia de la Literatura hebrea, Madrid 1960; F. CANTERA BURGOS,
Literatura hebrea, en Historia de la Literatura universal, dirigida por C.
PÉREZ BUSTAMANTE, 4 ed. Madrid 1947; A. WAXMAN, A History of Jewish
Literature trom the close of the Bible to our own day, 5 vol., reed.
ampliada, Nueva York 1960; U. CASSUTTO, Storia della letteratura ebraica
postbiblica, Florencia 1938; 1. ABRAHAMS, A short history of Jewish
literature, Londres 1906; J. WINTER, A. WÜNSCHE, Die Jüdiche Literatur,
Berlín 1897 (con antología en alemán); M. STEINSCHNEIDER, Jewish
Literature from the Eight to the Eighteenth century. With an Introduction
to Talmudand Midrash, Londres 1857; G. KARPELEs, Geschichte der iüdischen
Literatur, Berlín 1920; H. HARRY, Hebraic Literature. Translations from
the Talmud, Midrashim and Kabbala, Nueva York 1936; B. HALPER,
Postbiblical Hebrew Literature. An Anthology, Filadelfia 1946; H. BRODY,
M. WIENER, Anthologia Hebraica. Poemata selecta, Leipzig 1922; H. T.
ANDREWS, C. F. PFEIFFER, An Introduction to the Apocryphal Books of the
Old and New Testament, Michigan 1964; J. BONSIRVEN, La Bible Apocryphe en
marge de 1'Ancien Testament, París 1953; 1. M. GRINTZ, Hebrew as the
spoken and written language in the last days of the Second Temple, «Journal
of Biblical Literatureu (1960) 32-47; H. L. STRACK, Einleitung in Talmud
und Midrasch, Munich 1930; H. DANBY, The Mishnah, Oxford 1933; L. GINZBERG,
A commentary on the Palestinian Talmud, Nueva York 1941; M. WALLESTEIN,
Some unpublished Piyyutim jrom the Cairo Genizah, Manchester 1956; L.
NEMoy, Karaite Anthology, New Haven 1963; S. HALKINE, La Littérature
Hébraique Moderne, París 1958; M. GUIL, La literatura hebrea moderna,
Montevideo 1967.
F. DFAZ ESTEBAN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
|