Se designa así el contenido y los métodos de la predicación con que los
Apóstoles (v.) presentaron al mundo no cristiano la persona, la doctrina y
la obra de Cristo con el fin de suscitar un cambio de vida (v. CONVERSIóN)
en el auditorio, prepararlo al Bautismo (v.) y adoctrinarlo y animarlo
para un vivir cristiano. Desde otro punto de vista, c. apostólica es la
expresión viva y palpitante del sistema doctrinal cristiano durante el
periodo que transcurre entre la muerte de Cristo y la composición de los
Evangelios (v.), en el que los diversos puntos de la doctrina cristiana se
disponen según una jerarquía de prioridades relacionadas con la realidad
existencial, se vierten en formularios determinados, se condensan en
unidades lógicas más o menos breves y se extienden también en piezas
oratorias.
Estructura. Puede adivinarse la importancia de este periodo de c.,
de fecunda actividad de misión y expresión, refleXIón y profundizamiento
en el misterio cristiano, que se expone y presenta, ante todo oralmente,
en la predicación (v.) de diversos tipos y tendencias. Muy pronto se
introduce el sistema de enseñanza por escrito; nacen las epístolas (v.),
cuya finalidad es proseguir y afianzar la doctrina expuesta en la misión
inicial. Las epístolas participan de las características del mensaje oral,
teniendo en cuenta que casi todas van dirigidas a comunidades cristianas
que recibían el mensaje de la epístola generalmente en reuniones, de boca
del lector (cfr. Act 15,30ss.; Apc 1,3) lo mismo que el anuncio del
Antiguo Testamento. San Pablo dice que puede manifestar por escrito el
mismo «evangelio» que había «evangelizado» de palabra (1 Cor 15,1 ss.; cfr.
2 Thes 2,5ss.15). La mayor importancia de la c. apostólica es que los
mismos cuatro Evangelios nacieron de ella, tanto por el material que
recogen -que es el recogido por la c. para la predicación, formación, etc-,
como por las formas de presentación de este material, que provienen de la
c. Testimonio de ello es Le 1,1-4; él y los ensayos anteriores de ordenar
el material evangélico se remontan a lo que «transmitieron» los testigos
oculares de los hechos, quienes también fueron además «los adictos a la
palabra», a la predicación. Noción importante es la de «transmisión», que
asocia otra idea, la de «tradición» (v.). Tradición es entrega,
transmisión, un método de enseñanza y de perpetuación de un «depósito» o
caudal doctrinal (concepto y formulación de S. Pablo: 1 Tim 6,20; 2 Tim
1,13) cuidadosamente transmitido de padres a hijos. Éste es el concepto
que Pablo tiene de su predicación apostólica (1 Cor 11,2-23; 15,3-2; 2
Thes 2,15; 3,6). A esta actividad del predicador responde en el
destinatario «recibir» (1 Cor 11,23; 15,3; 2 Thes 3,16), que es recibir
precisamente «la palabra del mensaje» (1 Thes 2,13), y en general «oír» la
palabra.
El concepto de c., abarcando toda esta gama de matices, aparece en
el N. T. en su forma verbal (katejein, hacer saber, instruir, enseñar),
que indica casi siempre la instrucción cristiana en general (Le 1,4; Act
18,25; 1 Cor 14,19; Gal 6,6). Esta c. incorpora varias funciones
diferentes: pregonar, anunciar, enseñar, exhortar o animar, hablar,
evangelizar. Se podrá decir, con la debida elasticidad, que las nociones
de pregonar, anunciar, evangelizar, corresponden, con matices distintos, a
una misma realidad: proclamar (de por sí en público) o dar el primer
anuncio de lo que Dios ha realizado en Cristo, de la «Buena Nueva» o Reino
de Dios (v.). La noción de enseñar (con la de hablar) y exhortar
representan, al parecer, dos momentos suce;~los subsiguientes, o
simultáneos, al primer anuncio que suscita la fe.
Formas y contenido. La c. apostólica se proponía en tres formas
principales, con su contenido específico:
1) La forma más importante y también la más primera y esencial es el
kerygma (v.) (de keryssein, pregonar). En el contexto de la c., kerygma es
un tecnicismo que indica la proclamación o mensaje que el apóstol
cristiano anuncia al mundo o al hombre no cristiano acerca del acto
salvador de Dios realizado en Cristo. Es el primer anuncio y ofrecimiento
de la salvación de Dios. El tema de esta forma de c. está marcado en Act
1,21ss.: es la actividad, realidad y enseñanza de Jesús «a partir de su
Bautismo por Juan hasta el día de su Ascensión». Son las realidades de la
vida de Jesús, con sus enseñanzas y milagros. Como dice S. Pablo,
precisando los puntos más esenciales: «que Cristo murió por nuestros
pecados conforme a las Escrituras, y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día conforme a las Escrituras y que se apareció a Cefas, luego a
los doce» y a otros (1 Cor 15;3ss.). Los hechos de la vida de Cristo se
aducen para mostrar con ellos que las esperanzas en las promesas de Dios
han obtenido su cumplimiento y que la época escatológica ha comenzado ya
con la acción de Dios en Cristo. El kerygma no pretende sólo mantener viva
una anécdota de la vida de Jesús, sino mostrar su dimensión soteriológica
y escatológica. Desde el punto de vista de Cristo, el kerygnra con los
hechos, y ante todo con la Muerte y Resurrección-Ascensión, de Jesús
quiere demostrar que Él es el Mesías y el Señor, precisamente porque es
«santo» y «justo» y Dios le dio la razón (cfr. Act 2,36; 3,14ss.; 4,10ss.;
5,30ss.; etc.).
La doctrina del kerygma es casi exclusivamente cristología (v.), una
cristología esencial. Este marcado carácter aparece en los títulos que se
le dan a Cristo: «Siervo» del Señor (Act 3,13.26; 4,27.30: gr. pais),
«Ungido» o Cristo-Mesías (Act 2,36; 3,18; 10,36.38), «el Profeta» (Act
3,22; cfr. lo 6,14; 7,40; 1,21), «Señor» (Act 2,36), juez universal (Act
10,42; 17,30ss.), Salvador (Act 5,31; 13,23; cfr. 3,15; 4,12; 5,31),
«santo, justo» (Act 3,14; 7,52). Otros puntos prominentes del kerygma, a
manera de conclusión, son la invitación expresa a un «cambio de vida» (Act
2,38; 3,19; etc.; cfr. Me 1,15) y al Bautismo (Act 2,38), el anuncio del
perdón de los pecados (Act 2,38; 10,43; 13,38) y del juicio futuro (Act
10,42; 17,31). En el kerygma se advierte el esfuerzo por profundizar en
las realidades de Cristo mediante una concentrada refleXIón sobre los
textos del A. T., porque todas las realidades de Cristo suceden «según las
Escrituras». Los pasajes aducidos proceden mayormente de los Salmos (Ps
16,8-11: Act 2,25-28.31; 13,35ss.; Ps 110,1: Act 2,33-35; Ps 2,7: Act
13,33; Ps 118,22: Act 4,llss.). Se citan además Dt 18,15.18 (Act 3,22 ss.),
Ioel 3,1-5 (Act 2,17-20) y otros (cfr. Act 13,41). El pasaje más decisivo
es Is 53, pero no a causa de las frecuentes notas explícitas (Act 8,32ss.;
3,13), sino por la difusión insensible de su pensamiento en tantos lugares
del N. T., principalmente en los contextos de humillación, Pasión (v.),
Redención (v.), Resurrección (v.) y exaltación.
En la primera parte de los Hechos de los Apóstoles encontramos las
piezas más antiguas de la c. apostólica, es decir, la primera predicación
de los Apóstoles. Pruebas de ello son el color semítico y palestino de
expresiones y situaciones, las concepciones explícitas o implícitas de un
auditorio judío y el carácter esencial y resumido de la doctrina cristina;
p. ej., en Act 2,22-35; 3,12-26; 4,12-16.24.31; especialmente 10,34-43. En
la predicación y epístolas de S. Pablo se pueden señalar como unidades
kerygmáticas: Act 13-28-31.33-39; 17,30b-32; Rom 3,25a; 8,34; 10,8ss.;
14,9; 15,3; 1 Cor 1,23; 2,2; 4,5; 15,3ss.; 2 Cor 5,10; Gal 1,4; 3,1; etc.;
cfr. Heb 6,lss.
Los discursos de Act 2-5 (y 10) presentan el kerygma en el marco de
la c. dirigida a un auditorio judío «hebreo» (cfr. Act 6,1). Un marco
distinto es el que ofrecen los discursos de Act 7 y 13 dirigidos a judíos
«helenistas», siendo el kerygma siempre el mismo. Act 17,22-31 muestra
cuál debió ser la c. inicial ante un auditorio pagano. Desaparecen las
citas del A. T. y se introducen razonamientos de la propaganda misionera
judía para despertar la fe en Dios (vers. 22-29 cfr. 14,15-18); a esto
sigue la predicación «cristiana» (ver. 30ss.), aquí interrumpida, pero con
el mismo contenido kerygmático que en las otras formas.
2) La catequesis moral. Es la instrucción que se le sigue dando al
que ha acogido el kerygma, ha creído y se ha bautizado. Completa la
instrucción prebautismal y tiende a situar al neófito en la vida práctica
que le impone la fe (v.) cristiana. Naturalmente de las verdades de
naturaleza dogmática se deducen normas morales en un sentido amplio, se
trata de informar el vivir concreto y práctico del cristiano; y todo ello
no sólo como simple individuo, sino también como miembro de un organismo,
de la comunidad cristiana o Iglesia. De ahí que las experiencias de la
Iglesia desempeñen un papel importante. Esta forma de c. obtiene su
expresión más pura en la Didajé, 1-VI (v.), y en la llamada Epístola de
Bernabé, XVIII-XX (V. PADRES APOSTÓLICOS), al margen del periodo
neotestamentario. Pero se contiene ya en el N. T. en textos tan antiguos
como Act 2,42, pues así parece que debe entenderse la «doctrina de los
apóstoles» aludida en tal contexto. Con esta tendencia está presentado el
material evangélico del Sermón de la Montaña en Mt 6-7 (v.
BIENAVENTURANZAS), del escándalo del pequeño en Me 9,42-48, del perdón al
hermano (Le 17,4), temas estos últimos que, con otros varios, Mt 18
integra en un discurso eclesiológico. En la misma dirección se alinean
ciertos episodios o narraciones como Act 2,42-46; 4,3237; 5,1-11 Entre
esta sección y la siguiente, referente a la forma de c., se reparte el
material de la llamada sección parenética de las epístolas (v. PARENESIS).
3) La exhortación, que es una recomendación y encarecimiento
dirigido a los que desde hace tiempo son cristianos, con el fin de
animarles a mantenerse firmes en la fe y en la práctica de la vida
cristiana. Comprende, por tanto, exhortaciones de tipo moral para impedir
que el cristiano ceda a los vicios, y razonamientos -fundados con
frecuencia en el ejemplo de Jesucristo (1 Pet 2,21ss.; cfr. Heb 12,2-5;
13,13)- para sostener al cristiano en su fe bajo el apremio de las
dificultades y persecuciones. En esta forma de c. fueron empleados y
moldeados materiales evangélicos como la agonía de Getsemaní (Me
14,32-42), los pasajes referentes a la hora de la prueba (Me 8,34-38;
13,9-13; etc.), las parábolas aplicadas a la Iglesia (Me 4,1-34; Mt
24,42-25,30). La c. de exhortación recoge los actos y enseñanzas de
Cristo, que son el ejemplo y camino a seguir.
Elaboración. En esas tres formas de c. que pueden distinguirse, el
conocimiento que los discípulos tenían de las prerrogativas mesiánicas y
divinas de Jesucristo (v.) hacía mantener vivo el recuerdo de los dichos y
hechos del Maestro, que con la asistencia del Espíritu Santo los Apóstoles
(v.) se esforzaban en transmitir en toda su integridad (v. PE III, A). Al
mismo tiempo, con la acción del Espíritu Santo, se expandían la vida
cristiana y la Iglesia en general, y ello contribuye a la fijación y
exposición literaria de esa c., especialmente en las dos últimas formas
dichas. Jesucristo y su doctrina moldean la vida del cristiano, en cuanto
éste imita al Maestro, da testimonio de Él en la predicación y celebra sus
misterios en el culto. La predicación utilizó sin duda materiales
evangélicos cuya expresión literaria estaba ya cuidadosamente fijada en el
culto y en la práctica cristiana a partir de las enseñanzas y hechos de
Jesús (esto es claro, para el culto, p. ej., en la narración de la
institución de la Eucaristía en Mt 26,26-29 y Me 14,22-24; V. EUCARISTíA
I). Y la predicación misma ha elaborado material evangélico; es claro en
las narraciones de la Pasión y Resurrección, y en algunos pasajes como Act
13,24 ss. Es decir, lo que hemos llamado kerygma contiene los hechos
referentes a la vida de Cristo por su importancia en sí y por su contenido
doctrinal-teológico, que los Apóstoles procuraban exponer unitaria,
ordenada y esencialmente, y en relación con la práctica de la vida
cristiana y el desarrollo de la vida de la Iglesia, empujadas por el
Espíritu Santo. Esto ayuda a comprender el peculiar estilo literario y
orden de exposición de los Evangelios (v.), acerca de los dichos y hechos
de Jesús, que no son puramente cronológicos. Teniendo en cuenta esto, se
puede intentar reconstruir un mayor orden cronológico, etc., en los
Evangelios, como han intentado muchos, al mismo tiempo que se comprueba su
esencial valor histórico y su unidad.
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