BARCELONA
Historia de la Iglesia
Capital y sede de la
archidiócesis Barcinonensis. Al terminar la dominación musulmana, los
límites de la diócesis eran: al E la sede gerundense; al N la de Vich;
al S y al O la de Tarragona, cuya frontera se hallaba establecida por el
río Gallá. En el s. XIII se anexionaron a Tarragona una docena de
poblaciones situadas en la orilla oriental del Gallá. En época
contemporánea, el mapa diocesano barcelonés sufrió nuevas
transformaciones al serle amputado, en beneficio de la archidiócesis
tarraconense, el arciprestazgo de Vendrell, como en provecho de la sede
ausonense (v. III, 2) lo serían algunas parroquias de los arciprestazgos
de Piera y Granollers, mientras que por su parte la parroquia de Arenys
de Mar, perteneciente hasta 1958 a la sede gerundense, fue incorporada a
la barcelonesa.
Santoral. Patrona de la diócesis es la Virgen de la Merced, 24
septiembre; y comparten una titularidad secundaria: S. Raimundo de
Peñafort (v.) y S. Pedro Nolasco (v.); S. Eulalia de Barcelona (v.) es
patrona de la ciudad, y tienen devoción especial: S. Severo; S. Cugat;
S. Domingo de Castellet y Luis Eixarch; S. Olegario; S. Paciano; S.
María de Cervelló; S. José Oriol; y S. Joaquina de Vedruna; La Virgen de
Montserrat y S. Jorge (v.) son los patronos de Cataluña.
Instituciones. El antiguo cabildo catedralicio, cuyo nacimiento
data del s. X, estaba formado por 13 canónigos presbíteros, 13 canónigos
diáconos y otros 13 subdiáconos, presididos todos por el arcediano.
Comunidad urbana de rancio abolengo fue, durante mucho tiempo, la del
monasterio de S. Ana, constituida en los inicios del s. xii por
canónigos del Santo Sepulcro, a los que se incorporaron tres siglos más
tarde, los canónigos regulares de S. Agustín. Tiene la sede barcelonesa
dos importantes archivos: el catedralicio y el archidiocesano de la
curia y un renombrado Museo Diocesano, no obstante las pérdidas
ocasionadas por un incendio en julio de 1936; a partir de la guerra
iniciada ese año desaparecieron importantes archivos parroquiales y de
diversas órdenes religiosas. Por su parte, las bibliotecas eclesiásticas
forman en la actualidad un nutrido elenco. Aparte de la catedralicio,
cuyos orígenes se remontan al s. XV, las más destacadas hoy son la del
monasterio de Montserrat (v.), la de la Institución Balmes, la del
Seminario Conciliar, la del Colegio Máximo de la Compañía de Jesús de
San Cugat del Vallés y la de los Padres capuchinos de Sarriá.
Historia. Épocas Antigua y medieval. Los primeros siglos de
nuestra Era son muy confusos para la Historia cristiana de B., por falta
casi absoluta de noticias auténticas, reducidas a algunos nombres de
obispos y mártires, en especial S. Severo y S. Eulalia (v.), muertos
durante la persecución de Diocleciano. Clausurada la etapa romana con un
periodo de agitaciones y turbulencias, la normalidad de la existencia de
la diócesis fue restablecida en el s. VIII, aunque por escaso tiempo, ya
que la invasión musulmana implicó para ella un retorno al debilitamiento
y al caos. Restaurada a fines del s. VIII, tras su liberación por los
francos, estuvo sometida, no obstante, a los avatares y peligros de la
acción recónquistadora, como lo prueba la destrucción de la ciudad por
Almanzor a fines del s. X. El signo de un cristianismo militante siguió
presidiendo los derroteros espirituales de la diócesis a lo largo de
toda la época bajomedieval; en especial durante el cisma de Occidente
(v. CISMA III) y en la crisis prerrenacentista, en la que las guerras
civiles en tiempo de Juan II pusieron al descubierto la lamentable
situación de gran parte del clero en la sede.
Época moderna. El s. XVI asistió a los tenaces esfuerzos
desplegados por varios prelados en orden a la reforma disciplinar de
parte del clero de la sede barcelonesa. Reforma centrada, sobre todo, en
la erección, a fines del siglo, de un seminario conciliar tridentino. En
el XVII, la trayectoria de la diócesis recayó en coyunturas bastante
similares alas del cuatrocientos, traduciéndoselos efectos de la guerra
civil iniciada con el levantamiento contra Felipe IV en 1640 y de las
crisis demográfica y económica de toda la primera mitad del siglo en un
agudo estado de postración. Bache rápidamente superado, sin embargo, con
la reactivación de la vida del Principado en todas sus manifestaciones y
aspectos en los decenios finales del s. XVII. Nuevamente la situación
surgida de tal estado de cosas quedó truncada por la guerra de Sucesión
(v.), en la que la jerarquía y clero barceloneses, como el de casi toda
Cataluña, dieron muestras de su adhesión al archiduque Carlos. Ocupada
B. por las tropas de Felipe V, se abrió un nuevo e importante capítulo
en la historia de la diócesis, cuyas páginas relatan fundamentalmente
los estériles frutos de un regalismo a menudo exacerbado. La injerencia
en los asuntos eclesiásticos y la supeditación de las autoridades
religiosas a las temporales fueron totales hasta casi el final del
reinado de Carlos III, en la diócesis barcelonesa, en la que se
prolongaron por espacio de largos años los posos de la guerra de
Sucesión.
Época contemporánea. Centro neurálgico de la vida del Principado,
la sede barcelonesa no escapó a las vicisitudes, casi siempre de trágico
signo, que comportaron las horas críticas de la lucha contra la
Revolución francesa, el dominio francés durante la guerra de la
Independencia (v.), y la crisis del Antiguo Régimen. Especialmente grave
fue el escisionismo provocado entre la casi totalidad de los fieles y
del clero de una parte, y, de otra, de un reducido, pero en general muy
cualificado número de sacerdotes, a causa de las tensiones que
desgarraron la vida ciudadana durante la etapa citada del reinado de
Fernando VII. Pese a todo ello, el prestigio de la diócesis se ilustró
con el gran desarrollo promovido en el terreno de las ciencias
eclesiásticas, del que fueron motores decisivos ciertos miembros del
estamento sacerdotal barcelonés. La desamortización eclesiástica
decretada por los Gobiernos de la regencia de María Cristina afectó con
particular intensidad a la diócesis de B., en donde se llevó a cabo
hasta sus últimas consecuencias y con gran meticulosidad debido, en
parte, a los numerosos aspirantes a la adquisición de los antiguos
bienes de la Iglesia.
La desaparición temporal de las comunidades y congregaciones
religiosas significó un poderoso estímulo para el clero secular de la
diócesis, galvanizado en la segunda mitad del ochocientos por el ejemplo
de grandes figuras, como Balmes (v.), S. Antonio María Claret (v.), etc.
Activos y celosos prelados: Costa y Borrás, Palau Termens, Pantaleón
Montserrat, etc., encarnaron la empresa restauradora acometida por la
Iglesia española al término de la revolución liberal y una vez firmado
el Concordato de Bravo Murillo. La importante labor emprendida y
realizada en múltiples ocasiones por el episcopado barcelonés de la
segunda mitad del s. XIX, careció, sin embargo, de las perspectivas de
una acción intensa, inteligente y fecunda en el campo de la catequesis
de un mundo obrero que veía incesantemente incrementadas sus filas al
ritmo de la creciente industrialización de la capital y su comarca.
Problema, pues, de raíces decimonónicas, agravado en el siglo actual, en
el que la actividad de la jerarquía y fieles ha ido siempre a remolque y
rezagada frente a las urgencias de una problemática en aumento por la
continua y masiva inmigración proveniente en su mayor parte de ámbitos
rurales y de religiosidad tradicional. Tras la Guerra civil española el
esfuerzo de la jerarquía, clero y asociaciones católicas llevado a cabo
en el campo de la acción social ha sido muy intenso, pero ha alcanzado
frutos más importantes en el terreno arquitectónico y benéfico
(parroquias, centros asistenciales y docentes) que en el misional y
catequístico. En 1964 fue ascendida a la categoría de arzobispado,
inmediatamente sujeto a la Santa Sede. Con 3.008 Kmz de extensión,
poblada (1970) con 3.200.000 fieles cuya práctica media religiosa es de
un 25%, con 963 sacerdotes seculares; 115 seminaristas; 945 sacerdotes
regulares, 176 congregaciones religiosas masculinas y 546 femeninas
(1970), la sede de B. tiene, ante los horizontes abiertos por el conc.
Vaticano II, una vasta labor que emprender. Su prelado, desde 1966,
Marcelo González Martín, ha puesto ya sus jalones principales.
Concilios. El primero de los celebrados en la diócesis, y al que
concurrieron los prelados de Ampurias, Gerona, Lérida, Tortosa y
Zaragoza tuvo lugar en el 540; en el 599 se verificó el segundo con la
asistencia de 12 prelados; B. fue el lugar escogido en el 906 para
dirimir y solucionar los litigios que enfrentaban en aquella época al
prelado ausonense y al metropolitano de Narbona. Después de dos
concilios durante el s. XIV, en la época del Papado de Avignon y el Gran
Cisma, sólo un concilio en el s. XV tuvo como marco la catedral
barcelonesa: en 1416. El s. XVI fue más pródigo en ellos: 1517, 1555-56
y 1593. Desde entonces hasta la actualidad sólo dos se celebraron en la
Ciudad Condal, en 1637 y en 1707; este último tuvo lugar en el domicilió
privado del obispo solsonés mons. Dorda. En 1952, se celebró en B. un
Congreso Eucarístico Internacional.
J. M. CUENCA TORIBIO.
BIBL.: S. PUIG Y PUIG, Episcopologio de la sede barcinonense, Barcelona 1929; 1. SANABRE, Los sínodos diocesanos de Barcelona, Barcelona 1930; Miscelánea de Estudios dedicados a Barcelona archidiócesis, «Analecta Sacra Tarraconensia» 1964; 1. M. CUENCA TORIBIO, El episcopado barcelonés ante la Revolución francesa, ib. 1968; íD, El episcopado catalán ante la Revolución de 1868, ib. 1967.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991