Con él se inicia la dinastía de los Borbones (v.) en España. Su reinado es
el más largo de la historia moderna española (1700-46).
1. Nacimiento, matrimonios, descendencia y muerte de Felipe V. N. el
19 dic. 1683 en Versalles y recibió el título de duque de Anjou. Fueron
sus padres el delfín Luis de Borbón y Mariana Cristina Victoria de
Baviera. Era nieto de Luis XIV de Francia y bisnieto de Felipe IV de
España. Instituido heredero de la corona española por testamento de Carlos
II (v.), lo aceptó el 16 nov. 1700, a los 15 días de la muerte de aquél,
renunciando a sus derechos al trono de Francia. Casó en primeras nupcias
con María Luisa Gabriela de Saboya (noviembre 1701), que tenía entonces 13
años de edad y de quien nacieron Luis Fernando (1707-24), sucesor de su
padre en 1724; Felipe (1709), m. a los pocos días de nacer; Felipe Pedro
(1712-19); y Fernando VI (1713-59), que heredó el reino en 1746. La reina
m. el 14 feb. 1714, a consecuencia de una tuberculosis pulmonar.
El 16 sept. 1714 casó Felipe V por poderes con Isabel de Farnesio.
El matrimonio fue ratificado en Guadalajara el 24 de diciembre del mismo
año. Esta unión supuso la pérdida de influencia de los franceses y
preponderancia de los italianos en la corte, a la cabeza de los cuales se
encontraba el abate Julio Alberoni, cuya política rigió los destinos de
España de 1714 a 1719, gracias al apoyo de Isabel de Farnesio. Como señala
J. L. Comellas, «el matrimonio de Felipe V con Isabel de Farnesio no es la
causa, sino más bien la consecuencia de la política italiana» (Historia de
España moderna y contemporánea, Madrid 1967, 305). Hijos del segundo
matrimonio de F. V fueron Carlos III (1716-88), sucesor en el trono de
España de su hermanastro Fernando VI; Francisco (1717), que vivió un mes;
María Ana Victoria (1718-81), reina de Portugal al casarse con José I;
Felipe (1720-65), duque de Parma y Plasencia; María Teresa (1726-46),
casada con el delfín de Francia; Luis Antonio (1727-85), cardenal y
arzobispo de Toledo; y María Antonia (1729), que contrajo matrimonio con
el duque de Saboya. En la mañana del 9 jul. 1746 m. Felipe V en el palacio
del Buen Retiro (Madrid), a consecuencia de un ataque de apoplejía, sin
recibir los auxilios espirituales.
2. Carácter y formación de Felipe V. Era descendiente de los
Austrias por su abuela paterna y de ella heredó la lipemanía y la
depresión hipocondriaca. Su constitución era normalmente fuerte, pero se
fue debilitando con los años, a causa principalmente de la melancolía,
acentuada a raíz de la muerte de su primera esposa. De una inteligencia
corriente y clara, padecía frecuentes crisis de angustia y desánimo,
agravadas a partir de 1728 y manifestadas en su frecuente obsesión por
abdicar. A pesar de su tendencia a la inacción, sentía cierta inclinación
a la guerra, como lo prueba su participación personal en la de Sucesión.
Heredó más cualidades de los Austrias que de los Borbones. Su carácter
retraído daba a su porte un aire grave. De 1689 a 1697 tuvo como preceptor
a Francisco de Salignac de la Mothe-Fénelon (v.), quien le inculcó un
intimismo religioso y la fidelidad a sus convicciones.
3. Comienzos del reinado. El problema sucesorio. El 8 mayo 1701
prestó juramento Felipe V ante las Cortes - de Castilla y León en la
iglesia de S. Jerónimo el Real, en Madrid. Tenía 17 años de edad. Uno 'de
sus primeros actos como rey fue constituir el Consejo real permanente,
formado por el card. Portocarrero (arzobispo de Toledo), el duque de
Harcourt (embajador de Luis XIV), Manuel Arias (arzobispo de Sevilla y
presidente del Consejo de Castilla) y Antonio Ubilla (secretario del
Despacho Universal). La presencia del embajador de Luis XIV en el Consejo
real ponía a España bajo la órbita de Francia, a cuya política se
supeditaría en parte la española, sobre todo a comienzos del reinado.
La situación de España a la llegada de Felipe V era de ruina en la
Hacienda, desorganización en el Ejército, corrupción en la Administración
y desprestigio en el exterior. La pérdida del poder político español se
debía en gran parte a Francia. El pensamiento de Luis XIV (v.) al casarse
con María Teresa (1660), hija de Felipe IV, era constituir una alianza
borbónica que se impusiera en Europa. El testamento de Carlos 11 nombrando
heredero al duque de Anjou favorecía este proyecto. De no aceptar la
última voluntad del monarca español, la corona pasaría a manos del
archiduque Carlos de Austria, como descendiente con mejor derecho de la
rama segundogénita de los Austrias, que procedía del emperador Fernando I
(v.), hermano de Carlos I de España. Los otros candidatos ni contaban ni
eran peligrosos: el duque Felipe de Orleáns, el duque Víctor Amadeo de
Saboya y el rey de Portugal. Las potencias europeas se mantenían a la
expectativa. Interesaba a todos mantener el equilibrio, que no se rompía
al renunciar Felipe V a sus derechos al trono de Francia. Pero Luis XIV,
al reconocer ese derecho (febrero 1701), en contra de lo dispuesto en su
testamento por Carlos II, puso en peligro el equilibrio europeo y las
potencias que hasta entonces habían reconocido a Felipe V como rey de
España reaccionaron uniéndose al archiduque Carlos de Austria.
En oposición a los Borbones, Austria, Inglaterra y Holanda formaron
la Gran Alianza (La Haya, 7 sept. 1701), a la que se unieron Portugal y
Saboya (1703). Las potencias aliadas reconocieron como rey de España (12
sept. 1703) al archiduque Carlos de Austria. Este reconocimiento avivó la
guerra de Sucesión española (v.; 1701-13), iniciada entre franceses y
austriacos en Italia, donde se trasladó Felipe V para jurar los fueros de
Nápoles y Sicilia. Durante su ausencia, quedó como gobernadora su esposa
María Luisa Gabriela de Saboya, a quien aconsejaba su camarera mayor la
princesa de los Ursinos, María Ana de la Trémouille, y ayudaba un Consejo
o junta de Gobierno, cuya principal figura era el card. Portocarrero. A su
regreso de Italia (diciembre 1702), Felipe V dejó cesante la junta de
Gobierno.
El primer periodo de la guerra (1701-06) fue desfavorable a los
Borbones. Felipe V, que tome parte en la campaña de Italia, fue herido en
la batalla de Luzzara (agosto 1702). A pesar de la desventaja de los
Borbones, los austriacos no lograron apoderarse del Milanesado. En la
campaña de los Países Bajos, los triunfos del inglés Marlborough
proporcionaron a los aliados el dominio del bajo Rin y del Mosa inferior
(1702-03). En la campaña del Danubio también triunfaron los aliados sobre
los franco-bávaros (agosto 1704). Hasta 1704 no hubo contienda en
territorio español. La campaña de Portugal (marzo-julio 1704) fue dirigida
por Felipe V con la suficiente eficacia para que los aliados no entraran
en España, pero la ocupación de Gibraltar por los ingleses (4 ag. 1704)
fue decisiva y significó la pérdida del Peñón. También intentaron los
ingleses apoderarse de Ceuta con el fin de dominar totalmente el Estrecho,
pero fracasaron. En su recorrido por Levante, los aliados consiguieron que
fuera proclamado rey el archiduque Carlos (Denia, 8 ag. 1705). Cataluña
tomó partido por el archiduque. pero Aragón en un principio y Castilla y
Navarra a lo largo de toda la guerra se mantuvieron fieles a Felipe V. Con
la victoria hispanofrancesa en Almansa (25 abr. 1707) quedó libre de
austriacos el reino de Valencia y luego el de Aragón.
En la segunda fase de la guerra (1706-13) los acontecimientos fueron
favorables al archiduque. El ejército español fue derrotado en Almenara
(27 jul. 1710) y Carlos de Austria entró en Zaragoza; pero la victoria
española en Villaviciosa (10 die. 1710) cambió el signo de la guerra,
lográndose que los austriacos se retiraran de Cataluña. Al morir el
emperador José I (17 abr. 1711), al que heredaba el archiduque Carlos
(emperador Carlos VI), desapareció el motivo de unión de los aliados, lo
cual significó la ruptura de la Gran Alianza, pues no interesaba a las
potencias que la formaban el engrandecimiento de los Austrias. Ingleses y
holandeses retiraron su apoyo al archiduque. Mientras tanto Luis XIV
negociaba la paz a espaldas de España y se concluían los tratados de
Utrecht (v.; 11 abr. 1713), en los que se reconocía a Felipe V como rey de
España, se disponía su renuncia a sus eventuales derechos al trono francés
y se consagraba la pérdida de Gibraltar, Menorca y los dominios europeos.
Las protestas de Felipe V contra estas pérdidas fueron inútiles. España
concluyó la paz con Inglaterra el 13 jul. 1713, con las Provincias Unidas
del Norte (fue más bien un tratado de comercio) el 26 jun. 1714, y con
Portugal -país al que se cedía la colonia del Sacramento- el 6 feb. 1715.
En la Península, sin embargo, continuaba la guerra, pues Cataluña seguía
oponiéndose a Felipe V y pronunciándose en favor del archiduque. Con la
rendición de Barcelona (12 sept. 1714), Cardona (18 sept. 1714) y Palma (3
jul. 1715) terminó la guerra en Cataluña y Baleares. El tratado de Rastatt
(1714) confirmó los de Utrecht, afianzando a Inglaterra como gran potencia
y beneficiándose Austria a costa de los antiguos territorios españoles en
Europa.
4. La tendencia italiana. A raíz del matrimonio de Felipe V con
Isabel de Farnesio (y aún antes, como decíamos) cambia el rumbo de la
política española, dirigida ahora hacia Italia, de donde se pretendía
expulsar a los Habsburgo. La reina apartó a la princesa de los Ursinos e
impuso a Alberoni, que siguió la política de Isabel de Farnesio de
recuperación de territorios en Italia. Contra esta política se formó la
Triple Alianza (La Haya, 4 en. 1717) entre Francia, Austria e Inglaterra,
y la Cuádruple Alianza (Londres, 2 ag. 1718) entre Francia, Austria,
Inglaterra y Holanda. La guerra fue declarada oficialmente a España (27
dic. 1718) después de la ocupación de Cerdeña y Sicilia por las tropas
españolas. La situación se complicó con Francia al descubrir el regente,
duque de Orleáns, una conjuración de Alberoni para derribarle. La guerra
entre Francia y España se hizo inevitable y fue declarada por los
franceses el 9 en. 1719. A la Cuádruple Alianza se unió Saboya (5 nov.
1718), quedando España sola frente a las potencias europeas. Felipe V
pretendía instaurar en el trono inglés al pretendiente Jacobo III
Estuardo, pero la flota que salió de La Coruña (marzo 1719) para apoyar
este proyecto fue desorganizada por la borrasca. Las tropas que lograron
llegar a Escocia, desde donde se pretendía invadir Inglaterra, fueron
derrotadas. Mientras tanto, los franceses invadían España (abril 1719).
Felipe V tomó parte en uno de los tres ejércitos que se formaron en
territorio español. Por el resultado desfavorable de la guerra, Alberoni
fue expulsado de España. Tras su caída se firmó un tratado de alianza
entre España, Francia e Inglaterra (Madrid, 13 jun. 1721). Felipe V
buscaba un acercamiento a Francia y se convino el matrimonio de María
Luisa de Orleáns con el príncipe de Asturias Luis de Borbón, matrimonio
que tuvo lugar el 20 en. 1722. También mejoraron las relaciones con
Austria y, como resultado de ello, el emperador Carlos VI reconoció el
derecho de sucesión de los infantes españoles a los ducados de Parma,
Plasencia y Toscana (9 dic. 1723). A esta conclusión se llegó en el
laborioso Congreso de Cambray, que satisfizo las aspiraciones italianas de
Isabel de Farnesio para sus hijos.
5. Reinado de Luis I. El 10 en. 1724 Felipe V comunicó al Consejo su
decisión de abdicar en favor de su hijo Luis, alegando que quería
entregarse a meditar acerca de la otra vida y dedicarse a la tarea de su
salvación eterna. Algunos historiadores como Coxe creen que Felipe V
seguía en su idea de ocupar el trono francés y que la ocasión le parecía
favorable por la doble circunstancia de la muerte del duque de Orleáns y
la enfermedad de Luis XV. A pesar de la oposición de su esposa Isabel de
Farnesio, Felipe V abdicó. El 14 en. 1724 aceptó la corona su hijo Luis 1,
cuyo efímero reinado llegó tan sólo hasta el 31 ag. 1724, día de su
muerte. En tan poco tiempo no cambió la política española, que en realidad
seguía dirigida por Felipe V, Isabel de Farnesio y el marqués de Grimaldi.
6. El segundo reinado. La alianza austriaca. Se inició con el
acercamiento a Austria, en parte por el interés que tenía Isabel de
Farnesio en casar a sus hijos (Carlos y Felipe) con las hijas del
Emperador. El 5 nov. 1725 se firmó el tratado hispanoaustriaco de Viena,
por el que Felipe V renunciaba a la corona de Francia y reconocía a la
Compañía de Ostende iguales privilegios comerciales que a Inglaterra y
Holanda, para conseguir la restitución de Gibraltar y Mahón. Pero la
alianza hispanoaustriaca fue mal vista por las restantes potencias, que
temían la ruptura del equilibrio europeo. Para evitarlo, se constituyó la
alianza de Hannover, firmando Francia e Inglaterra el tratado de
Herrenhausen (3 sept. 1725), al que se adhirieron Prusia (hasta 1727, año
en que se unió al tratado de Viena), Holanda, Suecia y Dinamarca.
Por el tratado de Viena, en el que Felipe V vislumbraba el final de
la enemistad hispanoaustriaca, el holandés Juan Guillermo de Ripperdá, su
factor, consiguió ser nombrado primer ministro (27 dic. 1725) en España,
pero ante la reacción de las demás potencias, Felipe V decidió prescindir
de los servicios del holandés, al que destituyó de su cargo (14 mayo
1726). Comenzó a partir de entonces el gobierno de los ministros
españoles. José Patiño (v.) se hizo cargo en 1726 de las secretarías de
Marina, Indias y Hacienda, y desde 1733 de las Relaciones Exteriores. A él
se debe la reorganización de la escuadra, la construcción del arsenal de
La Carraca y la creación de un Colegio de marinos (antecedente de la
actual Escuela Naval). Reorganizó el Ejército y la Hacienda, y colaboró en
la política atlántica de Felipe V creando una Compañía, cuya finalidad era
organizar el comercio con América. M. en 1736 y cuatro años después le
sucedió José Campillo (1694-1744) como secretario de Estado, Marina,
Guerra e Indias hasta su muerte en 1744. Como ministro de Hacienda, cargo
que ocupaba desde 1738, intervino eficazmente para remediar los abusos de
los absentistas y arrendadores. Su sustituto Zenón de Somodevilla
(1702-81), marqués de la Ensenada (v.) desde 1736, ocupó las secretarías
de Hacienda, Marina, Guerra e Indias desde 1744 hasta 1754, en el reinado
de Fernando VI (v.).
En 1726 comenzó la guerra entre España y Austria -unidas por el
tratado de Viena- por un lado y las potencias de la alianza de Hannover
por otro. Después de cinco meses de esfuerzos inútiles, fracasó el sitio
de Gibraltar (19 jun. 1727). Austria, por su parte, negoció
unilateralmente en el congreso de Soissons (1728) con las potencias
aliadas, dejando sola a España, que tuvo al fin que acudir al Congreso y
aceptar los preliminares de la paz, en los que se establecía el
levantamiento del bloqueo de Gibraltar y el libre comercio en América de
los ingleses. Esto suponía una claudicación ante Inglaterra y un fracaso
de la alianza hispanoaustriaca, por lo que Isabel de Farnesio tuvo la
iniciativa, aceptada por Felipe V, de un acercamiento a Francia e
Inglaterra, que desembocó en la firma del tratado de Sevilla (9 nov. 1729)
entre estas potencias y España. La intervención de Inglaterra para
procurar el entendimiento hispanoaustriaco dio como resultado la firma de
un nuevo tratado de Viena (22 jul. 1731), por el que el Emperador
confirmaba los derechos del infante Carlos sobre los ducados de Parma y
Plasencia. Al mismo tiempo, se siguió la política africana de Fernando el
Católico, reconquistándose Orán (5 jul. 1732), plaza que se había perdido
en 1708. En 1737 se firmó un concordato con la Santa Sede que apoyaba la
política regalista española y ponía fin a una ruptura producida en 1709,
cuando el papa Clemente XI reconoció como rey de España al archiduque
Carlos y en represalia fue expulsado el nuncio.
7. Guerras de sucesión de Polonia y Austria. Las pretensiones
españolas en Italia se vieron favorecidas por Francia, con quien se firmó
en El Escorial el primer pacto de familia (7 nov. 1734), así llamado
posteriormente. Se trataba de una alianza defensiva en la que España, que
nada tenía que ver con la guerra de Sucesión de Polonia (v.; 1733-35), se
comprometía a apoyar a Estanislao Leczynski, cuñado de Luis XV de Francia,
en sus pretensiones al trono de Polonia. Como contrapartida, los franceses
secundarían la política española en Italia y ocuparían Gibraltar, en caso
de que los ingleses intervinieran. El pacto resultó letra muerta, porque
Francia perdió la posibilidad de ver a su candidato en el trono, ocupado
por el duque de Sajonia, cuya candidatura favorecía Austria, y España se
adhirió a la paz de Viena (1735), por la que se reconocía la corona de
Nápoles y Sicilia para el infante Carlos.
A la muerte del Emperador de Alemania Carlos VI (1740), que nombró
heredera a su hija María Teresa (v.), comenzó una nueva guerra por la
sucesión de Austria (v.; 1741-48). Francia se enfrentó a los austriacos y
consiguió nuevamente la alianza de España, con la que firmó el tratado de
Fontainebleau (28 oct. 1743), conocido también como segundo pacto de
familia. España colaboraría con Francia en la guerra de Sucesión de
Austria, obligándose Luis XV (v.) a ayudar al infante Felipe en la
conquista del Milanesado y en la posesión de los ducados de Parma y
Plasencia. También se comprometía Francia a colaborar con los españoles en
sus intentos de recuperación de Gibraltar y Menorca. En 1745 entraron las
tropas españolas en Milán, que tuvo que ser evacuado, y se perdió Génova.
El beneficio del nuevo pacto de familia resultaba otra vez nulo. Cuando m.
Felipe V aún continuaba la guerra de Sucesión de Austria y se mantenía en
vigor el tratado de Fontainebleau, que heredó Fernando VI con todas sus
consecuencias.
8. Política interior. Las reformas administrativas durante el
reinado de Felipe V se inspiraron en la política centralista de los
Borbones franceses. Se suprimió el régimen autónomo de Aragón y Cataluña
(Decreto de Nueva Planta de 1716). La supresión de los fueros de Aragón y
Valencia encontró resistencia, pero tuvo que ser aceptada. Las leyes de
Castilla se impusieron en todos los territorios de la corona, excepto en
Navarra y en las provincias vascas. La organización de la Hacienda comenzó
con el ministro luan Orry (1652-1719), que consiguió un aumento de los
impuestos, pero no pudo aplicar eficazmente sus medidas de saneamiento
económico por oposición de los nobles. Los ministros españoles dieron un
paso más en la reforma y recuperación de la Hacienda. El fomento de la
Marina comenzó con Alberoni y se continuó con los ministros Patiño y
Campillo. El Ejército se reorganizó a estilo francés. Se protegió la
industria y el comercio, favorecido este último con la fundación de la
Real Compañía Guipuzcoana de Caracas (1725). Se instituyeron cuatro
secretarías (de Estado, justicia, Guerra y Marina) y se aumentó el número
de Audiencias.
En el orden cultural, fueron beneficiosas la creación de Academias
(R. A. Española en 1713, Acad. de Buenas Letras de Barcelona en 1729 y
Acad. de la Historia en 1738) y la fundación de la Bibl. Real (1712),
actual Bibl. Nacional. Por el Auto Acordado de 1713 se estableció la ley
sálica, cuyas consecuencias fueron, a la muerte de Fernando VII (v.), el
pleito dinástico, dirimido por las armas, entre isabelinos y carlistas. En
América se creó el virreinato de Nueva Granada (1738) y se sostuvo la
llamada guerra del Asiento contra los ingleses, que saquearon Portobelo y
fueron derrotados en Cartagena de Indias. Es evidente en este reinado una
mayor preocupación por América y el comercio indiano, consecuencia de la
política atlántica renovada por Felipe V. Pero esta nueva política
americanista, basada en una explotación más racional de las riquezas de
Indias y en un comercio más activo, enfrentó a España con Inglaterra,
cuyos intereses comerciales se veían bastante afectados, especialmente en
lo que respecta al derecho de asiento de negros.
9. Balance del reinado. Felipe V un rey hábilmente manejado por su
segunda esposa Isabel de Farnesio. A pesar de su abulia, permitió que se
llevaran a cabo cuantas iniciativas le propusieron en beneficio de sus
reinos. Era más dado a las empresas militares que a la diplomacia. Esto,
unido a la falta de buenos diplomáticos españoles, puede tal vez explicar
los frecuentes fracasos de España en los tratados. Interiormente España
salió del letargo económico, cultural y político en que la habían sumido
los últimos Austrias. En política exterior se consumó la liquidación del
imperio español en Europa. La europeización de España por Felipe V fue un
afrancesamiento de las formas, que afectó a la administración, al arte y a
la cultura en general. En el exterior, España se vio envuelta en el
peligroso juego del equilibrio europeo y de la coexistencia llevada de la
mano por Francia y supeditándose tal vez, en ocasiones, los auténticos
intereses españoles en Italia, a los personales de Isabel de Farnesio.
También actuó de espolón en la empresa de recuperar los territorios de la
monarquía española en Italia el que pudiéramos llamar partido italiano
formado en España por inmigrantes. Éstos y sus compatriotas en Italia
estimularon la intervención española, pues se prefería los españoles a los
austriacos. La alianza con Francia, tanto en el reinado de Luis XIV como
en el de Luis XV, resultó lesiva para los intereses de España, que se vio
abandonada por su aliada en los momentos de negociar. Cuando Felipe V se
unió a Francia, lo hizo con el deseo de contar con un aliado que
favoreciera la corona española. Su acercamiento a otras potencias es
prueba de que para él contaba, no la alianza borbónica en razón de los
intereses de Francia, sino de los de España, cuyo beneficio buscaba en
pactos infructuosos. Felipe V, que era francés de nacimiento, terminó
siendo español por su defensa de la corona, pero el balance para España
resultó en ciertos aspectos negativo, a pesar del prestigio adquirido en
el exterior.
V. t.: PACTOS DE FAMILIA; BORBóN, CASA DE.
BIBL.: Historias generales: 1. L.
COMELLAS, Historia de España moderna y contemporánea 1474-1965, Madrid
1967; W. COXE, España bajo el reinado de la Casa de Borbón, 1, Madrid
1846; P. BOISSONADE, L'Espagne au XVIII siécle, París 1906.-Historias del
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1890-1904; L. TAXONERA, Felipe V, dos veces rey de España, Buenos Aires
1944.-Historias de hechos y personajes: A. BETHENCOURT, La política
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CARLOS R. EGUfA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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