Son las personas que creen en Jesús como Cristo y como Kyrios, y esta fe
transforma toda su vida.
Antes de Pascua. a) Jesús se presentó como un rabbi rodeado de d.
(Me 1,16-17; Me 3,13-15; lo 1,37-51) que convivían con él (Mt 5,18; 9,38;
Le 9,59). Los d. siguen a Jesús (Me 6,1; Mt 8,23; Le 22,39), le sirven (Me
6,3544; 11,1-7; 14,12-16; 15,40-41; Le 8,1-3; 9,52), reciben una enseñanza
especial (Me 7,17; 9,28.33; 10,10; Mt 17,25), le hacen preguntas (Mt
13,10.36; 17,19; 18,1.21; 24,3), tienen controversias escolares (Me
8,27-10,52). Los métodos didácticos y exegéticos de Jesús son rabínicos
(Me 4,30; Mt 7,9-10; 11,16; Mt 21,31; Le 7,42; 10,36; Me 2, 23-27);
frecuenta, como los rabinos (v.), las sinagogas y el Templo (Me 1,21 6,1;
11,17; 12,35) donde predica.
b) De entre un grupo genérico de d. (Me 1,16-20), hay uno más
reducido de Doce (Me 3,13-19) (v. APóSTOLES) que será el nuevo Israel
escatológico (Mt 19,28; Le 12-32; Apc 21,14) y el testigo de que su fe
proviene de la historia (Act 1,21-22; 4,13; 10,39.41; 13,31). S. Pedro
(v.) es el intérprete de los Doce (Mi 15,15; 16,13-16; etc.).
c) «Seguir» es un verbo paradigmático de la condición propia del d.
(Mt 4,20; 8,19.22; 9,9; 19,27). Seguir a Jesús, es compartir su vida y
participar en la misión de Jesús como Mesías (v.) al servicio del reino de
Dios (Me 3,14-15; Le 9,59-60). El d. tiene autoridad, puede proclamar la
palabra, curar las enfermedades, y actuar sobre los demonios (Le 10,1-17).
Seguir a Jesús es una actividad profesional (Me 1,16-18: Mt 10,40)
limitada en el tiempo, pues sólo fueron enviados una sola vez (Me 6,7-13)
y volvieron al terminar su misión (Me 6,30).
Después de Pascua. a) Ahora falta la proximidad histórica de Jesús,
la experiencia de su personalidad y el medio ambiente propicio para el
seguimiento. Por eso la Iglesia lo interpreta guiada por el sentido
original de las palabras de Jesús. Lo que Jesús había dicho a sus d., en
concreto a los Doce, se ve muchas veces alargado para referirlo al pueblo
(Me 8,34), o a todos (Le 9,23), porque ahora va destinado a un círculo
mayor de oyentes. El concepto de d. varía dentro de una misma sección. Por
ej., en Mt 5,1 y 7,28 los d. son la turba y los d. en general, es decir,
los d. es un concepto universalizado y atemporalizado: son los que
escuchan a Jesús. Así, la comunidad sigue escuchando a su Señor y
encontrándose con él. Otro ejemplo: en Mt 9,37 son los d. en general, en
Mt 10,1-15 los Doce, en Mt 10,16-42 los cristianos, y en Mt 11,1 los Doce.
Es decir, todos los d. constituyen la Iglesia (v.), que se concibe como
una comunidad de d. Por eso, las palabras históricas de Jesús son una
didaskalía para la Iglesia (frecuentísimo en los Evangelios). Todo es
señal di, que d. es igual a fiel cristiano y de que la Iglesia encontró
prefigurada su propia existencia en el grupo de los Doce.
b) El seguir a Jesús, que antes era para ponerse al servicio del
reino, ahora es para la salvación personal (Me 1,17 y 10,21; 10,23-26). La
colaboración con Jesús, es ahora una manera cristiana de vivir. El
comportamiento ejemplar de los que primero siguieron a Jesús, proporciona
motivos parenéticos (v. PARÉNESIS). Hay que preferir la llamada de Dios a
cualquier lazo humano (Le 14,26; Mc 1,20; 3,31-35; Le 9,59-61); llevar la
Cruz (Le 14,27; Mc 8,34; Le 9,23; Mc 10,35-40); tener corazón de pobre (Mc
1,18; 6,8-11; Le 14,33; 5,11; Mc 10,23-27); hacer la voluntad de Dios (Mt
12,49-50); seguir a Jesús aun en medio de las dificultades (Mt 8,18-27;
14,22-23); llevar su yugo y aprender de él (Mt 11,29). La vocación queda
estereotipada: descripción de la situación, llamada y adhesión (Me
1,16-18.19-20; 2,14); está hecha al estilo de 1 Reg 19,19-21; la llamada a
la fe (v.) tiene como respuesta la obediencia y la renuncia.
San Juan. Después de Pascua se entra en comunión con el Señor
mediante intermediarios que sirven de testigos en la fe en Jesús como
Mesías e Hijo de Dios (lo 1,41.45.49). La fe, y el conocimiento que de
ella se deriva, es el fundamento del estado de d. (lo 1,35-51; 6,60-71;
cfr. lo 2,11; 20,24; 6,60). La verdadera condición del d. es la del que
creyendo permanece en su palabra (lo 8,31). Seguir a Jesús es igual a
creer (lo 8,12; 12,46; 10,4. 5.27), es decir, la fe es igual a un cambio
de lugar, de las tinieblas a la luz. El d. ya no se reduce sólo a un
grupito, sino que lo es todo el que realiza este éxodo interior, del mundo
hostil a Dios. La fe se extiende con dirección al prójimo: la caridad es
el distintivo del d. (lo 13,34-35). El d. es el que produce fruto (lo
15,8) y continúa la acción salvífica de Jesús (lo 14,2; 17,18.20),
identificándose así d. con Iglesia (v.). Seguir a Jesús es igual a ser
cristiano (lo 1,40.43). El seguimiento antes era una exigencia, ahora es
una promesa; antes era un deber del hombre, ahora es un regalo
escatológico de Dios (lo 12,26; 14,1-4; 13,31-33.36-37).
Hechos de los Apóstoles y otros escritos. Conoce un uso absoluto de
d. Expresamente se dice que los d. son los cristianos (Act 11,26). Los d.
de antes de Pascua son Apóstoles (Act 1,2.26; etc.) o los Doce (Act 6,2).
Éstos tienen autoridad sobre los demás d. (Act 6,1-7). La unión con el
Jesús histórico, el haber presenciado sus hechos, ya no forma parte
integrante de la noción de d. (Act 9,26; 16,1), cosa que no ocurre con los
Doce (Act 1,21-22). Discípulo puede ser un individuo (Act 9,10.26; 16,1;
21,16), una comunidad (Act 11,26; 14,22.23.27.28), grupos dentro de una
Iglesia, bien gentiles-cristianos (Act 15,10), bien judeo-cristianos (Act
19,9), o simplemente todos los bautizados (Act 20,30).
Los d. son: los santos (Act 9,13.32.41), los hermanos (Act 1,15;
9,30), la comunidad (Act 5,11; 8,1.3), las iglesias (Act 15,41; 16,5),
cristianos (Act 6,1; 11,26; 26,28), los que invocan el nombre del Señor
Jesús (Act 9,14.21), los que son de la nueva vía (Act 9,2), los creyentes
(Act 5,14; 22,19), los que han de ser salvados (Act 2,47); etc. Entre la
multitud de expresiones para significar la situación del d., prevalecen
las que implican la fe (p. ej., Act 2,44; 4,32; 13,12.48; etc.), y la
salvación (p. ej., Act 2,47; 11,18; etc.).
La actividad kerigmática (v. KERIGMA) no es típica del d., aunque no
está excluida (Act 14,22; cfr. Le 9,60). Cada discípulo tiene una función
dentro de la comunidad, una vocación (v.) dentro de la Iglesia.
Propio del d. es la imitación ética de Jesús (1 Cor 11,1; 1 Thes
1,6; 1 Pet 2,21; 1 lo 2,6; 3,16). D. es el que tiene una comunión
puramente religiosa con Cristo glorificado (Apc 14,4; 2,26-28; 3,21).
Originalidad. En el A. T. el enseñado era el pueblo (Dt 4,10; 5,1);
ahora es el individuo. A pesar de la personalidad de Moisés y los
Profetas, sólo Dios es el Maestro. Por eso en el A. T. no hay lugar para
el discipulado. Con el judaísmo no hay verdadero paralelo porque la
iniciativa la tiene sólo Jesús; él llama autoritativamente a los que
quiere y ellos obedecen incondicionalmente; la función de d. no tiene
limitación de tiempo; el d. no llega nunca a ser rabbi; no se le prometen
puestos de honor; Jesús tiene a su alrededor niños y mujeres, publicanos y
pecadores. También se diferencia del helenismo, porque la adhesión del d.
no es a un sistema o escuela doctrinal, sino a una persona cuyo valor es
absoluto. Aquí el d. es un concepto sumamente religioso, no académico ni
escolar. Por eso Jesús no es simplemente un maestro, sino el Kyrios. En S.
Mateo nunca un d. llamará a Jesús «maestro». Solamente Judas (Mt 26,49)
cuando ya ha dejado de ser d. Ser d. es todo lo que uno puede ser en el
círculo de Jesús.
V. t.: CRISTIANOS, PRIMEROS; IGLESIA; APÓSTOLES.
BIBL.: K. H. RENGSTORF, «Mathetés»,
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Vorbildethik, Munich 1962; ío, Suivre et imiter le Christ, d'aprés le
Nouveau Testament, París 1966; K. H. SCHELKLE, Discípulos y apóstoles,
Barcelona 1963; C. GANCHO, Discípulo, en Enc. Bibl. II (1964), 964-966; A.
FEUILLET, Discípulo, en X. LÉON-DUFOUR (dir.), Vocabulario de Teología
bíblica, Barcelona 1966, 213-214; P. RODRÍGUEZ, Sobre la condición de
discípulo y su significado para la Cristología, «Scripta Theologica» I
(1969) 165-173.
E. PASCUAL CALVO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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