Bendición. Escritura
La b. fue el último gesto visible de Cristo en la
tierra (cfr. Lc 24, 5051). La b. bíblica destaca las maravillas de la
generosidad divina y la calidad religiosa de la admiración que tal generosidad
suscita en la criatura. La b. es un don que afecta a la vida y a su misterio, y
es un don expresado por la palabra; la b. es tanto palabra como don, tanto
dicción como bien; y el bien que aporta no es un objeto preciso, un don
definido, porque no es de la esfera del tener, sino de la del ser, porque no
depende de la acción del hombre, sino de la creación de Dios. Bendecir es decir
el don creador y vivificante: antes de producirse, en forma de oración; después,
como acción de gracias. Así, la oración de b. afirma anticipadamente la
generosidad divina, y la acción de gracias la constata ya revelada.
Terminología de la bendición. Una sola raíz hebrea, brk, sirve con sus
formaciones verbal y nominal para designar todas las formas de la b. Tres son
los términos de la misma raíz que expresan la idea de b.: el sustantivo berakah,
el verbo barak y el adjetivo barúk.
a) «Berakah»bendición. La raíz brk está relacionada con berek, rodilla,
sugiriendo adoración y fuerza vital. También la palabra árabe baraka indica la
fuerza feliz que inhabita en determinados hombres y que los hace prosperar en
toda empresa; significa igualmente fecundidad, abundancia, riqueza en camellos,
lluvia fecundante y vivificadora; también en el A. T. se encuentra barak en
relación con la fecundidad de los hombres, campos y animales (Gen 1, 22; 9, 1;
12, 2; 22, 7; Ex 23, 25; Dt 7, 13; Ps 84, 7; 107, 38; Prv 5, 18).
Podemos distinguir en el empleo de esta palabra un doble contexto, religioso y
profano. En un sentido profano y material, el de simple regalo, berakah envuelve
la idea de unión, reconciliación, encuentro humano; tal es el caso de los
presentes ofrecidos por Abigail a David (1 Sam 25, 1427); por Naamán curado, a
Eliseo (2 Reg 5, 15); por Jacob, a su airado hermano Esaú (Gen 33, 11). Pero es
en un contexto religioso donde aparece empleada más ampliamente: la b. evoca a
Dios y su generosidad (Prv 10, 6 ss.); también la imagen de una sana
prosperidad, y la generosidad con los desgraciados (Eccli 7, 32); siempre desde
luego la benevolencia de Dios.
Esta abundancia y bienestar lo llaman los hebreos shalom, paz, y con frecuencia
asocian las dos palabras evocando ambas la misma riqueza y plenitud. La riqueza
esencial de la b. es la de la vida, la fecundidad, el agua, el cielo, la
generosidad de Dios, su poder vivificador; todo ello lo expresa maravillosamente
el oráculo de Jacob sobre José (Gen 49, 25). La generosidad de Dios en los dones
de la naturaleza son símbolo y preparación para Israel a las generosidades de su
gracia.
b) «Barek»bendecir tiene una extensa gama de empleos. Como en Israel todo saludo
era una b., barak, en forma verbal pi'él, significa simplemente «saludar»: al
desconocido en el camino (2 Reg 4, 29), la fórmula habitual de cortesía (1 Sam
13, 10; Gen 47, 7). Generalmente, en sentido activo y causativo, significa
bendecir, siendo Dios el que bendice; su b. hace siempre brotar la vida (Ps 65,
11; Gen 24, 35; Iob 1, 1U). Después de Dios, la fuente de la vida es el padre y
a él le incumbe bendecir, y su b. es eficaz; la significación de bendecir
conviene sobre todo a barak cuando se trata de b. de los padres a sus hijos;
entonces va en forma pi'él con la preposición be de cosa, y significa bendecir
con un bien de salud o algo parecido, que equivale a otorgar el bien en cuestión
(Gen 24, 1; Dt 16, 15). Finalmente, están las b. de los sacerdotes a los que
toman parte en el culto, como en las prescripciones rituales de Num 6, 2227; en
Dt 11, 2630, el término barak, «bendecir», recibe el sentido técnico cultural de
una fórmula litúrgica fija.
e) «Barúk»bendito, es la más fuerte, la más expresiva de todas las palabras de
b.; es la esencia de la fórmula tradicional israelita: « ¡Bendito sea Yahwéh! »
Esta forma de b. no es una simple afirmación o voto, es más que una
bienaventuranza, es un grito de admiración ante el poder y generosidad dé Dios,
que se revelan en la persona escogida. Como ejemplos más significativos tenemos
el de Yael, «bendita» entre las mujeres de la tienda (Idc 5, 24); Israel,
«bendito» entre las naciones (Dt 33, 24); Judit. «bendita» entre todas las
mujeres (Idt 13, 18) y sobre todo María, «bendita entre las mujeres» (Lc 1, 42).
Es una admiración entusiasta a la vista de lo que Dios puede hacer por su
elegido, pues el ser «bendito» es en el mundo como una revelación de Dios. Como
el «santo», el bendito pertenece a Dios; el santo revela su inaccesible
grandeza, el bendito su inagotable generosidad.
La bendición en el Antiguo Testamento. La b. es una fuerza eficaz que obra lo
que las palabras significan. La b. se posee (Gen 27, 38); es posible arrebatarla
(Gen 27, 35 ss.); se puede estar «lleno» de ella (Dt 33, 23); puede ponerse
«delante de alguien» (Dt 11, 26), «en una casa» (Ez 44, 30), y puede
«derramarse» (ls 44, 3). Es una virtud o fuerza que pasa a otra persona por la
imposición de manos (Gen 48, 14), o por la pronunciación de una palabra (Gen 27,
2729; 49, 28).
La fuente de la b. es siempre Dios mismo. Así, Dios «imparte su bendición» (Lev
25, 21; Dt 28, 8; Ps 133, 3): sobre sus criaturas (Gen 1, 22), sobre los
primeros hombres (Gen 1, 28; 5, 2; 9, 1; Ps 107, 38), y sobre los patriarcas y
sus esposas para que fructifiquen y se multipliquen (Gen 12, 2; 17, 16; 22, 17;
24, 134; 25, 11; 35, 9; Is 51, 2). Yahwéh bendice a personas particulares que
desempeñan un papel en la historia de la salvación (Idc 13, 24; 2 Sam 6, 11 ss.;
1 Par 26, 5); y a los piadosos en general, a sus hijos, casa y descendencia (Ps
5, 15).
Israel es el objeto particular de b. divina, siempre en el supuesto de que
guarde la Alianza (v. ALIANZA II) con su Dios, Yahwéh (Ex 20, 24; Dt 2, 7; 7,
13; 14, 24; 15, 418; Ps 28, 9; 29, 11; 115, 12); pero en los tiempos mesiánicos
también los gentiles recibirán la b. de Yahwéh (Is 19, 25). El hombre escogido
por Yahwéh, o colmado de bienes de b. por Él, es un «bendito de Yahwéh» (Gen 14,
19; 24, 31; 26, 29; Idc 17, 2; Ruth 2, 20). No sólo las personas, sino también
las cosas, pueden ser objeto de b.: Dios bendice los campos (Gen 27, 27; Ier 31,
23), el fruto del trabajo (Dt 28, 12), la comida (Ex 23, 25), los bienes (Dt 28,
36), «el fruto del vientre y del campo» (Dt 7, 13), y el sábado (Gen 2, 3; Ex
20, 11).
Dios imparte su b. por medio de hombres: los patriarcas a sus hijos y
descendientes (Gen 9, 26; 27, 23; 48, 9; 49, 1 ss.); los padres a sus hijos (Eccli
3, 9). Los grandes mediadores de la Alianza, Moisés, Josué, Aarón, bendicen al
pueblo (Ex 39, 43; Lev 9, 23). En el culto compete bendecir a determinadas
personas. El rey bendice al pueblo en la consagración del templo (2 Sam 6, 18);
los sacerdotes bendicen a los fieles, a los peregrinos (1 Sam 2, 20; Ps 118, 26;
Num 6, 2326).
La bendición de los Patriarcas. La historia de Israel es la de la b. prometida a
Abraham (Gen 12, 3), y los relatos del Génesis son la historia de esta b. Los
Patriarcas invocan sobre sus hijos, generalmente en el momento de morir, los
poderes de la fecundidad y de la vida, «el rocío del cielo y los bienes de la
tierra» (Gen 27, 28), raudales de leche y «la sangre de los racimos» (Gen 49,
11), la fuerza para desbaratar a sus adversarios (Gen 27, 29; 49, 8), una tierra
donde establecerse y perpetuar.su vigor y su nombre (Gen 27, 28; 48, 16; 49, 8
ss.); en estos relatos se percibe el sueño de las tribus nómadas en busca de un
territorio. A estos relatos populares superpone el Génesis, no para
desautorizarlos, sino para situarlos en su propio lugar en la acción de Dios,
las promesas y las b. pronunciadas por Dios mismo (Gen 12, 2; 15, 5; 13, 1417;
17, 5; 22, 1 ss.); es decir, Dios trata así de colmar el deseo del hombre, si le
es fiel; y precisamente, el nexo entre la b. de Dios y la fidelidad del hombre
es el principio mismo de la Alianza.
En síntesis, las b. del Código de la Alianza (Ex 23, 25), las amenazas de la
asamblea de Siquem bajo Josué (Ios 24, 19) y las grandes b. del Deuteronomio (Dt
28, 14) suponen una carta de Alianza, proclaman las voluntades divinas, luego la
adhesión del pueblo, y, finalmente, el gesto cultual que sella el acuerdo y le
da valor sagrado.
La bendición en los Profetas y en la oración. Los profetas no conocen
prácticamente el lenguaje de la b. Son los hombres de la palabra y de su
eficacia (Is 55, 10 ss.), llamados y elegidos por Dios (Is 8, 18); su mensaje
consiste en recordar las condiciones de la Alianza y en denunciar sus
violaciones y transgresiones, lo que los lleva a bendecir pocas veces. Entre los
esquemas literarios que utilizan, el de la maldición (v.) les es más familiar.
Sin embargo, de una maldición de tipo clásico surge a veces una afirmación de
que la promesa de la b. permanece intacta; p. ej., en Ezequiel tenemos la gran
profecía de la efusión del espíritu, llena de las imágenes de la b.: el agua, la
tierra y las mieses (Ez 36, 1638).
Finalmente, pueden mencionarse los llamados cantos de b. La b. es uno de los
temas mayores de la oración de Israel: son los himnos bíblicos y sobre todo los
Salmos, el libro por antonomasia de la oración de Israel: « ¡Bendito sea Yahwéh,
que hizo para mí maravillas! » (Ps 31, 22).
La bendición en el Nuevo Testamento. El N. T. recoge las ideas y costumbres de
las b. del A. T. El N. T. es la b. perfecta recibida de Dios y devuelta a P1. La
suprema b. es Cristo, y en 1J1 son recapitulados los dos movimientos de la b.:
la gracia que desciende y la acción de gracias que se eleva. Jesús bendice a los
niños (Mc 10, 16) y a sus discípulos (Lc 24, 50); S. Pedro resume la misión de
Jesús en estas palabras: Dios ha enviado a su Hijo para «bendecirnos» (Act 3,
26). Pero la b. de Jesús, en contraste con las del A. T., que con frecuencia
prometían bienes terrenos, es «b. espiritual» (Eph 1, 3), que se actualizará en
toda su plenitud cuando después del juicio final dirá el Señor a sus fieles:
«Venid, benditos de mi Padre, a poseer el reino que os está preparado desde el
comienzo del mundo» (Mt 25, 34).
La bendición de Jesús. Antes de multiplicar los panes (Mt 14, 19 ss.), antes de
distribuir el pan convertido en su Cuerpo (Mt 26, 26 ss.) y antes de partir el
pan en Emaús (Lc 24, 30), Jesús pronuncia una b. Especialísima significación
tiene la b_ indicada en segundo lugar; los relatos eucarísticos asocian la b. y
la acción de gracias (v. EUCARISTÍA I): la b. representa el aspecto ritual y
visible, el gesto y la fórmula; la acción de gracias expresa el contenido de los
gestos y palabras (v. ANÁFORA). El rito eucarístico es el rito de la Nueva
Alianza (Lc 22, 20); la b. halla en él su total realización. Es un don expresado
en una palabra inmediatamente eficaz; es el don perfecto del Padre a sus hijos,
entrega a su propio Hijo; y el don perfecto del Hijo que se ofrece 1:1 mismo al
Padre, asumiendo toda nuestra acción de gracias en la suya.
Desde el punto de vista lingüístico, se puede observar que el N. T. sólo llama
eulogetos a Dios (Mc 14, 61; Rom 1, 25; Eph 1, 3; 1 Pet 1, 3). Igualmente, en.
el N. T. sólo se denominan eulogemenoi, «benditos»: el Mesías (Mt 21, 9; Mc 11,
9; lo 12, 13); su Reino (Mc 11, 10); su Madre (Lc 1, 42); y sus discípulos
redimidos cuando son recibidos en el reino de su Padre (Mt 25, 34).
La bendición del Espíritu Santo. La b. es siempre esencialmente el don, la vida
recibida y asimilada. Ahora bien, el don por excelencia es el Espíritu Santo
(v.); nos. es dado el Espíritu Santo para ser en nosotros el don recibido de
Dios. En el N. T. se dice del Espíritu más de una vez que nos es dado (Mc 13,
11; lo 3, 34; Act 5, 32; Rom 5, 5); que lo recibiremos (lo 7, 39; Act 1, 8; Rom
8, 15); y que lo poseemos (Rom 8, 9; Apc 3, 1); espontáneamente se habla del
«don del Espíritu» (Act 2, 38; 10, 45; 11, 17). La b. de Dios, en el sentido
pleno de la palabra, es su Espíritu Santo, pues los grandes temas de la b., la
vida y la fecundidad, el agua que regenera, el nacimiento y la renovación, la
plenitud y la paz, el gozo y la comunión de los corazones, son también todos
frutos del Espíritu Santo.
D. YUBERO GALINDO.
BIBL.: J. LAGRANGE, Le Judaisme arant JésusChrist, París 1931, 463476; J. BONSIRVEN, Le Judaisme palestinien au temps de JésusChrist, II, París 1935, 141162; F. AsENsio, Las bendiciones divinas en el A. T., «Estudios Eclesiásticos» 19 (1945) 401422; I. SCHARBERT, «Fluchen» und «Segnen» im A. T., «Bíblica» 39 (1958) 126; A. MURTONEN, The use and meaning of the uords «lebarek» and «berakah» in the Old Testament, «Vetos Testamentum» 9 (1959) 158177; E. J. BICKERMAN, Bénédiction et priére, «Rev. Biblique» 69 (1962) 524532; J. GUILLET, Bendición, en X. LÉONDUFOUR, Vocabulario de Teología Bíblica, Barcelona 1967.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991