Escrito canónico del N. T., que forma tradicionalmente parte del corpus
paulino. En el texto de esta carta (que designaremos con la abreviatura
Heb) no aparece ni el nombre del autor, ni se especifica el grupo de
cristianos a quienes se dirige. Más que de una carta, se trata de una
epístola (según la distinción de Deissmann; v. EPísToLAS), por la amplitud
y profundidad de su exposición dogmática. El mismo autor la define como
una palabra de exhortación llógos tes parakléseos) (13,22), que bien
podemos entender en el triple valor del término paraklesis: palabra de
defensa o apología de la fe cristiana lograda por medio de una exposición
iluminada de la grandeza de la nueva fe; palabra de exhortación que
estimula y alienta a la perseverancia o que amenaza a estos cristianos con
la perspectiva terrible que provocaría una defección irreparable; palabra
de consuelo, ya que esos cristianos a quienes se dirige han tenido que
soportar penas y sufrimientos por la fe.
1. Autor. La tradición ha relacionado siempre esta carta o epístola
con S. Pablo, si bien manifestando a la vez que en su redacción podrían
haber intervenido otras personas, que habrían desarrollado ideas e
indicaciones paulinas. Vamos a continuación a dar una visión general de
este punto.
El examen interno de Heb indica, sin lugar a dudas, que su autor es
un judeo-cristiano. Es un escritor que conoce a la perfección la
literatura bíblica y extrabíblica y que no ignora el pensamiento
filosófico griego, particularmente en la versión judeo-helénica de Filón.
Es el mejor escritor griego del N. T. (v. GRECIA xiiI). La fuerte
repercusión que tienen en él los temas del culto podrían hacernos pensar
en un cristiano proveniente de los medios sacerdotales judíos. Su
formación cristiana es excepcional. Se siente apóstol y dirigente
cristiano, aunque no afirma explícitamente los vínculos de paternidad
espiritual que manifiesta, p. ej., cualquier otra página de los escritos
de S. Pablo.
El testimonio de la tradición cristiana de los primeros siglos
muestra que la indeterminación del autor de Heb viene ya de antiguo.
Mientras que en Oriente se la considera siempre como un escrito canónico y
se le atribuye a S. Pablo, en Occidente no figura a veces en el canon
bíblico y la autenticidad paulina no se reconoce o es puesta en duda
(segunda mitad del s. ii al s. iv).
Entre los escritores orientales, encontramos referencias a Heb ya en
el s. II o algo antes (uso de expresiones y temas característicos) por S.
Ignacio de Antioquía (m. ca. el año 100; v.), por la llamada Carta de
Bernabé (antes del 130), por la Didaché (primera mitad del s. ii) y por S.
Policarpo (m. en el a. 156). Hay que llegar, sin embargo, hasta Panteno
(m. hacia el 200) para hallar una referencia explícita a Heb; para
explicar por qué no aparece el nombre del Apóstol, sugiere que S. Pablo,
por respeto al Señor, no quiso presentarse como apóstol de los hebreos.
Clemente de Alejandría (m. antes del 215) sostiene latesis de un original
hebreo escrito por Pablo y de una traducción griega de Lucas, indicio de
que era consciente de las diferencias lingüísticas entre Heb y los demás
escritos de S. Pablo. A principios del s. iIi el importante papiro de
Chester Beatty, P46, la incluye en el corpus paulinum entre Rom y 1 Cor.
Orígenes admite también un original hebreo (de S. Pablo) y una traducción
griega (que le da nueva forma literaria) de autor desconocido; afirma la
autenticidad paulina de Heb, aunque reconoce que hay iglesias que no la
admiten.
Muy antigua es la primera referencia a Heb que hallamos en los
escritores occidentales, es la de la Carta de S. Clemente Romano (finales
del s. i) que la cita ampliamente y conoce bien su pensamiento. Ha sido
utilizada también por Hermas hacia el a. 140. Marción (hereje) la excluye
de su canon. No parece que sea usada por S. Justino (m. ca. el 165),
aunque otros opinan lo contrario. San Ireneo (m. ca. el 200) no parece
considerarla como escrito apostólico, al menos no se halla en él ninguna
cita cierta. El Canon de Muratori (primeros años del s. III) en su estado
mutilado actual no menciona a a Heb. Tertuliano (m. después del 220) la
cita como de Bernabé. S. Hilario la retiene, en cambio, como auténtica de
S. Pablo. El Ambrosiaster (escrito entre los a. 366384) sólo comenta las
13 cartas de S. Pablo, aunque cita a Heb. S. Agustín admite su canonicidad
expresamente y, consciente de las dudas que hay sobre la autenticidad
paulina, se inclina en favor de ésta. S. jerónimo igualmente admite su
canonicidad y la autenticidad paulina y afirma que entre los romanos no se
la considera auténtica de S. Pablo.
Los estudios de la crítica exegética de los últimos tiempos han
vuelto a poner de manifiesto lo que ya advirtió la Antigüedad: que el
lenguaje y estilo de Heb es muy distinto del de las cartas cuya atribución
a S. Pablo es absolutamente segura. De ahí que diversos autores -todos los
racionalistas y algunos otros- la excluyan del corpus paulino. Otros se
inclinan por la solución ya propuesta antiguamente: su núcleo es paulino,
si bien la redacción es de otra mano. La Pontificia Comisión bíblica, en
una respuesta de 1914, consideró que las dudas acerca del autor que
surgieron en una parte de la tradición occidental no son tales como para
negar el origen paulino de la carta aunque no sea necesario admitir que S.
Pablo le diese la última forma literaria. Ya desde antiguo se han sugerido
varios nombres como posibles redactores o compiladores de este escrito:
Clemente Romano, Bernabé, algún discípulo del Bautista, Apolo, Silas, S.
Pedro, etc.
2. Destinatarios. Con toda probabilidad se trata de cristianos
provenientes del judaísmo; pero poco más puede decirse. He aquí algunas
hipótesis: antiguos sacerdotes de Jerusalén que habrían abrazado la fe muy
temprano y que sufrieron el influjo de la predicación de Esteban (son
evidentes las afinidades entre Heb y el discurso de Esteban en Act
7,1-53); un grupo de judeocristianos de Roma, lo que explicaría bien que
Heb fuera conocida y utilizada a finales del s. i por Clemente Romano y la
expresión «os saludan los de Italia» (Heb 13,24); judeo-cristianos de
Alejandría o del Asia Menor, provenientes del mundo judío helenizado e
influenciados por el pensamiento filónico; recientemente se ha pensado
también en cristianos provenientes o relacionados con los medios
religiosos de Qumrán.
3. Fecha. El que Heb haya sido utilizada por Clemente Romano a
finales del s. i obliga a datarla en fecha anterior al a. 95. Como para la
datación de otros escritos del N. T., el a. 70, fecha de la destrucción de
Jerusalén, señala un punto de referencia importante. El autor de Heb
compara constantemente el antiguo culto levítico con la nueva realidad
religiosa cristiana, para ello hace una descripción minuciosa del
santuario israelítico. Podría pensarse que, si el Templo de Jerusalén
estuviera ya destruido cuando fueron escritas estas páginas, el autor no
se hubiera preocupado tanto del culto levítico, pues ese culto hubiera
dejado de ejercer su atractivo sobre los cristianos a quienes escribe.
Teniendo esto en cuenta, con algún otro detalle, puede datarse la epístola
entre los a. 64-67.
Puede, sin embargo, observarse fácilmente que la descripción que
hace Heb del culto levítico es más bien literaria y doctrinal, es decir,
tomada de los textos del A. T.: no habla, p. ej., del Templo, sino de la
tienda de la Alianza; describe los lugares del culto antiguo de forma que
no corresponden con los del Templo herodiano y sólo podemos relacionarla
con las descripciones del Levítico. Por otro lado, los rabinos continuaban
discutiendo sobre detalles del culto mucho después de la destrucción de
Jerusalén. Estos datos y el hecho de que Heb pueda ser datado con
posterioridad a los escritos redactados por el mismo S. Pablo nos inclinan
a situar esta carta en una fecha posterior al a. 70 y anterior al 95.
4. Texto. Las vicisitudes que ha corrido el texto de Heb son
parecidas a las de las cartas de S. Pablo. En los códices aparece colocado
al final de dichas cartas (excepto en el P46), probablemente por las
dificultades existentes sobre su autenticidad. El texto se ha mantenido
bien en la tradición manuscrita, no hay variantes que afecten el sentido.
La mejor tradición está representada por los códices de la familia
alenjandrina y el P^,5 que completa la laguna final del códice B.
5. Posibles fuentes. Los historiadores y exegetas al estudiar esta
carta han creído poder discernir en ella diversas influencias o al menos
pensamientos que Heb tendría presentes. Vamos a exponer sus conclusiones,
señalando que algunas (las referentes a Filón y Qumrán) son bastante
hipotéticas.
a) Fundamentación bíblica. La Biblia es la base de toda la Epístola.
Las citas del A. T. son constantes, cada tema doctrinal que toca aparece
corroborado por abundantes textos. Dios se ha dirigido a los hombres de
dos formas, a los padres por ministerio de los profetas (1,1), a nosotros,
en cambio, por medio de su Hijo (1,2). Esa palabra dicha al hombre en la
Antigüedad no ha perdido su vigencia. La revelación divina es vista por el
autor de Heb, no tanto como una manifestación progresiva de Dios que
reporta al lector a una historia pasada, sino como una unidad viva que
sigue interpelando al hombre en cada momento. Son muy frecuentes, para
introducir una cita bíblica, los verbos «decir» o «hablar»: Dios sigue
hablando por medio de esa palabra antigua a cada cristiano. El mundo se
puede ver en dos niveles o esferas, una de las realidades visibles y otra
la de las invisibles, la primera orienta hacia la segunda y encierra en
fondo la clave de su interpretación. La religiosidad veterotestamentaria
pertenece al universo de las cosas visibles, la nueva realidad cristiana
al de las invisibles. Entre ambas media una relación que Heb define como
la relación de boceto a obra terminada, de sombra o imagen a realidad
perfecta. La interpretación del A. T. consistirá en un proceso que desvele
los múltiples contenidos puestos por Dios en esa palabra que está
figurando la nueva realidad cristiana: el antiguo santuario levítico
reproduce el verdadero santuario de la divinidad (8,1-5); el culto del
gran día de la expiación anuncia la verdadera expiación efectuada por
Cristo (9,1-4); la peregrinación de los israelitas camino de la tierra
prometida, describe la verdadera peregrinación del cristiano hacia el
descanso celestial (4,1-13); etc.
b) Filonismo. Algunos investigadores se inclinan a reconocer un eco
de Filón (v.) en ciertas partes o líneas de Heb. El mismo vocabulario
ofrece semejanzas importantes. Procesos dialécticos, como el uso de
argumentos a fortiori o el gusto por las etimologías, se asemejan. La
contraposición entre lo celeste y lo terrestre tiene consonancias con
textos de Filón. Algunas de las expresiones usadas para describir a
Jesucristo como Hijo de Dios, por quien Dios crea el mundo, mediador de su
revelación, resplandor de su gloria e impronta de su ser (1,2.3), poseen
un sabor filónico. La alegoría filónica y el alegorismo de Heb son, sin
duda, diversos en su contenido formal, pero se parecen como técnica o
procedimiento. Ambos nos hablan del culto espiritual que ha de sustituir
al antiguo culto y ambos nos dicen que el nuevo culto debe consistir en
una vida virtuosa, aunque no pueda identificarse la virtud de Filón con el
vivir cristiano descrito en la Epístola. Estos y otros parecidos entre Heb
y los escritos de Filón pueden hacer pensar en un cierto influjo de Filón,
pero debe decirse que lo esencial de la Epístola es ajeno al judío
alejandrino: lo que la caracteriza y define es el mensaje cristiano,
conservado en toda su pureza, si bien es posible que su redactor, para
marcar con más profundidad algún punto, se haya servido de elementos
filonianos.
c) La Epístola a los Hebreos y el pensamiento religioso de Qumrán.
Ya sea porque el autor hubiera tenido contacto directo con las sectas de
esenios (v.), ya porque la religiosidad de estas sectas obedeciera a una
corriente de pensamiento más amplia, el hecho es que han podido apreciarse
puntos de contacto entre Heb y los escritos de Qumrán. Y. Yadin (o. c. en
bibl.) sugiere la idea de que Heb estuviera destinada a convencer a
cristianos provenientes de Qumrán de que sus antiguas aspiraciones
religiosas hallaban en el cristianismo pleno cumplimiento. Puntos de
semejanza son: la referencia a la Nueva Alianza citando a ler 33; valor de
la enseñanza religiosa; una «espiritualidad del Éxodo» (Spicq) que
considera la vida religiosa como un caminar por el desierto; la alabanza
del hombre de Dios descrita con la frase de Oseas como «fruto de los
labios»; etc. Según algunos la demostración de la superioridad de Cristo
sobre los ángeles, profetas, Moisés y sacerdocio levítico, buscaría
directamente satisfacer preocupaciones de los esenios; Cristo, Sumo
Sacerdote y Rey mesiánico, resolvería la tesis qumránica de los dos
Mesías, de Leví y de Judá.
Otros autores, sin embargo, no admiten que haya eco en Heb de los
escritos de Qumrán ni que hayan sido tenidos en cuenta para proponer
frente a ellos la verdad de Cristo, y explican los eventuales paralelismos
por la común referencia a textos veterotestamentarios.
d) Doctrina paulina. Aunque haya, como queda dicho, diferencias
lingüísticas entre Heb y el corpus paulino en su conjunto, la comunidad
con la doctrina del Apóstol, especialmente la expuesta en las epístolas de
la cautividad, es plena; y ello no sólo, claro está, por trasmitir la
predicación cristiana, sino también por lo que respecta a expresiones,
modo de exposición, etc. Así, p. ej., son muy similares la forma de hablar
de Cristo como imagen de Dios, de su triunfo en la Resurrección, de su
ser. Igualmente la importancia que tiene en ambos el nombre glorioso que
recibe a su entrada en los cielos («Señor» en Philp 2,5-11, «Hijo» y «Sumo
Sacerdote» en Heb 5,5-10). La kenosis del Hijo es descrita en ambos textos
de forma Sparecida. La explicación de la redención de Heb sigue el esquema
paulino, aunque desarrolle temas apenas esbozados por las cartas
anteriores.
Pueden notarse algunas diferencias, pero no decisivas: Heb sitúa el
hecho cristiano en una perspectiva integralmente cultual, en S. Pablo esta
perspectiva, si bien está presente, no es igualmente totalizante; Heb no
emplea la terminología paulina de la justificación; al relacionar el A. T.
con el N. T., S. Pablo habla de Ley, Heb de culto, de sacerdocio y de
alianza, etc.
6. Estructura literaria. El texto de Heb. es el más finamente
estructurado y mejor trabado de todo el N. T. El escritor ha utilizado con
gran pericia todos los procedimientos redaccionales que le eran conocidos:
palabras-clave, inclusiones, conclusiones-transición, simetrías,
paralelismos de todo género, etc. La división que proponemos se basa en el
amplio estudio de A. Vanhoye (o. c. en bibl.). Introducción: 1,1-4.
1) Cristo «superior a los ángeles» (1,4): 1,5-2,18. Única sección:A)
(Exposición) Contrastes entre Cristo y los ángeles, 1,5-14. B)
(Exhortación) Sumisión a la palabra dicha por los ángeles, más a la dicha
por Cristo, 2,1-4. C) (Exposición) Cristo superior a los ángeles hecho
momentáneamente inferior, 2,5-16. Conclusión-transición: Sumo Sacerdote
fiel y compasivo, 2-17-18.
11) «Sumo Sacerdote fiel y compasivo» (2,17): 3,1-5,10. Dos
secciones:la «Fidelidad», 3,1-4,14: A) Fidelidad de Cristo y de Moisés,
3,1-6. B) Fidelidad a la palabra de Dios, 3,7-4,13. Conclusión-transición,
4,14.
2a «Compasivo», 4,15-5,10: (Exhortación) Invitación a la confianza,
4,15-16. Definición del Sumo Sacerdote y aplicación a Cristo, 5,1-10. (En
5,9-10 se anuncian las tres secciones siguientes).
111) «Sacerdote eterno a la manera de Melquisedec» (5,10), «hecho
perfecto» (5,9), «causa de salud eterna» (5,9): 5,11-10,39. Un preámbulo,
tres secciones y exhortación final:Preámbulo, 5,11-6,20: A) Sumisión a la
doctrina, castigo de la insumisión, 5,11-6,12. B) La promesa garantizada
con juramento, 6,13-20.
la sección. «Sacerdote eterno a la manera de Melquisedec», 7,1-28:
A) Melquisedec anuncia un sacerdocio diverso y superior al levítico,
7,1-10. B) Dos sacerdocios: uno antiguo, ineficaz y transitorio, otro
nuevo, eficaz y eterno, el de Cristo, 7,11-28.
2a Un sacerdote «hecho perfecto», 8,1-9,28: A) Ineficacia de la
antigua institución sacerdotal y su sustitución por otra definitiva,
8,1-9,10. B) El sacrificio de Cristo, eficaz y eterno, funda una Nueva
Alianza, 9,11-28.
3a «Causa de salud eterna», 8,1-18: A) Insuficiencia de la Ley y de
sus sacrificios, 10,1-3. B) Sustitución de los sacrificios externos por el
sacrificio de Cristo, 10,4-10. C) Sustitución de los sacerdotes por el
sacerdote entronizado, 10,11-14. D) Una vez abolido el pecado, no hay más
necesidad de sacrificios, 10,15-18.
Exhortación final, 10,19-39: A) Lo expuesto, fundamento de la
confianza y de la fe, 10,19-25. B) Terrible perspectiva para los que se
vuelven atrás, 10,26-31. C) Recuerdo de un pasado de generosidad,
10,32-35. D) Fe y perseverancia, 10,36-39 (conclusión-transición).
IV) «La fe» (10,38) y «la perseverancia» (10,36): 11,1-12,13. Dos
secciones:la «La fe», 11,1-40: A) Primeros ejemplos de fe, 11,1-7. B)
Abraham, 11,8-22. C) Moisés, 11,23-31. D) Visión de conjunto: héroes
triunfantes y héroes pacientes, 11,32-40.
2a «La perseverancia», 12,1-13: (Introducción) Llamada a la
perseverancia a ejemplo de Jesús, 12,1-3). (Único párrafo) Motivos de
consuelo; la pedagogía divina, 12,4-13. (La expresión «fruto apacible, la
justicia» (12,11) anuncia la parte V).
V) «El fruto apacible, la justicia»: 12,14-13,19. Sección única:A)
Vida cristiana y perspectiva escatológica, 12,14-29. B) Actitudes
cristianas: caridad, matrimonio, confianza en el Señor, 13,1-6. C)
Verdaderas y falsas concepciones religiosas, 13,7-16. Conclusión:
Docilidad a los dirigentes y petición de oraciones, 13,17-19.
Conclusión final, doxología, 13,20-21.
7. Aspectos doctrinales más importantes. Doctrinalmente Heb tiene
una importancia excepcional. Intentar resumir sus enseñanzas excede las
posibilidades de un breve artículo, ya que se refiere a la casi totalidad
del mensaje cristiano, del que nos da una visión sintética. Nos vamos por
eso a limitar a algunos aspectos que consideramos más importantes.
a) La alianza. Es el concepto de mayor amplitud que encontramos en
la carta. Todos los demás conceptos caen. de una u otra forma, dentro de
su radio de acción. La misma frecuencia del nombre de Alianza (diatheke)
muestra su importancia: aparece 17 veces en Heb y 16 en el resto del N. T.
La noción de Alianza (v.) proviene del A. T. La catequesis cristiana
primitiva la utilizó ya, pero Heb profundiza esta idea y la desarrolla con
gran extensión. Fiel al pensamiento del A. T., describe la Alianza entre
Dios y el hombre al modo de la que un rey concedía a sus súbditos o un
vencedor a los vencidos. La idea de Alianza supone la del pecado que ha
alejado al hombre de Dios y la de Dios que interviene para restaurar
benévolamente la situación. Por eso la idea de Alianza y la de expiación
del pecado por el sacrificio se asocian tan íntimamente. Como Moisés para
la antigua, Cristo es el mediador de la nueva. Su mediación entra en la
línea fáctica de los hechos de vida, muerte y resurrección de Cristo
mostrados por Heb como sacrificio expiatorio y sacrificio de alianza, por
cuyo medio el hombre tiene ya acceso a Dios. Se desarrolla así la línea de
una revelación por la que al hombre le es desvelado el misterio de la
salud.
b) La realidad del Hijo de Dios. El título de Hijo de Dios (v.
JESUCRISTO 111, 1) atribuido a Cristo aparece en Heb en tres momentos
fundamentales: Cristo es el Hijo de Dios preexistente a su encarnación
(1,2), es descrito como destello de la Gloria de Dios e impronta de su ser
(1,3). No usa el término Logos para designar al Hijo; sin embargo, su
terminología sobre el Hijo de Dios está muy próxima a la de S. Juan.
Encontramos, además, el título de Hijo referido a Jesús como Hijo de Dios
encarnado. Si Jesús es más grande que Moisés y que los ángeles y que el
sacerdocio levítico. lo es por su calidad de Hijo. El Hijo de Dios,
cumpliendo la voluntad divina, se ha hecho hombre (10,7-10), es el enviado
o apóstol de Dios (3,1). Su vida terrena ha sido de inferioridad temporal
(2,9) y se realiza en la forma de siervo paciente (cfr. 5,5-10), con ello
se posibilita el sacrificio redentor (9,11-14.22-26) y hace de él un
Sacerdote compasivo: pedagogía del sufrimiento descrita en 5,7-10 (cfr.
2,18;4,15.16). El título de Hijo aparece, finalmente, en su resurrección,
Jesús es proclamado Hijo de Dios. Entra en los cielos como tal Hijo de
Dios y como Sumo Sacerdote (5,5-10). El valor soteriológico de esta
proclamación es profundo: en Jesús, como Hijo, una naturaleza humana
recibe toda la gloria de la filiación divina y asocia a sí a sus hermanos
los hombres (2,13-14), como Sumo Sacerdote expía y purifica el pecado.
c) El sacrificio expiatorio. Se enseña constantemente en Heb que la
muerte y resurrección de Cristo es un sacrificio. Los orígenes de esta
afirmación deben buscarse en la catequesis neotestamentaria más primitiva,
en la misma enseñanza de Cristo. El sacrificio levítico del gran día de la
expiación (v.) es su punto de referencia (cfr. Lev 16); era el sacrificio
(v.) anual por los pecados de todo el pueblo realizado por el Sumo
Sacerdote. El ritual del Levítico da la clave para interpretar el
sacrificio de Cristo: Cristo muere en la tierra, fuera del santuario
celeste (9,11.12; 13,11-13 y par.), entra luego con su sangre en el
santuario y efectúa allí la purificación del pecado (9,6-14). La realidad
de Cristo que muere y que resucita y que en su muerte y resurrección
restaura la vieja humanidad pecadora constituye el núcleo del sacrificio;
Cristo muere como víctima, su cuerpo es rociado por su propia sangre, es
«purificado» (9,23) del pecado como miembro de una humanidad pecadora, y
en su resurrección es transformado con nueva vida. En Él la naturaleza
humana es purificada del pecado. Heb 9,11 habla de una tienda más grande y
perfecta por la que pasa Cristo; en 10,12 se precisa que el Cuerpo de
Cristo es el velo por el que pasa camino del santuario; todo esto indica
que Heb, al igual que S. Pablo (Rom 3,25), piensa en el cuerpo de Cristo
como el nuevo lugar e instrumento de salvación.
d) El Pueblo de Dios. El término iglesia está ausente de Heb; usa la
expresión Pueblo de Dios (v.). Los cristianos constituyen el nuevo Pueblo
de Dios surgido de la Nueva Alianza concedida mediante Cristo. El nuevo
Pueblo de Dios es un pueblo de hombres cuyo pecado ha sido purificado, son
santos. Purificación y santificación comportan la idea de una consagración
al culto. El cristiano se ha asociado a Cristo y forma parte de la gran
liturgia celeste de la que Cristo es el supremo Sacerdote (6,4.5; 8,1-6;
9,14; 12,18-24). Vive aún en la tierra, pero es capaz de ofrecer a Dios
sacrificios espirituales: la alabanza y el amor fraterno (13,15.16). El
pueblo cristiano, como Israel, camina también hacia la tierra prometida,
el descanso eterno (4,1-13). Vive en camino, pweso su psicología religiosa
es la del peregrino (3,7-4,13). Su tentación más grave es el desaliento,
frente al que debe reaccionar con una fe viva recordando el ejemplo de los
patriarcas y figuras de Israel, que supieron esperar contra toda esperanza
(11,1 ss.). El cristiano está tanto más obligado a ello cuanto ha recibido
ya el cumplimiento de las promesas: Cristo mismo, en quien todo tiene su
consumación. El pecado más grave es, por tanto, un desaliento que llegue
hasta la negación misma de Cristo, es decir, la apostasía (6,48;
10,26-31). Por eso H. la consideraba un pecado irreparable, ya que afecta
al fundamento mismo de la nueva vida: quien abandona la fe abandona el
único camino que puede llevarle hasta Dios. La vida del cristiano ha de
ser una vida de rectitud moral; insiste en el amor fraterno y en la ayuda
mutua (10,24.25; 12,14-17; 13,1-3). Da mucha importancia a las reuniones
litúrgicas (10,25).
V. t.: NUEVO TESTAMENTO; PABLO APÓSTOL, SAN; EPíSTOLAS (N. T.).
BIBL.: De los antiguos
comentarios citados únicamente el de S. TOMÁS DE AQUINO, in omnes S. Pauli
epistolae Commentaria, ed. Marietti, Turín 1953. Entre los modernos: A.
MÉDEBIELLE, Épitre aux Hébreux, París 1938 (en La Sainte Bible, ed. L.
Pirot, A. Clomer); J. BONSIRVEN, Saint Paul, Épitre aux Hébreux, 3 ed.
París 1943 (en Verbum Salutis); T. DA CASTEL SAN PIETRO, L'Epistola agli
Ebrei, Turín 1952 (en La Sacra Bibbia, dir. S. Garofalo); C. SPIcQ,
L'Épitre aux Hébreux, 2 vol., París 1952-53 (Études bibliques) (es el más
amplio estudio; el vol. I, dedicado a intr., contiene extensa bibl.,
comentarios clásicos y modernos, etc.); M. NICOLAU, Carta a los Hebreos,
en La Sagrada Escritura, Texto y comentario por Profesores S. J., N. T.,
t. III, Madrid 1962; L. TURRADO, Epístola a los Hebreos, en Biblia
comentada, por Profesores O. P. de Salamanca, t. VI, Madrid 1965; F. J.
SCHIERSE, Carta a los Hebreos, Barcelona 1970 (El N. T. y su mensaje, t.
18).
MIGUEL ÁNGEL R. PATÓN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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