GRAN BRETAÑA (Great Britain) VI. FILOSOFÍA.


Con las invasiones bárbaras que se sucedieron a partir del s. v, la precaria cultura de este país, que era sólo una de las provincias marginales del Imperio Romano, se vio cercana a desaparecer, por la estrangulación de su único camino de comunicación con la cultura grecorromana. La historia del pensamiento británico, que de algún modo estaba ya vinculado a Roma, y se aprecia, p. ej., en la evidencia de un desarrollo ya considerable del cristianismo (v. V, 1), se ve ahora sumida una vez más en la maraña y oscuridad. Nos encontramos entonces con un mundo militar y empobrecido, donde difícilmente puede florecer la especulación filosófica. Las continuas y prolongadas invasiones sumen al país en un ambiente de inseguridad y confusión.
     
      Durante la Alta Edad Media G. B. debe su cultura al cristianismo, que pudo permanecer en la isla. La única filosofía importante de que tenemos noticia en esta época, como originada en las islas Británicas, es la del irlandés Juan Escotto Eriúgena (s. IX; v.), que despliega un poderoso sistema neoplatónico. Pero es de notar que se trata precisamente de Irlanda (v.), cuya historia cultural en esta época es totalmente distinta a la de G. B., debido a la supervivencia de numerosos monasterios, que mantuvieron notablemente el conocimiento de la lengua griega.
     
      Superada la crisis del s. IX, Europa consigue sobreponerse al «sitio de la cristiandad», que habían causado en primer lugar los bárbaros de las primeras invasiones, y posteriormente los escandinavos, los invasores del oriente europeo y principalmente el Islam. Comienza entonces una época de seguridad, especialmente a partir del s. XI, que dará sus frutos en el terreno de la filosofía en el s. XIII. El centro de actividad intelectual en Inglaterra es entonces la naciente Univ. de Oxford. En Oxford aparece la figura de Duns Escoto (1266-1308; v.), uno de los más célebres filósofos-teólogos universitarios (escolásticos).
     
      La doctrina que impregna toda la filosofía de Escoto es la referente a su distinctio formalis, por la que es famoso. Ella le lleva a una serie de distinciones extremadamente sutiles, que él considera que se hallan en la realidad, aunque no fueran nunca consideradas por una mente humana. Su actitud le mereció el título de doctor subtilis, y el sistema es calificado normalmente como «realismo exagerado». Su importancia radica en que fue una de las causas de la reacción al extremo opuesto, el nominalismo (v.), y en general de equivocadas reacciones contra la Metafísica, frecuentes en futuros pensadores ingleses.
     
      Además de Escoto, y también procedente de Oxford, hay que mencionar a su impugnador Guillermo de Ockham (v., ca. 1300-1350), quien tuvo una influencia decisiva en muchos pensadores de su época. Puede decirse que se dejó arrastrar por la crisis espiritual del ambiente europeo de entonces, de la que fue un exponente. Su filosofía, caracterizada por el nominalismo, fue en parte una reacción contra Duns Escoto. Si el pensamiento de Escoto había puesto en la realidad extramental muchas cosas que sólo se hallan en la mente, Ockham consideraba como distinciones puramente mentales muchas que han de admitirse como parte de la realidad, es decir, válidas independientemente de la consideración de la mente. Su ataque a los fundamentos de la Metafísica (v.) y las consecuencias de su filosofía en materia teológica hacen que sea considerado como uno de los precursores intelectuales del protestantismo (v.).
     
      La tradición escolástica continuó viva en Oxford durante un largo tiempo, quizá como parte de la resistencia de esta Universidad al protestantismo. Aún se enseña a Aristóteles (v.) y a los escolásticos tardíos, como Suárez (v.), hasta bien entrado el s. XVIII, cuando esta vieja tradición sufre la embestida de John Locke (v.; 1632-1704). Locke marcará a muchos pensadores ingleses con caracteres que conservarán hasta el s. xx.
     
      Para comprender algo a Locke es necesario considerar que en el s. XVII, época de gran fermento intelectual en Francia, se produjo un gran avance científico, especialmente en Matemáticas. Ése fue fundamento del gran desarrollo de la Física moderna que se ocupa de cantidades que pueden ser medidas y, por tanto, ser hechas susceptibles de la aplicación de los métodos de las matemáticas. La influencia de Francia y Holanda en este tiempo, en el que se hirió de muerte a la física aristotélica y de ahí -legítimamente- se despreció la Metafísica en G. B., fue un «cientifismo» en las nuevas ciencias experimentales con sus logros, conseguidos al parecer en base al abandono de Aristóteles; idea errónea que se ha transmitido después, confundiendo los principios metafísicos con la variabilidad de la física práctica. Esto contribuyó a las reacciones, sin duda desorientadas y excesivas, contra Aristóteles, de las que muchos pensadores europeos todavía no se han recuperado del todo en el s. XX.
     
      Comienza entonces la tradición inglesa del empirismo (v.). El empirismo, vocablo derivado del verbo griego peireao (intentar), puede ser también considerado como una reacción contra la excesiva deducción (v.), que dominaba en aquella época, para basar la búsqueda científica y filosófica en la inducción (v.). Este punto es característico de diversos intelectuales ingleses en el s. XVII. Un ejemplo servirá quizá para aclarar la naturaleza del problema. El método deductivo consiste en partir de una verdad general para llegar a una particular, como cuando partimos del principio que los hijos deben obedecer a los padres, y concluimos: por tanto, esta persona debe obedecer a sus padres. En el terreno científico muchos partían de «verdades», que eran en realidad sólo citas de Aristóteles y otros científicos famosos, y de ahí deducían una serie de proposiciones. A su vez, otros escribirían libros citando a estos científicos o a otros, partiendo siempre de principios que se consideraban indudables, todo ello debido a una falsa concepción de la ciencia y de la metafísica. Para romper este ciclo la reacción intelectual propuso ante todo la importancia de la inducción. La inducción consiste en partir de verdades particulares, para llegar a una verdad general: en observar un caso particular, p. ej., cómo se comporta este gas, y aquél, y aquel otro, para poder de este modo llegar a formular la proposición: «los gases se comportan de una cierta manera x». En la vida corriente se hace constantemente uso de ambos métodos, aunque algunas personas son más inclinadas a uno que a otro, con los consiguientes errores si uno de ellos se exagera a expensas del otro.
     
      Se desarrollan así durante los s. XVII y XVIII las ciencias físico-naturales y los llamados métodos experimentales (v. MÉTODO). Se insiste en el valor del experimento, y no sólo se abandona la Metafísica sino que se reacciona contra ella. Es el ambiente que dominará hasta el s. XX, en el que ya muchos ponen en duda el valor absoluto de esas ciencias y reconocen sus límites. Locke fue el primer gran filósofo empirista inglés. Sin embargo, desconoce (como otros muchos filósofos modernos) la verdadera Metafísica de Tomás de Aquino, y su racción es contra la Metafísica de ciertos escolásticos tardíos, p. ej., Leibniz (v.) y su racionalismo (v.) esencialista; es decir, los empiristas reaccionan contra una interpretación defectuosa de Aristóteles, desconocen hasta qué punto la Metafísica de Aristóteles y Tomás de Aquino es verdaderamente empírica, o aceptan el empirismo de Aristóteles, que después de todo fue el más grande científico de la Antigüedad, pero son incapaces de comprender los principios donde se apoya la Metafísica.
     
      Esta deficiencia respecto a la Metafísica, que es una de las características más acusadas de los filósofos británicos hasta el s. XX, encuentra su expresión más profunda en David Hume (1711-76; v.). Su idea fundamental, consistente en negar la necesidad en el mundo exterior a la mente, es uno de los fundamentos del ateísmo (v.) moderno. La traducción de Hume al alemán, aparecida en 1756, influyó de modo decisivo en Kant (v.), y de ese modo en otra corriente del pensamiento moderno.
     
      Durante el s. XIX surgió en G. B. un pasajero interés por Hegel (v.), cuya filosofía gozaba entonces de tan alto prestigio en Alemania. Es un punto significativo, que ilustra la independencia de G. B. respecto al Continente; los filósofos más representativos en Europa no dejan de encontrar algunos seguidores, pero no suelen arraigar. Esta actitud fundamentalmente divergente del Continente puede verse también en el escaso interés en el revivir de la Metafísica, que comienza en Europa con los neoescolásticos (v.), Bergson (v.) y el realismo (v.) en general. Los existencialistas no son más afortunados, y la filosofía prevalente en G. B. podría todavía casi definirse como el extremo opuesto a Gabriel Marcel (v.) y los demás existencialistas franceses y alemanes: se trata en Inglaterra de la filosofía analítica, que a veces llega a ser una enseñanza de tipo técnico completamente divorciada de la vida. La fenomenología (v.), también con algún seguidor aislado, y la nueva metafísica continental encuentran sus más acérrimos y radicales oponentes entre los neopositivistas (v.), que heredan del empirismo su desconocimiento de la auténtica filosofía, y entre los que no hay ninguno que sobresalga.
     
      A finales del s. XX hay un crecimiento del interés por la Metafísica. Bastantes profesores universitarios la defienden, junto con el realismo (v.). Sin embargo sus estudios manifiestan muchas veces insuficiente conocimiento de los logros de la filosofía realista más sólida (como la tomista), presumiblemente por dedicarse de modo casi total a filósofos o pensadores «modernos» poco realistas. Así, por ej., olvidan o desconocen la importancia de la analogía del ser (v.), sin la que el realismo se convierte en una maraña de complicaciones. Otras cosas, como la composición de potencia (v.) y acto (v.), ya descubierta por Aristóteles e investigada a fondo por Tomás de Aquino, y su aplicación al conocimiento (unidad del cognoscente en acto y de lo conocido en acto), no son tenidas en cuenta, lo que produce una gran lentitud en la investigación metafísica. Pueden señalarse, de todas formas, algunas aportaciones interesantes de autores ingleses en cuestiones de Lógica matemática (v. LÓGICA II); y posteriormente en la llamada Filosofía Analítica (v.) con enfoques aprovechables (p. ej. E. Anscombe, P. Geach).
     
      V.t.: VIII; ESCOLÁSTICA; NOMINALISMO, EMPIRISMO; NEOPOSITIVISTAS; REALISMO II. B.
     
     

BIBL.: É. GILSON, La Filosofía en la Edad Media, 2 ed. Madrid 1955; É. GILSON (dir.), Historia de la Filosofía, III y IV, Buenos Aires 1967; F. COPLESTON, A History of Philosophy, V.

 

GONZALO GONZÁLEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991