ASIA. RELIGIONES NO CRISTIANAS.
El continente asiático es fértil
en religiones, hasta el punto que puede afirmarse que provienen de él
todas las grandes religio, nes superiores: mazdeísmo y zoroastrismo,
hinduismo, budismo, etc. También vieron la luz en A., aunque aquí nos
encontramos ya a otro nivel, el judaísmo y el cristianismo.
1. Algunos rasgos generales. Pretender realizar una
caracterización general de las múltiples y ricas religiones asiáticas es
obviamente una empresa imposible. Por eso, y remitiendo para un estudio
apropiado a las voces respectivas, nos limitamos aquí a señalar unos
rasgos más bien exteriores, y en resumidas cuentas secundarios.
Influjo de los factores naturales sobre la expresión de la
religiosidad. La religión (v.) nace de la dimensión más profunda del
hombre, por lo que, en cuanto tal, trasciende al espacio y al tiempo.
Pero sus formas de expresión pueden estar, y están de hecho, influidas
por factores culturales y ambientales, y, tal vez especialmente, por la
forma d~ sentir la naturaleza (cosa lógica si se tiene presente que la
contemplación de la naturaleza es una de las vías por las que el hombre
se eleva al conocimiento de la divinidad). La historia de la población
humana de A. está dominada por el desierto y el monzón, que caracterizan
en ese inmenso continente de 45 millones de Km2 dos zonas entre las que
hay un contraste absoluto: una zona de aridez casi desértica en las
cuencas del centro de A., por las que no discurre el agua, y, en las
tierras influidas por los océanos, la zona de régimen tropical del
monzón. Hay asimismo zonas sedentarias y zonas nómadas; tierras con
vocación agrícola, en las que se desarrollaron las grandes
civilizaciones sedentarias con sus formas religiosas propias: china,
hindú, mesopotámica, que se dispersaron sobre la periferia del
continente asiático, y tierras como las del A. central, con sus
planicies hostiles y sus estepas, donde la religión conserva su aspecto
primitivo, mágico, naturalista. Las viejas civilizaciones agrícolas del
A. occidental, de la India y de China, las planicies del litoral
asiático, crearon las primeras culturas asiáticas; lo que provocó las
primeras mezclas de civilización y los contactos culturales duraderos,
que introdujeron naturalmente las influencias religiosas recíprocas, fue
la riada centrífuga de los nómadas de las estepas del A. central hacia
las riquezas de los viejos imperios sedentarios.
Otro hecho es que las culturas del Cercano Oriente se presentaron
en la historia de A. con una anterioridad segura; las civilizaciones que
van de Babilonia, a Egipto, aquellas de lo que se ha venido llamando el
Creciente fértil, forman los centros culturales y religiosos más
antiguos que actualmente se conocen. Esta zona del A. occidental
incluyendo en ella culturalmente a Egipto, que tuvo una profunda
influencia sobre toda esa parte fue en todo momento una tierra agrícola,
un suelo aluvial en el que dominó el agricultor que fue capaz de dirigir
el agua de los ríos para crear la irrigación, fuente de la vida. Para
estas sociedades el ritmo de la naturaleza se convirtió en una cuestión
de vida o muerte que se reflejó en sus organizaciones sociales y
religiosas; la realeza sumeroacadia, la realeza faraónica, estuvieron
formadas por reyes campesinos, observadores de los astros y del curso de
las estaciones; se deificaron la naturaleza y los ríos, las fuerzas
ciegas e incontroladas de la naturaleza que amenazaban a los hombres
fueron convertidas en genios temibles y poderosos, adorados por las
religiones asiáticas primitivas. Se observó este mismo fenómeno en el
subcontinente índico donde el monzón 'domina la vida humana; es aquí,
más aún que en las otras partes de A., donde la naturaleza rige
físicamente al hombre. Es una fuerza aplastante, una omnipotenciacósmica,
que provocó, o una postura de adhesión, de identificación con esa
manifestación de la naturaleza y que se tradujo en la ontología del
sistema filosófico hindú del Vedanta (v. VEDAS, ESCRITOS DE LOS), o bien
una voluntad de liberación de ese ciclo ciego, mediante la total
extinción de la personalidad, que se tradujo en el concepto búdico del
nirvána (v.). Tanto en un caso como en el otro, el ser humano quiere
salir del ciclo existencial y renunciar a la vida y a sus sufrimientos.
Por otra parte, ya hace largo tiempo que se subrayó esa influencia del
ambiente natural: el silencio y lo infinito explican rasgos de ta
religiosidad del Islam, mientras que el medio tropical del Sur de A. y
de Extremo Oriente permite comprender la multiplicidad de sus ritos y
manifestaciones, y la atribución de un poder oculto, de un espíritu a
todo objeto de la naturaleza. Hay que decir, sin embargo, que esa
multiplicidad de dioses correspondientes a las fuerzas vivas que rodean
al hombre aparecen en las formas religiosas de muchos pueblos
primitivos, y sus huellas son claramente perceptibles no sólo en la
India, sino también en China con el taoísmo (v.) y en el Japón, que ha
conservado dicho concepto en los dioses y genios, los kami de su
religión nacional: el shinto (v. SINTOÍSMO).
Inseparabilidad de lo religioso y lo social. Otro importante
fenómeno sociológico de las religiones asiáticas es la no existencia de
la división de la sociedad en religiosa y profana, como ocurre
actualmente en Occidente. Esa división en dos categorías contrarias,
distintas, no ha existido en A. El asiático no la percibe ni en su
conciencia ni en sus instituciones: las actividades religiosas y
sociales proceden de los mismos conceptos, de los mismos imperativos: el
nacimiento, el matrimonio, el trabajo, la caza, la muerte, son
acontecimientos sociales y religiosos a la vez; hay una profunda
solidaridad entre creencias, ritos, tabúes sagrados y la organización
social. Las diferencias sociales son también diferencias religiosas;
dependen de la iniciación, de la profesión, de las raíces genealógicas
de la familia. Los edificios en los que se trabaja, la casa donde se
habita, el espacio en el que se vive, todos tienen un sentido mágico y
sagrado. Todos los actos de la existencia cotidiana, todos los
acontecimientos se celebran con actos mágicoreligiosos, con ceremonias
cultuales. Con la evolución espiritual de las grandes religiones
asiáticas, estos conceptos fueron depurándose, si bien siguieron
existiendo: reflejo suyo es la casta (v.) en la India; el Islam tiene el
Corán (v.), que contiene la regla legal y la moral; la fe es la única
razón de ser de la ciudad musulmana: «la sari'a contiene todo el conjunto de la vida
religiosa, política, social, doméstica y privada de los que profesan el
islamismo» (The Encyc1opedia of Islam, IV, 320). Dicho en otros
términos, la sociología de las sociedades asiáticas tradicionales es
completamente religiosa. La secularización (v.) es un fenómeno reciente,
resultado del profundo impacto de la cultura occidental sobre las
civilizaciones asiáticas. Esta unión entre lo religioso y lo profano,
explica la acción preponderante de las religiones asiáticas sobre las
leyes y las estructuras de la sociedad en la que se desarrollaron. Su
acción fue omnipotente, ya que la teología de estas grandes religiones
es totalitaria y considera tanto las relaciones del hombre con lo
sagrado como sus relaciones sociales; todas ellas poseen teorías sobre
la estructura social, ya que tienen su propia concepción del mundo. Los
grandes fundadores de estas religiones alteraron siempre el orden social
de su tiempo, creando uno nuevo, adaptándose a las estructuras
tradicionales o modificándolas si era necesario. A veces, la sociedad
religiosa consideró al Estado con indiferencia como en el caso del
budismo (v.), a veces, con un intento de dominación o, incluso, de
sustitución, como en el caso del Islam (v.) o del lamaísmo (v.) del
Tibet. Esta voluntad de poder tomará la forma de sectas políticas, como
las sectas taoístas (v. TAoísmo) en China, las organizaciones
extremistas del hinduismo (v.), las sectas y grupos musulmanes en los
países árabes. Este factor religioso, dentro de la vida política, se
hace patente en los movimientos de independencia y nacionalismo de A.;
todo movimiento de liberación nacional, en un país islámico, toma
necesariamente un carácter religioso, y Gandhi (v.) recurrió a conceptos
puramente hindúes para conducir a su pueblo a la liberación de la India.
2. Las grandes rutas históricas, factor de intercambios
religiosos. El Creciente fértil. Finalmente, debemos señalar un último
factor sociológico importante tanto para la evolución de las grandes
religiones asiáticas como para su influencia recíproca: los contactos
comerciales y políticos y, particularmente, las grandes rutas históricas
que atravesaban A. desde los tiempos prehistóricos y que, durante
milenios, fueron las únicas vías de comunicación entre los pueblos
asiáticos y jugaron un papel primordial en la difusión de las diversas
formas religiosas a través del continente asiático. La más antigua de
estas grandes rutas históricas es la que aseguró, en el tercer milenio
antes de Cristo, la unidad del Creciente fértil, o sea, el arco de
círculo que une Egipto con Babilonia, a lo largo del curso medio del
Éufrates después de la costa mediterránea. Desde los tiempos
prehistóricos, la ruta de las caravanas seguía este camino, atravesando
las estepas del Yezir y el desierto de Arabia, lo que explica las
afinidades existentes entre la cultura sumeria primitiva y Egipto. Desde
Abraham (v.) a Jacob (v.), la Biblia muestra cómo siguieron las tribus
semíticas la antigua senda y así fueron de Babilonia hacia el delta
egipcio. La escritura alfabética fenicia siguió el mismo camino. Durante
milenios, la suerte de los imperios del A. occidental estuvo cimentada
sobre estas pistas comerciales, culturales y militares por las que
circularon las ideas religiosas, las teogonías (v.), los textos sagrados
a veces con los ejércitos a través de los diversos reinos y
civilizaciones de esta parte del continente. La gran ruta que desciende
por los valles del Afganistán, de Kabul a la India, por el famoso paso
de Khyber, tuvo una enorme importancia: por ella pasaron los indoarios
portando los Veda (v.) cuando invadieron la India drávida (v. DRÁVIDAS),
destruyendo la vieja cultura asentada en el noroeste del país, llamada
de Mohenjodaro y Harappa; por ella invadió el Islam la India brahmánica
modificando profundamente sus estructuras, y, a la inversa, la
influencia espiritual del pensamiento hindú se hizo sentir por estos
caminos en toda el A. occidental y en la mediterránea oriental. A lo
largo de esa senda inmemorial las doctrinas circularon, se encontraron,
se unieron en busca de nuevos destinos.
La Ruta de la Seda. Señalemos por fin otra gran ruta importante,
llamada de la Seda, que atraviesa A. de parte a parte y pone en
comunicación el Extremo Oriente con el Mediterráneo. China está separada
naturalmente del resto de A. por zonas desérticas, por altas mesetas
heladas; su único contacto con el exterior se hizo a través de las
estepas siberomongólicas, que fue desde donde se desplegaron
periódicamente las invasiones de las hordas de los hunos (V.) y de los
mongoles (v.) para cambiar el destino de China. Pero desde tiempo muy
antiguo hubo a través de los desiertos del A. central una pista
comercial, una serie de oasis empleados por las caravanas, que desde la
época de los Han venía llamándose la Ruta de la Seda. El budismo de la
India siguió esta ruta para penetrar en China, y, más tarde, en el s.
vii, en el Japón; el maniqueísmo (v.) se estableció en A. central y el
cristianismo nestoriano (V. NESTORIO Y NESTORIANISMO) hizo allí su
aparición. Una vez más, la ruta del comercio sirvió para el intercambio
de ideas, para la propagación de las religiones. De ahí resultó la
creación de un centro cultural de intercambio enormemente activo en la
cuenca del Tarim A. central cuyas huellas han podido seguirse en las
excavaciones de Kashgar, de Khotan y de Turfan. Esta Ruta de la Seda fue
seguida también por los monjes budistas que se trasladaban de India a China, así como por los
peregrinos chinos, como Hiuantsang, en su marcha hacia la India. Una
derivación marítima de esta pista les sirvió a los monjes brahmánicos y
budistas para hacer de Camboya y Java una India oriental; la ruta
marítima de las especias partía de los puertos orientales de la India
hacia Indochina e Indonesia, y también sirvió de camino para las ideas
religiosas y las formas del arte.
3. Evolución histórica e influencias religiosas recíprocas. a)
Sumerios y acadios; semitas; Babilonia. El grupo más antiguo en la
protohistoria y en la historia de las civilizaciones es el de las
culturas semíticas del A. occidental, comenzando por los sumerios y los
acadios (v. SUMERIA; ACADIOS) establecidos entre el Tigris y el Éufrates.
Cronológicamente, la época sumeria antigua va desde finales del quinto
milenio hasta el 2400 a. C.; la época acadia, desde el 2360 hasta el
2065 a. C.; la época neosumeria, desde el 2100 hasta el 1960 a. C. Los
pueblos semíticos (v. SEMITAS) del norte estuvieron estrechamente
emparentados con ellos en lo que se refiere a lengua y pensamiento, y su
religión tiene un núcleo común. Las ciudadesestado que aparecieron en el
sur de Mesopotamia poseían un gobierno teocrático, y nada se hacía sin
la orden del dios, jefe de la villa. Estos dioses eran buenos e
inmortales; residían en la morada del dios (EDingir), el templo; se les
ofrecían sacrificios y su voluntad era conocida a través de los oráculos
o de visiones. El rey (lugal) servía de intermediario entre la divinidad
y el pueblo.
La religión de sumerios y acadios fue netamente politeísta; Renan
y Langdon atribuyeron a los semitas (v.) una tendencia al monoteísmo,
pero de hecho se trata de un naturalismo politeísta en el que no se
percibe ni aparece la idea de un dios nacional o un santuario único;
cada ciudad tenía su propio dios. Éste podía ser masculino, femenino, un
objeto sagrado y deificado o bien simplemente un símbolo; su número
sobrepasaba el millar y la relación de dioses varía de un rey a otro; no
hay jerarquía, ningún dios domina a los demás. Forman la base de la
religión sumeroacadia el naturalismo, el sincretismo (v.) y el
antropomorfismo (v.), y no puede hablarse de una teología ni de un culto
divino estructurado. El dios vivía en su templo, cuya construcción tenía
aspecto de fortaleza; a su lado se erigía la torre escalonada llamada
ziqqurat por los acadios, formada por terrazas superpuestas en cuyo
remate se hallaba un templo; el que mejor se conserva es el de Ur (Mugheir)
(v.), que fue contemplado por Abraham. Su papel sigue siendo oscuro:
unos piensan que su forma recuerda a las montañas del país de donde
procedían los sumerios, y otros ven en 61 una similitud con las
pirámides de Egipto, o, incluso, un observatorio astronómico. Los
especialistas no se han sentido satisfechos con ninguna de las hipótesis
admitidas hasta nuestros días, incluidas las de Busink y Parrot; estos
templos estaban administrados por jerarquías sacerdotales; los textos
que quedan indican que las oraciones a los dioses tenían fines puramente
materiales: prolongación de la vida, bienes, riquezas, salud; 'en
ciertas fechas determinadas y según un calendario fijado de antemano, se
ofrecían sacrificios de animales. Este pueblo semita jamás tuvo una
concepción trascendental o metafísica de la divinidad, aunque, por otra
parte, su cultura sea elevada. En sus textos no aparecen problemas
cosmogónicos.
En el segundo milenio se produjeron cambios considerables en el
sur de Mesopotamia; el régimen de las ciudadesestado, en lucha perpetua
para conquistar y conservar la hegemonía, fue sucedido por un poder
centralizado, obra de Hammurabi (v.), sexto rey de la primera dinastía
de Babilonia (v.). Esta última ciudad se convirtió en el centro
religioso y cultural hacia el que se volvían no sólo los asirios (v.
ASIRIA), sino todos los demás pueblos. Hammurabi hizo numerosas reformas
sociales y religiosas; la más importante consistió en hacer de Marduk,
dios de Babilonia y divinidad agrícola, el dios supremo y casi único de
todo el universo. Fue entonces cuando se escribió el Enuma elis (El
poema de la creación), consagrado a la exaltación de Marduk. La religión
dirigía toda la vida y dominaba todas las actividades sociales; esta
religión fue politeísta, ya que Marduk no eliminó a los 3.300 dioses
citados por P. A. Deimal en su Pantheon Babylonicum; tuvo además un
carácter particularmente astral y los planetas, la luna y el sol, fueron
dioses venerados; la astrología jugó un papel muy importante. Hay que
subrayar que los antiguos santuarios no fueron suprimidos; siguieron
existiendo los ziqqurats sumerios, y Nabucodonosor II (v.) reconstruyó
en Babilonia, en el a. 600 a. C., el grandioso ziqqurat de más de 90 m.
dedicado al dios Marduk. El carácter divino que entre los sumerios tenía
la realeza, la veneración del rey como dios en la tierra, ha cambiado;
el rey se ha convertido en primer sacerdote del dios, en su imagen,
algunos de cuyos poderes curativos poseía. Por otra parte, se tendía a
monarquizar el panteón, ya que la forma dictatorial de gobierno conducía
naturalmente a ello, y las asimilaciones de dioses fueron frecuentes.
Debemos recalcar que los asirios y los babilonios tenían ideas bastante
confusas sobre la vida después de la muerte, como todos los semitas en
general. El mundo de los muertos carece de gozo y de esperanza; el
Descenso de Ishtar a los infiernos describe el reinado de la podredumbre
y la oscuridad, en el que buenos y malos corren la misma suerte
miserable en el terrible Alatu; se seguía la norma de la cremación.
b) Sirios, cananeos y fenicios. Los otros pueblos semitas del A.
occidental eran los sirios, los fenicios y los cananeos (v. SIRIA;
FENICIA; CANAÁN), cuyas concepciones religiosas tenían muchos puntos de
contacto; el fondo de estos cultos semíticos es un naturalismo de forma
politeísta en el que los dioses son los señores de la ciudad en la que
se les adora. No existía un santuario nacional a causa de las grandes
divisiones políticas de los semitas de esta parte de A. Eran lugares de
culto los lagos, los ríos, los manantiales, los árboles y las piedras
sagradas; sus ritos eran bastante semejantes, corno puede comprobarse en
las descripciones bíblicas. La religión siria tuvo una influencia larga
y profunda, pero la dispersión de las tribus y la falta de una unidad
política impidieron la formación de un panteón sirio. Se confirma la
influencia egipcia por los nombres propios en los que Hor, Isis y Csiris
(v. EGIPTO VII) se mezclan con nombres de dioses babilonios. Los
fenicios, semitas del mar, vivieron primeramente en ciudadesestado
autónomas hasta el momento en que Tiro se convirtió en el poder
dominante. En la Biblia tenemos los datos más completos sobre el
pensamiento religioso de los fenicios: religión naturalista, emparentada
con los cultos de Siria y Canaán. La divinidad suprema era un dios
celestial que mandaba sobre las fuerzas naturales, designado
habitualmente como Ba°al (v.) y, a veces, como 'Adón, y, raramente, como
'El (pl. 'el7m). Cada ciudad, cada grupo social tenía, su Ba'al
particular, protector, que aseguraba el alimento y la vida; a su lado
aparecía la diosa sensual de las fuerzas productoras de la naturaleza:
Astarté (v.), conocida por todos los semitas. El culto respondía a la
tosca concepción que los fenicios tenían de sus dioses; el santuario
comportaba objetos materiales, piedras sagradas, y estaba cerca de los
árboles y manantiales, sobre las colinas y montañas. La representación
de los dioses fenicios muestra a seres deformes y espantosos, y
correspondía al concepto elemental y grosero propio de los fenicios
sobre sus divinidades, celosas y vindicativas. Se les sacrificaban
animales y vegetales. La vida después de la muerte era triste: los
refa'im (las sombras) pedían la paz desde su tumba, sin esperanza ni
deseo.
c) Arios (Persia, India); la religión de Zaratustra y los Vedas.
Frente a estas religiones semíticas del A. occidental, surgen las formas
religiosas de los indoeuropeos o arios (v.); es interesante destacar la
lucha permanente y milenaria entre los pueblos semitas y los
indoeuropeos en A. En el tercer milenio estos últimos. llegaron por el
Bósforo y se instalaron en A. Menor; hacia el año 2000 antes de Cristo
fueron seguidos por otra oleada del mismo origen que tomó el poder en el
país de Hatti, donde fundó un importante imperio: el de los hititas
(v.). Los indoeuropeos eran nómadas agrupados en tribus, grandes
criadores de caballos y bueyes; estos grupos siguieron su camino hacia
el E y permanecieron sobre la planicie iraní mientras que algunos clanes
penetraron en las llanuras del Indo. El establecimiento de estos
diversos clanes en las ricas llanuras del A. occidental provocó luchas
prolongadas y diversas; los hititas, los hurritas (v.) y los kasitas,
todos ellos indoeuropeos, combatieron a los pueblos semitas para
instalarse en sus tierras. Los hititas pusieron fin a la dinastía
amorrea de Babilonia y los kassitas sucedieron a la línea de Hammurabi y
se mantuvieron en el poder durante casi diez siglos; los hurritas
provocaron la ofensiva de los hicsos (v.) contra Egipto. Pero la gran
migración comenzada en Europa se extendió sobre el A. Menor destruyendo
el imperio de los hititas; en Amurru (v. AMORREOS) aparecieron nuevas
organizaciones políticas en las que se establecieron reinos arameos
fundados por los semitas salidos del desierto de Siria, así como en
Canaán, donde se establecieron los israelitas junto a los filisteos
venidos de las islas del Egeo.
Estas conmociones políticas tuvieron repercusión religiosa; no se
conoce casi la religión de los indoeuropeos. Parece que reconocían la
existencia de una divinidad suprema, un dios del cielo, Iovispartr
(Zeus, sánscrito dyo), y de ciertas fuerzas de las que depende la vida
de los hombres; los preceptos rituales eran esenciales para controlar
esas formas misteriosas de la naturaleza, antropomorfizadas bajo la
forma de dioses: Mithra, Varuna, India, etc. (v. BRAHMANISMO 2, 3). En
los panteones populares estos dioses arios eran incorporados por
personas de la clase dominante de los hurritas y, de los hititas. Estas
formas religiosas arias tomaron su mayor impulso de manera particular en
Persia y en la India, donde los indoeuropeos se establecieron
definitivamente; si bien el parentesco de las lenguas demuestra un
parentesco de origen y formas religiosas, si es cierto que hay un
paralelismo entre el Avesta de la religión de Zaratustra (v. zoROASTRO Y
ZOROASTRISMO) y los textos védicos de la India aria, hay una gran
diferencia entre persas e hindúes, tanto por su carácter como por su
historia. Los primeros carecen de la rica imaginación de los segundos;
la concepción dualista del mundo, que forma la esencia del pensamiento
iraní, es desconocida para el pensamiento hindú, de tendencia monista.
La antigua religión del Irán tenía un carácter de moral práctica, de
preservación de la pureza, mientras que la de los Vedas (v.) era
esencialmente la religión persa anterior a la de Zaratustra; esta última
presenta una forma religiosa muy interesante para el estudio de las
religiones asiáticas; sus creencias se hallan muy próximas al monoteísmo
por su imagen de Dios y por su ética; en esto se aleja mucho de los
otros sistemas religiosos y filosóficos.
Ahura Mazda ocupa el punto central en la religión de Zaratustra y
todo lo domina, en lugar de los distintos dioses de las otras formas
religiosas de A. No es el dios único del monoteísmo de la Biblia, ya que
su omnipotencia está limitada por el principio del mal, Ahriman, pero
cerca de él no hay ninguna divinidad femenina; los «seres venerables» (yazata)
que le rodean no son dioses en el sentido estricto de la palabra. Ahura
Mazda es el creador del cielo y de la tierra, libre de rasgos
naturalistas; esta creencia en un dios creador y universal, padre del
cielo, puede acercarse a la de Varuna y Dyauspitar y supone un
monoteísmo primordial de los antiguos arios. Esta diferencia y oposición
con las primitivas creencias semíticas se reproduce en los conceptos
escatológicos del Avesta sobre el destino del hombre después de la
muerte. Hemos visto la pobreza religiosa y filosófica de las ideas
escatológicas semíticas; los gathas del Avesta presentan, por el
contrario, una preocupación constante por el destino futuro y
trascendente del hombre: al que obra bien le espera en la vida futura
una magnífica recompensa. Después de atravesar el puente de separación
shinvatentre la vida y la muerte, tienen lugar el juicio y la sentencia
divina que dividen a los hombres en tres grupos: los que siguieron los
mandamientos del Señor, los que se decidieron por el mal, Ahriman, y los
tibios, que van bien al cielo, lugar de luz y alegría espiritual, bien
al infierno, o bien a una especie de purgatorio. Finalmente, el dualismo
de Zoroastro acaba resolviéndose en monoteísmo, pues al final de los
tiempos prevalecerá el triunfo de Ahura Mazda. Una doctrina de ese tipo
va por delante del espiritualismo grecobíblico; por otra parte, podemos
señalar aquí el papel del Irán en la creación de los valores
espirituales, prueba de ello es la elaboración ,de la mística del si°ismo
en el Islam. Fue también regla la tolerancia religiosa, como puede
comprobarse por la existencia en el Irán de la iglesia nestoriana, del
budismo y del maniqueísmo, el más perfecto ejemplo de una religión
típicamente gnóstica, en la que la salvación procede únicamente de la
sabiduría y del conocimiento. Mani (216-277) (v. MANIQUEÍSMO), nacido en
Babilonia, es ejemplo de la inquietud metafísica que es una de las
características del alma iraní, y que se repitió con el movimiento
social de Mazdak en el s. v.
d) Contrastes: la India y el Islam. Budismo. China y Japón. La
India (v.), vecina suya, ofrece un sorprendente contraste religioso que
se ha explicado en parte por las condiciones climatológicas y naturales
que allí dominan al hombre. Por otra parte, la India es el país de la
religión por excelencia; el espíritu hindú es fundamental y
esencialmente religioso, y concilió concepciones que en el mundo eran
contradictorias. Hay que tener muy presente que la cultura religiosa de
la India es el resultado complejo de influjos y fuentes diversas y
distintas: herencia aria de los indoarios, influencias iranias y
semíticas, tradiciones profundas del sustrato dravidiano (v. DRAVIDAS),
es decir, no ario, de las culturas prearias de la India. La inteligencia
hindú ha sabido sintetizar estos elementos heterogéneos para hacer de
ellos ese impresionante conjunto de sistemas filosóficos y religiosos de
la India clásica y moderna que forma lo que llamamos hinduismo (v.), y
que es estudiado en su voz. Esta forma religiosa dominó la vida política
de la India durante siglos, y el sistema de las castas (v.) es religioso
en su .constitución misma. La influencia religiosa de la cultura de la
India fue importante en el sudeste de A., que fue civilizado por monjes
budistas y brahmanes que llevaron con ellos los cultos hindúes, la
lengua y la literatura sánscrita, y las artes de la India. De hecho, el
imperio Khmer fue una provincia de la India, entre los s. ii y VIII, del
mismo modo que Sumatra (s. VII-XIII) y Java (s. VIII-IX). El impacto más
vigoroso que recibió la India religiosa fue el del Islam (v.), y se sabe
que también en este sentido se crearon síntesis religiosas, tales como
los movimientos sufíes (v.), la tentativa religiosa sincretista del
emperador Akbar, los sikhs (v.), tan poderosa es la fuerza de
asimilación del pensamiento religioso hindú.
El Islam (v.) es una de las grandes religiones semíticas que
actualmente hay en A.; como todas ellas, tiende a lo universal; su
libro, el Coran (v.), es la fuente esencial de la religión musulmana, y
rige todas las formas de la vida individual y colectiva de los
creyentes. Surgida en el desierto de Arabia, fundida en el molde de ese
peculiar lenguaje árabe, es la religión el más fuerte lazo de unión del
Islam; nació de una minoría influida por los judíos, los cristianos y
los parsis, frente a la mayoría politeísta de los antiguos árabes (v.
ARABIA; SABEOS). Desde un principio, las revelaciones de Mahoma carecen
de originalidad; todas sus ideas habían sido formuladas ya con
anterioridad en las grandes religiones semíticas; por otra parte, parece
que las influencias cristianas predominaron sobre las demás. La
característica esencial del Islam fue y es que la religión y la política
están indisolublemente asociadas, y la conjunción de estos dos poderes
ha tenido una influencia profunda en la historia de esta religión. El
espíritu de conquista y dominación religiosa del Islam le permitió
dominar las viejas y antiguas culturas del A.: el imperio bizantino, el
imperio sasánida de Persia, la India brahmánica. Los pueblos nómadas
salidos de los desiertos de Arabia se pusieron rápidamente a nivel de
tales naciones avanzadas y se creó una civilización árabeislámica que se
extendía desde Marruecos a Indonesia. Las pretensiones unitarias del
Islam chocaron con las concepciones del Irán y de la India, choque del
que surgieron nuevas formas religiosas; los persas, recién convertidos
al Islam por la fuerza, se adscribieron al si `ismo, encontrando así el
medio de mantener su individualidad espiritual en el seno mismo del
Islam. En la India, el espíritu sincretista hindú provocó tentativas de
acercamiento entre el hinduismo y el pensamiento musulmán; el pietismo
visnuista se unió a 1_a doctrina mística si°i de los sufíes, de donde
resultó una concepción inmanentista de Dios cuya expresión más perfecta
se encuentra en el poeta místico hindú Kabir reivindicado por hindúes y
musulmanes, así como en el reformador Nának, fundador de la secta de los
sikhs.
En este estudio de las relaciones entre las grandes religiones
asiáticas no hemos mencionado el confucianismo (v. CONFUCIO Y
CONFUCIANISMO) ni el taoísmo (v.) de China. En primer lugar, y como
puede verse en su voz, el confucianismo no fue nunca una religión nueva,
ni siquiera una religión en sentido propio, sino más bien una ética
política, una doctrina de gobierno; el taoísmo requiere una mentalidad y
un espíritu completamente chinos, y no tuvo ninguna repercusión fuera de
China propia. mente dicha; el budismo (v.) hindú penetró en China
pasando por el Nepal, por Cachemira, el Punjab y el A. central,
profundamente transformado ya por el contacto con el Islam y el
cristianismo nestoriano. Una vez llegado a China, el budismo tuvo
todavía que adaptarse a la terminología y al concepto del taoísmo, y
entre las dos religiones surgió un activo y perm?nente intercambio de
conceptos y técnicas rituales. El confucianismo mostró siempre una
actitud negativa hacia el budismo, considerándolo como una herejía
extranjera qué amenazaba al Estado.
En el Japón, por el contrario, donde no existía una religión
política unitaria ya que las ideas morales y los conceptos políticos del
shintó se desarrollaron en una época tardía, el budismo, que penetró en
el a. 552 d. C., procedente de China a través de Corea, fue considerado
como la religión de una cultura respetada y admirada, y fue admitido
definitivamente. Las restantes formas religiosas chinas no tuvieron casi
influencia en el Japón: el taoísmo, bastante similar al shintó, jamás
tuvo una forma independiente de él, y el confucianismo tuvo una cierta
influencia pedagógica y social, sobre todo durante el periodo Edo
(1600-1867), pero al carecer de carácter religioso y metafísico, no
puede considerársele como religión ni en China ni en Japón. Las formas
religiosas del taoísmo chino y del budismo chino y japonés no parecen
haber tenido influencia sobre las otras formas religiosas de A., excepto
en la India. En efecto, Bagghi, Payne y Gonda parecen acusar influencias
del sur de China, de Sikkim y de Assam, sobre las creencias y los ritos
hindúes. El ritual tántrico hindú se designa por la expresión cinácára
(el comportamiento chino), y la rosa de China (javá) es la flor de la
diosa Durgá. Los cultos de la shakta, populares en Bengala, recibieron
influencias de Assam, y el taoísmo chino pudo tener una cierta
influencia sobre el yoga (v.), hindú.
4. Resumen y situación actual. Las religiones siguen ejerciendo en
A. una influencia poderosa; las estadísticas más recientes dan cifras de
un total de 340 millones de musulmanes en A. (sobre un total general de
446 millones de musulmanes en el mundo), de 145.000 parsis o mazdeístas,
de 79 millones de sintoístas en Japón, de 159 millones de budistas y de 390 millones de hinduistas (según el Britannica Book of the Year, 1964), lo que . evidencia la fuerza todavía
viva de las grandes religiones de A., tanto en el plano cultural como en
el social y político; la prueba palpable de esta situación son los
graves disturbios entre hindúes y musulmanes y sus repercusiones en la
política de la India y del Pakistán.
Para terminar, es difícil juzgar cuál ha sido la religión de mayor
influencia sobre los destinos del A. Algunas sólo tuvieron una
influencia local y relativa y desaparecieron con las formas políticas
que las apoyaban; otras se conservaron en los pueblos que las habían
elaborado y siguen vivas todavía, tal como ocurre con el hinduismo, el
islamismo, el budismo, el sintoísmo y el judaísmo. Debido a sus
preceptos, algunas religiones asiáticas tienen una forma nacional y
carecen de espíritu misionero, como en el caso del hinduismo y del
sintoísmo, ya que hay que nacer en las tierras donde se desarrollan
estas religiones para poder pertenecer a ellas; otras, por el contrario,
son internacionales, como el islamismo y el budismo, a las cuales es
posible convertirse; el judaísmo añade un cierto sentido racial a su fe
religiosa, desde el momento en que forma un pueblo aparte y elegido
entre las otras naciones. ¿Cuál es la religión que ha tenido en A. una
influencia cultural más duradera y profunda? A nuestro modo de ver, ha
sido el budismo, que ha modelado verdaderamente el alma del A. oriental,
mientras que el Islam dominó en el A. occidental. El budismo dominó en
la India durante un largo milenio, y convirtió al A. central a su
pensamiento, así como a la China, al Japón y al sudeste asiático; no
impuso solamente su religión, sus ritos, sus conceptos metafísicos y su
arte, sino también su modo de vivir, de pensar y de concebir la vida. La
civilización japonesa está impregnada de budismo, y los Estados del
sudeste de A. son profundamente búdicos; por tanto, podemos considerarla
como una de las grandes religiones que siguen vivas en A. Cuando se
estudia la profunda huella que dejó la cultura búdica en la India y en
el A. oriental, se comprende que tuvo una influencia poderosa y
prolongada en esa parte del mundo.
Las crisis políticosociales por las que atraviesa A. dejan sentir
su influencia en las religiones actuales, que tienden a retroceder, si
no ya a desaparecer. El comunismo y el marxismo han suprimido
prácticamente las influencias religiosas del lamaísmo en Siberia, en el
Tibet y en A. central y China. En el Japón y en el sudeste asiático el
budismo todavía no parece sufrir la crisis moderna, y su popularidad
sigue casi intacta.
J. ROGER RIVIÉRE.
BIBL.: F. KSNIG, Cristo p las Religiones de la Tierra, 3 vol, Madrid 1960; E. D. JAMES, Historia de las religiones, 3 vol, Barcelona 1956; H. PINARD DE LA BouLLAYE, Estudio comparado de las religiones, Barcelona 1963; J. GAER, Lo que las grandes religiones creen, México 1964; H. DE GLASENAPP, Croyances et rites des grandes religions, París 1966; A. J. ToYNBEE, La religion vue par un historien, París 1963; C. DAWSON, Dinámica de la historia universal, Madrid 1961; W. SCHMMT, Handbuch der Vergleichenden Religionsgeschichte, MünsterViena 1930; J. HuBY, Christus, Manual de Historia de las religiones, Buenos Aires 1952; C. CLEMEN, Die Religionen der Erde, Munich 1950; P. TACCHIVENTURI, Storia delle Religioni, Turín 1944; N. TuRcHi, Le Religioni del Mondo, Roma 1946.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991