Situación (legal o de facto) en que un ser humano está permanentemente
privado de libertad y obligado a hacer lo que otro, que se atribuye su
«propiedad», le ordene. Con esta definición (más práctica e histórica que
jurídica) podemos aproximarnos a un hecho que, si bien queda claro en sus
expresiones límite, se ha manifestado con gran variedad de matices en la
historia de la humanidad. Algunos autores, siguiendo las tesis
hegeliano-marxistas (que conciben la historia configurada en cinco grandes
etapas de desarrollo: sociedad salvaje, esclavista, feudal, burguesa y
democrática) han intentado considerar la e. como un paso obligado en el
desarrollo histórico de la humanidad. Pero se trata de un esquema
excesivamente rígido, que no responde a la realidad, ya que la evolución
social de las distintas civilizaciones no es sincrónica y, además, la gran
paradoja americana (particularmente en EE. UU., que prolongan la e. hasta
mediados del s. XIX) rompe abiertamente cualquier interpretación por fases
repetibles. Para una mejor comprensión del problema conviene que lo
analicemos en tres momentos o épocas: la Antigua y Media; el s. XVI en la
América española; y la trata de negros en EE. UU.
La esclavitud en la Antigüedad. En la mayoría de las sociedades
primitivas en que se da la e., su origen está en razones de guerra
(prisioneros), herencia (hijos de esclavos) o grandes delitos sociales
(crímenes, violaciones, deudas, etc.). La e. era fundamentalmente
doméstica u oficial (esclavos reales, forzados a trabajos públicos) y en
la mayoría de los casos obedecía a una especie de castigo. Un antiguo
proverbio griego decía: «el día de la esclavización quita al hombre la
mitad de su humanidad». Sin embargo, la e. era considerada como algo
temible para el individuo pero lógico para el grupo: Aristóteles defendía
la e. como un estigma con que algunos nacían, aunque no todos lo
merecieran. En Roma (v. II) no se esclavizaba a los considerados iguales:
libertad, igualdad y confraternidad eran los principios cardinales de la
gens romana, así como lo eran también de las gentes de los griegos y de
los indios americanos (L. Morgan). La vigilancia era extrema y la rebelión
muy difícil (Espartaco, v., p. ej.); en ocasiones se tendían trampas para
asesinar a los dirigentes (Esparta) que, por su parte, no eran
antiesclavistas, sino deseosos de invertir la situación. Parece claro que
la e. contribuyó a la decadencia romana cuando de una e. doméstica se pasa
a una masiva e. industrial (plantaciones), lo que constituye un mayor
peligro social y una situación moral y estadísticamente mucho más grave.
La aparición del cristianismo constituye una revolución en este
sentido al proclamar la igualdad absoluta de todos los hombres ante Dios
(v. III). Su influencia sobre la desaparición de la e. será decisiva,
aunque lenta. La situación del esclavo se suaviza notablemente, la
formación del cristianismo acorta diferencias entre esclavos y amos y,
finalmente, las legislaciones de Diocleciano y Constantino, provocando la
inmunidad otorgada por el Senado a los latifundistas en su trato, acelera
la crisis de la sociedad esclavista y del mundo romano. La nueva
concepción social (el feudalismo) no suprimirá la e. automáticamente, pero
la sociedad no está ya estructurada con base en la e. Pero la e es más
bien una gama de libertades; algunos esclavos importantes tienen, desde
luego, mucha más importancia que personas teórica y jurídicamente libres.
El empleo de esclavos en puestos de autoridad no fue, como se cree, una
invención otomana; su práctica era corriente en otros imperios nómadas:
los partos (s. I a. C.), el califato árabe (s. IX y X), el Omeya de
España, los mamelucos egipcios, etc. (Myers). En la España visigoda, la
gran variedad de esclavos (desde los inferiores a los reales) invalida el
sustantivo común. Los esclavos reales tenían a veces tierras y esclavos
propios. Los reyes se preocuparon mucho por la conservación de los
esclavos y la inmunidad de sus amos en caso de su muerte violenta, hasta
Chindasvinto; las leyes protegían meticulosamente la propiedad humana.
La colonización española en América. La e. no arranca del
descubrimiento del Nuevo Continente: J. Beneyto testimonia la existencia
en la Península de esclavos en 1513, aunque debía ser escasa. En América
el proceso puede resumirse así: 1) de 1492 a 1500, el establecimiento en
las tierras que van descubriéndose, se hace a modo de ocupación todavía no
colonizadora (dudas y presiones sobre la figura del indio); 2) el 20 jul.
1500, una pragmática ordena libertar a los indios traídos a España; en
1503 se admite la e. de antropófagos o rebeldes, en 1512 se prohíben malos
tratos y, finalmente, 3) en 1530 Carlos V prohibe la e., aunque en 1534 se
permite (para estimular con ese botín y «evitar su muerte») cautivar en
batalla. Desde 1511 (el famoso sermón IV de Adviento del P. Montesinos) se
alzan voces sin cesar en favor del indio. Particularmente, de 1514 a 1566,
la del P. Bartolomé de Las Casas (v.), cuyas denuncias (sin duda
exageradas, pero ciertas) darían luego pie a la famosa Leyenda Negra
elaborada por los enemigos de España (ingleses, franceses, criollos).
Frente a él, el P. Vitoria (v.), que niega que haya esclavos por
naturaleza (Aristóteles), pero añade como un título más de dominación que
«esos bárbaros no son totalmente faltos de inteligencia..., pero distan
poco de serlo», por lo que conviene tratarlos como a niños.
Hay, pues, dos hechos-clave: la grandeza de una doctrina, una
legislación, una lucha denodada en los mejores hombres del s. XVI en favor
de la dignidad personal del indio, que «se obedece, pero no se cumple»,
porque, enfrente, sobre todo en el Caribe y particularmente en La
Española, está el conflicto entre lavadores de oro y plantadores de caña,
en busca de la mano de obra indígena, que dio origen a verdaderas y graves
injusticias cometidas contra los indios y luego a su sustitución por los
negros, cuya trata y e. no fueron discutidas por nadie (P. Vilar); se
traen de África, dando base a «un comercio que es objeto de regulación y
que exige autorización de la Corona, dada sobre asientos y mediante pago
de cánones» (Beneyto). El tráfico sería hecho por genoveses, holandeses y,
luego, portugueses y españoles. Y éste es realmente el gran escándalo de
América, común a Gran Bretaña y al resto de europeos, no denunciado en
cambio tan violentamente. En 1608 llega a las Indias S. Pedro Claver (v.),
apóstol cristiano entre los negros, como en Norteamérica lo será John G.
Fees.
La trata de negros en América del Norte. «Cualquiera sea el
veredicto último que la humanidad formule sobre la civilización occidental
en el capítulo moderno de su Historia, era evidente que el hombre
occidental moderno había quedado estigmatizado al cometer dos crímenes de
indeleble infamia. Uno de estos crímenes era el embarco de negros
procedentes de África, llevados a América para trabajar en las
plantaciones. El otro era la exterminación de una diáspora judía
establecida en Europa» (Toynbee). Los hechos pueden resumirse así: 1)
hacia 1650 comienza a extenderse la trata de negros y las plantaciones; 2)
1714, el tratado de Utrecht concede a Gran Bretaña el monopolio del
mercado de esclavos en las colonias hispanoamericanas. A partir de esa
fecha comienza el despegue esclavista en las colonias de América del
Norte, como recoge Hinsdale: 1715 1775 1790 Colonias del Norte ... ...
10.900 46.100 40.300 Colonias del Sur ... ... 47.900 455.000 657.000 Las
colonias del Norte vieron declinar y desaparecer la e., mientras que en 16
años las del Sur aumentaron a 3.204.000 esclavos, a pesar de que en 1776,
poco antes de la Independencia, el Congreso prohibió nuevas importaciones
de esclavos. La divisoria entre Estados libres y esclavistas («cinturón de
algodón») estaba marcada por diversos sistemas agrícolas, económicos,
políticos y morales. 3) Cuando, en 1833, es abolida la e. en el Imperio
británico, se funda la American Antislavery Society. En 1851 se publica La
cabaña del tío Tom, de H. B. Stowe (v.), gran epopeya del mundo negro,
que, traducida a 22 idiomas, enarbola su bandera e instiga, en su país, la
Guerra de Secesión (v.). Finalmente, en 1863, es abolida la e. en EE. UU.
de América del Norte. Lincoln (v.) pasará a la Historia como una de las
grandes figuras de la lucha por la dignidad y la libertad humanas. A pesar
de todo ello, quedan aún ciertas formas de e. actualmente (Oceanía, algún
sultanato árabe, etc.) y, respecto al mundo negro, el escándalo del
segregacionismo.
V. t.: RACISMO; NEGROS II; AMÉRICA IV, 2; DERECHO INDIANO; INDIAS,
LEYES DE; ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA DEL NORTE IV; LINCOLN, ABRAHAM;
ESPARTACO; LIBERTAD.
BIBL.: L. HANKE, La lucha
española por la justicia en la conquista de América; C. R. EGUÍA, El indio
en el régimen español, Madrid 1956; 1. COMAS, La realidad del trato dado a
los indígenas de América entre los s. XV y XX, México 1951; A. ALCALÁ Y
HENKE, La esclavitud de los negros en la América española, Madrid 1919; 1.
A. SACO, Historia de la esclavitud de la raza africana en el Nuevo Mundo,
La Habana 1938; ID, Historia de la esclavitud, Buenos Aires 1965; D.
MANNIX y M. COWLEY, Historia de la trata de negros, Madrid 1968; E. DONNAN,
Documents Illustrative of the History of the Slave Trade to America,
Washington 1930-35; CH. VERLINDEN, L´esclavage dans 1'Europe médiévale,
Brujas 1955; J. M. OTS, Instituciones sociales de la América española en
el período colonial, La plata 1934.
E. FERNÁNDEZ CLEMENTE.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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