BENITO JOSÉ DE LABRE, SAN


N. el 26 mar. 1748 en Amettes de la antigua diócesis de Boulogne. Primogénito de 15 hermanos, sus padres eran agricultores acomodados que además tenían una tienda de mercería. Entre sus tíos había muchos sacerdotes. Uno de ellos, Francisco José de Labre, su padrino, que era cura de Erin, se encargó de su educación y le dio las primeras lecciones de latín. Juicio sólido, memoria feliz, fácil comprensión, vivacidad temperada con mucha dulzura y docilidad; éstos son los rasgos de su carácter de niño. Tiene también una inclinación poco ordinaria por la oración y la soledad. A los 16 años expone su deseo de entregarse a Dios. Tras vencer la resistencia de su familia intenta en varias ocasiones hacerse monje, sin que ninguna de estas tentativas llegue a tener éxito: los superiores de los distintos monasterios a los que acudió querrían que tuviera menos inquietud, más equilibrio y también más salud.
      Estos fracasos no le quitan la idea de hacerse monje: en julio de 1770 parte para Italia con la esperanza de encontrar un monasterio que le acepte. A fines de agosto está en Chieri, en el Piamonte, desde donde escribe la última carta a sus padres. Es en Italia, por fin, donde, en esta búsqueda incansable de la voluntad de Dios, descubre su vocación. Se siente entonces llamado a una soledad más total que la de los claustros: permanecerá en el camino, como un mendigo, hasta la muerte. Pero mendigo con un estilo muy particular: mientras que se desprende de todo, abandonando su cuerpo a las intemperies, a la más absoluta miseria, a la enfermedad, se sumerge en una oración de la que nada le distrae. Emprende así la vida definitiva de peregrino de Cristo, escondido en la muchedumbre anónima de los mendigos y de los vagabundos, siendo testigo de la pobreza absoluta. Organiza su marcha en un inmenso peregrinaje, recorriendo sucesivamente todos los lugares venerados, grandes o pequeños, de Europa. A sus espaldas lleva un saco que contiene todas sus riquezas: la Imitación de Jesucristo, el Nuevo Testamento y el Breviario, que recita todos los días. En su pecho lleva un crucifijo, en su cuello un rosario, en sus manos un rosario de quince misterios. De este modo recorre Italia, Suiza, Alemania, Francia, España, en donde visita sucesivamente Zaragoza, Burgos y Santiago de Compostela. Después vuelve por el mediodía de Francia y en 1774 está en Roma en donde va a pasar los últimos años de su vida, durmiendo habitualmente en las ruinas del Coliseo o dejándose meter en cualquier hospicio romano cuando el frío es excesivo. Entretanto hace 11 veces la peregrinación a Loreto, a pie, a través de los Apeninos. En Roma pasa varias horas diarias en oración en Santa María de los Montes y en otros templos. El 14 abr. 1783 le recogen desvanecido en los peldaños de Nuestra Señora de los Montes. Dos días después, sin la menor agonía, su cuerpo se inmoviliza en la muerte. Iba a cumplir 35 años. Su reputación de santidad se extiende inmediatamente. Beatificado en 1860 por Pío IX, fue canonizado el 8 dic. 1883 por León XIII. Su fiesta se celebra el 16 de abril en toda la Iglesia universal.
      La Iglesia, al hacer de B. un santo, ha creído que una unión tan perfecta a Dios acompañada de la práctica de una caridad total, era un hecho que merecía ser mostrado como ejemplo. B. aparece de este modo como la prueba viviente de que se puede alcanzar la perfección del don de sí a Dios aun en la más desheredada de las condiciones, en un nivel que parecería como normal encontrar la mediocridad cuando no el vicio.
     

BIBL. : F. AUDIGER y E. ROSIERE, Vie du gran pénitent St. Benoit Labre, Poitiers 1960; I. MANTENAY, St. Benoit Joseph Labre. París 1908; F. GAQUERE, Le saint pauvre de jésus Christ, Benoit joseph Labre. Aviñón y Brujas 1936.

 

HUBERT CLAUDE.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991