Patriarcado de Antioquia
Primeros años del cristianismo. La ciudad de A.. era de las más apropiadas para
convertirse en un centro de primer rango en el cristianismo naciente. Bajo los
Emperadores romanos contaba con unos 200.000 hab. y gozaba de privilegiada
situación. A partir del s. iI era frecuentemente sede de la corte imperial.
Célebre por sus escuelas y su comercio, podía considerarse como la verdadera
capital de lo que se llamaba entonces el Oriente: la región geográfica que se
extendía, bajo el Imperio romano, desde el Éufrates hasta Egipto.
Desde el punto de vista cristiano, A. comenzaría a sonar muy pronto. Un grupo de
cristianos escapados de Jerusalén a raíz de la persecución violenta que siguió
al martirio de S. Esteban (a. 34), atravesaron Judea y Samaría, llegaron hasta
Fenicia y luego, navegando a lo largo de la costa, alcanzaron Chipre y A. Por
toda esta parte había colonias judías, a las que casi exclusivamente anunciaban
el mensaje evangélico (V. CRISTIANOS, PRIMEROS I). Entre todas se distinguiría
la cristiandad de A. Su primera colonia cristiana era celosa y emprendedora; y
no contenta con atender a la población judía, se había lanzado a predicar. el
mensaje de la salvación a los gentiles, muchos de los cuales pasaron al
cristianismo, como relata el libro de los Hechos: «Los que con motivo de la
persecución, suscitada por lo de Esteban, se habían dispersado, llegaron hasta
Fenicia, Chipre y Antioquía, no predicando la palabra más que a los judíos. Pero
había entre éstos algunos hombres de Chipre y de Cirene que, llegando a
Antioquía, predicaron también a los griegos (gentiles), anunciándoles al Señor
Jesús. La mano del Señor estaba con ellos, y un gran número creyó y se convirtió
al Señor» (Act 11, 19-21).
En A., pues, la cristiandad quedó formada de judíos y de gentiles, éstos en buen
número. El hecho llegó hasta Jerusalén, donde seguían reunidos los Apóstoles, y
decidieron enviar en su nombre y con su autoridad a S. Bernabé (v.), como
principal responsable de la nueva Iglesia de A., que llegó a ser cuna de todas
las demás Iglesias del Imperio romano, y cuartel general de operaciones de los
primeros misioneros en el mundo pagano.
Origen del Patriarcado. Por mediación de Bernab6
iría más tarde a A, el recién convertido Saulo, y luego el mismo S. Pedro que
establecería en la ciudad romanohelena su primera cátedra pontifical. Así, la A.
cristiana no tardaría en alcanzar en Oriente la misma importancia que la A.
civil romana (v. I). S. Pablo (v.) la constituiría centro principal de sus
misiones. S. Pedro (v.),' figura como el primero de sus obispos, al que sucedió
Evodio, y a éste el gran obispo Ignacio, justamente llamado de A., y martirizado
bajo el gobierno de Trajano (v. IGNACIO DE ANTIOQUÍA, SAN). Eusebio de Cesarea
(v.) nos ha conservado la larga lista de sus sucesores: Heron, Comelio, Eros,
Teófilo, Maximino, este último ya a finales del s. iI. A. extendía su autoridad
desde Egipto hasta el i:ufrates. Contaba hasta 11 provincias eclesiásticas
diferentes, y más de 150 obispados sufragáneos, y se reconocían dependientes las
Iglesias de Persia y de Georgia, fundadas por sus misioneros. A. seguía una
liturgia especial, llamada siriaca (v. vi), que habrían de seguir luego diversas
Iglesias, aunque acabaría cediendo en importancia ante la liturgia de Bizancio
(v. CONSTANTINOPLA IV).
Ante el crecimiento constante de la nueva sede de Constantinopla, A. fue
perdiendo importancia, tanto más cuanto que comenzaron a aparecer dentro de ella
algunas herejías, como la de Arrio (v.); a ello se añadía la fijación de la
capital oriental del Imperio en Constantinopla, quedando reducida a simple
capital de una provincia. Por lo mismo, sus obispos hubieron de defender sus
derechos de privilegio contra Constantinopla (v.), que comenzaba a defender su
primado de jurisdicción sobre todas las Iglesias del Imperio romano de Oriente.
Más tarde, por otro lado, la amistad del obispo antioqueno Juan con el de
Constantinopla Nestorio, y la condenación de la nueva herejía nestoriana en
Éfeso el a. 431 (V. NESTORIO Y NESTORIANISMO), indispondría en parte a los
católicos ortodoxos contra A., ya constituida en Patriarcado (V. PATRIARCAS II,
1).
La paz constantiniana, juntamente con el reconocimiento de la Iglesia cristiana
y de su libertad, trajo una era de progreso y florecimiento. Doce años más
tarde, el 325, se reunía el primer conc. ecuménico en Nicea (v.), al que
acudieron 20 obispos de Celesiria, entre ellos el de A. El mismo conc. de Nicea
concedería facultades especiales al obispo antioqueno, constituido poco después
en Patriarca. Como tal, tenía jurisdicción particular sobre toda la «Diócesis
civil» romana de Oriente, en la que quedaban comprendidas las provincias romanas
de Siria, Fenicia, Palestina, Arabia, Cilicia, Isauria, Osrhoene y Eufrasiana o
Mesopotamia, que constituirían el Patriarcado de A. A continuación del titular
venían los metropolitanos obispos de las capitales de provincias, que debían
confirmar la elección de los obispos de cada ciudad. Existían las metrópolis de
Cesarea, Scytopolis, Pella, Tiro, Tarso, Edesa, Apamea, Hierápolis, Bostra,
Anazarabe, Seleucia, Isauria, Damasco, Amida, Sergiópolis y Dara. De estas 12
metrópolis dependían 125 obispados, a los que había que añadir aún otras cinco
metrópolis autocéfalas: Beryto (Beirut), Emesa, Laodicea, Samosata y Tiro, y los
seis obispados situados en la provincia de la misma A.: Berea (Apolo), Chalcis,
Seleucia, Anazarba, Baltos y Gabala, más los de Salamías y Barcousios, que no
dependían de ningún metropolitano. La jurisdicción de A. era pues extensísima
desde Palestina y Asia Menor, hacia el Oriente. Le estuvo sometido también el
obispado de Jerusalén hasta que fue erigido Patriarcado.
Patriarcados de Antioquía. Desde el s. Iv, en que la región de A. se vio
envuelta en la herejía arriana, y más tarde en la monofisita, A. tuvo sus
patriarcas y obispos herejes monofisitas; aunque los jerarcas rectamente
ortodoxos pudieron sostenerse algún tiempo bajo el dominio bizantino (v.
MONOFISISMO II). El sucederse de herejías y cismas explica la existencia de
hasta cinco Patriarcados distintos en A., a saber: 1) el greco-melquita
(disidente), de rito bizantino; 2) el greco-melquita católico, también de rito
bizantino; 3) el maronita católico; 4) el sirio católico, de la rama de los
mónofisitas pasados con el tiempo al catolicismo, y 5) el siro jacobita de los
monofisitas propiamente dichos (v. MELQUITAS; MARONITAS; JACOBITAS; SIRIA VII).
Naturalmente, todos los respectivos Patriarcas defendieron, y aún hoy día lo
hacen, sus títulos, como los verdaderos sucesores de los primitivos Patriarcas
antioquenos. Respecto a ello existe una interesante y reciente controversia: cfr.
C. L. Spiessens, en la rev. «L'Orient Syrien», 1962, p. 389-434, que después de
un amplio estudio concluye en la legitimidad del Patriarca melquita ortodoxo; y
J. Nasrallah, Sa Béatitude Maximos IV et la succession apostolique du Siége d
Antioche, París 1963 (número especial del «Bulletin de la Paroisse Grecque
Catholique Saint Julien le Pauvre»), que defiende detalladamente la legitimidad
del melquita católico (entonces el conocido Maximos IV, recientemente fallecido
ya cardenal), como sucesor directo del patriarca Cirilo VI Tanás, primer
Patriarca melquita unido (1724).
Con respecto al Patriarcado melquita católico, diremos que Cirilo VI se retiró
al Líbano, donde comenzó una labor eficaz de unión, que se añadía a la ya
existente en las dos ciudades de Aleppo y de Damasco. Puede decirse que desde
Cirilo VI no se ha interrumpido la serie de patriarcas melquitas católicos de A.
Cirilo VI moría en 1759, sin haber sido reconocido como patriarca por las
autoridades civiles. Al ser concedida en 1829 la emancipación civil a todos los
católicos súbditos de los otomanos, ya pudieron estos católicos agruparse en una
verdadera comunidad en torno a su propio patriarca. Cuando los egipcios ocuparon
Siria (18321841), el patriarca Maximos III Mazloum (1833-55) aprovechó la
ocasión para transferir a Damasco, en 1833, la sede patriarcal, donde sigue aún.
La situación actual de este Patriarcado melquita católico de A. es la siguiente:
seis metropolías, Aleppo, Beirut, Bosra, Damasco, Homs y Tiro; un arzobispado,
el de Laodicea; y seis eparquías: Akka, Baalbeck, Baniyas, Saida (Sidón),
Trípoli y Zahleh; con 279 parroquias, 182 sacerdotes seculares, 126 religiosos,
y 202.581 fieles, según estadísticas oficiales de 1962.
A. SANTOS HERNÁNDEZ.
BIBL.: A. SANTOS, iglesias de Oriente, 11, Repertorio Bibliográfico, Santander 1963, 190-192 sobre los melquitas ortodoxos; 312-314 sobre los melquitas católicos (se reseñan diversas obras sobre ellos); v. t. la bibl. del art. SIRIA VII.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991