DEUTERONOMIO


Nombre. Deuteronomio es el nombre del quinto libro del Pentateuco, y deriva de to deuteronomion touto, la incorrecta versión de los LXX del versículo 17,18 como: «cuando él esté sentado en su trono real, él debe escribir esta repetición de la ley...», en lugar de «cuando él esté sentado en su trono real, él debe escribir una repetición (es decir, una copia) de esta ley...». Aunque se base en un error gramatical, el nombre no obstante es apropiado, ya que el D. abarca la segunda «alianza» legislativa de Israel e incluye la repetición de una gran parte de las leyes que se encuentran en la «primera legislación» del Éxodo (V. ALIANZA (RELIGIÓN) II).
     
      Los judíos se refieren a este libro con sus palabras iniciales, es decir: 'eleh ha-débarim (éstas son las palabras), o simplemente débarim (palabras). Tal es el uso también para los otros libros del Pentateuco. Dentro del propio libro están también indicados los siguientes títulos: a) La ley (ha-Tórah): 1,5; 4,8; 17,18; b) Libro de la Ley (Sefer ha-Tórah): 28,61; 29,20; 30,10; 31,26; c) Palabras de la Alianza (Dibré ha-Bérit) : 28,69; 29,8; d) Los mandamientos, preceptos y normas (ha-miswah wé-ha-hugim wé-ha-mispatim) : 5,31.
     
      Contenido. El periodo tratado en el D. es el del último mes de marcha errante de los israelitas (v. ÉxoDo) antes de su entrada en la tierra prometida (cfr. Dt 1,3; 34,8). Los sucesos desde el tiempo de la revelación de Dios en el Sinaí hasta la conquista y ocupación de los territorios transjordanos son recordados dentro del marco citado.
     
      El libro consiste esencialmente en tres discursos de Moisés (v.) realizados en la tierra de Moab (cfr. Dt 1,5; 34,1), exponiendo los preceptos que los israelitas debían cumplir, así como el espíritu con el cual tenían que obedecerlos, cuando poseyeran la tierra prometida (v. LEY VII, 3). La división básica del libro es la siguiente:
     
      Cap. 1,1-5: introducción en la que se especifica el tiempo y el lugar de los discursos que siguen.
     
      Cap. 1,6-4,40. Primer discurso introductorio de Moisés, consistente en: a) una visión retrospectiva histórica, relativa a los incidentes del viaje de los israelitas desde Hóreb hasta la conquista de los territorios transjordanos. En uno de esos incidentes se pone el énfasis sobre la providencia divina que los guiaba a través de esta época, así como en los choques bélicos con sus hostiles enemigos (Sihón y `6g) a lo largo de este viaje, y b) conclusiones prácticas para los israelitas en virtud de lo anterior, es decir, su obligación de permanecer fieles a Yahwéh, su único Dios (4,39). Esto se debe reflejar en su cumplimiento de las indicaciones que les fueron reveladas en Hóreb (4,1-40).
     
      Cap. 5,1-26,15.28. Segundo discurso de Moisés, en el que hace una exposición de los mandamientos, preceptos y normas que los israelitas deben obedecer (v. DECÁLOGO). Esta parte central del libro se divide a su vez en tres partes, que son: a) cap. 5-11, que contienen una parte introductoria al segundo discurso, en la cual se desarrolla el primer mandamiento del Decálogo, cuya obediencia por parte de los israelitas debe traducirse en la adoración exclusiva a Yahwéh, como manifestación concreta de su amor (6,5) y fe en Él. También se tratan los principios teocráticos generales por los cuales debe ser gobernado Israel como nación; b) cap. 12-26: exposición de los estatutos y normas a cuya obediencia se exhorta a los israelitas; e) cap. 28, en el que termina la parte del segundo discurso que indica las bendiciones y maldiciones que los israelitas recibirán, dependiendo de su observancia o negligencia de las leyes indicadas anteriormente.
     
      Cap. 27: instrucciones relativas a la aceptación del código del D. por parte de las tribus después de la entrada en Canaán (v.).
     
      Cap. 29-30. Tercer discurso de Moisés, que insiste de nuevo sobre la lealtad exclusiva de los israelitas hacia Yahwéh. Se les anima a observar su pacto con Él, y se les indican las desastrosas consecuencias de sus prácticas idolátricas (cap. 29). No obstante, también se les asegura que su arrepentimiento irá seguido de las bendiciones divinas y de su retorno a la tierra prometida (30,1-10). En vista de ello se da a elegir a Israel entre la aceptación o no del pacto de Yahwéh, junto con sus consecuencias (30,11-20).
     
      Cap. 31-34. Un apéndice histórico que trata de lo sucedido en los días finales de la vida de Moisés, y en el que se registran, entre otras cosas, la elección y misión de Josué (v.) (31,1-8.14-15); la lectura ritual de la Ley (31,9-13); el cántico de Moisés (32,1-43); la bendición de las tribus (cap. 33); la muerte de Moisés (c. 34).
     
      Estilo literario. Se observan tres elementos básicos a lo largo de los discursos del D., que son el histórico, el legislativo y el parenético (v. BIBLIA Iv). De éstos, el parenético es el más importante y el más característico, y en el cual los varios preceptos no son simplemente repetidos, sino más bien expuestos o desarrollados en relación con el propósito moral al que sirven, junto con atractivos motivos que facilitan a los israelitas su obediencia a esos preceptos. De este modo se anima a los israelitas a corresponder a Yahwéh, su único Dios, principalmente a través de su exclusiva adoración a Él y a una manifestación activa de su fe en Él, así como de su amor por Él. Su completa felicidad futura está garantizada por tal continua respuesta (v. DIOS III).
     
      En el D. se advierte un tono humano, fraternal y confiado. Las mismas leyes nunca tienen una presentación simplemente jurídica, sino que van acompañadas de connotaciones tanto humanas como religiosas. En general, la tendencia parenética es constantemente evidente a lo largo del libro. Su finalidad es desarrollar de ese modo en cada israelita la actitud apropiada con respecto a Yahwéh, apelando a sus sentimientos, y además formando su conciencia de tal manera que cada uno sé someta a la voluntad divina con más presteza, siendo una decisión personal por su parte. El tono del D. no es tan severo y sin condiciones como en el caso de los éscritos proféticos. Incluso, aunque se prevean severos castigos (cap. 28-30), se ve, no obstante, que son aleccionadores, puesto que sirven para hacerles rectificar y, por tanto, hacerles capaces de volver incluso a un mayor amor a Yahwéh. La seguridad de su perdón nunca se pone en duda.
     
      La enseñanza propia del D. se dirige a toda la comunidad israelita en un nivel individual-personal, y no a un grupo o persona (sacerdotes, rey, jueces, etc.) en particular. Tal enseñanza se concibe y se formula como discursos finales de Moisés al pueblo escogido de Yahwéh. Moisés aparece hablando en nombre de Yahwéh.
     
      El estilo característico de las alianzas entre reyes orientales en los años 2000-500 a. C. es también evidente en el D. Tales pactos presentan básicamente los siguientes rasgos: a) introducción, incluyendo el nombre y título del rey superior que formula el pacto; b) prólogo histórico recordando los sucesos que fueron causa de que el pacto fuera promulgado; c) condición fundamental: normalmente la de fidelidad del aliado por el pacto a aquel que lo formula; d) condiciones particulares, tales como prohibición de mantener relaciones con otras naciones, disposición de proporcionar tropas al aliado superior si fuera necesario, pago de un tributo anual al rey superior; e) asegurar a éste que los descendientes reales del inferior también le serán leales, etc.; /) invocación del Dios propio como testigo del pacto; g) estipulación de bendiciones y castigos en el caso de observancia o negligencia del pacto. Todos estos elementos, en mayor o menor medida, se encuentran en varias partes del D.
     
      Puede decirse, finalmente, que el vocabulario del D. es peculiar, no porque incluya palabras excepcionales, sino más bien porque algunas palabras, frases e incluso cláusulas enteras, se repiten a lo largo del libro, y de este modo le dan un tono distintivo. Entre las citadas están las siguientes: «amor a Yahwéh»; «prolongar vuestros días (vuestra vida)»; «lo que Yahwéh, vuestro Dios, os está dando»; «lo que yo os mando hoy»; «desposeer»; «elegir»; «jurar»; «escuchar la voz de Yahwéh»; «Yahwéh, nuestro (vuestro) Dios»; «la tierra que vais a poseer»; «para que Yahwéh pueda bendeciros»; «preceptos, normas y mandamientos»; «entregar»; «hacer lo que es bueno (malo) a los ojos de Yahwéh».
     
      Influencia literaria del Deuteronomio. La influencia del D. es fácilmente comprobable en la literatura del A. T. Su estilo ha sido adoptado por otros autores bíblicos que, influidos por su espíritu, lo han reflejado en sus obras. Tal influencia es particularmente apreciable en los libros de Josué, jueces, 1 y 2 de Samuel, 1 y 2 de los Reyes, que constituyen en su conjunto la llamada Escuela deuteronómica.
     
      Doctrina. El libro del D. indica claramente que el principal atributo asociado con Yahwéh, el único y personal Dios de los israelitas, así como el único Dios verdadero, es esencialmente el de dar. En este aspecto se entiende que Yahwéh ha iniciado su asociación con los israelitas, y más específicaménte con los Patriarcas, en un contexto en el cual se ve que Él les da a ellos y a sus descendientes la tierra prometida (v.), junto con los innumerables beneficios de que disfrutarán allá. Esta iniciativa personal no se restringe al tema de la tierra, sino que frecuentemente se observa también con respecto a otros temas.
     
      Debe advertirse que la magnitud de sus dones excede con mucho la capacidad personal del hombre para conseguirlos por sí mismos (cfr. 1,27-28; 7,17-20; 9,1-3).
     
      La motivación de Yahwéh a través de los muchos objetos de sus dádivas nunca se determina explícitamente por Él, aparte del hecho de su promesa a los Patriarcas (cfr. 1,8; 34,4). Pero Él no indica el motivo de esta misma promesa. Moisés lo atribuye a su amor por los israelitas (cfr. 4,37; 7,8), constantemente manifestado desde el momento en que los sacó de la tierra de Egipto, y particularmente en su perdón de las muchas infidelidades cometidas contra Él, supuesto el arrepentimiento.
     
      Por añadidura, se presupone repetidamente que las acciones de Yahwéh facilitan la fidelidad de los israelitas hacia Él, es decir, que esas acciones reflejan de modo inequívoco su carácter sobrenatural, esencialmente en beneficio de los israelitas, demostrando siempre que £1 es el único Dios verdadero para ellos.
     
      Como consecuencia de los dones de Yahwéh a los israelitas, lógicamente se espera de ellos que correspondan a la unión de ese modo establecida entre ellos. Parece que la más básica y fundamental actitud requerida es la fe en Él como su único y verdadero Dios. Ésta se manifiesta tanto en su confianza de que Él cumplirá sus promesas como en su exclusiva adoración a Él y a ningún otro Dios específicamente en el puesto singular de adoración (v.) escogido por Él. Tal fe en Yahwéh se ve directamente facilitada por Él (a través de sus milagros, etc.), y no podría ser alcanzada si no fuera por esta ayuda.
     
      Una manifestación concreta de la fe en Yahwéh está en el cumplimiento del mandamiento fundamental de amarle (cfr. 6,5), que se refleja básicamente en la exclusiva adoración que se le rinde. Esta conducta es una indicación directa de la entrega del propio corazón a Yahwéh, que en efecto concuerda con el único deseo explícitamente expresado por Yahwéh en el libro del D. (cfr. 5,29). Esto, a su vez, requiere la circuncisión (v.) del propio corazón, lo cual, como en el caso de la fe, se hace posible únicamente a través de la intervención directa de Yahwéh (cfr. 30,6).
     
      La observancia de los preceptos y normas conduce a las bendiciones que recibirán cuando entren en posesión de la tierra prometida, y tales normas sirven para unir y mantener continuamente la unión con Yahwéh, visto que su intercesión benefactora se refleja en todas las cosas inequívocamente.
     
      La naturaleza completamente gratuita de los dones de Yahwéh se presupone a todo lo largo del D., tanto a través del análisis de los objetos de sus dones como en la consideración de la correspondencia que se espera de los israelitas.
     
      Como opuesto a los escritos de los profetas, que consideraron la salvación de Israel desde un punto de vista negativo, el enfoque del D. anima a la salvación de todos los israelitas, no sólo colectivamente, sino también a escala individual. A estos efectos se pone el énfasis en que los israelitas son el pueblo escogido (bahir) personalmente por Dios, y su respuesta a Él se concreta en su obediencia al pacto hecho con El.
     
      Autor y fecha del Deuteronomio. La tradición cristiana ha mantenido siempre que el D., como el resto del Pentateuco (v.), debe atribuirse a Moisés. Eso no significa, sin embargo, que Moisés haya sido el compilador material de todo el Pentateuco. De hecho, si se comparan la sección histórica y legal del D. con esas mismas secciones narradas en el Éxodo (v.) y en Números (v.) se advierten notables diferencias tanto en el contenido como en el estilo literario. Eso ha llevado a algunos críticos a la conclusión de que se trataría de dos autores distintos. Sin embargo, esas diferencias pueden explicarse por el desarrollo sufrido por la Ley a lo largo de los siglos. La Carta de la Pont. Comisión Bíblica de 1948 al card. Suhard se refiere a que la legislación mosaica del Pentateuco ha sufrido un crecimiento progresivo después de Moisés. Cabe, pues, hablar de un desarrollo de la Ley, pero partiendo siempre de los principios y dentro de las líneas trazadas por su autor primero y principal. El D., pues, pudo ser escrito por un autor posterior -inspirado- que recogió el material mosaico.
     
      En cuanto a la fecha de su compilación definitiva, bastantes autores señalan que, aunque difícil de determinar con exactitud, debe ser considerablemente posterior a la época de Moisés, simplemente considerando el énfasis en el puesto central concedido a la adoración, lo cual corresponde, dicen, a la situación existente en el siglo vil a. C. A este respecto, el libro debiera haber sido escrito con anterioridad al año 18° del rey tosías (621 a. C.), el año en que Helcías descubrió el Libro de la Ley en el templo (2 Reg 22,8), libro cuyas características, sin duda, suponen la existencia del D., a la vista de la narración de 2 Reg 22-23. Una fecha de origen más precisa podría ser durante los primeros años del reinado de Josías (640-609), o durante el reinado de Manasés (687-642), o también incluso durante el de Ezequías (716-687).
     
     

BIBL.: H. CAZELLES, Le Deutéronome, en La Sainte Bible, París 1950; P. Buts, 1. LECLERCQ, Le Deutéronome (Sources Bibliques), París 1963; R. CRIADO, Deuteronomio, en La Sagrada Escritura, BAC, Madrid 1967; F. DE HUMMERLAUER, Deuteronomium, París 1901; A. CLAMER, Le Deutéronome, en La Sainte Bible, II, París 1940-46; H. JUNKER, Das Buch Deuteronomium, Bonn 1933; R. A. F. MCKENZIE, Deuteronomy, en A Catholic Commentary on Holy Seripture, Edimburgo 1953; K. F. KRAMER, Numeri una Deuteronomium, en Herders Bibelkommentar, Friburgo 1955; A. COLUNGA y M. GARCÍA CORDERO, Deuteronomio, en Biblia Comentada, Madrid 1967; B. UBACH, Els Nombres, El Deuteronomi, en Biblia de Montserrat, Montserrat 1928; S. CARRILLO, El Cántico de Moisés, Madrid 1970.

 

THOMAs F. KANE.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991