FENÓMENO


Definición. Designa primariamente la manifestación o mostración del ser ante el sujeto cognoscente. Sin embargo, a lo largo de la historia del pensamiento occidental, se contrapone a este sentido una segunda acepción, contrapunto negativo de la primera, de f. como apariencia u ocultación del ser. La confusión entre ambas significaciones es el origen de que la noción de f. esté frecuentemente lastrada por una radical ambigüedad.
      La concepción griega del fainómenon está unida a una visión principal de la naturaleza, que se concibe como un continuo fluir vital. Los seres se nos manifiestan como fenómenos. En el f. se nos da el ser (v.), aunque éste no se agota en su mostrarse, sino que tiene un «por debajo de» (hipokeimenon), más allá de lo que se ve. Fenómeno es, pues, para los griegos, lo que aparece ante nuestra vista, lo que se manifiesta. Esta noción va unida a una concepción «visual» del conocimiento. Detrás de las ideas de aparición y de manifestación se encuentra la idea de claridad. Por otra parte, fenomenalidad viene a equivaler a patencia. Como interpreta Heidegger (v.), «el ser esencializa como físis. La fuerza imperante que brota es aparecer: ella lleva al presentar. En esta circunstancia está implícito el hecho de que el ser, el aparecer, hace salir del estado de ocultamiento. En cuanto el ente es como tal, se pone y está en estado de desocultamiento, alézeia» (Introducción a la Metafísica, Buenos Aires 1959). Así, pues, el f., en tanto que verdad objetiva, no es algo añadido al ser, sino que pertenece a la esencialización del mismo ser.
      Filosofía griega y Escolástica medieval. Sin embargo, en la línea Parménides-Platón se plantea problemáticamente la dialéctica f.-realidad. Parménides (v.) establece, por primera vez de una manera neta, el contraste entre realidad y f. (en el sentido de apariencia) al oponer el «camino de la verdad y de la persuasión, que tiene por objeto al ser, 'su unidad, su inevitabilidad y su necesidad», al camino de la opinión (dóxa), que tiene por objeto al no-ser, o sea al mundo sensible en su devenir; la idea de f. quedará así ligada a la de dóxa. Platón (v.) consagra históricamente la ruptura f.-ser, aunque no de una manera tan intencionada y tajante como se suele presentar en las exposiciones escolares. Establece la misma coincidencia entre las nociones de f. y dóxa; el conocimiento de opinión tiene como objeto las apariencias sensibles, cambiantes y transitorias, por lo que no puede ser más que verosímil y probable; a él se opone el conocimiento científico y racional, totalmente cierto, que tiene como objeto el ser mismo. Sin embargo, el mismo Platón, al afirmar que el objeto de la opinión es, con respecto al objeto del conocimiento racional, como la imagen respecto a su modelo, admite una relación de semejanza entre f. y realidad; por otra parte, la dialéctica supone un formidable intento de trascender los f. y llegar a lo realmente real. No puede solucionar, sin embargo, el problema teórico que presenta la participación del f. en el ser, concebido como idea, y tiene que recurrir a la logicización en sus últimas obras.
      Platón deja planteado, pues, el gran problema del trascensus del f. al ser. Aristóteles (v.) lo buscará en el movimiento de la mente que ilumina, por medio del intelecto agente, lo contenido implícitamente en el f.; por la abstracción (v.), la mente penetra en el f. para buscar su fundamentación ontológica. El ser es la substancia (ousía), de la que brotan los accidentes (v.) que en ella inhieren; la substancia (v.), pues, se fenomenaliza a través de sus accidentes. Al formalizar esta concepción en la Escolástica medieval, se independizan excesivamente los accidentes de la substancia, con lo que se corre el riesgo de perder la conexión de la realidad con su manifestación fenoménica. En todo caso, puede decirse que, desde Platón, la meta del pensamiento filosófico es «salvar los fenómenos» (sódsein tá fainómena).
      Filosofía moderna. Es ése uno de los objetivos de Descartes (v.): «Haré aquí una breve descripción de los fenómenos cuyas causas pretendo buscar» (Príncipes, 111, 4: «De los fenómenos o experiencia y para qué pueden servir»). Por su parte, Leibniz (v.) se propone esclarecer los fenómenos (phaenomena sive apparitiones quae in mente mea existunt) distinguiendo entre los phaenomena realia, bene fundata, y los phaenomena imaginaria (De modo distinguendi phaenomena realia ab imaginariis, ed. J. E. Erdmann, 442-444).
      La filosofía de Kant (v.) aparece, programáticamente, como el intento más fundado y ambicioso para resolver definitivamente la antinomia fenómeno-realidad. Sin embargo, el mismo Kant acaba cayendo en una esencial ambigüedad, al considerar el f. en tres niveles, correspondientes a tres concepciones del objeto difícilmente conciliables entre sí: 1) Fenómeno como Erscheinung (f. en sentido estricto): él' objeto de una intuición empírica, inicialmente indeterminado, y en una segunda instancia, conformado a priori por las formas de la sensibilidad (Crítica de la Razón Pura, A20, B34). 2) Fenómeno como Phaenomenon: objeto categorizado por las funciones sintetizadoras a priori del entendimiento (o. c. A248-249). 3) Fenómeno como lo correlativo a nóumeno, realidad en sí, pensable pero incognoscible (o. c. A251-252).
      Aunque puedan señalarse en ella esenciales ambigüedades, la concepción kantiana del f. ha abierto un amplio campo de posibilidades especulativas. La autonomía, al menos objetiva, que Kant confiere al f., ha supuesto históricamente el inicio de la posibilidad de una consideración de la fenomenología (v.), ciencia de los f. en cuanto tales, como método independiente. La fenomenología consagra metódicamente la «neutralidad ontológica» del f. y su independencia con respecto al «ser en sí»; considera el f. como algo que, al menos en un primer momento, se limita a estar ahí, constituido obiective ante la conciencia; cabe, en efecto, atender simplemente a la simple «datitud» del f. ante la conciencia, sin hacer cuestión de la realidad o irrealidad de su contenido.
      Exposición sistemática. Desde un punto de vista sistemático, y en un primer acercamiento a la comprensión metafísica del f., parece claro que su noción nominal hace referencia a un algo: precisamente aquello que en el f. se manifiesta. El f. deja de serlo cuando, tras él, no hay nada que se manifieste: entonces ya no sería f. de algo, sino f. de nada; no sería f., sino simple apariencia. Lo que eleva al f. por encima de la simple apariencia es precisamente su contenido real, la estricta referencia del f. a algo que, no identificándose plenamente con él, en él se manifiesta.
      Por otra parte, y atendiendo al aspecto subjetivo de la cuestión, podemos afirmar que la necesidad de este trascensus del f. al ser responde a la dinámica espontánea de nuestro conocimiento (v.), que no se detiene en el aparecer, ni lo considera un momento cognoscitivo aislado, sino que busca, de una manera natural, el ser que se da en el fenómeno.
      Así, pues, el f. incluye en su misma noción y en su status real, una intrínseca y constitutiva connotación del ser que en él se manifiesta. Pero, a sensu contrario, y de otro modo, el ser «necesita» también del f. para actualizar su mostración; el ser sólo se «da» en tanto que aparece y se muestra. Lo que, directa o indirectamente, no aparece en el f. es algo «replegado» sobre sí, que, al menos paya nosotros, en su falta de determinación, parece la nada. Por tanto, el f. y el ser se encuentran en una fundamental correlación y mutua dependencia. Ello exige una esencial homogeneidad entre el ser y el f., entre lo que se muestra y lo mostrado. Podemos entender entonces el f. como una dimensión del ser, a través de la cual el ser se patentiza. Sin embargo, el ser no se identifica plenamente con el f.; en el f. se nos da el ser, pero el ser no se «agota» en su mostrarse, sino que tiene un plus de realidad, más allá de lo dado en el f.
      Posee, pues, el f. dos aspectos: el contenido mostrado, que de suyo trasciende al f. en el que se muestra, y la misma mostración de este contenido. Ambos aspectos son solidarios e inseparables. Algo se muestra en cuanto que, por una parte es, y por otra «vuelca hacia afuera» su misma realidad. Fenómeno viene así a equivaler a patentización del ser. Con respecto al f., la cosa es la totalidad trascendente que se muestra en parte, sólo en parte, en el f., que es entonces su parcial aparecer, su limitada objetivación.
     
      V. t.: REALIDAD; APARIENCIA; SER; FENOMENISMO; FENOMENOLOGíA.
     
     

BIBL.: H. BARTH, Philosophie der Erscheinung (Fine Problemgeschichte), Basilea 1947-59; E. FINK, Sein, Wahrheit, Welt (VorFragen zum Problem des Phánomen-Begriffs), en M. NpHOFF, Phaenomenologica, La Haya 1958; F. GONSETH, L'ouverture á 1'expérience et les a priori, «Dialectican 33-34, 1955; N. HARTMANN, Metafísica del conocimiento, Buenos Aires 1957; ÍD, Diesseits ron ldealismus una Realismus, «Kantstudien» 29 (1924) 160 ss.; N. MICHEL, L'essence de la manifestation, París 1963; A. MILLÁN PUELLES, La estructura de la subietividad, Madrid 1966; W. PAULI, Phünomen und physikalische Realitüt, «Dialectica» 41-42; M. VINCENT, De 1'apparence vers l'absolu, París 1955; J. WAHL, Essence et phénoménes, París 1959.

 

A. LLANO CIFUENTES.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991