CHINA. RELIGIONES NO CRISTIANAS.


Características del pensamiento religioso chino. Cuando se estudia el pensamiento religioso de Ch., nos enfrentamos con una serie de conceptos muy difíciles de comprender. Aislados durante miles de años por las fronteras naturales del centro de Asia, los chinos crearon una civilización agrícola en las grandes llanuras aluviales; esta consagración durante siglos a la vida agrícola y sedentaria los separó del resto del mundo; el ritmo de las estaciones modeló estrechamente su vida. El acto humano estaba ligado a la renovación de la Naturaleza; uno dependía de la otra en los conceptos primitivos religiosos de Ch. Esta veneración a la Naturaleza hizo que los chinos no se preocupasen mucho por la idea de un Dios personal ni por los sistemas ontológicos; rindieron culto y adoraron mucho más a esta realidad impersonal que se adivina en los procesos naturales. La Naturaleza para los chinos no formaba más que un solo reino; un principio de solidaridad y de unidad profundas afirmaba que hombres, animales y plantas se encontraban en el mismo nivel universal.
     
      Se adoró, pues, a los múltiples poderes naturales figurados en forma de numen, de genios, de espíritus locales y familiares. El culto a los antepasados significaba que los lazos familiares con el muerto no se rompían y que éste continuaba ejerciendo su protección, proporcionando riqueza y prosperidad. Todo tenía una virtud secreta y general-; los nombres y sus expresiones gráficas estaban dotados de ciertos poderes e influencia; saber el nombre, decir la palabra, era poseer el ser o crear la cosa. La vida de la corte imperial fue una aplicación constante de la ciencia mágica y eficaz de la palabra justa. El chino se preocupó mucho más por esta ciencia de las fórmulas eficaces que por la ontología y la metafísica; el conjunto de creencias conocidas bajo el nombre de taoísmo (v.) se dedicó a estos conocimientos mágicos y primitivos de las relaciones ocultas entre las cosas.
     
      El pensamiento religioso chino estuvo influido desde el principio por las nociones del yin y del yañg, dos símbolos concretos de los aspectos apuestos y alternantes, masculino-femenino, positivo-negativo, de todos los contrastes posibles del universo. Se trata de un concepto de manifestaciones alternantes y complementarias, fórmula rítmica de la vida del universo. Estos dos símbolos complementarios tienen un principio superior regulador: el tao, otro concepto fundamental para los chinos. El tao es el saber operante, el orden total, la realidad profunda del universo, la eficacia, la unidad. El juego indefinido del yin-yang en el cosmos realiza la ley moral del cielo (t'ien), el cual opera también en el corazón humano; se concreta en la ley de la analogía, de las correspondencias de todas las cosas del universo. El cosmos se rige, pues, por un sistema de relaciones analógicas, de comportamientos eficaces, cuyo reflejo en el plano humano es el conjunto de los ritos, de la etiqueta; obrar y actuar es ejercer influencias, es remover el cosmos. Todo acto está sometido a una etiqueta tradicional, y el conocimiento de esta etiqueta complicada era la ciencia de los ritos; el confucianismo trató de esta ciencia del comportamiento social, político y privado del hombre chino; creó las fórmulas eficaces y secretas de gobierno que los sabios y los letrados conocían y enseñaban a los príncipes y Emperadores (v. CONFUCIO Y CONFUCIANismo). Estas formas religiosas del confucianismo y del taoísmo empezaron entre los s. vii y rii a. C. Ambas ofrecían enormes discrepancias. Cada tendencia dominó en su tiempo la política imperial. La llegada del budismo (v. BUDA) de la India suscitó reacciones en los s. v y vi d. C., sin olvidar la limitada difusión del islamismo (v.) y del cristianismo (v.). Estas dos religiones no llegaron a integrarse en la vida del pueblo. Las tres grandes «religiones» clásicas de Ch. son el confucianismo, el taoísmo y el budismo.
     
      Preponderancia del confucianismo. Los discípulos de Confucio ocuparon rápidamente importantes puestos oficiales y fueron el tronco fundamental de los letrados, los yu, que administraron y gobernaron Ch. durante más de 2.000 años. Mong Tse (Mencio), fue el gran propagandista de la doctrina confucianista y el campeón de la ortodoxia, de la moral aristocrática; a su lado hay que citar a Siun Tse, que organizó el ceremonial (li), tan importante en el desarrollo posterior del confucianismo. Un discípulo de este último, Li Se, canciller del primer Emperador chino, She Huang-ti, fue ejemplo de intolerancia fanática confuciana, sugirió al Emperador la destrucción de todos los libros canónicos, así como la persecución de los letrados, los yu, que se oponían a la política totalitaria de Li Se.
     
      La nueva dinastía de los Han (v.) no incurrió en esta actitud y dejó prosperar a la escuela de los confucianistas. Los yu tuvieron gran influencia en el Imperio y formaron la clase democrática que sucedió a la feudalidad destruida. Se concedió a los confucianistas el derecho a ocuparse de la política imperial, y bajo el emperador Wu-Ti (14086 a. C.), el confucianista Se-ma Ts'ien, el padre de la historia china, preconizó un sistema de estudios y exámenes para la Administración del Estado. Los confucianistas tuvieron así un considerable instrumento de poder y propaganda; nadie pudo entrar en la Administración sin pasar por los exámenes confucianistas.
     
      Los periodos siguientes de los Tres Reinos, los Tsin (v.) y las Seis Dinastías (220-617) estuvieron bajo la fuerte influencia del budismo y taoísmo, cuyas tendencias pietistas y devocionales agradaron al pueblo chino. Con el triunfo de estas religiones y las divisiones políticas del país en Estados hostiles, la enseñanza confucianista decayó, por tener cada reino su sistema educativo particular. La dinastía Tang (v.) devolvió a los letrados confucianistas la importancia que habían tenido antes; se restablecieron los exámenes, y el emperador Hiuan-Tsung (712-756) fundó la Academia confuciana de Han-Lin, centro espiritual del pensamiento de Ch. Los confucianistas conservaron su privilegiada situación y sus influencias en las grandes dinastías posteriores, tanto con los Yuan (v.) mongoles (1280-1367) como con los Ming (v.) nacionalistas (1368-1643). El confucianismo tuvo una especie de monopolio espiritual que aceleró su tendencia a la fosilización y a las costumbres pueriles y minuciosas que caracterizaron este pensamiento en la época moderna de Ch. Los letrados, los yu, no quisieron adaptar su pensamiento a la evolución política y social del país. Después de la revolución de 1911, desapareció el confucianismo ortodoxo y fosilizado, pero el profundo pensamiento de Ch. siguió teniendo influencia; el movimiento de la Vida Nueva de Chiang Kai-chek (v.) estaba de acuerdo con los principios de Confucio, y sabido es que la doctrina política de Sun Yat-sen (v.), el tridemismo, era una síntesis del pensamiento tradicional confuciano y de las teorías políticas occidentales. El Gobierno comunista ha suprimido toda enseñanza confucianista en Ch.
     
      Influencia del budismo y taoísmo. El budismo no tuvo nunca mucha influencia política; se extendió en los s. v y vi d. C. a través de cuatro sectas principales: la secta Chinn-Tu, en Kiangsi, fundada por Hui Yuan (m. 416) y basada en la teoría maháyána de las «tierras puras», paraísos budistas en los que los goces del espíritu se disfrutaban en compañía de los inmortales, de origen taoísta; la secta T'ien T'ai, que tenía sus grandes monasterios al sur del Yang-tse, enseñaba un yoga, un ascetismo severo y una ética elevada; la secta Ch'an muy influida por el taoísmo y que se convirtió en la secta Zen (v.) del Japón. Finalmente, la secta del amidismo, una forma de budismo popular, tuvo gran éxito en Ch.; concentró su devoción sobre las figuras de Buda y de los bodhisattvas Maitreya, Avalokiteshvara, Mañjushri y Vairocana. El buda Amitábha, creación del Maháyána, se incorporó al culto chino hacia el 650, y el bodhisattva Avalokiteshvara, bajo el nombre de Kuan-yin, tuvo asociada a su culto una figuración femenina. Este tuvo un éxito extraordinario; su culto era muy sencillo: bastaba pronunciar su nombre chino, O-mi-to-fo, para ser salvado.
     
      Islamismo, cristianismo y nueva religiosidad. En la época Tang (618-907) apareció en Ch. el mahometismo, que quedó confinado a una porción relativamente pequeña de la población y fue modificado por las prácticas locales; los mahometanos chinos se contentaron con formar una comunidad aparte, casándose con mujeres chinas y conservando sus creencias y costumbres propias, pero sin deseo de propagar su fe. En la actualidad, está prácticamente extinguido el mahometismo en Ch. En la misma época se predicó el cristianismo en su forma nestoriana (v. NESTORIO), que tuvo cierta influencia sobre el budismo en cuanto al culto a los difuntos y algunas ceremonias.
     
      Los chinos nunca han sido muy religiosos o místicos; han buscado recetas mágicas de longevidad y de poderes extraordinarios, pero el alma china no es religiosa, al contrario que el alma hindú. Antes de la revolución comunista, para un chino era normal ir a los tres altares, confucianista, budista y taoísta, para hacer una ofrenda y tener así a los dioses de su parte, cualesquiera que fueran. Al Gobierno comunista no le fue difícil acabar con estas formas degeneradas y sustituir el culto a estos dioses y genios por el culto a Mao (v.). Los misioneros cristianos han sido expulsados y el partido comunista ha intentado adaptar las doctrinas cristianas al marxismo y crear una Iglesia cristiana china independiente.
     
      V. t.: ASIA VI y VIII; BUDA Y BUDISMO; CONFUCIO Y CONFUCIANISMO; LAO-TSE; TAOÍSMO; BANQUETE SAGRADO.
     
     

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J. ROGER RIVICRE.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991