DEVOCIÓN. ESTUDIO GENERAL.


Naturaleza. Comúnmente d. se deriva de la palabra latina devovere, que significa sacrificio; de esta forma devotos son los que ofrecen en sacrificio a Dios toda su persona, en sometimiento total a Él (v. SACRIFICIO 1u). El nombre de d., sin embargo, suele tener tres significados: a) cierto ejercicio de piedad (v. PIEDAD 11): en este sentido hablamos de d. a la Eucaristía; h) cierta consolación espiritual en la oración (v.), que en otras palabras suele llamarse d. accidental o afectiva; (-) en su sentido más pleno, es el acto elicito principal de la virtud de la religión (v.). De este modo, se entiende por d. el movimiento pronto de la voluntad que se ofrece al servicio de Dios. Su nota típica es la prontitud de la voluntad, di~puesta siempre a hacer todo cuanto se refiera al culto (v.) o servicio de Dios.
     
      Por todo jo dicho, la d. supone una entrega total a Dios, y no se identifica, por tanto, con el mero cumplimiento de ciertas prácticas o ceremonias religiosas, que a veces algunas personas anteponen al pleno cumplimiento de los deberes (v.) de su propio estado, o a las virtudes de la caridad (v.), justicia (v.), etc.
     
      La d. está íntimamente ligada a la caridad (v.). S. Tomás explica esta relación de la siguiente forma. Esa voluntad pronta de entregarse al servicio de Dios puede provenir unas veces de un acto de la virtud de la caridad, o de un acto de la virtud de la religión. Si se intenta la unión amorosa con Dios (v. UNIÓN CON DIOS II), es un acto de la caridad; si se intenta el culto o servicio de Dios, es un acto de la religión. De ahí que la d. y la caridad se influyan mutuamente. La caridad causa la d. ya que el amor nos hace prontos al servicio de Dios y de los demás; y, a su vez, la d. alimenta la caridad, al igual que cualquier amistad se conserva y aumenta por intercambio y prestación de servicios amistosos (Sum. Th. 2-2 q82 a2 ad2). Esa íntima compenetración entre estas dos virtudes queda de manifiesto en aquel pasaje de la epístola a los Hebreos: «Heme aquí, Señor, dispuesto a cumplir tu voluntad; en ello pongo mi complacencia y dentro de mi corazón está tu ley» (Heb 10,7).
     
      Sujeto. Puede entenderse en un doble sentido: si nos referimos a la potencia o facultad de donde procede el acto de la d., el sujeto es la voluntad, ya que de suyo es un acto de la parte apetitiva del alma; si, en cambio, nos referimos al término o sujeto donde recae, la d. se refiere exclusivamente a Dios. El culto o d. a los santos no termina en ellos, sino en Dios; les veneramos por lo que se asemejan a Dios al haber conseguido la santidad (V. CULTO III).
     
      Causas. 1) La causa extrínseca principal de la d. es Dios que, por su gracia (v.), llama a los que quiere. Sin esa gracia concedida por Dios, es imposible cualquier acto de d., ya que la gracia (santificante y actual) es necesaria para el acto sobrenatural y meritorio de la d. La causa extrínseca secundaria de la d. es el ejemplo de vida y el influjo moral de algunos hombres devotos.
     
      2) La causa intrínseca de la d. es la meditación (v.) y contemplación (v.) de la Divina Bondad y de la excelencia de Dios (v.). Así la contemplación de la Humanidad Santísima de Jesucristo, de nuestra dependencia de Dios Creador, Conservador y Providente, excitan en el alma el amor y la gratitud y producen en la voluntad ese movimiento de d. También nos ayudan a la d., la consideración de nuestros defectos, de nuestra miseria y de nuestros errores, que excluyen la presunción y nos dirigen a someternos totalmente a Dios, de quien nos viene todo auxilio y remedio, de quien nos viene toda la gracia y la vida sobrenatural (v. HUMILDAD).
     
      Efectos. Varios efectos produce en el alma la d. El primero y más profundo es la alegría (v.) espiritual. La d. causa la alegría espiritual de la mente de un modo directo y principal (Sum. Th. 2-2 q82 a4). De la consideración de la Divina Bondad y de los beneficios que produce en nuestra alma se sigue inmediatamente el gozo. De ahí que el salmista diga: «Se acordó mi alma de Dios y me alegré» (Ps 76,4). De una manera indirecta y accidental esta consideración causa una cierta tristeza en aquellos que no poseen plenamente a Dios.
     
      La d. también produce una alegría que redunda en las demás facultades humanas causando consuelos sensibles. Ésta es la llamada d. afectiva, por la que a veces Dios encamina a las almas en fases de su vida espiritual. La Iglesia ha condenado las doctrinas de los que minusvaloran esta alegría afectiva. Concretamente Inocencio XI condenó la siguiente proposición de Molinos (v.): «En la vida espiritual, todo lo que es sensible es abominable, impuro y sucio» (Denz.Sch. 2230).
     
      La d. facilita, por otra parte, algunos actos y virtudes que acercan el hombre a Dios. Entre otros facilita la oración y el diálogo confiado con Dios, los actos de adoración (v.), el espíritu de sacrificio (v. MORTIFICACIÓN), el espíritu de filiación divina (v.) y de confianza en Dios, etc. Por último, la d. produce una mayor disposición del cuerpo hacia el sacrificio y hacia el recogimiento (v.). Por la íntima unión entre el alma y el cuerpo, resplandece también en el cuerpo esa alegría interior que da la d. A un alma devota se le nota corrientemente la alegría en la cara, en sus actitudes de recogimiento, en los actos de culto a Dios, etc.
     
      Obligación. Es difícil precisar con exactitud cuándo los actos de d. son obligatorios de suyo, ya que no tienen asignado en la ley de Dios un tiempo determinado para ejercitarlos. Sin embargo, es indudable que obligan en circunstancias especiales: cuando existe el peligro de caer en el vicio contrario, que es la acedia o pereza (v.) espiritual; y cuando hay que realizar un acto virtuoso que requiere el concurso de la d., como en los actos de culto o adoración, etc.
     
     

V. t.: PIEDAD II; ORACIÓN II; RELIGIÓN IV; CARIDAD III. BIBL.: S. TOMÁS, Sum. Th. 2-2 q82; Dévotion, en DSAM III, 702-728,747-795; A. TANQUEREY, Compendio de Teología Ascética y Mística, Roma 1930, n° 296-305, 921-929; E. DUBLANCHY, Dévotion, en DTC IV,680-685; J. GRoTz, Andacht, en LTK 1,502-504; J. W. CURRAN, The thomistic concept o/ devotion, River Forest (Illinois) 1941; G. SETTE-P. PALAZZINI, Devozione, en Enciclopedia Cattolica, IV, Ciudad del Vaticano 1950, 1512-1514; S. FRANCISCO DE SALES, Introducción a la vida devota, 1° parte, caps. I-IV.

 

E. AGOSTA SANABRIA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991