El nombre y la figura. En todo el Oriente antiguo los e. ocupan una
posición de relieve y constituyen una corporación de gran actividad
literaria y cultural. Según la denominación sumeria el e. es un dub-sar:
escribano que escribe sobre una plaqueta de arcilla. De ahí se deriva el
nombre, en asirio y babilónico, tupsarru (cfr. Nah 3,17; Ier 51,27).
Herederos de la antigua escritura cuneiforme, esos e. fueron los difusores
de la antigua cultura oriental: «los escribas de Babilonia y de Asiria,
infatigables apóstoles de la cultura asirio-babilónica, se desparraman por
todo el Próximo Oriente. Gracias a ellos, como se constata por la célebre
correspondencia de el-Amarna, la escritura y lengua asirio-babilónicas se
vuelven escritura y lengua diplomáticas en las relaciones entre el faraón
de Egipto, los reyes de Asiria, de Babilonia, del país Hitita, los señores
de Fenicia, de la isla de Chipre, de Siria, de Palestina. Con la escritura
y la lengua se difunden las costumbres, las técnicas, las ideas
religiosas, las prácticas del culto y de la magia, las ciencias
adivinatorias y astrológicas, todo lo que constituye el fondo de la
cultura mesopotámica» (E. Dhorme, Recueil, París 1951, 395 ss.). No eran,
pues, simples escribanos o copistas sino personas que ingresaban
profesionalmente en la organización de funciones estatales.
En Egipto, con la invención de la escritura desde la época tinita
(3000-2780 a. C.) los e. ejercen así mismo una actividad de gran
importancia cultural, siendo los trasmisores de la sabiduría e importantes
funcionarios de la corte (cfr. R. de Vaux, o. c. en bibl., 201-202).
Vivían bajo el patrocinio de Thoth, el dios de los e. y «maestro de las
palabras de Dios» (P. Boylan, Thoth the Hermas of Egppt, 1922, 22 ss.). De
ahí que la profesión de e. era la puerta abierta para las demás carreras.
Recibían la formación en escuelas, la Casa de la Vida o de la Instrucción.
Originariamente sólo existían tales escuelas en la corte, bajo la
dirección de los altos dignatarios. Desde el Nuevo Imperio (V. EGIPTO IV)
cada centro administrativo, cada templo, poseía su escuela de formación de
nuevos e. y de funcionarios de la corte. Tal institución fue el factor de
una cultura cosmopolita e internacional y de la famosa sabiduría egipcia (cfr.
Ermann y Ranke, Aegypten und Aegyptisches Leben im Altentum, Tubinga 1933,
374 ss.; 447 ss.), que ejerció una gran influencia en la corte de Judá (cfr.
Is 19,11; v.).
Escribas en el Antiguo Testamento. En hebreo, el e. es el sófer.
Primitivamente era aquel que escribía las cartas, séfarim (2 Sam 11,14-15;
2 Reg 10,1), después los libros (Dt 9,9 ss.; Ex 24,7), los oráculos (Ier
36,1 ss.), los salmos (Ps 45,1). Escribían con tinta sobre papiro y sobre
los ostraca (Ier 36,18); llevaban sus instrumentos atados a la cintura (Ez
9,2.3.11; v. PAPIROLOGÍA). Como en Egipto, los e. fueron influyentes en
las cortes de Judá y de Israel: en tiempo de David lo fue Sérayah (2 Sam
8,17; 20,25), 'Élihoref y 'Ahiyyah en la época de Salomón (1 Reg 4,3);
después otros (cfr. 2 Reg 12,11; 18,18; 22,3; 25,19; Ier 36,10; 52,25; 2
Par 26,11; Esd 4,8; 7,6). Son también elementos importantes en la
constitución de las leyes (Dt 16,18; 1,15), en la transmisión de la
historia, de la sabiduría y de la profecía (Eccli 39,1 ss.).
Durante el tiempo de los jueces, la noticia de Idc 8,14 atestigua
que la práctica de la escritura estaba difundida en Canaán; hecho hoy
conocido por los textos alfabéticos de Ras al-Satura con su rica
literatura (v. UGARIT). Igualmente esta difusión de la actividad de los e.
puede ser fundamentada por el nombre de la ciudad de OiryatSefer (Idc
1,12) o la Ciudad del e. (Los 10,38-39; 15,15-16). Pero los e. se volverán
importantes con la institución de la monarquía y la organización de la
corte de Jerusalén; en este tiempo desempeñan una función estrictamente
secular, no religiosa: redactan la correspondencia real privada y pública,
registran el producto de las contribuciones destinadas al Templo, etc.
Los e., que ya ejercen su actividad en tiempos de David, aparecen
con todo esplendor en la corte de Salomón. Este monarca, influenciado por
Egipto, intenta organizar sus funcionarios y e. según los moldes de la
corte egipcia (cfr. R. de Vaux, Titres et fonctionnaires égyptiens de
David et de Salomon, en «Rev. Biblique», 48, 1939, 394 ss.). Probablemente
existen desde entonces en Judá escuelas de formación de e. análogas a las
egipcias, y lugares de formación de los funcionarios y de los sabios (cfr.
Is 8,1; 5,21). De todas formas, Prv 25,1 atestigua la existencia de un
personal que ejerce una actividad literaria en la línea del género
sapiencial. Por otra parte Dt 16,18 parece reconocer la importancia de los
e. en las funciones judiciales. Y según 2 Reg 22,9 es cierto que lafan, el
e. amigo de jeremías (Ier 29,3) ejerció una gran influencia en la reforma
deuteronomista y en la actividad literaria resultante de ella. Después de
la caída de Jerusalén, los e. fieles a la tradición religiosa, tal vez,
hicieran de Mispáh el núcleo de su actividad; allí, al menos, se puede
centrar la formación de una literatura durante el tiempo del destierro (2
Reg 25,22-23; Ier 31,15).
El tiempo del destierro babilónico fue propicio para la formación de
otra clase de e., con una marcada nota religiosa. Después de la
destrucción de las instituciones cultuales, los exilados comienzan a vivir
más intensamente la religión y aparece, como punto de su preocupación por
la Ley, la figura del «doctor de la Ley». El destierro fue además ocasión
de un contacto prolongado y profundo con la civilización babilónica; p.
ej., sufren la influencia en su calendario, y de la Kéneset que será más
tarde la sinagoga, nombre de origen mesopotámico. Los e. de Babilonia eran
especialistas de una escritura fascinante y practicaban el arte de
escribir y la ciencia de las palabras (v. BABILONIA I Y III). Tal hecho
influye en los judíos, de modo que no es de extrañar que el sacerdote
Esdras (v.), que es el e. por antonomasia (Esd 7,6) lleve a Jerusalén la
idea de crear un colegio para sacerdotes e., según el modelo de los
colegios sacerdotales de Babilonia.
Así se comprende que la influencia de los e. aumente desde el tiempo
de la primera restauración en la época persa a partir del 538 a. C.
Mientras se restaura el Templo (v.) de Jerusalén, los judíos se dedican al
trabajo de la edición de los antiguos oráculos de los profetas, de las
antiguas leyes. Esdras al llegar a Palestina, con el título de e., ex
funcionario de la corte persa, consolida el movimiento literario que
termina en la edición de los libros sagrados del pueblo de Israel, tanto
la Ley como los Profetas. A partir del s. V a. C. los e. contribuyen a la
formación de la Edad de Oro de la historia de la literatura hebrea (v.
HEBREOS IV), tiempo importante para la comprensión de la formación e
interpretación de los libros del A. T.
Después de la desaparición de los profetas, los e. se vuelven los
maestros espirituales de los restauradores en su meditación de las
antiguas escrituras. Esdras fue el prototipo (Esd 7,6) y tiene sus
seguidores en los sacerdotes levitas y los sabios (Esd 7,10.25; Neh 8,7;
Tbo 1,22; 3 Esd 2,15 ss.). El antiguo ideal de sabiduría de los e. es
entonces reavivado con ahínco (1 Reg 1,20; Eccli 38,25).
Durante la época griega coincidente con el mandato de la dinastía
seléucida, la función del e. es considerada como la más noble (Eceli 38,1
ss.). Los e. se organizan en la sinagoga (1 Mach 2,42; 7,12 ss.) y, poco a
poco, se dividen en las diversas tendencias del judaísmo como los
saduceos, fariseos y esenios (F. Josefo, Ant. XIII, 71 ss.; V. QUMRÁN;
JUDAÍSMO I, IA; y voces respectivas); principalmente estos últimos son los
especialistas de la escritura. La función del e. es la investigación, la
enseñanza basada en la Escritura (cfr. Act 22,3) y participan de la corte
judicial (Mi 2,4; Act 4,5). Los fariseos ,fundamentan su enseñanza en la
exégesis del texto (midras) y en las tradiciones (Mt 15,2 ss.) de donde se
originarán los géneros de la Halakah y la Haggadah. Los e. más conocidos
son Hillel (v.) y Sammay (cerca 20 a. C.; v.), Ga maliel (cerca 35 d. C.;
v.), Yóhanan ben Zakkay (cerca 70 d. C.), Gamaliel II (90 d. C.).
Escribas en el Nuevo Testamento. Con el nombre griego de grammateus
el N. T. designa principalmente los e. del judaísmo, relacionados con los
fariseos (Mt 5,20; 7,29;, 11,25; 23,13; 1 Cor 1,20) y con la perspectiva
apologética (Mt 9,3; 12,38; 15,1; 16,21; Mc 2,16; 3,22; 14,2; Lc 6,7; Act
6,12; 23,9). Constituían una clase social perfectamente definida en el
cuerpo del pueblo judío y componían uno de los estamentos del Sanedrín
(v.).
Mateo presenta el Sermón de la Montaña (V. BIENAVENTURANZAS) como un
manual de disciplina característico de la comunidad de aquellos que
aceptan a Jesús de Nazaret como al Mesías; y la característica principal
es la justicia, que sobrepasa la justicia de los e. y de los fariseos. La
justicia de los e. se basa fundamentalmente en una interpretación
teológica de la Escritura, pero la justicia del discípulo de Jesús se basa
en la autoridad y novedad de la palabra del Maestro (Mt 5,20). De ahí el
sentido del e. que ejerce una función con vistas al Reino de Dios (Mt
13,52). El ejemplo de este e. es Lucas que escribe con cuidado y orden (Lc
1,1 ss.; cfr. Mt 23,34). En Act 19,35 probablemente se alude a una
institución helenística. Y Tit 3,13 puede hacer alusión a una función de
un cristiano.
V. t.: JUDAÍSMO I; TALMUD 2.
BIBL.: O. HOLTZMANN, Die Jud.
Schriltgelehrsamkeit, 1901; H. H. SCHAEDER, Esra der Schreiber, 1930; W.
D. DAVIES, Paul and rabbinic Judaism, 2 ed. 1955; D. DAUBE, The New
Testament and rabbinic Judaism, 1956; R. DE VAUX, Institutions de l´Ancien
Testament, I, París 1958; B. GERHARDSSON, Memory and manuscript, Upsala
1961; G. VERMES, Scriptures and tradition in Judaism, Leiden 1961; J.
JEREMÍAS, Jerusalen zur Zeit Jesús, 3 ed. Gotinga 1962; ÍD, Schreiber, en
LTK, IX,487 s.
LUIS-BERTRANDO GORGULHO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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