BASILICA
Categoría: Historia
Con este nombre se designaba
entre los romanos un edificio público que servía de tribunal y de lugar
de reunión y de contratación. La palabra se usó luego entre los
cristianos referida a los templos (v.) y más concretamente a una iglesia
notable por su antigüedad, extensión o magnificencia, y que goza de
ciertos privilegios. Estudiamos a continuación la historia de las dos
acepciones.
Las basílicas en la antigua Roma. Por el adjetivo griego basilikós
(real, perteneciente al rey), los escritores romanos supusieron, sin
fundamento, que tal nombre correspondía al edificio del ágora de Atenas
donde ejercía sus funciones el arconterey, aunque los escritos
contemporáneos hablen de la stda o pórtico del rey. Por otra parte
tampoco conocemos ni la planta ni la disposición de tal edificio ni de
ningún otro similar griego, si se exceptúa la sala hipóstila de Delos
(de hacia el 210 a. C.) que carece del ensanchamiento característico de
la nave central. Debe advertirse que la llamada b. de Paestum no lo es,
y ha recibido este nombre convencional al ignorarse su destino. Si la b.
ha existido realmente en Grecia, sería simplemente un pórtico que
serviría como lugar de reunión y cita, para despacho de negocios y
refugio contra la lluvia y el mal tiempo, edificado en el centro de la
ciudad. En tal caso estaría emparentado con las salas hipóstilas de los
templos y palacios egipcios. El tipo normal de b. se debe a los romanos.
Vitrubio (v.) nos ha dejado normas generales sobre su
construcción; las de las plazas públicas deben situarse en el lugar más
cálido para que los comerciantes encuentren abrigo y protección en el
invierno. En términos generales, la anchura de las b. debe ser de un
tercio de su longitud como mínimo y de la mitad como máximo, y las
columnas deben tener de altura el ancho de los pórticos y un tercio del
espacio central. También regula Vitrubio la altura de las columnas de la
galería superior (pluteum) para que quienes paseen por ella no puedan
ser vistos por quienes negocian abajo. Describe la construida por él en
la Colonia Julia Fanestris (Fanum) que se aleja mucho del modelo
teórico, mostrándonos que en la práctica se modificaba el esquema
general según las necesidades y teniendo en cuenta las características
del emplazamiento.
La b. romana es, en la práctica, algo así como un foro cubierto
dedicado a actividades de bolsa y mercantiles al por mayor, a los
negocios en general, sede de la administración y de justicia y simple
lugar de paseo. Sabemos que la b. Porcia fue sede de los tribunos de la
plebe y la b. Julia, durante el Imperio, del tribunal centumviral. No
fue conocida como edificio con fin peculiar en los primeros tiempos de
Roma, en los que los asuntos eran tratados al aire libre, en el foro.
Más tarde, los poderosos intentaron ganarse la voluntad del pueblo
construyendo para 61 lugares cubiertos; así la b. Aemilia, edificada por
Paulo Aemilio cuyas grandes proporciones y el lujo de sus detalles
pudieron valerle el epíteto de basílica o real que se aplicaba a todo lo
magnífico y grandioso. Las más importantes b. de Roma fueron, por orden
cronológico: la b. Porcia (184 a. C.) erigida por Catón en la zona N del
foro, al O del Comitium y destruida el 52 a. C. en el incendio
consiguiente a los funerales de Clodio; la b. Fulvia, construida por M.
Fulvio Nobilior y restaurada por L. Aemilio Paulo, de quien recibió
también el nombre de Aemilia, que tenía famosas tiendas (tabernae novae)
(179); la b. Sempronia (169) debida a T. Sempronio, erigida junto al
foro boario, quizá donde hoy se halla la iglesia de S. Giorgio in
Velabro; la b. Opimia (121) al N del foro, junto al templo de la
Concordia, obra del cónsul O. Opimio.
A fines de la República las b. progresan en cuanto a riqueza y
adornos, como ocurre, en general, con toda la arquitectura romana. Como
ejemplo tenemos la b. Aemilia, tal vez la Fulvia transformada por Paulo
Aemilio; y la Julia, iniciada por César y terminada por Octavio quien
tuvo que rehacerla al ser destruida por un incendio; con ésta es una de
las mayores la b. Ulpia, en el foro de Trajano, de cuyo arquitecto
Apolodoro de Damasco fue también obra; y también la de Majencio, luego
rehecha por Constantino que le dio su nombre.
Fuera de Roma son más numerosas las b. en Occidente que en
Oriente. La más antigua es la de Pompeya; luego las de Ardeá, Cosa y
Alba Fucens y de la segunda mitad del s. i a. C. las de Fanum, las dos
de Corinto, Cirene y Xanten. Más modernas las de Otrícoli, Tréveris,
Preneste, Timgad, etc.
El esquema constructivo lo conocemos exclusivamente por las
excavaciones arqueológicas. La más antigua conservada es la de Pompeya.
La planta de todas ellas se componía, por lo general, de dos pisos con
las columnas superpuestas tal como nos muestra una moneda de la b.
Aemilia. Ni Vitrubio ni ningún otro autor nos hablan de ábside en las b.
y, sin embargo, existió, o al menos un espacio aparte para la
administración de justicia, uno de los fines esenciales del edificio;
así en la gran b. de Pompeya había una tribuna cuadrada en el fondo, al
extremo del eje mayor y frente al acceso, con una altura aproximada de
un hombre. En el plano antiguo hallado en el Capitolio figura la planta
de la b. Ulpia que posee una gran construcción semicircular en uno de
los extremos, seguramente con otra simétrica, que tal vez pudo ser un
templo a la Libertas según la inscripción que figura en el citado plano,
pero que tiene aspecto y función de ábside. Dos de ellos encontramos en
la b. de Constantino, aunque uno debió edificarse al ser convertida en
templo cristiano.
Así resultaba un esquema compuesto, en la planta baja, por una
nave rodeada de una o dos hileras de columnas que formaban un pórtico
donde se abrían tiendas de comerciantes y en un lugar especial, aislado,
el espacio para el tribunal; en la segunda planta había pórticos
alrededor de la nave central, que se elevaba a su altura, por lo menos,
destinados a los ociosos y paseantes. Un tanto oscuro es el chalcidicum
de que nos habla Vitrubio que debió ser una sala de espera o pasos
perdidos, aneja a otra edificación principal. El espacio de la b.
estaba, por lo general, abierto por los frentes y costados, sin muros de
aislamiento; hay quien piensa que la tradición de conservar siempre
abiertas las basílicas cristianas de Roma podría haberse originado en
esta circunstancia. La cubierta debió ser un cielo raso con armadura de
madera a dos vertientes, ya que los elementos sustentantes hacían
imposible la solución de la bóveda salvo en la b. de Constantino.
Los tipos de b. fueron: la b. mercado, uno de los más
característicos temas de la arquitectura romana que pudo ser de forma
central, dependiente de modelos orientales, con pórticos de columnas
alrededor del espacio interior por los cuatro lados (Aemilia, Julia,
Alba Fucens, Ostia, Xanten), con la nave central más elevada y en las
laterales tiendas, mientras que en el muro superior de la nave se abrían
ventanas de iluminación (Fanum); también de forma alargada con tres
naves (Apamea, Aspendos, Otrícoli) y hasta cinco (Julia) y ábsides en
número de uno (Cirene), dos (Leptis Magna) y hasta tres (Silchester); o
bien con una sola nave y el ábside incorporado (Timgad). Una forma
especial es la b. palacio (Palatino, Villa Hadriana de Tívoli, Spalato,
Tréveris, Constantinopla) por lo general de una nave con ampliación
absidal en el extremo del eje mayor; y, finalmente, la b. de culto que
hay que poner en relación con las sinagogas y las construcciones
cristianas. Conocemos además simples edificios anejos a los templos,
curias, teatros o baños, semejantes por la planta a las b. e incluso
algún ejemplo en el que sirvieron como salas de equitación de las
cohortes (B. equestris exercitatoria).
Basílicas cristianas. Se dice que Constantino concedió a los
obispos varias b. para el culto cristiano y que las primeras iglesias se
edificaron según dicho modelo, adoptándose entonces el nombre, que
sustituyó al de dominicum para los lugares de oración. El esquema
arquitectónico general se componía del atrio, vestíbulo o pórtico
sostenido al exterior por dos, cinco o siete columnas, entre las cuales
corrían varillas de hierro de las que, mediante anillas, se podían
colgar cortinas, decorado con pinturas, donde podían permanecer los
strati o prosternados, penitentes que desde allí oían la salmodia o
instrucción; la nave o área (ecclesiae naves) al que se entraba por tres
puertas, vueltas hacia el oeste; la central tenía enfrente, en el
pórtico, una pila de agua para las abluciones (malluvium). En las
grandes iglesias el pórtico era triple y el central se llamaba narthex.
Las puertas estaban reservadas la central a los sacerdotes, la de la
derecha a los hombres y la de la izquierda a las mujeres. Cada una de
ellas daba a una nave o a un espacio reservado a los mismos que tenían
acceso por la puerta correspondiente; el de las mujeres se llamaba
matroneum. La parte más próxima a la puerta se dedicaba a los
catecúmenos y penitentes, el centro a los fieles y la zona próxima al
presbiterio a las vírgenes o varones dedicados especialmente a Dios.
Finalmente, el ábside o bema, reservado al culto y separado de la nave
por una cancela con puerta, ante la cual estaba el ambón (pulpitum).
En este esquema se pueden producir muchas variaciones por su
estructura arquitectónica, a veces determinadas en diferentes zonas
geográficas; así existe el prototipo de cinco naves, que representa una
ampliación de la b. normal, de tres, en el que se incluyen las
constantinianas de S. Juan de Letrán (313), S. Pedro, ambas de Roma, la
de la Natividad en Belén y la del Santo Sepulcro, y que añadirá después
el atrio y el pórtico de columnas, desde el s. IV, con ejemplos como S.
Pablo Extramuros de Roma, S. Demetrio en Salónica, S. Reparato de
Orleansville, en Argelia, la b. maior de Milán y la Ursiana de Rávena;
un más amplio desarrollo de esté tipo lo hallamos en Grecia (Epidauro,
catedral de Salamis) y en el N de África (b. Dermech, en Cartago) y
puede producir las b. de siete y hasta nueve naves (S. Salsa en Tipasa,
b. maior de Cartago, b. cementerial de DammuselKarita, junto a Cartago).
El tipo normal es el de tres naves, que se adoptará también para la
edificación en recuerdo de un mártir; la nave central, más ancha y más
alta que las laterales tiene ventanas en la parte superior del muro y
está cerrada por el ábside; la entrada va precedida por un atrio o por
un narthex; como modelos pueden citarse las b. romanas de LiberianaSanta
María la Mayor, Sta. Sabina, la iglesia inferior de S. Clemente y S.
Juan y S. Pablo; este tipo se extendió a Dalmacia (Salona) y Grecia (b.
A de Tebas y Cos), así como al N de África (iglesia de los Donatistas en
Timgad); en el último momento de su evolución tendrá un altar coronado
por un ciborio ante el ábside.
Históricamente las b. cristianas significan un momento de la
evolución de la arquitectura romana en tiempo de Constantino; junto al
Santo Sepulcro y separado de él por un pequeño atrio al aire libre
rodeado de pórticos estaba el Martyrium, enorme iglesia de forma
basilical desaparecida el s. vii en el saqueo de los persas. Se
conserva, en cambio, la b. de la Natividad de Cristo, en Belén, fundada
por Sta. Elena, tal como fue construida en el s. IV, salvo el techo y
testero, mostrando una planta determinada por cuatro filas de columnas,
de trazado rectangular. De Roma sólo quedan restos arqueológicos que
junto con los de Palestina y Constantinopla atestiguan que todas tienen
las mismas características, que variarán a partir del s. iv con la
añadidura del crucero, precedente del de las iglesias medievales y
alcanzarán gran variedad en los s. v y vi. Las del s. iv son más escasas
en número y parecen responder a unas instrucciones concretas imperiales,
aunque existe una gran variedad en los elementos secundarios (formas de
las entradas, narthex o testero y presencia o no del atrio y crucero).
En todo caso parece que la adopción de la forma basilical se debió a la
necesidad de disponer de grandes salas de reunión capaces para congregar
muchos fieles. Tampoco puede menospreciarse la influencia de las
sinagogas, como ha demostrado el hallazgo de DuraEuropos (v.) y las de
tipo basilical de Galilea, desde tiempo de los Severos (hacia el s. III),
como la de Cafarnaúm o la de Tell Hum; o las de Ostia y Tarso que
denotan la utilización de la planta de b. romana por los judíos, cuyo
culto fue autorizado bastante antes de los edictos de tolerancia con el
cristiano en el 313. Impuesto con Constantino el tipo de b. para la
iglesia cristiana se descartaron los otros posibles edificios de culto,
excepto los baptisterios (v.) y los martyria, que tenían función
especial. De las b. del s. Iv solamente conocemos algunas ruinas, en
Roma, en Siria y en las costas del Egeo y escasos dibujos del
Renacimiento y contadísimos ejemplos en España. La b. de Letrán, en
Roma, de cinco naves y crucero, se edificó en medio de un palacio
imperial, conociendo por una pintura de 1635 el gran ábside con arco
triunfal y lqs altas arquerías; fue transformado a fondo hacia el 1650.
San Pedro del Vaticano (de hacia el 326 a 333) nos es conocido por los
dibujos de Tiberio Alfarano del s. xvl, con cinco naves arquitrabe sobre
las dos columnatas interiores, crucero un poco saliente y atrio; esta
disposición sería imitada por las iglesias de Roma a partir de S. Pablo
Extramuros, de tiempos de Teodosio. Un tercer tipo abandonado después de
su vigencia en Roma en el s. Iv es el de algunos cementerios como la b.
constantiniana de las catacumbas de S. Sebastián, en la vía Appia, la de
Sta. Inés en la vía Nomentana y algunas otras, que tienen el muro del
testero en forma de semicírculo que ocupa toda la anchura de la b.
englobado en otro mayor formado por la prolongación de los muros
colaterales, con lo que viene a formarse un deambulatorio en la cabecera
de la b. (v. ROMA VI). También constantinianas son las b. de Aquileia,
formada por la yuxtaposición de dos iglesias episcopales, y la de
Tréveris, semejante, pero de colosales dimensiones, con tres naves y
atrio.
El grupo de b. de Siria es de mucha importancia. En la zona N hay
bastantes del s. Iv, p. ej., la fachada de Fafirtin (372), la de Ruweha
o Kharab Chems; tienen tres naves con dos arquerías y claraboya,
descansando los arcos sobre columnas y con techumbre de madera, con el
testero imitado de los edificios romanos siriacos de los s. II y III,
que tiene ábside semicircular rematando la nave central, pero sin formar
saliente al exterior y teniendo dos piezas separadas laterales en el
interior, que se utilizaron como capilla para las reliquias o martyrion
y como prothesis, o lugar para preparar las santas especies. Este
presbiterio tripartito se extendió por todo el Mediterráneo (Palestina,
Egipto, Cirenaica, Italia del S, Túnez, Grecia, Dalmacia, Bulgaria y la
misma Roma, donde lo tuvo S. Juan ante portam latinam, del s. vi). En
Siria del S hay otro grupo de b. del s. Iv, alguna fechada por
inscripción como la de Juliano en Umm el Jimal (344) y la de Der El Kahí
(36775); en 61 hay dos tipos, uno de sala única y otro de tres naves,
adaptando la cabecera tripartita de Siria septentrional; se relacionan
estrechamente con los edificios civiles paleocristianos del s. III,
manteniendo la tradición de edificación con bloques de lava y losas de
cubierta apoyadas sobre arcos transversales (casos de Tafha y Chaqqa),
con lo que viene a resultar una especie de b. de tres naves; este tipo
de edificio no excedió los límites de Siria del S y fue abandonado a
partir del s. v para imitar otras formas basilicales (v. BIZANCIO IV).
En las costas del Egeo apareció una nave transversal o transepto y
se desarrolló el matroneum; en Pfeso se acomodó a la planta basilical un
gimnasio añadiendo en su interior dos filas de columnas paralelas; en
Corinto y Epidauro hubo b. de cinco naves; también es notable ejemplo de
adaptación el de Salona y de grandiosidad las b. del N de África (Timgad,
Damus el Karita, Hippona, Orleansville y, sobre todo, Tebessa).
Basílicas cristianas de España. El grupo primitivo puede separarse
en dos conjuntos, uno el de Baleares y el litoral de la Tarraconense y
Cartaginense, con plantas de disposición mediterránea oriental y algunas
influencias de Roma, cuyos orígenes están en el s. iv, con pervivencias
hasta el vi; el otro compuesto por templos que siguen modas nuevas, con
plantas cruciformes y otros elementos no tradicionales en la
arquitectura paleocristiana. Las b. de Baleares debieron tener su máximo
esplendor entrado el s. v a consecuencia de las corrientes
siriacoafricanas, siendo el último eslabón de esta corriente
mediterránea; así el ábside, circular o rectangular, está flanqueado por
dos recintos, como en Siria, aunque no tengamos seguridad sobre su uso;
el altar se coloca delante del ábside y fuera de él, en el último tramo
de la nave central, formando el sanctuarium rodeado de canceles; en el
ábside, el presbyterium contiene el sillón episcopal y el banco de los
presbíteros; en algún caso (Ampurias) el altar está situado sobre una
tumba, quizá de un mártir, que supliría la canónica caja de reliquias.
La planta tiene tres naves separadas por hileras de columnas que
sostienen arcos, y ante ellas un vestíbulo cubierto (narthex) para
catecúmenos. Las b. que conservamos son la de Santa María, al N de la
bahía de Palma (tres naves, ábside rectangular, dos filas de cinco
columnas, pavimentos de mosaico), Son Peretó (con narthex y baptisterio
y mosaicos) cerca de Manacor, Sa Carrotxa, en el puerto de Manacor, muy
destruida; y las cuatro de Menorca, en Son Bou (Alayor), Es Fornás de
Torelló, Isla del Rey en el Puerto de Mahón y Puerto de Fornells; en
Levante la b. cementerial de Emporion, realmente una cella memmoriae, la
de S. Fructuoso en Tarragona y otros sjemplos más modernos.
V. t.: PALEOCRISTIANO, ARTE; CATEDRAL; TEMPLO III.
A. BELTRÁN MARTÍNEZ.
BIBL.: R. SCHULZE, Basuika, 1928; J. LAssu, Sanctuaires Chrétiens de Syrie, París 1947; G. LEROux, Les origines de Pédifice hypostyle en Gréce, en Orient et chez les romains, París 1913; A. GRABAR, El primer arte cristiano (200395), Madrid 1967; P. DE PALOL, Arqueología cristiana de la España romana, Valladolid 1967; P. TESTINI, Archeologia cristiana, I, Roma 1958.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991