DIONISIO DE ALEJANDRIA, SAN


Vida. Maestro y director de la escuela catequética de Alejandría y más tarde obispo de la misma sede, conocido con el sobrenombre de Grande desde el s. iv. Los libros VI y VII de la Historia Ecclesiastica de Eusebio constituyen la fuente principal para el conocimiento de su vida y obra.
     
      N. antes del a. 200 de padres paganos. Convertido al cristianismo tras serios estudios, sigue las lecciones de Orígenes (v.) a quien guardará gratitud y cuya amistad conservará, aunque no le llame de nuevo a Alejandría cuando ocupe dicha sede. Nombrado Heraclas obispo de Alejandría, D. le sucede en el cargo de director de la escuela catequética ca. 231-232 (Eusebio, Hist. Eccles. VI,29,4), siendo por entonces ya sacerdote (S. Jerónimo, De viris illustribus, 69: PL 23,713). No es seguro que estuviese casado, pues la expresión que él mismo utiliza paides (Eusebio, o. c. VI,40,3) puede ser traducida por hijos, discípulos o servidores. En 247 sucede a Heraclas en la sede de Alejandría (ib. VI,35). El año siguiente, por intrigas, estalla en su diócesis una persecución contra los cristianos, que D. describe con detalle en su Carta a Fabio. En 249 sobreviene la persecución de Decio con sus secuelas de confesores, fugitivos y mártires (ib VI,42 y 60). Habiendo huido D. con sus paides, es hecho prisionero y libertado por unos campesinos. Vuelve a Alejandría ca. 251. En 257 estalla de nuevo la persecución bajo el emperador Valeriano. D. es desterrado a Libia, donde le acompañan numerosos fieles de Alejandría y Egipto (ib. VII,11,5-12). Galieno, hijo de Valeriano, le levanta el destierro en 262. A continuación, una revolución que estalla en Alejandría le impide comunicarse con sus fieles más que por carta (ib. VII,21,1). En 264 es invitado a tomar parte en el sínodo de Antioquía, que debía juzgar a Pablo de Samosata (v.). D. se excusa de asistir a causa de su salud (ib. VII,27,2). M. durante la celebración de dicho sínodo, tras haber ocupado durante 17 años la sede de Alejandría (ib. VII,28,3).
     
      Obras. Tratados: 1) Sobre la naturaleza, dedicada a su «hijo» Timoteo. Refuta el materialismo epicúreo y explica la doctrina de la creación. 2) Dos libros sobre las promesas, escrito ca. 253-257 para contrarrestar el influjo del libro Refutación de los alegoristas, de Nepote, obispo de Arsinoe, quien utilizaba el Apocalipsis para apoyar su milenarismo (v.). D. llegará a negar que el Apocalipsis se deba a S. Juan. 3) Refutación y apología. Con motivo de la herejía de Sabelio (v.), D. dirigió una carta a Amonio y Eufranor (S. Atanasio, De sententia Dionysii, 9,10: PG 25,487) ca. 260, en la que, intentando huir del modalismo (v.) parece caer en una especie de subordinacionismo (v.), ya que, al recalcar la distinción personal entre el Padre y el Hijo, emplea comparaciones que parecen expresar una distinción sustancial. Acusado, ante el Papa Dionisio, de que separaba al Hijo del Padre, negaba la eternidad del Hijo, no mencionaba al Hijo como consustancial del Padre y consideraba al Hijo como criatura (Atanasio, ib.: PG 25,485), parece ser que el Papa convoca el a. 262 un sínodo en Roma (Atanasio, De synodis, 43: PG 26,769) y dirige una carta a Alejandría sobre el sabelianismo en la que reprocha a D., aunque sin nombrarlo, el admitir tres divinidades al confesar tres hipóstasis en Dios. En una segunda carta, esta vez dirigida personalmente a D., le pide que se justifique. Éste responde rápidamente con una carta, que parece causó tranquilidad en Roma, e inmediatamente con esta obra dividida en 4 libros (Atanasio, De sent. D. 13: PG 25,500), donde manifiesta su fe trinitaria. Él, dice, no separa las tres divinas Personas, ya que quien nombra al Padre, nombra también al Hijo. Éste es eterno como el Padre, de igual forma que el rayo de sol es tan eterno como el sol mismo. Si bien es verdad que no ha utilizado el término consustancial, también es cierto que no es escriturístico, y que su doctrina no se opone a él. S. Basilio (v.), que conoce estos sucesos y los juzga como teólogo, señala las imprecisiones de D., y participa de la postura comprensiva del Papa Dionisio y S. Atanasio (cfr. De Spiritu Sancto, 72: PG 32,201; Epist. 9: PG 32,269). 4) Sobre las tentaciones, dedicado a Eufranor, de la que sólo conocemos el título por referencia de Eusebio (Hist. Eccles. VI1,26,2). 5) Un Comentario sobre el Eclesiastés, citado por Eusebio (ib. V11,26,3) del que quedan pequeños fragmentos.
     
      Cartas: En el cisma de Novaciano (v.), D. interviene activa y decididamente en favor de la paz. Eusebio (ib. VI,45-46) nos transmite íntegra la carta que D. envía a Novaciano instándole a volver al seno de la Iglesia. Nos da noticias, además, de una carta de D. al Papa Cornelio, en contestación a una suya contra Novaciano. Cita como cartas dirigidas a los presbíteros romanos partidarios de Novaciano una Carta diaconal a Hipólito (cfr. G. Bardy, Eusébe de Césarée, Hist. eccl. París 1955, 163, nota 8), una sobre la paz y otra sobre la penitencia. Sobre la cuestión de rebautizar los bautizados por herejes, Eusebio (ib. VII,4-9) menciona una al Papa Esteban, dos al Papa Sixto, a Filemón, presbítero romano, a Dionisio, entonces presbítero romano y 'más tarde Papa, y, finalmente, una carta «dirigida por él y su comunidad a Sixto y a la Iglesia de Roma». Sobre la cuestión de readmitir en el seno de la Iglesia a los lapsi (v. LAPSOS, CONTROVERSIA DE LOS), las siguientes: A Fabio de Antioquía, escrita con posterioridad a la persecución de Decio, en la que aconseja reconciliar a los lapsi, sobre todo si se encuentran en peligro de muerte y lo piden con insistencia; a Colón, obispo de Hermópolis, y de quien S. Jerónimo (De viris illustribus, 69: PL 23,718) da la grafía de Conón; a los egipcios, a los laodicenses, a los armenios y a sus fieles, totalmente perdidas (cfr. Eusebio, ib. VI,41-46). Escribe también algunas Cartas Festales anunciando la Pascua, costumbre que después se hará frecuente entre los obispos orientales (Eusebio, ib. VI1,20). Eusebio menciona además una carta-tratado sobre el Sábado y otra sobre el ejercicio; parece ser que hablando de la lucha ascética y la superación de las dificultades del momento como deporte (cfr. G. Bardy, o. c. 199, nota 13). También se conserva íntegra una carta dirigida a Basílides contestando cuestiones de tipo canónico (Eusebio, ib. V11,26,3). El mismo Eusebio enumera diversas cartas escritas por D. con motivo del sabelianismo (VI,40; VII,11 y 21). Finalmente, S. Jerónimo (1. c.), señala una carta a Orígenes sobre el martirio.
     
      Doctrina. Los escasos fragmentos conservados no permiten elaborar una visión de conjunto del pensamiento de D. Eminentemente pastoral, tomó parte activa en las controversias de su época. Claro y rotundo en la doctrina y comprensivo con los hombres. S. Basilio (Epist. 118: PG 32,664) le llama canónico, atestiguando así su autoridad y ortodoxia. S. Atanasio (De sententia Dionysii, 6: PG 25,487) lo califica «maestro de la Iglesia católica». Nos es conocida ya su posición en torno a los problemas cristológicos así como su posición enérgica y comprensiva en la cuestión de los lapsi y ante el cisma de Novaciano. No desaprueba la costumbre de rebautizar, pero recuerda que no es necesario hacerlo en todos los casos. Da especial relieve a la misericordia divina, y recuerda a los cristianos que deben imitarla sobre todo a la hora de tratar con los lapsi y los perseguidores. Afirma en la carta a Novaciano que es necesario soportarlo todo antes que abandonar la Iglesia. Los trozos que nos han llegado de los Comentarios al Eclesiastés, nos muestran a un D. que, recomendando tener ante Cristo una actitud de espera, mantiene una posición muy equilibrada sobre el uso de los bienes de la tierra.
     
      V. t.: ALEJANDRÍA VI; TRINIDAD, SANTÍSIMA.
     
     

BIBL.: Ediciones: PG 10,1572-1602; C. L. FELTOE, The Letters and other Remains of D. of Alexandria, Cambridge 1904; lo, St. D. of A., Letters and Treatises, Londres 1918.

 

L. F. MATEO SECO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991