BAYO Y BAYANISMO


Miguel Baius n. en 1513 en Melin, Bélgica, y m. el 16 sept. 1589 en Lovaina; teólogo antiescolástico, fue declarado hereje por sus teorías disidentes acerca de la naturaleza y la gracia.
      Vida. B. estudió teología en Lovaina, fue rector del Colegio de Estudiantes Pobres en Standonck el 1541 y catedrático de Sagrada Escritura el año 1551. Junto con su colega Juan Hessels introdujo un nuevo método en el estudio de la Teología, basado en el estudio de la S. E. y los Padres de la Iglesia, en especial de S. Agustín, cuyas obras había leído nueve veces. Durante la ausencia de quienes como Tapper estaban ocupados en el concilio de Trento, comenzó B. a propagar sus doctrinas disidentes acerca de la gracia y el libre albedrío. La Sorbona censuró, en 1560, expresiones suyas y de sus alumnos. Posiblemente con la esperanza de que allí sería enderezado en sus ideas, fue B. enviado como delegado al Concilio. Pero precisamente antes de partir publicó algunos de sus escritos más notables: De libero arbitrio et ejus porestate, De lustitia et justificatione y De prima hominis justitia et virtutibus impiorum.
      La oposición a sus ideas aumentó, hasta culminar con la publicación de la bula papal Ex omnibus afflictionibus, 1 oct. 1567 (en Denz.Sch 1901-80), en que se condenan 79 tesis recopiladas por la censura de las Univ. de Alcalá y. Salamanca. Sobre el sentido y alcance de esa condenación hubo diversas discusiones, ya que según donde se colocara una coma en el párrafo final (Denz.Sch. 1980), se afirmaría o que se las condena tal y como suenan en sí, o tal y como las dijo su autor, es decir se haría o no referencia a la ortodoxia personal de B., dejando abierta la puerta a que él, a esas proposiciones, les hubiera querido dar otro sentido. Parece más probable la interpretación según la cual las proposiciones son condenadas «in sensu ut jacelzt». De hecho la bula no citaba las obras ni el autor, y algunas de las proposiciones condenadas no estaban tomadas literalmente sino en forma resumida. En cualquier caso, y aunque, como se ve, la bula no aludía personalmente a B., éste se sometió directamente. Sin embargo, más tarde, en 1569, en una Apología trató de demostrar que las proposiciones contenían citas inexactas de sus escritos o que según su propia intención ningún sentido heterodoxo contenían.
      Entre los primeros que combatieron las ideas de B. figura S. Roberto Belarmino. Otra polémica sostuvo en el año 1577 con el teólogo protestante Marnix de Santa Aldegonda acerca de la Iglesia y los Sacramentos. Por lo demás, en los comienzos, mostrábase B. sumamente conciliador, pero con el tiempo aumentó la agresividad de su tono, aunque sin llegar a claras expresiones acerca del poder del Papa y del Concilio
      Teología. La teología de B. tiene que considerarse sobre el fondo del Humanismo y el Renacimiento, así como también, pero en menor grado, sobre el de la Reforma Frente a la visión optimista del hombre, propia del Humanismo, B. se aparta radicalmente de la autonomía humana y de la teología natural. De ahí que su teología se distinga por la orientación cristocéntrica, la tendencia hacia la sencillez y el tinte rigorístico de su moral personal. Sobre todo, esta última particularidad le llevó a la crítica acerba de Calvino, a quien reprocha repetidamente que el cumplimiento de la ley no sea para él y sus seguidores de gran importancia, ya que la justificación consistiría tan sólo en la vivencia del perdón de los pecados, y así, quien tuviese la certeza de ser justificado tendría carta blanca para vivir como quisiera. Tiene de común con los reformadores (y también con los humanistas) el retorno a las fuentes de la teología: la Biblia y los Padres de la Iglesia, en especial S. Agustín. Precisamente para poder tener una base en orden a combatir el protestantismo ejerció este método, nuevo en Lovaina. En general pasa de largo sobre la escolástica, si bien la conocía a fondo. De aquí deriva su procedimiento lógico y sistemático en sus razonamientos teológicos. Aplica en su rígido sistema textos realmente procedentes de S. Agustín, pero no consigue con ellos comprender verdaderamente la teología del santo. Por lo demás B. carece del profundo pensamiento místico del obispo de Hipona.
      Al apartarse de la doctrina de la autonomía humana, B. se enfrenta con la doctrina de S. Tomás de Aquino, quien, según él, dio demasiada importancia a la naturaleza humana. B. considera imposible una naturaleza humana por sí misma (natura pura), a la que se pueda dar gratuitamente la justicia original. Ésta, así como la inmortalidad, son para B. parte integral de la naturaleza humana. Con el pecado original la creatura se ve robada no de algo sobrenatural, sino de bienes naturales. Por ello se arrastra la serpiente sobre su vientre, padece la mujer en el parto, come el hombre el pan con el sudor de su frente, etc. («non in ablatione doni supernaturalis, sed in privatione bonorum naturalium consistunt»).Al dar B. un papel tan importante al pecado original, sus críticos le echan en cara que está al lado de la Reforma. Pero mucho debe achacarse a la enrevesada terminología de B. De hecho en algún punto está más cerca de la teología de S. Tomás de Aquino de lo que parece a simple vista. También entre B y S. Agustín haya la vez diferencias de terminología y de fondo. Al contrario de este último, B. considera idénticas la integridad y la justicia original. Así como nadie puede dar la orden justa a un subordinado si él mismo no obedece a los que están sobre él, así en el hombre el espíritu no puede dar orden alguna si a su vez no se subordina a su Creador. Además, la integridad existe en un principio gracias a la inhabitación del Espíritu Santo. La integridad es algo de esencia natural, pero la palabra en sí misma suponía para B. no algo que se desarrolla a partir de sus propias fuerzas, sino algo que satisface a su propio destino. Ahora bien, las fuerzas que trabajan para conseguirlo pueden proceder del propio interior, y pueden también operar desde afuera. Sobrenatural es lo que está por encima de las fuerzas de la naturaleza humana, pero no debe necesariamente estar por encima de sus exigencias.
      Partiendo de este concepto de la naturaleza, al que pertenece también lo que el hombre anhela, pasa B. a afirmar, basándose en la promesa divina, que al hombre le fue dado el anhelo de la bienaventuranza eterna. La satisfacción de este anhelo era para el hombre antes del pecado original, el premio merecido. Por primera vez, después del pecado original se puede decir que la vida eterna para el justificado es a la vez premio merecido y don gratuito. La crítica de B. se ha hecho más acerba, si cabe, p. ej., últimamente en De Lubac. Se le reprocha haber naturalizado lo sobrenatural y haber convertido en derecho la participación del primer hombre en lo sobrenatural. Antes del pecado original, lo sobrenatural sería debido al hombre como parte integral de su naturaleza. Pero si bien es verdad que él concebía lo sobre- natural como parte de la integridad, hay indicios de que B. consideraba todavía posible una elevación (exaltatio) de la naturaleza en su integridad.
      Frente a una visión optimista del hombre antes del pecado original, tuvo B. una visión pesimista para después de la caída, ya que ésta tuvo consecuencias de profundo alcance. Con el pecado la integridad se derrumbó y se originó un estado caótico en el que la concupiscencia pudo alcanzar el dominio. «Todos los hechos del hombre son por naturaleza malos», es una expresión suya semejante a las de los reformadores, si bien parece inverosímil que la tomara de ellos directamente. Así el Catecismo de Heidelberg del año 1563 dice: «El hombre después del pecado original es enteramente impotente para el bien e inclinado a todo mal». Después del Bautismo la concupiscencia no se considera ya más como pecado. Ejerce su dominio todavía, pero está sometida al superior control del amor.
      B. hace hincapié sobre el hecho de que la justificación no es solamente el perdón de los pecados, sino que sobre todo es un proceso: El constante e inevitable caminar hacia la justificación. Frente a Calvino defendió que las obras de la justificación no solamente deben considerarse testimonios de la gracia recibida, sino también provechosas y que ellas hacen al hombre mejor. Todo el proceso de la justificación se hace posible primeramente por la gracia de la voluntad de Cristo, que nos pone en condición de poder realizar buenas obras. B. apela, con razón, al canon 18 del II Concilio de Orange: «Premio es debido a las buenas obras, si éstas han sido llevadas a cabo; pero la gracia, que no es debida, precede a las obras para que éstas puedan ser llevadas a cabo» (Denz.Sch. 388).
      B. quiere a toda costa preservar la libertad de la voluntad. La voluntad es libre cuando no se ve impedida en su camino hacia el bien por el caos de las pasiones desordenadas, que la llevan a la deriva en su propio interior. El hombre es libre cuando su voluntad está enteramente dirigida a Dios. Entonces existe un impulso interior, una necesidad. La gracia es la que libra al hombre del pecado. El libre albedrío es como si dijésemos la puerta de entrada para la gracia de Dios, bien entendido que la gracia es la que abre esta puerta.
      Bayanismo. Se puede seguir el influjo de B. a lo largo de dos corrientes. Una es la que pasando por Jacobo Jansonius va hacia Jansenio, quien abiertamente quiso declararse por proposiciones condenadas de B. Las doctrinas de ambos autores coinciden, entre otros puntos, en lo referente al estado del hombre antes del pecado original, la gracia y el libre albedrío (Jansenio hace hincapié en la dependencia del hombre con respecto a la gracia) y en la rigidez de su moral. La corriente continúa en los jansenistas posteriores.
      Su recuerdo permaneció largo tiempo en Lovaina, como lo prueba la crítica de su adversario Leonardo Lessius S. J., y la respuesta dada en 1649 por la facultad a la obra Adversus Baium et Baianos, publicada por el adversario por antonomasia de la doctrina de B., el P. Juan Martínez de Ripalda S. J.
      La disputa teológica acerca de la relación entre gracia y libre albedrío fue continuada a su vez en la polémica entre Bañecianos (Domingo Báñez O. P., v., en su libro publicado en 1584, parte de Dios como Causa Primera de todo) y Molinistas (Luis de Molina S. J., v., en su libro de 1588, parte de la libertad de la voluntad). La Congregación de auxiliis divinae gratiae, establecida por el Papa en 1597, tuvo que dar por terminadas sus tareas diez años más tarde; el problema pareció insoluble.
      La otra corriente que parte de B. surgió con la consideración de la posibilidad de una naturaleza humana que no necesitara de la gracia como complemento: la natura pura. Así, de reverso, el Bayanismo vino a ser ocasión del desenvolvimiento de una «teología natural» con el nuevo concepto de natura pura, de la que se considera como exponente intelectual a Roberto Belarmino. Estrechamente conexa es la cuestión del deseo natural de la contemplación de Dios (desiderium naturale ad Deum videndum).
     

BIBL. : MICHAELIS BAII, Opera. Cum Bullis Pontificum et aliis ipsius causam spectantibus... opusculis aucta, studio A. P. Theologi (Gabr. Gerberon), Coloniae Agrippinae (Amsterdam) 1696 (reimpresión fotográfica 1964); J. B. DU CHESNE, Histoire du baianisme, Douai 1731; F. X. IANSEN, Baius et le Baianisme. Essai théologique, Lovaina 1927; X. M. LE BACHELET, Michel Baius en DTC, II, 38-111; H. LENNERZ, Opuscula duo de doctrina baiana, Roma 1938; H. M. FÉRET, Baius, en Catholicisme, 1, París 1948, 1172-1180; J. ALFARO, Sobrenatural y pecado original en Bayo, "Rev. Española de Teología" XII (1952) 3-75; M. ROCA, Documentos inéditos en torno a Miguel Bayo (1560-1582), Anthologica annuaI (1953) 303-476; E. VAN EIJL, Les censures des universités d' Alcala et de Salamanque et la censure du Pape V contre Michel Baius, 1565-1567, "Rev. d'hist. eccl." XLVIII (1953) 719-776; ID, L'interprétation de la bulle de Pie V portant condamnation de Baius, aRev. d'hist. eccl.» (1955) 499- 542; M. ROCA, Génesis histórica de la bula "Ex omnibus afflictionibus", Madrid 1956; ÍD, El problema de los orígenes y evolución del pensamiento teológico de Miguel Bayo, "Anthologica annua" V (1957) 417-492; I. P. VAN DOOREN, Michael Baius. Zijn leer over de mens, Assen 1958; H. DE LUBAC, Augustinisme et théologie moderne, París 1965.

 

 

J. P. VAN DOOREN.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991