Concepto. En Sociología el término ha sido utilizado por Max Weber (v.),
tomándolo de la terminología teológica, pero dándole un sentido totalmente
distinto, para designar una de las tres formas de legitimidad política que
él estudia. Define el c. político como la cualidad extraordinaria de una
personalidad, por la que ésta es considerada como en posesión de fuerzas o
virtudes especiales o sobrehumanas (o, por lo menos, específicamente
extracotidianas y no asequibles a cualquiera), y, en consecuencia, es
aceptada como jefe, guía o líder.
Origen y subsistencia. El c. no consiste en una cualidad que real y
objetivamente pertenece al caudillo, sino que se le atribuye por los
dominados, aunque sea erróneamente. Basta la creencia en su existencia
para producir un héroe carismático. De ahí su fuerte fundamento
irracional. Y tal creencia -añade- nace de la combinación de dos factores
(aparte circunstancias fortuitas): alguno o algunos hechos extraordinarios
que se atribuyen al sujeto y a los rasgos personales del mismo, su
magnetismo o fuerza de atracción. A veces la fe carismática empieza por
esto último. En todo caso, se produce una entrega o devotio de los
súbditos y del séquito que colabora con él.
Pero, como estamos ante un fenómeno social, es decir, que se da
entre seres humanos, el factor de racionalidad no puede desaparecer por
completo. El c. -continúa- ha de ser corroborado en los hechos, depende
del éxito. Si falta éste, hay probabilidad de que se esfume la fe de la
masa y se pierda la autoridad. En China, cualquier calamidad, incluso
natural (sequía, inundación), obligaba al Emperador a una expiación
pública o a abdicar. Y el problema que se plantea al jefe es, si la
situación dura, cómo mantener su aureola. Necesita recurrir a constantes
hazañas que vayan corroborando su c. (Napoleón, Hitler), o bien ha de
apoyarse en una transformación de su poder.
Transformación y rutinización del carisma. El heroísmo
ininterrumpido es casi imposible y el c. ha de perder pronto su rigor,
transformándose, en parte, en autoridad racional (legal) o tradicional.
Entonces el c. recurre a mecanismos que le son incompatibles en su forma
pura: administración económica racional, burocracia, principio de
legalidad (v.), etc. No obstante, el jefe conserva más o menos su
prestigio originario. De otro lado, al rutinizarse, el c. puede
convertirse en «antiautoritario», como sucede, al menos formalmente, en la
dominación plebiscitaria (v. CESARISMO).
Sucesión. Tratándose de una cualidad personal, intransferible, no
admite sucesión. Para continuar una situación de poder carismático existen
diversos procedimientos: designación por el jefe actual (los emperadores
romanos; lo que quiso hacer el hitlerismo); designación por el séquito
(reyes godos); herenciá (India, Japón, las monarquías europeas en lo, que
tenían de carismáticas). Mas obsérvese cómo en todos esos casos se
traslada el elemento decisivo de las cualidades personales a los criterios
institucionales.
BIBL.: M. WEBER, Economía y
sociedad, México 1944, I, 252 ss. y IV, cap. IX y X; H. VON ECKART,
Fundamentos de la política, Barcelona 1932; T. CARLYLE, Tratado de los
Héroes, Barcelona 1946; R. GUARDINi, El Mesianismo en el mito, la
Revelación y la Política, Madrid 1948.
A. PERPINÁ RODRÍGUEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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