Beata Ángela de Foligno |
Escritos y espiritualidad. Conservamos de ella el Memorial, que fue terminado en 1297. Lo escribió en latín Fr. Arnaldo de Foligno, traduciendo del toscano en que ella le hablaba. Él lace insistentes protestas de fidelidad en la transcripción, aunque ella, al leer lo escrito, no reconozca apenas el sentimiento vivísimo de lo que ha experimentado. «Por estas palabras yo me acuerdo de aquellas que te he dicho; pero tu escrito es muy oscuro, porque estas palabras que tú me lees no me hacen comprender lo que ellas contienen...». «Has escrito lo que es nada, Pero de lo precioso que siente mi alma, tú no has escrito nada». Se trata de páginas balbucientes, desordenadas, que recogen, como pueden, los gritos, la pasión de aquel alma abrasada. Y esa imperfecta transmisión de tan alta experiencia es la riqueza literaria de los escritos de la beata. El Memorial se completa con otros 35 escritos (cartas, dichos, narración de su muerte, etc.) recogidos por sus discípulos. Todo junto constituye el llamado Libro de la Beata Ángela de Foligno o de las Revelaciones. La doctrina dispersa por sus páginas es eminentemente de sabor franciscano. El tema del amor domina constantemente: es afectivo, de caridad, de dolor por los pecados. Amor que se dirige a sus hijos espirituales, a los pobres, a los leprosos, y que se entretiene morósamente en la práctica de la pobreza, virtud predilecta de A. El motivo y fuente de este amor es Jesucristo, el Dios-Hombre. Su contemplación de los misterios de Jesucristo es plenamente franciscana: imaginativa, afectiva y con predilección por la pasión, la muerte, la herida del costado, el corazón y la eucaristía, uniéndose a los sufrimientos de Cristo. La influencia doctrinal de S. Buenaventura se deja sentir en ella. Llega también hasta la Trinidad, hasta la inefabilidad de Dios, para volver en alternancias misteriosas a la visión del Dios-Hombre que le dice a veces: «Tú eres Yo y Yo soy tú»... Expresión atrevida, que se explica sin peligro, pues el sentido de alteridad es constante en Á. Es como si «nada hubiese entre Él y yo». En definitiva, la mística de Á. es cristocéntrica y no tanto de la trascendencia y de los atributos de Dios como a veces se ha dicho. En cuanto a la oración, Á. distingue tres grados: oración corporal, mental y sobrenatural, en la que el alma es llevada «casi más allá de la naturaleza». Esta oración lleva al conocimiento de sí y de Dios; lleva, en el amor, a la transformación en Cristo. Influencia. «Yo quiero que tú seas útil a todos los hombres que te verán... y a los que pensarán en ti o te oirán nombrar». Los manuscritos de su libro se multiplicaron. Cisneros lo editará en castellano en Toledo el a. 1505. Teresa de Jesús lo pudo conocer, ya que B. Álvarez, su confesor, citaba a la beata en sus exhortaciones a los novicios jesuitas (L. de la Puente, Vida del V. P. Baltasar Álvarez, Madrid 1880, cap. 48); también S. Francisco de Sales (Tratado del Amor de Dios, 6, 15; 9, 2) y S. Alfonso María de Ligorio (La verdadera esposa de Jesucristo, cap. 5, 9 y 10), etc.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991 |