EVAGRIO PÓNTICO


Monje escritor del s. Iv que ofrece el primer sistema concluso de espiritualidad cristiana, que habría de"satisfa er a multitud de maestros monásticos.
      Vida y obras. N. en el Ponto (Asia Menor), hacia el 345. Fueron sus maestros S. Basilio (v.) y más aún S. Gregorio Nacianceno (v.), que le ordenó diácono y con quien colaboró en Constantinopla (379-391), continuando con su sucesor en esa sede, Nectario. Huyendo de una tentación marchó a Jerusalén, donde estuvo unos meses vinculado al círculo monástico de Rufino y Melania (v. JERóNIMO, SAN). Al decidirse por la vida monástica se instaló en Egipto, viviendo en estrecha conexión con monjes que, como Rufino y Melania, eran entusiastas lectores de Orígenes (v.). Para ganar su sustento se dedicó al trabajo de copista, componiendo él mismo numerosas obras. M. antes del 399.
     
      Las fuentes clásicas del monaquismo (v.) cuentan a E. entre sus Padres más venerables. Paladio, que había sido su discípulo en el desierto, le dedicó un largo capítulo de su Historia Lausiaca (cap. 38; ed. Butler, 116-123). También le alaba el autor de la Historia monachorum in Aegypto (86; ed. Festugiére, 123). Los compiladores de los Apophthegmata Patrum (V. APOTEGMA) han recogido sentencias y extractos de sus obras (PG 65,173176). Sus obras ascéticas, muy estimadas, encontraron pronto amplia difusión. Pero no faltaron prevenciones por su pertenencia al grupo de monjes origenistas. S. Jerónimo le reprocha su doctrina de la apatheia. Casiano (v.), que probablemente le había conocido personalmente y está muy influido por su pensamiento, nunca lo nombra. En los s. v y vi circulaban anécdotas sobre su altanería y vanidad. Había por entonces en Palestina monjes origenistas, que sostenían la preexistencia del alma y la apocatástasis (v.). Al ser condenados en Constantinopla el 553 por el V Conc. Ecuménico, las opiniones anatematizadas fueron atribuidas no sólo a Orígenes, sino también a E. y Dídimo el Ciego (v.). De hecho varios de los anatematismos tienen su fuente inmediata en obras de E. Consecuencia de esta condena oficial es que en tiempos posteriores dejen de citar a E. aún los más influidos por él; o si lo nombran es para calificarlo de «condenado» (S. Juan Clímaco, s. VII) o «impío» (S. Máximo el Confesor, s. VII).
     
      Su condena acarreó la pérdida de buena parte de sus obras. La parte más notable se ha conservado en traducciones orientales, siriaca y armenia. J. P. Migne (PG 40) reúne los textos atribuidos a E. en la trasmisión manuscrita griega. Entre otros: Praktikós, una «centuria» (100 capítulos) fundamental para el estudio de su doctrina ascética; Rerum monachalium rationes, desarrolla los rasgos específicos del estado monástico. Algunos escritos de E., conservados bajo su nombre en traducciones orientales, nos han llegado en griego bajo la atribución del recomendable S. Nilo (PG 79): p. ej., De octo spiritibus malitiae, agrupa una serie de sentencias en torno a los ocho logismoí (los pensamientos tentadores que se especifican en ocho vicios capitales); De diversis malignis cogitationibus, analiza con gran introspección sicológica el mecanismo y sucesión de los logismoí; De oratione, muy importante para el estudio de su mística. Entre los conservados sólo en traducciones orientales: Képhalaia gnóstica, su obra doctrinal más amplia y en que está contenida la doctrina origenista resumida y condenada en los anatemas del 553; Antirrhetikos, ofrece una colección de citas bíblicas, distribuidas conforme a los ocho vicios capitales, para enfrentar a los demonios tentadores; Gnostikós, complementa el Praktikós con consejos para el monje perfecto.
     
      Doctrina. Su nombre marca un factor decisivo en la historia de la espiritualidad. Se debe atribuir a E., más que al Pseudo-Dionisio (V. DIONISIO AREOPAGITA), el intento de reencontrar a Dios en el olvido voluntario de todas las realidades creadas y hasta de la humanidad del Salvador, cesando toda consideración de ideas distintas, aun lo que se expresa en el dogma cristiano.
     
      En su doctrina toma de Orígenes, trasformándola algo, la visión de un universo primitivo enteramente espiritual. En E. cosmología, antropología, ascética y mística forman un todo perfectamente ligado. La primera creación constituyó la totalidad de los logikoí o seres racionales, mentes puras iguales entre sí y creadas para conocer a Dios. Por su desatención a Dios perdieron ese conocimiento esencial, introduciéndose la diferencia y desigualdad entre los seres racionales. Las mentes caídas llegaron a ser almas más o menos hundidas en la ignorancia. A esta caída sigue una segunda creación, la de los seres materiales. Desde entonces cada mente está unida con un cuerpo, situado en un mundo que corresponde al grado de caída. Tal diversidad de unión con cuerpos materiales (ángeles, hombres, demonios) responde a un primer juicio; pero tiende menos a castigo que a liberación. Los cuerpos y el mundo correspondiente deben ser medio de salvación para las mentes caídas. En conformidad a la naturaleza de los cuerpos hay diferentes tipos de contemplación en línea ascendente. La salvación se logra por el paso de la inferior a la elevada más próxima. A este ascenso corresponde el paso de uno a otro cuerpo, de uno a otro mundo, hasta que la mente, progresivamente libre de materia y lugar, alcance de nuevo el conocimiento esencial. Cristo es el único de los seres racionales que se mantuvo en el conocimiento esencial, unido con el Logos y por ello Dios. Ha tomado un cuerpo como el de los logikoí caídos para revelarles los medios de salvación y ayudarles en el camino.
     
      Nuestra naturaleza es tripartita y, sin embargo, una: por el alma el nous (mente) está ligado al cuerpo. Librarse, volver a Dios y a su voluntad volviendo a sí mismo, es la tarea del asceta. La praktiké es el dominio de las virtudes, de los mandamientos. El asceta que se ha retirado a la soledad tiene que luchar con los demonios aún más que con el mundo, ya que éstos combaten a los anacoretas más que con las cosas con los logismoí, los recuerdos apasionados de los objetos, los pensamientos que ponen en movimiento las pasiones.
     
      La clasificación de «ocho pensamientos generales» (precedente de nuestros siete pecados capitales) es el elemento principal de la doctrina ascética de E. Cada uno de estos pensamientos se identifica prácticamente con un demonio particular. Esta lucha conduce a la apatheia, la liberación de las pathé (pasiones) que se oponían en nosotros a la caridad. Nos sustrae del dominio de los demonios para darnos al de Dios. La gnosis o theoría puede comenzar a desarrollarse cuando la caridad puede florecer por fin sobre el terreno de la apatheia. La gnosis sigue dos etapas: theoría physiké y theología. La primera, contemplación física, es el conocimiento de todos los seres creados por sus razones, que al no existir sino en el Logos divino no pueden ser captadas más que en la palabra en que él mismo se ha expresado. En la segunda etapa, gnosis de la Trinidad, sobrepasamos y abandonamos todos esos pensamientos múltiples mediante la oración por excelencia, la oración pura, llegando así al descubrimiento de nuestro verdadero nosotros-mismos hecho a imagen de Dios. Esta contemplación nos asimila a la Trinidad, pues el nous llega a ser lo que conoce. V. t.: CONTEMPLACIÓN, 2.
     
     

BIBL.: Fuentes: Texto griego en PG 40 y 79 (algunas de las atribuidas a S. Nilo).-Traducciones siriacas : W. FRANKENBERG, Evagrius Ponticus, Berlín 1912; A. GUILLAUMONT, Patrologia Orientalis 28,1, París 1958; 1. MUYLDERMANS, Evagriana Syriaca, Lovaina 1952.-Traducciones armenias: P. B. SERGHYSIAN (ed.), Venecia 1907.

 

RAMÓN TREVIJANO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991