Por teología del despertar religioso se entiende primordialmente la
producción teológica de A. Tholuck y A. Neander; pero, en un sentido más
amplio, cabe incluir toda la reacción confesional del protestantismo desde
finales del s. xvin hasta la segunda mitad del xlx contra el racionalismo
(v.). Esa teología nació simultáneamente con el movimiento del despertar
religioso, el cual luchaba contra la vía cognoscitiva meramente racional y
ponía como fuente primordial de conocimiento religioso el sentimiento y la
experiencia. Y, dentro de la misma Biblia, concedía al aspecto vivencial
la primacía sobre las verdades doctrinales. El despertar religioso se
centró especialmente en la experiencia del pecado y del nuevo nacimiento
por la gracia. Confluyeron hacia dicho movimiento las fuerzas ortodoxas y
ciertas derivaciones del antiguo pietismo (v.), convencidas de que sólo
podían hacer frente al racionalismo volviendo al contenido sobrenatural de
la Biblia y a los escritos confesionales (V. PROTESTANTISMO 11, 4).
J. August Neander (1789-1850), profesor de historia eclesiástica en
Berlín, compartía con el despertar religioso la convicción de que, después
del desierto racionalista, la fe en el Salvador de la humanidad pecadora
iba a suscitar una nueva época en la historia eclesiástica. Para él, el
cristianismo es un germen celeste que se injerta en la naturaleza y la
eleva a una vida superior; la individualidad natural condiciona la forma
que la gracia adopta en cada hombre y en cada época. A base de esa
persuasión enjuicia el desarrollo histórico de la Iglesia. Neander ve en
la individualización de la doctrina y de la vida eclesiástica un signo de
auténtica prosperidad. Según él, lo objetivo de la revelación divina no
está lirecisamente en el dogma, sino en el principio creador de Dios, que
engendra el dogma según las condiciones de cada individuo y de cada época.
Fue un adversario del ideal de uniformidad dogmática y, por tanto, se
opuso a un retorno al sistema ortodoxo de los siglos anteriores. Pretendía
conciliar el afán de subjetividad con la fidelidad a la Biblia y, a la
vez, con los resultados de la crítica bíblica. Con lo cual, no satisfizo
ni a la ortodoxia protestante ni a los críticos liberales.
F. August Tholuck (1799-1877), discípulo de Neander, enseñó teología
en Halle. Su teología es una elaboración de los pensamientos latentes en
el movimiento del despertar religioso. Adquirió fama con su Die Lehre von
der Sünde und vom Versóhner, oder die pvahre Weihe des Zweiflers (La
doctrina sobre el pecado y el Reconciliador, o la verdadera consagración
del escéptico) de 1823; con el título quería parodiar la obra de De Wette
Theodor oder des Zweiflers Weihe (Teodoro o la consagración del escéptico)
de 1822 (V. PROTESTANTISMO II, 3; LIBERAL, TEOLOGÍA). El pensamiento de
Tholuck ha sido bautizado con el nombre de «teología pectoral», debido a
su afirmación «pectus facit theologum» (el corazón hace al teólogo), es
decir, solamente puede hablar rectamente sobre Dios el que antes se ha
reconciliado con El. Cree que el cristianismo no se impuso por la
necesidad interna de su contenido doctrinal, sino por haber devuelto la
felicidad a la humanidad oprimida bajo el peso del pecado. El sistema
teológico de Tholuck tiene como columna básica la afirmación del
parentesco natural del hombre con Dios; parentesco que posibilita una
relación que se produce antes de intervenir la reflexión teológica. El
pecador sigue teniendo cierta percepción de Dios y cierta inclinación a
él; gracias a esa estructura esencial, el hombre reconoce a Dios cuando
éste se revela y actúa en él. El encuentro del hombre con Dios precede a
toda elaboración sistemática de los conceptos teológicos; la misión de la
teología está en constatar y esclarecer lo que previamente ha sucedido en
el interior del hombre por la experiencia de la justificación (v.). Una
vez aceptada la revelación (v.), cabe una apropiación racional de la fe
cristiana, pero el que no ha renacido es incapaz de penetrar racionalmente
en el contenido interno de la misma. La iluminación subjetiva alcanza su
certeza en la revelación objetiva, y ésta sólo adquiere poder redentor
mediante la iluminación inmediata del creyente. En la doctrina del
parentesco natural del hombre con Dios, Tholuck coincide en cierto modo
con el idealismo (v.), pero se distancia de este sistema y pretende
refutarlo en virtud de la experiencia de la culpa que se da en la
conciencia. Él cree que a base de la unidad de todos los entes en Dios
afirmada por el idealismo, resulta imposible explicar la contradicción del
hombre consigo mismo en el fenómeno del pecado (v.). A su juicio, la única
explicación plausible es la de que la esencia humana, por una parte, está
íntimamente unida con la divina y, por otra parte, el hombre usando de su
libertad se apartó de Dios y perdió la inocencia original. Tholuck opina
que cada hombre puede detectar la experiencia del pecado y, además,
experimentar la redención (v.) al aceptar la palabra bíblica en el acto de
creer. Fundamenta, pues, la fe en la conciencia del pecado y vuelve a
centrar la Biblia en torno a la doctrina sobre el pecado y la redención.
Fuera de ese núcleo de pensamientos, la producción de Tholuck no es
homogénea. Tan pronto introduce una respuesta supranaturalista para salir
al paso de la crítica bíblica, como intenta una explicación racional para
despojar a los dogmas de matiz arbitrario. Con todo, los impulsos que él
dio a la teología siguieron influyendo durante varias generaciones.
Ernst Wilhelm Hengstenberg (1802-1869), desde 1827 director del
periódico protestante «Evangelische Kirchenzeitung» y desde 1828 profesor
de teología en Berlín, apoyándose en los pensamientos de la teología del
despertar religioso se propuso una restauración de la antigua ortodoxia
luterana (v. PROTESTANTISMO II, 1). Según él, la primera experiencia del
pecado y del nacimiento por la gracia conduce a una certeza objetiva que
permanece siempre; esa certeza se refiere a la autoridad de la Biblia y
del dogma eclesiástico; así pretende legitimar la autoridad total de la
Biblia y de los escritos confesionales. Establece una contradicción
radical entre la razón y la fe; llega a afirmar que toda doctrina
cristiana es antirracional, en el sentido de que la razón después del
pecado está totalmente ciega en materia religiosa. Por eso la fe es
siempre un acto de sumisión a la autoridad de la palabra externa (v. RAZÓN
Y FE). Hengstenberg actuó como un estricto restaurador, tanto en exégesis,
donde ignora la crítica bíblica y vuelve a entronizar el contenido total
de la Biblia sin distinguir entre esencial y accesorio, como en teología,
como en política eclesiástica, donde se unió con las fuerzas
conservadoras.
Otros autores. La escuela de Erlangen (v.), que tomó como punto de
partida la experiencia subjetiva del creyente, también pertenece al
movimiento teológico del despertar religioso. Sus representantes
principales fueron: T. Chr. K. von Hofmann, H. Harless, F. Hófling, G.
Thomasius, Th. Harnack y 1. H. R. Frank.
En un sentido amplio cabe incluir en el despertar religioso a muchos
teólogos que lucharon contra el racionalismo y por la restauración de la
vida eclesiástica, fundada en la acción sobrenatural de la redención
divina. Los primeros representantes de un supranaturalismo decidido
alzaron su voz en Tubinga (v.), a saber: Chr. Storr (17461805), y sus
discípulos Fr. Flatt (1759-1821), Fr. Süskind (1767-1820), K. Chr. Flatt
(1772-1843) y Chr. Fr. Steudel (1779-1821). Influidos por Kant (v.),
afirmaron que la vía del conocimiento suprasensible no es la razón, sino
la revelación inmediata y sobrenatural de Dios. En la lucha
antirracionalista jugó un papel importante Claus Harms (1778-1855) que en
1817 publicó noventa y cinco tesis impugnando el racionalismo (v.). En el
esfuerzo por revalorizar la Iglesia como institución salvífica de orden
sobrenatural, destacaron: Ph. Marheinecke (1780-1864), R. Rothe
(1799-1867), 1. Stahl (1802-61), W. Lbhe (180872), Th. Kliefot (1810-95),
A. Harless (1806-79), 1. A. Dorner (1809-84), J. H. Wichern (1808-81), A.
Vilmar (180068). En general, estos autores resaltaban que la Iglesia es
una institución divina para la salvación de los hombres y que el individuo
ha de someterse a ella. Ponían en primer plano la dogmática confesional,
los sacramentos, el orden jurídico y los ministerios eclesiásticos. Se
acercaban a la idea del opus operatum (v. SACRAMENTOS) de la teología
católica. Pero algunos, como, p. ej., Hófling y Dorner, acentuaron también
el aspecto carismático de la comunidad.
El pensamiento de Neander de que el cristianismo es un nuevo germen
inyectado en la naturaleza humana el cual va desarrollándose a través de
la historia, lo encontramos también en R. Rothe: según él, Cristo ha
introducido en la historia el Reino de Dios (v.), es decir, un poder de
renovación religioso-moral de la humanidad; el cristianismo camina hacia
una comunidad de estados cristianos, llenos de vida religioso-moral, donde
queden realizadas todas las posibilidades del hombre. La idea de un
proceso redentor estuvo presente en la teología alemana desde Fr. Chr.
Oetinger (1702-82), influido a su vez por 1. Bóhme (v. PIETISMO;
PROTESTANTISMO 11, 2); aquél tuvo bastante repercusión en el idealismo
alemán. En el sistema de Oetinger ocupa un puesto clave la idea de vida,
entendida como una totalidad que abarca a Dios y al mundo. Para salvar el
abismo entre el espíritu y la materia Oetinger tomó de Bóhme el concepto
de una «corporalidad ideal»; según él, esa corporalidad nueva ha entrado
en la historia con Cristo, de Él brota una fuerza física que transforma la
historia humana. El pensamiento de un proceso transformador sigue obrando
más tarde en J. T. Beck (1804-78): según él, el cristianismo es un
principio vital que se esclarece dogmáticamente en el mismo proceso de su
propio desarrollo; al irrumpir en el hombre, a la vez que lo libra del
pecado y lo renueva, esclarece lo acontecido mediante la doctrina
revelada. La Biblia constituye un organismo sistemático de verdades, que
es descubierto en el proceso personal de crecimiento en la fe; o, mejor
dicho, el crecimiento del individuo en la fe es un desarrollo de la
revelación bíblica. En su sistema, Beck distingue tres partes: la
creación, con el orden divino del mundo; el mundo caído; y el mundo
redimido, con el orden divino de la gracia. El mundo sensible y el
suprasensible constituyen dos reinos diversos; cada uno de ellos consta de
su propio aspecto material y espiritual, obedeciendo además a sus propias
leyes. Cuando el mundo suprasensible irrumpe en el núcleo espiritual de
nuestra realidad natural, encuentra allí un germen divino y lo transforma
en un reino superior. El plan divino está en que el reino suprasensible,
el cual ya existe desde siempre, entre en el sensible de la tierra, lo
transforme y, de ese modo, se revele el Reino de Dios. La justificación no
consiste en un mero perdón, sino en el hecho de que la realidad
suprasensible penetra en el hombre. En las leyes propias del reino
celestial están incluidos, p. ej., los milagros. Y el sacrificio
propiciatorio, para Beck, encuentra su explicación en que desde el punto
de vista del reino suprasensible existe una vinculación misteriosa entre
el sacrificante y aquel por quien se sacrifica. También muestra rasgos
comunes con el movimiento del despertar el párroco, poeta, historiador y
pedagogo danés Nikolaj Fr. S. Grundtvig (1783-1872): para él, el
cristianismo no es primordialmente, ni un saber, ni una doctrina moral, ni
un sentimiento, sino que consiste en la actuación divina dentro de la
comunidad humana a través de su Espíritu y de su Palabra. La Iglesia tiene
su base en el bautismo y la cena, y no precisamente en la S. E. Encuentra
la columna dogmática de la Iglesia en el símbolo apostólico (v. FE,
SíMBOLOS DE LA), con lo cual se siente liberado del poder de los teólogos
y de los jerarcas. Según él, el aspecto decisivo de la Iglesia es la
existencia concreta de la comunidad parroquial: unidad espiritual,
predicación, cánticos, etc. Grundtvig considera la vida cristiana como un
retoño de la recibida en el acto de la creación. El germen cristiano se
desarrolla en todos los aspectos de la vida popular. Grundtvig ha tenido
gran influjo en Dinamarca. Junto con Kierkegaard (v.), sigue todavía en el
primer plano de la teología danesa.
Valoración crítica. En general, la teología del despertar religioso
manifiesta una preocupación sincera por evitar la disolución de la fe como
consecuencia del racionalismo, pero carece de hondura especulativa. Ello
explica su dificultad para comprender el aspecto de verdad de la fe
cristiana, en lo que influye también el pietismo (v.). El despertar
coincidía con el pietismo en la acentuación de la experiencia del pecado y
del nuevo nacimiento, pero, no obstante, se diferencia considerablemente
de él. La actividad del despertar dio nueva vida al protestantismo, que en
gran parte había quedado disgregado con las tendencias racionalistas. De
ese movimiento procedieron poderosas ouras de evangelización. Pero, por
otra parte, al adoptar posiciones científicamente vulnerables y cerrarse a
la nueva situación cultural, el «despertar religioso» tuvo parte de culpa
en algunos de los problemas que afectaron al pensamiento protestante
posterior.
V. t.: PROTESTANTISMO 11, 4; LIBRE EXAMEN, 3; BAPTISTAS, 3 a). Y
además puede verse: FE; IGLESIA; JUSTIFICACIóN; RAZÓN Y FE; etc.
BIBL.: E. HIRSCH, Geschichte der
neuen ecangelischen Theologie, V, 2 ed. Gütersloh 1949, 70-144; G.
THOMASIus, Das Wiedererwachen des evangelischen Lebens in der lutherischen
Kirche Bayerns, Erlangen 1867; A. NEANDER, Gesámte Werke (obras
completas), 14 tomos, Gotha 1862-75; W. ELERT, Der Kampf um das
Christentum, Munich 1921; Erweckungsbewegung, en RGG 11, 3 ed. Tubinga
1958; H. STEPHAN, Geschichte der evangelischen Theologie, Berlín 1938; R.
C. SCHULz, Gesetz und Evangelium in der Theologie des 19 Jahrhunderts,
Erlangen 1956; L. PERRIRAZ, Histoire de la théologie protestante au XIX,
siécle, Neuchátel 1944; K. ALGERMISSEN, Iglesia Católica y confesiones
cristianas, Madrid 1964, 972-973, 956, 976, 990.
RAÚL GABAS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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