ASTURIAS, REINO DE
Historia
1. Orígenes del reino: Pelayo.
En fecha imprecisa Muza envió como valí para regir a los astures a
Munuza, un beréber que había participado en la conquista. Los godos del
partido de Rodrigo (v.) se habían acogido e la Gallaecia de entonces que
abarcaba la actual, el norte de Portugal y las dos Asturias. En la zona
marítima y montañosa de éstas se refugió Pelayo (v.), espatario del
último rey godo. Munuza se enamoró de su hermana. `Abd al`Aziz, hijo de
Muza, se había casado con la viuda de Rodrigo. Pero Pelayo, hostil a los
invasores, se opuso al matrimonio de su hermana. Munuza le envió a
Córdoba tal vez como uno de los rehenes que aseguraban la sumisión de la
comarca, pero huyó de Córdoba el a. 717. Perseguido por las huestes del
valí, buscó refugio en las abruptas estribaciones de los Picos de Europa
e incitó a la revuelta a los astures. Habían mostrado éstos muchas veces
su pasión por la vida libre. Escucharon a Pelayo, se alzaron en armas y
la rebelión se extendió por A. Ocurrían estos hechos el a. 718.
En Córdoba (v. CÓRDOBA, EMIRATO Y CALIFATO DE) probablemente no se
dio importancia a la noticia del alzamiento de un grupo de astures en
las lejanas montañas del norte cantábrico. El nuevo emir de España había
tenido que resolver dificultades interiores y se soñaba además con la
conquista de las Galias. AlSahm fue vencido ante Toulouse (721). Tras un
interinato se hizo cargo del poder `Anbasa. Éste deseó tal vez
reorganizar la moral de las fuerzas islámicas de alAndalus y con la
esperanza de obtener un éxito fácil y brillante, el a. 722 (acaso en
mayo), envió al norte, a las órdenes de `Algama, un destacamento. 'Alqama
penetró en A. y logró, sin duda, importantes triunfos frente a los
rebeldes astures. Sólo triunfos que registran las crónicas árabes,
pudieron empujar a los cristianos hacia Oriente y decidirles a buscar
refugio en las estribaciones de los Picos de Europa. Hasta su áspero
refugio en un cerrado valle, el de Covadonga, le siguieron las fuerzas
que mandaba `Algama. Pelayo buscó asilo con el resto de sus gentes en
una peña en la que se abría una cueva donde tal vez se rendía culto a la
Virgen Madre. Se inició la batalla (v. COVADONGA, BATALLA DE). La hueste
musulmana no pudo desplegarse entre los cerros. Los montañeses la
cortaron. Murió en el combate 'Alqama y fue hecho prisionero Oppas,
hermano de Vitiza. La vanguardia, imposibilitada de retirarse para
salvar la vida, trepó por el único camino que se le brindaba en
perspectiva, y que les conducía a las anfractuosidades de los Picos de
Europa. SánchezAlbornoz (v.), de quien tomamos este relato, ha seguido
la ruta que de esa retirada ofrece el viejo cronicón de Alfonso el
Magno. Cuando acaso se creían seguros después de atravesar el laberinto
de los Picos, los musulmanes fugitivos perecieron en tierras de la
Liébana. La retaguardia del ejército de `Algama se retiró vencida por el
camino que le había llevado a Covadonga. Pero la noticia del triunfo de
Pelayo provocó el alzamiento general de los astures. Munuza, desde Gijón
trató de escapar por la vía de la Mesa, pero fue derrotado y muerto en
Olalíes (en tierras de Proaza). «Y así nació por Providencia de Dios el
reino de los astures», según dice la Crónica de Albelda. No fue éste,
por tanto, continuación del visigodo ni Pelayo sucesor de D. Rodrigo. La
España cristiana nació en Covadonga (6 mayo? del 722) por la conjunción
entre la personalidad decidida y áspera de un hombre y el tradicional
amor a la libertad de un pueblo.
El valí de España no debió considerar de gravedad lá derrota
recibida. Seguían soñando con la conquista de las Galias. A esa empresa
continuaron consagrándose los emires de alAndalus hasta después de su
derrota en Poitiers (v.) en el 732; en verdad, hasta el alzamiento
berberisco del a. 739.
Pelayo, inseguro, conocedor de su debilidad y temeroso de una
reacción de quienes dominaban toda España, se estableció en Cangas a
algunas millas de los Picos de Europa. Al otro lado de éstos,
maravilloso baluarte natural y cuna de España, se extendía Cantabria.
Los cántabros (v.) habían también peleado como los astures (v.) contra
Roma y contra los godos. Les regía por entonces un duque llamado Pedro.
Probablemente se había lanzado a la revuelta al tener noticia de la
sublevación de los astures. En los años oscuros que siguieron al triunfo
de Pelayo en Covadonga debieron de iniciarse contactos entre los dos
caudillos. El matrimonio entre una hija de Pelayo, Ermesinda, y un hijo
del duque de los cántabros, Alfonso, afirmó la alianza. Quizá durante
esos años se unieron a Pelayo algunos nobles visigodos, como él no
colaboracionistas. El caudillo de los astures m. en el 737. Le sucedió
en el caudillaje su hijo Fáfila. Muerto por un oso a los dos años, el
yerno de Pelayo comenzó a regir a los dos pueblos.
2. Alfonso I el Católico (739-757) y sus sucesores. Supo
aprovechar Alfonso 1 las discordias civiles que ensangrentaron a los
dominadores islamitas de España para realizar durante casi 20 años,
ayudado por su hermano Fruela, grandes campañas devastadoras hasta
Coimbra, Salamanca, Ávila, Segovia y las plazas riojanas del Ebro.
Abandonada la región por los beréberes, asentados en ella desde la
invasión musulmana de España y el a. 739 alzados contra los árabes del
sur, Alfonso vació intensivamente el país llevándose al norte a los
cristianos. El reino de A. abarcaba a su muerte la faja costera y
montañosa que se extiende de Vasconia a Galicia y tenía por glacis el
desierto del Duero. Constituido inicialmente el reino de A. por la unión
de cántabros y astures, los sucesores de Alfonso tuvieron que afianzar
su dominio sobre las marcas extremas de su monarquía y afirmar la paz
interior. Fruela I (757768), hijo de Alfonso, sometió a los vascones
sublevados y a los alzados gallegos devastando el país de éstos. Aurelio
(768-774), su sobrino, hubo de sofocar una sublevación general de
siervos. Y Silo (774-783) casado con Adosinda, su hija, debió someter
otra vez a los gallegos. Coincidieron los reinados de estos nietos de
Pelayo con el de `Abd alRahmán I (v.), el primer omeya de Córdoba. Éste,
luego de asegurarse en el trono, inició el ataque al reino astur y acaso
con la intención de apoyar los movimientos secesionistas de vascones y
gallegos envió dos ejércitos, uno a Galicia y otro a tierras alavesas y
castellanas. Del primero, mandado por el príncipe `Umar, hijo quizá del
emir de alAndalus, triunfó Fruela en Pontuvio. Según el relato de
Alfonso III, el jefe musulmán fue decapitado en el mismo campo de
batalla. Al afirmarse `Abd alRahmán I en el trono, sus contemporáneos de
A. hubieron de vivir con él en paz y acaso sometérsele.
La violencia de las pugnas personales que habían llevado a la
ruina a la monarquía visigoda, renacieron en A. entre los núcleos godos,
agrupados en torno a la nueva realeza. De ásperas costumbres, según el
llamado Albeldense, Fruela dio muerte personalmente a su hermano
Vimarano, quien probablemente había continuado la tradición visigoda de
conspiraciones contra el trono. Poco después era él a su vez asesinado.
Su hijo, elevado al trono a la muerte de Silo, fue depuesto por su tío
Mauregato (783-788), bastardo de Alfonso I. Quizá durante el reinado de
Mauregato penetró en A. Sulaymán, primogénito de `Abd alRahmán I y
gobernador de Toledo. Dos ejércitos islámicos atacaron por Castilla y
por El Bierzo al sucesor del usurpador Mauregato. Había ocupado el trono
de Córdoba el piadoso Hisám (788796). La relativa calma interior que
reinaba en alAndalus permitió al fervoroso emir consagrarse a la guerra
santa contra los cristianos. El diácono Vermudo 1 788791, arrollado y
véncido en el Burbia, tal vez donde hoy se alza Villafranca del Bierzo,
se dio cuenta del peligro. Comprendió que no era el hombre llamado a
dirigir la resistencia y abandonó espontáneamente la dignidad regia en
favor de su sobrino Alfonso, el hijo de Fruela I, que vivía con los
parientes vascones de su madre Munia desde los días de la usurpación del
trono por Mauregato.
3. Alfonso II el Casto. Tocó al nuevo y joven rey (791-842) salvar
a la cristiandad hispana e iniciar un giro decisivo en la historia de la
España naciente. El piadoso Hisám envió contra su reino durante algunos
años dos poderosos ejércitos que le atacaban por A. y Cantabria. El a.
794 logró derrotar a uno de ellos en Lutos, mas en el 795 fue
repetidamente vencido por `Abd alKarim b. Mugayt, que logró llegar,
persiguiéndole, hasta la nueva capital del reino: Oviedo. Todavía en el
796 el misnlg, general llegó hasta el Cantábrico por tierras luego
castellanas. Los apremios de la hora llevaron a Alfonso II a buscar la
alianza de Carlomagno. Pero en el 798 devolvió el golpe recibido de
Córdoba realizando una gran expedición hasta Lisboa. Después y con
frecuencia, los musulmanes siguieron atacando, ya por Galicia, ya,
principalmente, por Castilla. Durante su reinado se produjeron tres
procesos históricos de gran importancia para la vida cultural, política
y religiosa de España. Había estallado una polémica entre Elipando,
arzobispo de Toledo, y un erudito y apasionado monje de la Liébana
llamado Beato (v.). Acusó éste al prelado de adopcionista (v.
ADOPCIONISMO). La polémica sobrepasó las fronteras de España. Se mezcló
en ella la Iglesia de las Galias. Y por eáte camino el reino de A. entró
en contacto espiritual con la cristiandad ultrapirenaica. Alfonso
intentó vincular su monarquía con la tradición institucional visigoda.
De este intento surgió el neogoticismo que en adelante hizo al reino de
A. continuador del de Toledo.
Y en sus días, en un cerrado valle de Galicia, piadosos cristianos
encontraron una tumba antaño venerada. Desde los tiempos de Mauregato,
Beato, el erudito y apasionado monje liebanés, había cantado el
patrocinio del apóstol Santiago, sobre España. Alguien ¿Beato? lanzó la
idea de que el sepulcro hallado en Compostela era el del discípulo de
Cristo. Se había atribuido la conquista musulmana de España a castigo
divino. El hallazgo de la tumba apostólica brindaba la esperanza de que
Dios se había apiadado de la cristiandad hispana. Y el supuesto o
auténtico descubrimiento del cuerpo de Santiago (v.) creó una extraña
fuerza espiritual de proyecciones entonces insospechadas en la historia
de España. A. debe al Rey Casto obras de arte novedosas y la renovación
de la vida eclesiástica. Hizo de Oviedo la capital de su reino. Levantó
en ella palacios e iglesias. En las afueras todavía se conserva el
templo que mandó construir en honor de S. Basilisa, Santullano.
Construyó fortalezas y en alguna de ellas, tal vez en el castillo de
Gozón, hizo fabricar preciosas piezas de orfebrería entre las que
destaca la Cruz de los Ángeles (v. PRERROMÁNICO, ARTE). Dotó a la
iglesia de San Salvadbr de Oviedo y en un concilio del que sólo poseemos
actas apócrifas, creó un obispado en la sede regia. Su lucha contra los
musulmanes continuó hasta su muerte. En una época de ásperas pasiones
llevó una vida casta.
Alfonso había salvado a la cristiandad septentrional secundado por
sus súbditos, incluso los vascos, todavía paganos. Durante muchos años
tuvo que continuar su lucha contra los islamitas. Con los navarros
venció en la batalla del GuadiArun (817) ¿La Morcuera? ¿Pancorbo? en
tierras de Miranda. Hubo de resistir los zarpazos de `Abd alRahmán II,
obteniendo la doble victoria del Narón y de Anceo en tierras de Galicia
(825). Y hubo de enfrentar la rebelión del beréber Mahmñd b. `Abd
alYabbár acogido por 61 en Galicia.
El reino de A. se había afirmado en la Historia. Todavía no
excedía la zona marítima montañosa. Un obispo africano, Odoario, había
restaurado la diócesis de Lugo en tiempos de Alfonso I y de su hijo.
Monjes andaluces se establecieron después en Samos, en tierras de
Galicia. En el a. 816, gentes de Malacuera, en el valle del Tajo,
subieron a Castilla. Por el contrario, grupos de emigrantes de Cantabria
comenzaron a colonizar las altas tierras de Burgos y las bajas de Álava.
Habían empezado a surgir numerosos monasterios en el solar del reino. Un
obispo de origen ignorado, llamado Juan, había fundado una sede en
Valpuesta, alta peña del Ebro superior. En Galicia florecían los
obispados de Lugo y de Iria, este último con sede en Compostela. También
la vida civil se había desarrollado.
4. Ramiro I. Al morir Alfonso II, la situación del reino era
promisoria. Quizá había prometido a su tío Vermudo I el Diácono, que
vivió muchos años, dar paso al trono a su hijo Ramiro: la nobleza le
eligió como tal. En los primeros tiempos de su reinado aparecieron por
tierras gallegas los normandos: «Gentes paganas, crudelísimas y antes
desconocidas», según se lee en la Crónica de Alfonso III. Coronado rey
Ramiro (842-850), acudió a combatirlos y les venció junto a la Torre de
Hércules, el Farum Brecantium de La Coruña. Devastado alAndalus por los
normandos, Ramiro se atrevió a ocupar León algunos años. Hubo de sofocar
algunas revueltas interiores y de condenar también a ceguera a otros
magnates. Un arquitecto, tal vez peregrino de Oriente, le permitió
realizar sus grandes obras en el monte Naranco (v. PRERROMANICO, ARTE):
su palacio, luego iglesia de Santa María y San Miguel de Liño. Florecía
en Asturias la magia, de vieja tradición precristiana. Ramiro la
persiguió sin piedad, mandando quemar a quienes la practicaban. «Vara de
la Justicia» llamará a este rey la Crónica de Albelda. Sólo reinó siete
años.
5. Ordoño I. A su muerte ocupó el trono su hijo Ordoño I (850866),
que venció a los vascones sublevados y a un ejército musulmán que
apareció por el país. Ordoño se atrevió a establecerse al sur de los
montes. Los llanos del Duero estaban desiertos desde los días de Alfonso
I, que completó la crisis demográfica sufrida por el país desde la caída
del Imperio romano. SánchezAlbornoz ha estudiado y probado la intensidad
de esta despoblación. El nuevo monarca repobló Tuy, Astorga, León y
Amaya para que sirvieran como fortalezas avanzadas del reino. Al norte
de las mismas y en torno a ellas, fue surgiendo una masa de nuevos
pobladores. Coincidió su reinado con la persecución de los mozárabes en
la España musulmana, con la revuelta de la antigua capital visigoda,
Toledo, y con el engrandecimiento de los rebeldes Banú Qasi (v.) del
valle del Ebro. La persecución impulsó la emigración de la mozarabía a
tierras cristianas. Entre los emigrantes figuraron algunos monjes
andaluces portadores de la vieja cultura isidoriana. Ordoño envió a su
hermano Gatón, conde de El Bierzo, en socorro de los toledanos. Pero
fueron vencidos por Muhammad en la batalla del Guadacelete (855).
El caudillo de los Banú Qasi, el gran Muza, constituía un peligro
para el reino cristiano. Ordoño decidió atacarle. Sitió Albelda a
orillas del Iregua, en La Rioja. Muza acudió en socorro de la plaza,
pero el rey de Oviedo logró derrotarle en la batalla de Clavijo (v.) en
el 859.
Gobernaba la marca oriental del reino el conde Rodrigo de Castilla
(V. CASTILLA, CONDADO DE). A un mismo tiempo Ordoño y el conde
castellano (tal vez hermano suyo) realizaron dos expediciones lejos de
sus fronteras y por asalto tomaron Coria (859), a orillas del Alagón. La
derrota de Muza había debilitado el poder de los Banú Qasi y Ordoño se
había extendido por las tierras altas de Burgos hasta los montes de Oca.
En Córdoba se organizó una gran expedición para tomar venganza. Muhammad
envió un gran ejército (SánchezAlbornoz ha ofrecido las cifras que lo
constituían) al mando de 'Abd alMalik b. al`Abbás y de uno de sus hijos
`Abd alRahmán o alMundir. La campaña tenía tal vez por fin la toma de la
Peña de Amaya. En el desfiladero del río Paradiso trataron de resistirle
los cristianos, pero fueron vencidos y las tropas de Córdoba destrozaron
los condados de Burgos, Oca, Mijangos y Castilla. Rodrigo quiso
cortarles la retirada en el desfiladero de la Morcuera, que permitía pasar a La Rioja y ganar el camino del Ebro. La lucha fue
tremenda, pero los castellanos fueron otra vez derrotados. Mejor éxito
tuvo Ordoño contra los normandos que aparecieron de nuevo por las costas
de A. Enfermo de gota, quizá fuera secundado en los últimos años de su
vida, en Castilla, por el conde Rodrigo y, en Galicia, por su hijo y
sucesor Alfonso.
6. Alfonso III el Magno (866-910) (v.). Ocupó éste muy joven el
trono de Oviedo. Inició la empresa reconquistadora por la zona
galaicoportuguesa. En el a. 878 logró apoderarse de Coimbra y establecer
en el Mondego la frontera occidental de su reino. Derrotó a dos
ejércitos islámicos, uno en Polvoraria y otro en Valdemora, y tras una
tregua, realizó una audaz expedición hasta Mérida.
Al desplazarse hacia el S la fronterq empezó a adquirir
importanciá política la vieja sede efe la Legio VII Gemina, que hoy
llamamos León (v.). Ordoño y Alfonso la mimaron. Mientras, en alAndalus
aumentaron las rebeliones y discordias a la muerte de Muhammad, en el
886. Su sucesor, alMundir, moría dos años después delante de Bobastro. Y
con la accesión al trono de `Abd Alláh el emirato cayó en la impotencia.
El Rey Magno no vivió empero en paz con los muslimes. El poder de los
Muza (V. BANU QASI), con quien anteriormente sostuvo Alfonso cordiales
relaciones, se había extendido hasta el mismo Toledo y amenazaba la
frontera castellana del monarca asturiano. Los dos últimos caudillos de
los Banú Qasi, Muhammad y Lope, las atacaron con frecuencia. Hasta
entonces Navarra (v. NAVARRA, REINO DE) había girado en la órbita de los
Muza. Un golpe de estado depuso al tercero de los Arista. En el a. 907
moría el último cachorro de la gran familia renegada y su muerte
constituyó una liberación para el anciano rey astur. Pero fueron
ingratos los postreros días de su vida; su hijo D. García conspiró
contra él. Lo encerró en Gozón. Fue, sin embargo, vencido y depuesto. M.
en Zamora en el 910. Su obra repobladora fue magnífica.
7. Vida social y económica en el reino de Asturias. La repoblación
del valle del Duero (que dio origen a una gran masa de pequeños
propietarios libres que constituían excepción en la Europa feudalizante
de más allá de los Pirineos) aumentó extraordinariamente el poder y la
riqueza de la monarquía. Teóricamente electiva, llegó a ser hereditaria
de hecho. Los reyes se coronaban y ungían en los comienzos de sus
reinados y regían el país con la ayuda de su palatium y por medio de
delegados, los comites, imperantes y potestates. Muy tardíamente comenzó
a conceder inmunidades. Dispuso de un ejército eficaz compuesto de
infantes y peones. Dirigió la repoblación del país y el resurgimiento de
la vida eclesiástica restaurando y creando nuevas sedes, favoreciendo la
fundación de nuevos monasterios, pero rigiendo desde lo alto la vida de
la Iglesia.
En la zona norteña donde surgió el reino de A., se vivió muy
pobremente. No floreció intensamente la vida urbana. Aumentó el
deslizamiento general y secular del Occidente romano hacia la economía
natural. Los reyes no sintieron la necesidad de acuñar nuevas monedas.
Siguieron circulando los viejos trémises godos y suevos, pero era
habitual el trueque directo de objetos por objetos. No pudieron, por
tanto, ser considerables los ingresos fiscales. Los monarcas continuaron
percibiendo el viejo tributo romano llamado entonces a veces tributum
quadragesimale, quizá porque había quedado reducido a la parte del mismo
pagado en marzo, durante la quadragesima. Como la repoblación (v.) del
valle del Duero hubo de ser lenta, el impuesto directo satisfecho por
los repobladores no pudo brindar cifras elevadas a los reyes. Tampoco
fueron muy altos los ingresos que proporcionaban al erario aduanas,
peajes, maquillas y penas pecuniarias. Tal vez por las angustias de la
lucha se inventó la fonsadera, impuesto bélico y redención del servicio
de armas. La falta de numerario en las arcas reales debió de ser
permanente. Alfonso III exigió en el a. 881 una fabulosa suma de sueldos
de oro (100.000) para liberar al canciller y favorito del emir Muhammad,
pero ése fue un remedio heroico y pasajero.
El reino de A. salvó a España de vivir la vida de los pueblos
islamizados o de constituirse en mera prolongación del Imperio
carolingio. Y al crear en torno a los Picos de Europa un núcleo de
acción independiente iniciando la reconquista de la patria española,
engendró el embrión de una España autónoma y singular en la vida de
Europa. Pero, al propio tiempo, abrió el camino que vinculó España a
Europa a través de la devoción jacobea que había de llevar a Compostela
(V. CAMINO DE SANTIAGO) masas de peregrinos de más allá de los Pirineos
a lo largo de los siglos. Durante el último de la historia del reino de
A. surgió en el solar meridional de la antigua Cantabria un pueblo nuevo
forjado en el continuo batallar contra los musulmanes que le atacaron
ininterrumpidamente. Extraña mezcla de sangres, climas y culturas,
amante de novedades lingüísticas, jurídicas y literarias, duro y áspero,
iba a ser el timonel de España: Castilla (V.).
V. t.: COVADONGA, BATALLA DE; PELAYO; ALFONSO III DE ASTURIAS, EL
MAGNO; LEÓN, REINO DE; RECONQUISTA; CÓRDOBA, EMIRATO Y CALIFATO DE.
HILDA GRASSOTTI.
BIBL.: Obras de conjunto: J. PÉREZ DE URBEL, Los primeros siglos de la Reconquista (7111038), en Historia de España, dir. R. MENÉNDEZ PIDAL, VI, Madrid 1964; C. SÁNCHEzALBoRNoz, Orígenes de la nación española (próxima a aparecer); M. GóMEZMORENO, iglesias mozárabes, Madrid 1919; J. M. SIMONET, Historia de los mozárabes de España, Madrid 1917.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991