BAUDELAIRE, CHARLES-PIERRE


Poeta francés. Constituye una encrucijada capital en la evolución de la poesía del s. XIX, que al término de los entusiasmos románticos encuentra en él una mayor perfección artística por una parte, y por otra un enriquecimiento considerable de la inspiración, que anuncia definitivamente la llegada de los tiempos modernos.
      Biografía y obra. N. en París el 9 abr. 1821, era hijo del pintor Joseph-Franyois Baudelaire - que murió cuando el niño contaba seis años- y de Carolina Archenbaut-Defays. La muerte de su padre y el matrimonio en segundas nupcias de su madre con el comandante Aupick provocan en el niño un decisivo trauma psíquico que explica muchos aspectos de su vida y de su obra. Pronto la convivencia con su padrastro se hace insoportable, y tras algunos años de adolescencia bohemia y estudiosa, se ve obligado por su familia a emprender un largo viaje hacia la India, interrumpido voluntariamente al llegar a la isla de Reunión. A su regreso a París se independiza definitivamente y al entrar en posesión de la herencia paterna inicia una época fastuosa de dandysmo literario y galante, que culmina con sus relaciones con Jeanne Duval, actriz de color que será su compañera durante toda la vida. Pero B. no había contado con la tenaz persecución del respetable M. Aupick - ahora ascendido a general- quien le acusa de prodigalidad y consigue que el consejo familiar le limite los ingresos a 200 francos mensuales de renta; para luchar contra la pobreza se consagra a la literatura buscando en ella su medio de vida, escribiendo crítica de arte, que hace con sensibilidad y maestría en los Salones de 1845 y 1846 y en la Exposición Universal de 1855.
      Sin embargo, el acontecimiento de su vida es el descubrimiento del genio fraterno de Edgar Allan Poe, cuyas Historias extraordinarias traduce y que es, con Joseph de Maistre - al que debe gran parte de su temática cristiana-, el autor que más influencia ha ejercido sobre él. En 1857 aparece por fin su libro de versos Les Fleurs du Mal (Las flores del mal), y es condenado por obscenidad a 300 francos de multa y a la supresión de seis poesías que no aparecen en la segunda edición de 1861, enriquecida, sin embargo, con 35 nuevos poemas. Más tarde escribirá Les Paradis Artificiels (Los paraísos artificiales), Richard Wagner et Tannhaüser (Ricardo Wagner y Tannhaüser), Petits poemes en prose (Pequeños poemas en prosa) y sobre todo sus conmovedores Diarios íntimos, Fusées (Cohetes) y Mon coeur mis a nu (Mi corazón al desnudo), publicados después de su muerte. En 1864 se va a vivir a Bélgica con la esperanza de comenzar una fructífera carrera de conferenciante, pero dos años más tarde sufre un ataque de parálisis general mientras visita una iglesia de Namur con unos amigos. Sin habla y sin movimiento, pero con una inteligencia totalmente lúcida, B. va a agonizar durante más de un año hasta que el 31 ag. 1867 abandona una vida presidida por la soledad, la miseria y la enfermedad y que, según frase de Sartre, «no había merecido».
      Baudelaire y la poesía moderna. La aportación de B. a la poesía moderna consiste sobre todo en una depuración de la subjetividad romántica y, al mismo tiempo, enfranqueamiento de los límites poéticos que en el periodo anterior habían rozado con frecuencia la vulgaridad y el tópico. A partir de él - y antes si tenemos en cuenta las anticipaciones excepcionales de Gérard de Nerval desde las profundidades de su locura-, la poesía se convierte en una esencial aventura vital que en lugar de ser un reflejo de la realidad encuentra en sí misma la razón de su propia existencia. Aparecen a la vez la figura del «poeta maldito» y de la poesía considerada como una «magia evocadora». El decimonónico mal du siecle se convierte en el spleen baudelairiano cuyas características auténticamente individuales y modernas únicamente Vigny había logrado intuir.
      El punto de partida es ante todo la consideración de la propia singularidad y una actitud narcisista en sentido negativo, que va a ir ahondando en las razones de la propia inadaptación y desequilibrio. El poeta al que «sus alas de gigante impiden caminar» (El Albatros) pertenece a las «naturalezas puramente contemplativas y totalmente inadaptadas a la acción» (El mal cristalero); Hay, pues, una doble ruptura, del mundo real y de las imposiciones de la sociedad, que provocará una huida por los caminos de lo suprarreal hacia universos donde:
      «Todo es orden y belleza
      lujo, calma y voluptuosidad».
      (Invitación al viaje).
      «La naturaleza es bella y prefiero los monstruos de mi fantasía», dice B.; y con relación al paisaje, que tantas exuberancias románticas ha provocado, afirma «soy incapaz de enternecerme por los vegetales... por esas legumbres santificadas» (Carta a F. Desnoyers, 1855). En compensación aparece un universo de pura creación personal en el que «los perfumes, los colores y los sonidos se corresponden» (Correspondencias), y cuya apoyatura real se llena de contenidos totalmente nuevos. Sus paisajes «no de árboles sino de columnatas» nos presentan una sucesión de «soles moribundos» (Recogimiento), «ahogados en su sangre que se hiela» (Armonía de la noche), «de hielo» (De profundis clamavi), «en su infierno polar» (Canto de otoño), o de cielos «bajos y pesados como una tapadera» (Spleen), «encenagados y negros» (Lo irreparable) que nos traen una amplia serie de reminiscencias pictóricas que podríamos llamar surrealistas, si no fuera por la exigente y meticulosa lucidez que ha presidido su creación. Dentro de este contexto el poeta va tejiendo toda una red de ideas obsesivas que hacen de Las flores del mal- y más aún si tenemos en cuenta que los Pequeños poemas en prosa son en general variaciones sobre el mismo tema - uno de los libros de poemas más coherentes, hasta la reiteración, de toda la literatura universal.
      Lo que indudablemente salva a B. del pecado de esteticismo y lo desvincula casi definitivamente de la escuela del arte por el arte es su profundo compromiso vital y ético. Que, como le reprocha Sartre, haya en él una cierta afectación, no impide que el fondo de su problemática sea auténticamente sentida. Su obsesión por el hombre «desgarrado entre los dos postulados, hacia Dios y hacia Satanás» se traduce en una poesía atraída por dos polos antagónicos:
      «Que vengas del cielo o del infierno ¡qué importa! » (Himno a la Belleza).
      «Sumergirnos en el fondo del abismo, infierno o cielo
      ¡qué importa! »
      (El viaje).
      En esta poesía el poeta recorre alternativamente caminos de una elevación espiritual desesperadamente ansiada o de una complacencia en la propia degradación, cuyo masoquismo no consigue disipar el sentimiento de añoranza de la pureza perdida. Con un verso razonador y discursivo, no exento, sin embargo, de hallazgos imaginativos insospechados, B. va abrazando - y abandonado- las etapas de una evasión frustrada de su condición humana. Una condición humana que en él está dominada, tanto vital como intelectualmente, por la sed de absoluto y su atracción...
      «Hacia el fondo de lo desconocido para encontrar algo nuevo».
      (El viaje).
     

BIBL. : CH. BAUDELAIRE, Obras, 2 ed., México 1963; C. GONZÁ- LEZ RUANO, Baudelaire, Madrid 1958; M. RAYMOND, De Baudelaire al surrealismo, México 1960; I. P. SARTRE, Baudelaire, 2 ed., Buenos Aires 1957; G. BATAILLE, Baudelaire en La Literatura y el mal, Madrid 1959; P. PIA, Baudelaire par lui-méme, París 1952; M.-A. RUFF, Baudelaire, París 1955.

 

FRANCISCO J. HERNÁNDEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991