ESCRITURA


La e. es una de las grandes invenciones de la Humanidad, y puede ser considerada como un instrumento de comunicación permanente, que guarda y hace resucitar la palabra del hombre. J. G. Février define el concepto e. como «un procedimiento que sirve actualmente para inmovilizar y fijar la lengua articulada, huidiza por su misma esencia». Se recalca el término actualmente para indicar lo temporal de la escritura, ya que puede ser sustituida por otros medios de comunicación, que sirvan a esa misma finalidad de conservar la palabra; p. ej., en nuestros días, las cintas magnetofónicas. No obstante, la e. tiene, frente a otros medios de expresión, su carácter de visual y duradero.
     
      El hombre primitivo se vio obligado a recurrir al ingenio para inventar unos medios de expresión constante, que le cubrieran sus necesidades de comunicación. Fueron éstos, en un principio, pinturas de objetos, más tarde los símbolos para expresar las ideas abstractas (nudos, muescas), y, por último, signos gráficos representativos de los sonidos articulados, surgiendo de la combinación de todos ellos el jeroglífico. La importancia del descubrimiento de la e. en la historia de la Humanidad es tal, que ésta puede dividirse según Ch. Higonnet en: antes de la e. y después de la e. El procedimiento primitivo fue aquel en que un signo o un grupo de signos servían para sugerir una frase o las ideas contenidas en una frase. Las estructuras de palabras más antiguas que conocemos son la sumeria, la egipcia y la china. En todas ellas, como en cualquier otra, encontramos dos elementos fundamentales: un soporte material y un instrumento de trazado, ambos muy variables. Por lo que se refiere a la historia de la e. podemos estudiarla en dos grandes grupos: no-alfabética y alfabética.
     
      Escrituras no-alfabéticas. Aparecen entre ellas las sumero-acadia, egipcia, hitita, proto-índica, cretense, china, americanas precolombinas, silábica chipriota y persepolitana.
     
      A. Sumero-acadia. También conocida por asirio-babilónica. Es del tipo de e. cuneiforme, inventada por los sumerios (v. SUMERIA) y que podemos considerar como el sistema más antiguo de los conocidos por documentos. Como su nombre indica, se caracteriza por una forma exterior angulosa, en forma de «cuña». Sus signos son impresos más bien que trazados y lo están sobre tablillas de arcilla y más raramente de piedra. La e. cuneiforme se usó en Mesopotamia en el milenio IV y III a. C. y de allí pasó a toda Asia. A las dificultades naturales de la e. de los inventores, pueblo de origen dudoso, se unieron hacia la mitad del tercer milenio a. C. las de los acadios (v.), pueblo vecino del anterior. Su larga historia se puede concretar en dos grandes periodos: 1) dinastía babilónica (s. XX-XVIIl a. y2)dominación asiria (s. IX-VII a. C.). Los modelos más antiguos encontrados pertenecen a los dos momentos más característicos de su evolución gráfica; cuneiforme primitivo, que se da en la época de la dinastía de Lagasch, a mitad del tercer milenio, y cuneiforme clásico asirio, del tiempo de Asurbanipal. Por lo que se refiere a su difusión, la e. sumero-acadia, con ligeras variantes, se extendió por numerosos pueblos de Asia.
     
      B. Egipcia. Es uno de los sistemas más antiguos y al mismo tiempo el tipo más claro de una e. de palabra. Según la forma más antigua y característica podemos definirla como una e. jeroglífica (hieros=sagrado; glyphein= =grabar). Los jeroglíficos eran signos sagrados para la palabra de los dioses. Gracias al descubrimiento de la célebre inscripción de Rosetta en 1799, escrita en caracteres griegos, demóticos y jeroglíficos, el investigador J. F. Champollion (v.) facilitó la posibilidad de fundamentar un completo sistema de paleografía egipcia. Este tipo de e. tiene tres formas: jeroglífica, hierática y demótica. La primera se emplea fundamentalmente en grabados de monumentos arquitectónicos; la segunda, en manuscritos, sobre todo religiosos, y la tercera para los usos más populares y generales de la nación, como documentos, decretos, etc. Igual que la sumero-acadia, es una e. de palabra, pero sus signos a veces pueden significar sonidos. Los signos se disponen de arriba abajo, o bien horizontalmente, de derecha a izquierda o de izquierda a derecha. El documento más antiguo son las Tablas de Ahá, primer rey de la dinastía tinita (hacia el a. 3000 a. C.). Los jeroglíficos suelen estar grabados sobre piedra, encontrándose unos jeroglíficos lineales de trazo muy simple. Belleza y complicación son las dos cualidades fundamentales de este tipo de e. (V. EGIPTO).
     
      C. Hitita .y cretense. La e. hitita se da en el imperio hitita de Asia Menor y Siria del N, del s. XVII al VIII a. C., al mismo tiempo que la sumero-acadia. Su primer nombre es hitita jeroglífica, aunque los jeroglíficos difieren bastante de los egipcios. La mayor parte de las inscripciones están grabadas sobre piedra, de derecha a izquierda y de izquierda a derecha. El sistema, como los dos anteriores, era semi-ideográfico y semi-fonético. Según Arthur Evans (v.), descubridor de Cnosos, se encuentran en la civilización cretense dos tipos de e.: una jeroglífica y otra lineal de empleo más reciente (v. HITITAS Y CRETA).
     
      D. China. Es una típica e. de palabras y el único sistema de los antiguos que tiene validez hoy, con muy ligeros cambios. La tradición atribuye la invención de la misma a los emperadores Fou Hi, Ta Yu, Houang Ti, o a un secretario de éstos, en los comienzos del tercer milenio a. C. Los documentos más antiguos son de finales de la segunda mitad del segundo milenio, corresponden a la dinastía de los Yin y están grabados sobre hueso y sobre conchas de tortuga. Février distingue tres etapas: a) la dinastía de los Yin (s. XII y XI a. C.), a la que pertenecen los más antiguos documentos; b) la dinastía de los Ts'in (s. III a. C.), que opera la unificación política y cultural del imperio chino; c) final de la dinastía de los Han Orientaus (principio del s. III a. C.) en que aparece Le K'ai chou, forma moderna de la e. china.
     
      A lo largo de la historia, los caracteres chinos, representados de arriba abajo y comenzando por la derecha, han sido adoptados por pueblos vecinos, como Corea y Japón en el s. IV (v. CHINA).
     
      E. Americanas precolombinas. Se comprenden bajo este epígrafe las e. maya y azteca, de aparición tardía, pues no parece que sean anteriores al s. III d. C., y cuya evolución quedó frenada por la conquista de los españoles en el s. XVI. La primera de ellas es más conocida, ya que la azteca no ha sido aún descifrada. Incluso se habla de que se derive de un tipo más antiguo. Una y otra se componen de signos figurativos e ideográficos y fonéticos y tienden a un tipo de e. de palabras (v. AZTECAS Y MAYAS).
     
      F. Silábica chipriota. Todas las e. antiguas, a excepción de la china, han evolucionado desde una estructura analítica hacia el silabismo. Entre las e. silábicas se encuentra la chipriota, desarrollada en la isla de Chipre desde el s. V al IV a. C. y que nos da a conocer la lengua anterior a la llegada de los griegos. Esta e. comprende unos 54 signos, más algunos no descifrados. Son formas puramente lineales, generalmente angulosas, y se suelen representar de derecha a izquierda.
     
      Escrituras alfabéticas. El alfabeto (v.) de que nos servimos actualmente nace en Siria hacia la mitad del segundo milenio a. C. Parece ser que los numerosos descubrímientos demuestran una gran proliferación de sistemas de e., que, bien sea por la forma de los caracteres, bien por el mecanismo de su notación fonética, anuncian el alfabeto fenicio ulterior llamado de byblos. La idea de escribir las consonantes (v.) aisladas había aparecido de una manera confusa en los egipcios. Esta misma idea surge también, sin duda bajo la influencia egipcia, en los pueblos semíticos occidentales de las riberas del mar Rojo y del Mediterráneo durante el segundo milenio. Las inscripciones proto-sinaíticas y el material heterogéneo de e. proto-palestinenses, recientemente exhumadas, e. de desciframiento poco seguro, pero que su pequeño número de signos inclina a creer prealfabéticas, testimonian los esfuerzos del mundo siro-palestino para conseguir un nuevo instrumento de expresión gráfica, más simple que los jeroglíficos o que los caracteres cuneiformes.
     
      Entre las principales de estas e. de la prehistoria del alfabeto está la pseudojeroglífica, de las inscripciones de Biblos (v.). Los descubrimientos de Ras-Shamra y Biblos confirman suficientemente la atribución de la invención del alfabeto a los fenicios (v. FENICIA). Los fenicios adoptaron los signos del alfabeto egipcio en su forma hierática, y de su tipo de e. partieron distintas ramas: hebreosamaritana (hebrea y samaritana), aramea (aramea, palmiriense, panfílica, sabea, árabe, hebrea armenia, estrangela, Zeuz y georgiana), griega (griega, ulfilana, copta, rusa y griega moderna), etrusca, ombria, osca y sabélica, autónoma española (ibérica y turdetana), rúnica (v.), indohomérita (del Yemen), himarítica (aria y sánscrita) y latina (v.) que origina las letras hoy usadas en Occidente. Esta fue la aceptada en España con la conquista de los romanos, no cambiada con la invasión goda, a pesar de que los visigodos conocían desde el s. IV un tipo de e. llamada ulfilana, ni tampoco en la época árabe, si bien durante la Reconquista conviven un tipo de e. francesa en el condado de Cataluña, la visigoda o romana en los reinos cristianos y la árabe. Desde el s. XII se generaliza el tipo francés en los reinos de Castilla, León, Aragón y Navarra, habiendo posteriores modificaciones.
     
     

BIBL.: CH. HIGONNET, L'écriture, París 1964; J. FÉVRIER, Histoire de l´ Écriture, París 1959; M. COHEN, La grande invention de 1'écriture et son évolution, 2 vol., París 1959.

 

L. NIETO JIMÉNEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991