BÍBLICO, MOVIMIENTO


Con el nombre de movimiento bíblico se ha entendido, desde finales del s. xix, las iniciativas del Magisterio de la Iglesia y de autores católicos, y aun de grupos, encaminadas a difundir la S. E. entre el pueblo, con la ayuda de los exegetas y estudiosos de la Biblia que habrían de hacer asequible a todos su lectura (v. BIBLIA IX). El movimiento bíblico ha sido en cierto modo paralelo con el movimiento litúrgico (v.), con el que ha mantenido estrechas relaciones.
      Los primeros antecedentes se encuentran en la enc. Providentissimus (18 nov. 1893) de León XIII. Hasta entonces la exégesis (v.) católica había evolucionado poco, permanecía en un cierto estado de somnolencia. León XIII anima a los estudiosos de las ciencias bíblicas y señala a grandes rasgos el camino que han de iniciar. Les estimula a ser los primeros en este campo, utilizando los resultados que por el momento iba proporcionando la investigación científica como auxiliar de la S. E. No obstante, subsistía una dificultad: la de aplicar de un modo seguro e inteligente el método científico a cada uno de los problemas de crítica literaria e histórica (v. BIBLIA v). Esta dificultad se hizo patente en seguida con el impacto producido entre unos pocos exegetas católicos por las tesis racionalistas (v. MODERNISMO).
      Por este motivo, con la carta apostólica Vigilantiae (30 oct. 1902), León XIII instituye la Pontificia Comisión Bíblica (v.), con sede en el Vaticano, como órgano central encargado de promover entre los católicos las ciencias bíblicas. Afirma de nuevo León XIII la necesidad de emplear todos los medios que ofrecía el progreso de las ciencias auxiliares (historia antigua, arqueología, geología, paleografía, paleontología, etc.) y confirma en el deber de defender los libros sagrados contra los ataques del racionalismo, que parte, como se sabe, de presupuestos filosóficos erróneos (idealismo, evolucionismo, pragmatismo) con objeto de negar lo sobrenatural en la naturaleza e interpretación de la S. E.
      Los Papas posteriores, desde S. Pío X, han insistido una y otra vez en la conveniencia de que los católicos se familiaricen con la Biblia, mediante una lectura frecuente de la palabra de Dios, a ser posible incluso diaria (cfr. enc. Divino Af flante Spiritu; V. BIBLIA VIII).
      Después, el Conc. Vaticano II ratificó el deseo de que los fieles tengan acceso pleno a la S. E. Alienta las traducciones en las diversas lenguas, hechas preferentemente sobre textos originales; se preocupa porque todos alcancen una inteligencia cada vez mejor de la S. E. Pero, al mismo tiempo, pone en guardia contra una interpretación puramente humana de los textos sagrados. «La Escritura se ha de leer e interpretar con el mismo espíritu con que fue escrita; por tanto, para descubrir el verdadero sentido del texto sagrado hay que tener en cuenta con no menor cuidado el contenido y la unidad de toda la Escritura, la Tradición viva de toda la Iglesia, la analogía de la fe. A los exegetas toca aplicar estas normas en su trabajo para ir penetrando y exponiendo el sentido de la S. E., de modo que con dicho estudio pueda madurar el juicio de la Iglesia» (Const. Dei Verbum, n9 12).
      De estos deseos proceden las diversas asociaciones que, en distintos países, han fomentado y estimulado la lectura y el estudio de la S. E., todo ello conocido con el nombre de movimiento bíblico. Las realidades a lo largo de estos años han sido diversas. Así, p. ej., en 1890, por deseo de León XIII, se funda en Jerusalén una Escuela Bíblica (v.), donde se edita «Revue Biblique» y la Biblia de Jerusalén. En 1909 se crea en Roma, por encargo de S. Pío X, el Pontificio Instituto Bíblico (v.),
      En España se han distinguido: AFEBE (Asociación para el fomento de los estudios bíblicos en España), que comienza en 1923 su labor con el objeto de traducir la Biblia al castellano; de ella dependió la revista «Estudios Bíblicos» (de 1929 a 1936); desde 1944 inicia la revista de divulgación «Cultura Bíblica». Por otra parte, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (v.) dependen: a) el Instituto Suárez de Teología, con Sección Bíblica especial, en Madrid, creado en 1939; desde entonces edita la revista «Estudios Bíblicos» y ha organizado, desde 1941, las «Semanas Bíblicas Españolas»; b) el Instituto Arias Montano, del que depende la Escuela de Estudios Hebraicos de Madrid; desde 1941 publica la revista «Sefarad», de estudios bíblicos hebreos y arameos, especialmente de origen español. Finalmente, en el verano de 1969, se constituyó en Madrid la Escuela Bíblica, bajo la dirección de A. González Núñez con un consejo asesor de destacados escrituristas, creada por la Casa de la Biblia y patrocinada por el Arzobispo de Madrid.
      En Iberoamérica, además de algunos movimientos esporádicos en Chile y México, cabe citar, en Argentina, a J. Straubinger, con versiones del Nuevo y Antiguo Testamento, y, desde 1939, la edición de «Revista Bíblica». En Brasil, la Liga de Estudios Bíblicos (LEB).
      Otras asociaciones, y ediciones de la Biblia, pueden verse.en BIBLIA VI, 9. V. t.: BIBLIA VIII y IX; BÍBLICA DE JERUSALÉN, ESCUELA; BÍBLICA, PONTIFICIA COMISIÓN; BÍBLICAS, REVISTAS; BÍBLICO, PONTIFICIO INSTITUTO.
     
     

 

A. FUENTES MENDIOLA.

 

BIBL.: 1. VosTÉ, Cinquante ans d'études bibliques, «Rev. de 1'Université de Ottawa» (1947) 198209; S. MUÑOZ IGLEsIAS, Documentos Bíblicos, Madrid 1955, 3150; L. BOUYER, Oft en est le mouvement biblique, «Bibie et vie chrétienne» 13 (1956) 721; L. ARNALDICH, Los estudios bíblicos en España, de 1900 a 1955, Madrid 1967; J. M. CAsciARo, Les études bibliques et théologiques dans l'Espagne actuelle, c1a Table Ronde» 144 (dic. 1959) 117122; J. SALGÜERO, Los estudios bíblicos b la Iglesia, «Cultura bíblica» 16 (1959) 7692, 281289; S. DE AusElo, Movimiento bíblico, en Diccionario de la Biblia (dir. HAAG, VAN DER BORN, DE AusElo), Barcelona 1963; M. DE TUYA y J. SALGUERO, Introducción a la Biblia, II, Madrid 1967, 242260 y 277285; F. SPADAFORA, Leone XIII e gli studi biblici, Rovigo 1976.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991