CLEMENTE VIII, PAPA


La elección de Clemente VIII. Aunque sólo había transcurrido año y medio desde la muerte de Sixto V, la Santa Sede estaba por cuarta vez vacante a raíz de la desaparición de Inocencio IX, en 1591, después del brevísimo pontificado de este Papa y de sus dos inmediatos predecesores, Urbano VII y Gregorio XIV. Se hacía, por tanto, necesario un periodo de estabilidad para el Pontificado que asegurase el gobierno de la Iglesia, lo que prestaba a la nueva elección pontificia, la cuarta en dos años, un particular interés. Parecía que la tiara pontificia recaería sobre el card. Santori, que era el más prestigioso de todo el colegio cardenalicio y estaba en la línea de los grandes Papas postridentinos. A pesar de estar apoyado por el numeroso grupo de cardenales partidarios de España, el grupo pro-francés, pequeño, pero muy unido, puso en juego todos sus recursos de tal forma que, al fin, la elección de Santori se tuvo por imposible. A la vista de estas circunstancias se llegó a una solución de compromiso en que ambas partes salieran contentadas, y la elección recayó sobre el card. Aldobrandini, que tomó el nombre de Clemente VIII, en la mañana del 30 en. 1592.
     
      Personalidad de Clemente VIII. Procedía de una antitigua familia florentina, y había nacido en Fano el 24 feb. 1536. Estudió Leyes en Padua y Perusa, trabajando al mismo tiempo como escribiente en un Banco. Obtuvo el doctorado en la Univ. de Bolonia y pasó a desempeñar diversos cargos en la curia romana. Sixto V le nombró datario y el 18 dic. 1586, cardenal. Durante el verano de 1588 fue enviado como legado de paz a Polonia y el éXIto de esta misión le dio fama de gran estadista y hábil diplomático. No poseía brillantes cualidades, era bastante irresoluto a la hora de tomar decisiones, pero su piedad, bondad, carácter pacífico y amor a la justicia le granjeaban grandes simpatías. De elevada estatura, cabello y barba blancos muy cuidados; todo ello contribuía a darle un aspecto majestuoso. Manejaba los asuntos de gobierno con absoluta independencia y con una gran cautela.
     
      Relaciones con los Estados europeos. El problema más importante y al mismo tiempo el más difícil con el que se encontró Clemente VIII, fue la guerra civil francesa. Enrique de Navarra pretendía el trono de Francia, pero era hugonote, y por esta razón una mayoría de católicos se oponían a tenerle por rey, aunque había algunos de ellos que le apoyaban. Por fin, después de muchas negociaciones, se alcanzó la paz mediante la vuelta de Enrique al catolicismo.
     
      Entretanto, las relaciones de España con la Santa Sede empeoraban debido a la política regalista de Felipe II y Felipe II1. Este hecho hizo que la política vaticana, al convertirse Enrique de Navarra al catolicismo, se inclinara abiertamente hacia Francia. El Papa intervino hábilmente en la consecución de la paz de Vervíns, que puso fin a la guerra entre España y Francia, aunque quedó sin solucionar la cuestión de Saluzzo, territorio que era pretendido por Francia y Saboya; la guerra entre las dos partes no se hizo esperar. España apoyaba, no muy abiertamente, las pretensiones del duque de Saboya, con el fin de debilitar a Francia. La influencia de Clemente VIII puso rápido término a esta contienda y la paz se alcanzó gracias a su mediación.
     
      La Santa Sede continuó con la ayuda que venía prestando a los Emperadores en su lucha contra los turcos enviando dinero y tropas. También intervino en la sucesión al trono de Inglaterra en favor de Jacobo I, que era hijo de María Estuardo, y que sucedió a la reina Isabel I. Aunque había sido bautizado en la Iglesia católica, se comportó como un protestante, con lo que a pesar de las negociaciones que sostuvo con C., no se alcanzaron las esperanzas que el Papa tenía puestas en él para que permitiera la práctica del culto católico. Continuación de la Reforma católica. En el plano estrictamente religioso, el papa Aldobrandini puso todo su esfuerzo en la reforma católica en Francia después de la etapa de luchas religiosas que el país había sufrido.Surgieron nuevas órdenes religiosas y la vida católica aumentó considerablemente.
     
      Durante el principio de su pontificado, C. luchó denodadamente para lograr, tal como se había estatuido en el conc. de Trento, que los obispos y párrocos cumplieran la obligación de residencia, al fin publicó un decreto en el que enérgicamente se recordaba esta obligación. Las tentativas de ver instaurado de nuevo el culto católico en Suecia e Inglaterra fracasaron, y la muerte, ocurrida, después de larga y penosa enfermedad, el 5 mar. 1605, le impidió ver las nuevas persecuciones que se desataron contra los católicos ingleses. El hecho más sobresaliente del reinado de este Papa es haber logrado la reinstauración católica en Francia y conseguir que la fe se mantuviera en ella. El balance fue en resumen positivo, máXIme teniendo en cuenta las constantes luchas que agitaron a Europa durante esos años.
     
     

BIBL.: L. PASTOR, Historia de los Papas, XI, Barcelona 1941; G. DROYSEN, Historia de la Contrarreforma hasta 1608, Berlín 1893; E. MARTINDRI, Annal, della Zecca di Roma. Clemente VIII, Leone XI e Paolo V, Roma 1919; G. DE NOVAES, Storia di Pontifici, VIII, Siena 1805; V. A. ORBAAN, Roma onder Clemens VIII, Gravenhage 1920; B. ZELLER, Henri IV et Marie de Medici, París 1877.

 

F. VALLÉS MORENTE.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991