Teólogo y filósofo medieval, n. en Aurillac hacia 1180, m. en París en
1249. Maestro de teología en la Univ. de París (1255), es desde 1228
obispo de dicha ciudad; por este hecho también es conocido como Guillermo
de París. Intervino en el conflicto entre regulares y seculares de
1229-31, 'y en las condenas de 1241 sobre las obras del Talmud. Fue uno de
los primeros teólogos que se enfrentó con el aristotelismo avicenista para
corregirlo y combatirlo en aquellas tesis contrarias al cristianismo.
Su obra principal es el Magisterium o Philosophia Theologica
(1223-43), que lo consagra como el primer gran filósofo del s.XIII. Otras
obras de G. de A. son: De primo principio o De Trinitate (ca. 1228), De
anima (1230), De universo creaturarum (entre 1231-36), Cur Deus homo, De
fide el legibus, De sacramentas, De virtutibus el moribus, tiene además
sermones y epístolas de espiritualidad.
G. de A. advirtió la importancia de la doctrina de Avicena (v.)
sobre la distinción de esencia y existencia. Este principio constituye la
base misma de las pruebas de la existencia de Dios, al concluir la
necesidad de la existencia de un ser por sí, que posee la existencia por
esencia. Concibe así a Dios como un ser simplicísimo porque en Él el esse
no puede separarse de la esencia. En lo referente a la creación, G. de A.
se separa de Avicena al afirmar que la voluntad de Dios es eterna y libre,
y que sus decisiones son también eternas, pero que de ahí no se sigue que
su efecto deba serlo también, es decir, que Dios ha creado libremente el
mundo, pero éste ha tenido un comienzo. Su cosmología está influida por el
Timeo de Platón. Concibe al alma como forma del cuerpo, espiritual e
inmortal, pero no como la única forma del cuerpo; y como el alma es una e
indivisible no admite la distinción entre intelecto posible y agente. La
negación de esta distinción plantea a G. de A. el problema de explicar
cómo adquiere el alma sus conocimientos; para esto distingue tres momentos
en el conocimiento: en el primero el intelecto descubre las sustancias que
subyacen en las cualidades sensibles; el segundo es el conocimiento por
abstracción; el tercero es el conocimiento de las relaciones, y en
particular de la relación causal, la cual exige en el intelecto humano un
habitus o mes infundido por Dios.
BIBL.: Ediciones: Guilielmi
Alverni Opera omnia, ed. B. LEFERON, 2 vol., Orleans 1674 (reimpresión
MINERVA, Francfort 1963).-Estudios: F. VERNET, Guillaume d'Auvergne, en
DTC 6,1967-1976; A. MASNOVO, Da Guglielmo d'Auvergne a San Tomasso
d'Aquino, 2 vol., Milán 1930-33; M. DE WULF, Historia de la filosofía
medieval, 3 vol., t. II, México 1945, 68-76; Tr. GILSON, La filosofía en
la Edad Media, 2 ed. Madrid 1965, 389-397; S. VANNI ROVIGHi, Guglielmo
d'Auvergne, en Enciclopedia filosofica, 3, Florencia 1967, 403-406; H.
DENIFLE, Chartularium, Universitatis Parisiensis, 1, París 1899
(reedición, Bruselas 1964).
LUIS P. CONDE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
|