Gula
En su acepción general designa el apetito (v.)
desordenado en el uso de la comida y de la bebida, o sea, la búsqueda
desordenada de los placeres del paladar. En sentido más restringido significa la
búsqueda excesiva de los deleites en la alimentación, en contraste a la
embriaguez (v.), que concierne a la inmoderación de las bebidas. La tradición
ascética y moral cristiana dedica amplia reflexión a este desorden, reconociendo
en él una fragilidad muy humana en torno a una tendencia y una necesidad
fundamentales, estigmatizándolo como un vicio en extremo peligroso, en la medida
que envuelve un servilismo creciente.
En el plano de la observación empírica y de la orientación espiritual, S.
Gregorio Magno (m. 604; v.) sintetiza la catequesis de los primeros siglos de la
Iglesia sobre esta materia. Particularmente los libros 30 y 31 de las Moralia
constituyen la gran fuente de la teología medieval que encuentra allí la
enseñanza básica sobre la naturaleza, especies y gravedad de la g. Bsta es
enumerada entre los siete pecados capitales (v. PECADO IV, 4).
Santo Tomás integrará esos datos en su síntesis leológica; dentro de su
construcción doctrinal, la g. aparece como un pecado ex genere suo leve, pues el
exceso en un apetito natural es susceptible, en general, de circunstancias
atenuantes: el hombre tiene necesidad de alimentarse y no siempre es fácil
discernir la justa medida en semejante dominio (cfr. Sum. Th. 2-2 g148 a2-3).
Pero accidentalmente puede ser grave cuando, p. ej., la búsqueda de alimentos se
convierte en último fin, impide cumplir la ley divina o se hace de modo
irracional. Por otro lado, la g. es un pecado capital, porque frecuentemente se
vuelve fuente u ocasión de otros pecados; el Doctor Angélico lo explica apelando
al dinamismo de la causa final: deseando satisfacer sus apetitos, el pecador
movido por la g. cometerá muchas otras faltas de naturaleza más grave. La
elaboración tomista representa, en esta materia como en tantas otras, un término
no aventajado, sino divulgado simplemente por los grandes espirituales, como
Luis de Granada (v.), y por el conjunto de los manuales de Moral o de Ascética.
Semejante doctrina, notable por su claridad y coherencia, utiliza en general los
datos de la observación común.
Hoy puede ser valorada y profundizada gracias a las aportaciones de la
psicología científica, que explica esa búsqueda desordenada de los placeres de
la mesa también por un desequilibrio afectivo global, además de la atracción del
deleite específico unido a la ingestión de alimentos. A la luz de la psicología
dinámica se comprende que una insatisfacción general, sobre todo la frustración
afectiva, se traducirá en una búsqueda de compensaciones principalmente en los
apetitos primarios, como el de la comida y bebida. La falta de realización
personal tendrá así como consecuencia el abuso no sólo de la comida, sino, en
los casos extremos, de las drogas (v.) y otros sucedáneos de la aspiración
profunda a una vida feliz. El «goloso» de que trata la teología clásica como el
toxicomaniaco no deben ser considerados faltos sólo en esos dominios
particulares; el diagnóstico psicológico y espiritual se reviste de mayor
complejidad: todo el problema del equilibrio de la personalidad, por tanto, todo
el dinamismo de las tendencias conscientes e inconscientes, así como la
inserción armoniosa en la familia y en la sociedad, entran aquí en juego.
La g. es un vicio capital, porque se refiere a una tendencia primaria por la
cual el organismo humano expresa una necesidad de conservación y de desarrollo.
Pero del mismo modo, y sobre todo porque esta tendencia está en conexión
profunda con todas las demás, sufrirá la repercusión de las insatisfacciones y
desórdenes de la vida afectiva, que se realiza y expande como un todo. Sin
abandonar las apreciaciones y los consejos de la ascesis tradicional, que
recomienda la templanza, la sobriedad, la mortificación, etc., esas indicaciones
de la psicología conducirán a una comprensión más global de la g. y vicios
relacionados. De ahí resultará un esfuerzo moral y espiritual disponiendo
primordialmente la plena armonía afectiva de toda la personalidad y la
orientación de los placeres de la mesa, como de las demás satisfacciones, en
vista de una realización racional y cristiana de todo hombre, considerado en su
desarrollo psíquico y, sobre todo, en su dimensión sobrenatural.
V. t.: TEMPLANZA; ABSTINENCIA.
C. I. PINTO DE OLIVEIRA.
BIBL.: S. GREGORIO MAGNO, Moralia, L. 30 y 31: PL
76,555 ss.; S. TOMÁS DE AQUINO, Sum. Th. 2-2 q48; J. VIGOROUX, Iaresse, en DB
111,1048-50; V. OBLET, Gourmandise, en DTC V1,1520-25; art. Gula, en F. ROBERTI,
Diccionario de teología moral, Barcelona 1960; A. SERTILLANGES, La philosophie
morale de St. Thomas, París 1922, 458 ss.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991