Más conocido como el Gran Capitán. Noble andaluz de la casa de Aguilar,
nacido en el castillo de Montilla (Córdoba) el 1 sept. 1453. Hijo segundón
de Pedro F. de C., quinto señor de Aguilar, y de Elvira de Herrera, nieta
de Alfonso Enríquez, el primer almirante de Castilla. Sirvió en el
ejército de los Reyes Católicos al menos desde 1479 -en que aparece por
primera vez combatiendo contra los portugueses en la batalla de Albuera,
como lugarteniente del maestre de Santiago-, hasta su muerte, en Granada,
el 2 dic. 1515. Su figura ha pasado a la Historia fundamentalmente a causa
de la decisiva importancia que, para la renovación del arte de la guerra,
tuvieron las innovaciones que llevó a cabo en el ejército español. La
tarea realizada por F. de C. es la base del predominio militar español
durante el siglo y medio siguiente; su personalidad constituye un caso
demostrativo del peso histórico de las grandes individualidades. Su
biografía no está hecha aún; las pocas que han ido viendo la luz carecen
de unidad entre los hechos y las relaciones que hacen comprensible el
entramado de la vida de una persona pública.
Vida. Las más tempranas noticias que se tienen de F. de C. nos
hablan de su precoz dedicación al ejercicio de las armas. A la muerte de
su padre -Gonzalo contaría unos diez años- la dirección de la casa de
Aguilar pasó a su hermano Alonso; en él, como segundón, no recaía ningún
derecho patrimonial. Hasta la guerra de Granada (v.), su figura queda
ensombrecida por la del primogénito, que aporta un valioso contingente de
tropas a las campañas emprendidas por los reyes. Esta guerra proporcionará
a Gonzalo la posibilidad de pasar al primer plano de la escena política.
Al término de la misma, goza de tal personalidad como capitán destacado
por sus felices intervenciones, tanto militares como diplomáticas, que el
resultado no se hace esperar: a fines de 1494 es nombrado jefe del
ejército que marcha a Italia como avanzadilla de la gran ofensiva
emprendida por el Rey Católico contra Francia. En la rápida campaña que
llevará a cabo en Calabria, probará la eficacia de la nueva táctica
-guerra de guerrillas- adquirida en su experiencia granadina; tras las
victorias de Laino y Atella (1496) comienza a ser conocido como el Gran
Capitán: el que desembarcó en Mesina como jefe de un pequeño cuerpo de
ejército se revela ya como artífice del predominio militar español en
Italia; a su vuelta a esta península, en junio de 1500, tras una estancia
de dos años en España, lo hará como capitán general del ejército, que,
enviado contra el Turco a Venecia, persigue en realidad, como objetivo
fundamental, una posición favorable cara al recrudecimiento de la pugna
contra Francia que se avecina y que estalla abiertamente en el verano de
1502. Las victorias obtenidas en los dos años siguientes crearán a su
alrededor la aureola de genio militar que ha llevado a algunos autores a
colocarle entre los grandes de todos los tiempos, junto a Aníbal y
Alejandro. Después de actuar como virrey de Nápoles (enero 1504-septiembre
1506), volvió definitivamente a España (agosto 1507), fijando su
residencia en Loja hasta el momento en que, ya enfermo de muerte, fue
trasladado a Granada.
Aportación al arte militar. Lo que coloca a F. de C. entre las
grandes individualidades históricas es su excepcional genio militar.
Dentro de la evolución general del ejército, que se muestra muy progresivo
en estos primeros años del s. xvi, sus aportaciones resultaron decisivas,
de manera directa para España, que contó durante más de un siglo con la
mejor fuerza militar del mundo, e indirectamente para toda Europa, que
resultó afectada en profundidad por las mismas. Las guerras de Italia
constituyeron, en esta época, la más importante fragua de nuevas
experiencias militares y diplomáticas. Los beligerantes se esforzaron sin
cesar por adaptar a su propio ejército las felices innovaciones de los
contrarios. Gonzalo había probado en la guerra de Granada la eficacia
maniobrera de la infantería, capaz de anular los embates de la caballería,
considerada hasta el momento como el arma fundamental. A partir de la
derrota de Seminara (1495), primera batalla importante de su campaña
italiana, F. de C. adopta la táctica de guerrillas (v.), que desorienta a
los franceses con continuos ataques dispersos entre las grandes ofensivas.
Los castellanos habían tendido, durante la' Reconquista (v.), a
desarrollar la caballería ligera a expensas de la infantería. Las nuevas
fórmulas ideadas por Gonzalo a lo largo de las campañas de Italia
tenderán, por el contrario, a organizar el ejército de modo que sea
esencialmente un ejército de infantería que, conservando la eficacia
maniobrera, esté suficientemente protegido, mediante una armadura ligera y
mejores armas ofensivas, contra las picas suizas.
La táctica se verá afectada también de manera sustancial: la
lentitud de maniobra de los ejércitos hacía practicar a los contendientes
una estrategia «de accesorios», es decir, un esfuerzo bélico encaminado a
la toma de puertas, pasos, fortalezas, etc., que provocase la rendición
del enemigo incomunicado. Gonzalo, con el escalonamiento en profundidad y
la agrupación en coronelías de sus fuerzas, fácilmente fraccionables en
compañías para la persecución y destrucción del enemigo, pone las bases de
la táctica moderna.
Ya en la toma de la fortaleza de San Jorge en la isla de Cefalonia
(1500), el papel de la infantería resulta decisivo. La nueva táctica
quedará consolidada en una de sus más importantes victorias, la de
Ceriñola (1503), en la que el papel del terreno y la colocación de los
cuerpos de ejército constituyeron una feliz novedad. Garellano (Garigliano),
su éxito más completo (1503), es un modelo acabado de táctica racional y
revolucionaria, que mostró de manera incontestable la ineficacia de la
antigua estrategia de los accesorios frente a los nuevos métodos bélicos.
Esta organización ideada por F. de C. proporcionó la base a partir
de la cual se desarrolló el ejército español en el s. xvi. Los famosos
tercios, aproximadamente tres veces superiores en hombres y material a las
coronelías, exigían menos hombres que el sistema suizo, estaban mejor
armados y cobraron fama de invencibles en la defensa, al deshacer con sus
picas los pesados ataques de la caballería. Esta formación dominó en los
campos de batalla durante más de un siglo.
Actividad política. La creación por parte de los Reyes Católicos de
un ejército permanente (v. SANTA HERMANDAD) fue acompañada del nacimiento
de la actividad diplomática española. En ella tuvo también F. de C. una
destacada participación. Condujo gran parte de las negociaciones con
Boabdil en la fase final de la guerra de Granada y sus intervenciones en
la política italiana terminaron de acreditarle en este aspecto. Las
referencias a su personalidad y carácter que nos han legado las crónicas,
le atribuyen un gran don de gentes que llegó a cristalizar en la
mitificación popular de su persona y de sus obras.
Como perteneciente a una de las familias más importantes de la
nobleza española, participó en las luchas intestinas y revueltas
nobiliarias, generales en toda Europa como supervivencias de las
rivalidades señoriales medievales. Los lazos de vasallaje continuaron
creando aquí y allá clientelas de «devotos» y «criados», dispuestos a
traicionar y dejarse matar en servicio de sus señores. Los lazos
familiares tuvieron aún, por lo general, mayor fuerza que la fidelidad al
monarca. La clientela de F. de C. dio muestras, en repetidas ocasiones, de
desarrollar una actividad considerable, también en el terreno diplomático,
al actuar frecuentemente los «criados» como espías.
Gonzalo formó parte de una aristocracia castellana celosa de sus
prerrogativas y libertades. Aunque su padre, D. Pedro, era afecto a
Enrique IV, Alonso y Gonzalo se mostraron desde el primer momento hostiles
al Impotente. Gonzalo marchó a los 15 años a la corte del rebelde Alfonso;
poco después, a causa de la temprana muerte del pretendiente, fue llamado
por Isabel a la suya en Segovia: la futura reina centralizó por entonces
las esperanzas de los rebeldes castellanos. La obra de consolidación de la
autoridad real en Castilla, llevada a cabo por los Reyes Católicos,
soterró en gran parte las disensiones nobiliarias;, pero a la muerte de
Isabel en 1504, las discordias latentes renacieron. El partido castellano
estrechó más que nunca sus lazos con Borgoña, en parte también por motivos
económicos, y puso en Felipe el Hermoso sus viejas esperanzas liberales.
Esta situación amargó los últimos años de vida de F. de C., quien -después
de ser destituido del cargo de virrey de Nápoles en septiembre de 1506,
junto con el resto de los funcionarios castellanos del virreinato- tuvo
que sostener, a su vuelta a España, las tensiones, dificultades y
desengaños ocasionadas por su situación predominante dentro del partido
castellano. Junto con otros grandes, proyectó salir de España para entrar
al servicio de su nueva esperanza, Carlos de Gante (futuro Carlos V). La
muerte le sorprendió antes de que pudiera ponerse en camino: el 2 dic.
1515 entregó piadosamente su alma a Dios en Granada.
V. t.: NÁPOLES, REINO DE.
BIBL.: Una de las más completas
biografías aparecidas en castellano es la de L. M. DE LOJENDIO, Gonzalo de
Córdoba, Madrid 1942; un resumen más conciso es la de 1. VIGóN, El Gran
Capitán, Madrid 1944; mejor que las anteriores es la de G. DE GAURY, The
Grand Captain, Londres 1955; las más importantes biografías con carácter
de fuentes son las de H. P. DEL PULGAR, Breve Parte de las hazañas del
Gran Capitán, Sevilla 1527 (reimpreso en Madrid 1834) ; P. Jov[o, La cita
di Consalvo Ferando di Cordova, il Gran Capitano, Florencia 1551; para lo
referente a la evolución del arte de la guerra, R. MOUSNIER, Los siglos
XVI y XVII, en Historia General de las Civilizaciones, 4, 2 ed. Barcelona
1964, 152-156; para la mejor comprensión de la situación política de la
época, se puede consultar el excelente manual de J. H. ELLIOTT, La España
Imperial, Barcelona 1965, 42-49; 77-167: J. VICENS VIVES, Historia General
Moderna, I, 6 ed. Barcelona 1969; para una mayor ampliación del tema,
pueden consultarse: E. DE COSCOLLAR, Montilla y el Gran Capitán, Montilla
1924; M. J. QUINTANA, El Gran Capitán, Vidas de españoles célebres, II,
París 1827; B. CROCE, La Spagna nella Vita Italiana, Bar¡ 1921, 100 ss.
M. Á, GARCÍA PÉREZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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