BERKELEY, GEORGE


Filósofo irlandés, n. el 12 mar. 1685 en Dysert. Se graduó en el Trinity College de Dublín ( 1707). Toda su vida estuvo señalada por el afán de realizar una apología de la religión cristiana. Pensaba que para ello lo mejor era manejar como instrumento el inmaterialismo. Escribió en 1709 An Essay Towards a New Theory of Vision (Ensayo de una nueva teoría de la visión). A esta obra seguirá el Treatise on the PrincipIes of Human KnowIedge (Tratado sobre los principios del conocimiento humano), 1710. Con ambas concluiría la primera etapa de su producción filosófica, caracterizada por el interés en luchar contra los librepensadores, contra los escépticos que negaban la existencia de Dios o la ponían en duda. Las obras que siguieron, dentro de la misma línea, adoptan el esquema teórico del neoplatonismo. Se traslada a Londres ( 1713) donde se relaciona con varios intelectuales muy conocidos en su época. Entre ellos estaba su compatriota Jonathan Swift. Ese mismo año aparecería Three Dialogues Belween HyIas and PhiIonous. En forma dialogada expone la doctrina del Ensayo y del Tratado a la vez que responde a algunas objeciones. Con el propósito de crear un colegio en las Bermudas se traslada al continente americano. Tiene que permanecer en Rhode Island hasta junio de 1731. Es allí donde redacta AIciphron, or the Minute PhiIosopher. Regresa a Inglaterra. Poco después es nombrado obispo anglicano de Cloyne (Irlanda). Pasa a residir a Oxford ( 1752). M. en esa ciudad el 14 en. 1753.
      Definir la personalidad filosófica de B. es difícil. Inmaterialista y empirista a la vez, es platónico y tiene un sentido cristiano de la existencia, es nominalista y renueva el sentido que las ideas tienen en la historia de la filosofía; niega la existencia de la sustancia material y afirma la de los cuerpos. Sin embargo, puede compendiarse su pensamiento diciendo que es un platónico que conoce la fuerza de la existencia en sentido cristiano. Todo ello al servicio de su apología del cristianismo.
      Nominalismo. Las ideas no son universales. Las ideas son singulares. Causante de esa aparente universalidad y, en consecuencia, de las ideas abstractas, es el lenguaje. El lenguaje favorece la comunicación entre los hombres, pero puede causar equívocos si se considera que es el signo de realidades universales. Dios es el autor de otro lenguaje: el de las ideas, que no es engañoso y nos da a conocer toda la creación.
      Empirismo. De todos los conocimientos posibles el más seguro es el que proporcionan los sentidos y también el de las ideas percibidas al observar las pasiones y operaciones del pensamiento humano. Ambos conocimientos son actuales. Otras ideas se forman con la ayuda de la memoria y de la imaginación, ya sea combinando o dividiendo, ya sea representando aquéllas percibidas originariamente por la sensación, o las captadas al considerar la actividad del espíritu.
      Las ideas son singulares para B. Como empirista, concibe las ideas como las representaciones sensibles de la fantasía más que como representaciones inteligibles. Por tanto, están más cerca de las imágenes o fantasmas de la Escolástica que de las ideas propiamente dichas según las concebían Aristóteles y sus seguidores del Medievo. Una imagen es siempre, por su misma naturaleza, singular. Sólo un entendimiento abstractivo puede elaborar signos universales, ideas en el sentido clásico. Precisamente por ese concepto de la idea considerará que la sensación es el conocimiento más seguro. En ese terreno se mueve la afirmación de que «las ideas impresas en los sentidos por el autor de la naturaleza se llaman cosas reales, mientras que aquéllas provocadas en la imaginación, menos regulares, vivas y constantes, son llamadas propiamente ideas o imágenes de cosas que ellas copian o representan» (Ensayo, XXXIII). Es, pues, Dios quien provoca en nosotros la sensación. En efecto, las ideas son el resultado de la acción de un espíritu, son algo producido, pasivo. Hay ideas que vienen de fuera, que poseen una viveza superior a las que produce nuestro espíritu. No son nuestras porque somos seres limitados. Deben ser de un espíritu infinito, superior al nuestro, que al percibirlas las dote de existencia como vemos que ocurre con aquellas ideas que producimos al pensar.
      Se ha compendiado la doctrina de B., según se deduce de lo anterior, en la frase: «Ser es ser percibido». Debe entenderse, sin embargo, que Dios al percibir las cosas las crea y las mantiene en el ser. «Aunque nosotros mantenemos, en efecto, que los objetos de los sentidos no son más que ideas, que no pueden existir más que en tanto que percibidas, sin embargo no podemos concluir de aquí que no tienen existencia, sino cuando son percibidas por nosotros, ya que, aun cuando nosotros no las percibamos, puede, no obstante, haber otro espíritu que las perciba» (Ensayo, XL VIII). La discontinuidad existencial es algo que repugna a la mente. Por ello será preciso recurrir a la instancia divina que garantizará una naturaleza constante, un mundo de objetos creados que impresione los sentidos de acuerdo con las leyes impuestas por su autor. Ésta es la demostración que se propone de la existencia de Dios. Su fundamento está en la existencia de ideas más vigorosas que las producidas por el hombre, que denotan la presencia de un ser espiritual infinito. Causalidad y espíritu quedan unidas a partir de esa relación, inicialmente captada, entre el espíritu y la idea. Al ser ésta algo pasivo llega a la conclusión de que no caben ideas de seres espirituales. Es evidente que, a pesar de todo se posee de ellos alguna noción. De los seres activos se tiene, pues, una noción, lo que se llamará en términos contemporáneos un conocimiento existencial.
      Espiritualismo. Todo lo que existe y no es espíritu es una idea, algo producido por ese principio activo. En este sentido se puede decir que es platónico: lo que verdaderamente es, es la idea, algo que no pertenece al mundo material. La materia ha sido siempre la causa del ateísmo: de suyo es ininteligible. Existen, con todo, los cuerpos, que son ideas dotadas de determinadas propiedades. No queda reducido todo a pura inmanencia. Hay cosas externas que al menos son percibidas por un espíritu actualmente.
     

BIBL.: Obras: The works of G. Berkeley, Edimburgo 1948-52; Tres diálogos entre Hilas y Filonus, 4 ed. Madrid 1963; Teoría de la visión y Tratado sobre el conocimiento humano, Buenos Aires 1948. Estudios: A. C. FRASER, Berkeley and Spiritual Realism, Londres 1909; A. A. LUCE, Berkeley's lnmaterialism, Londres 1946; G. J. WARNOCK, Berkeley, Londres 1953.

 

J. M. GUASCH BORRAT.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991