ASCETISMO
RELIGIONES NO CRISTIANAS.
1. Noción y fundamento. Se
entiende generalmente por a. el autocontrol y regulación armónica de las
tendencias y deseos naturales, hecho bajo el imperativo de un ideal
superior, que es considerado como meta básica de la vida. El a. es un
fenómeno tan antiguo como la religión, a la que invariablemente
acompaña. Corresponde al aspecto práctico de ésta, y posee un fundamento
teórico más o menos definido o conscientemente formulado. Estrictamente
hablando, a. y lo que la historia de las religiones presenta a veces
como prácticas de a., no se identifican necesariamente. El a.
propiamente tal exige una motivación religiosa. No se relacionan, por
tanto, con él costumbres rituales (primitivas), en apariencia ascéticas,
conectadas con la magia (v.) y usadas para conseguir determinados fines
de utilidad material, salubridad e higiene, iniciación de adolescentes
en la pubertad, etc. Tampoco son propiamente ascéticas, en religiones
más desarrolladas, las abstenciones de alimentos o actos sexuales,
originadas en el temor a los muertos o demonios (religión popular
grecorromana); o en la necesidad de pureza cúltica (v. PURIFICACIÓN I),
que hace apto para participar en determinados ritos o desempeñar los
ministerios sacros (vestales romanas, sacerdotes de algunos cultos
egipcios y griegos). Asimismo, no es ascética la prohibición de ciertos
alimentos que se consideran sagrados (vacas sagradas de Isis, y
prohibiciones análogas en el hinduismo).
Lo básico en el a. es una actitud espiritual que, aunque en
ocasiones pueda presentar deformaciones es en sí pura, ya que busca
esencialmente agradar a la Divínidad y liberar el alma de las
limitaciones inherentes a la actual situación corporal, que es
concebida, en diferentes grados y contextos, como atadura o incluso
cárcel de aquélla. La actitud ascética será la raíz de formas concretas
de ascesis, positivas (mortificación; v.) o negativas (abstención,
renuncia). Estas formas de ascesis tienen su propio origen e historia,
en ocasiones algo compleja. El espíritu ascético ha utilizado a veces
costumbres profanas como cauce en el que materializarse (p. ej., la
actual costumbre de algunos religiosos de llevar sandalias no tuvo al
principio un significado ascético). Otras veces, prácticas que
originalmente tenían carácter ascético han dejado ya de tenerlo y
perviven sólo como símbolos religiosos de disposiciones interiores
(filacterias hebreas, tonsuras paganas, judías y cristianas, uso de
determinadas prendas, etc.).
En todo caso, el a. presupone una cierta comprensión de la
situación actual del hombre como un estado no plenamente armónico y
necesitado de perfección. La fe cristiana (v. iI) enseña que esa
situación es consecuencia de que nos encontramos en camino hacia la
plenitud escatológica y marcados `por el pecado. En algunas religiones
antiguas, en cambio, se cae a veces en un cierto dualismo (v.) o
contraposición absoluta entre materia y espíritu, y de acuerdo con esa
idea central, que recibe versiones más o menos radicales, se concibe al
a. no ya como esfuerzo por orientar armónicamente la persona, sino como
tarea de sometimiento o incluso de aniquilamiento y destrucción del
cuerpo. A continuación se exponen las líneas ascéticas principales de
las religiones más conocidas.
2. Israel. La visión bíblica del mundo y del hombre no es
dualista: la Biblia enseña que el hombre es una unidad absoluta alma y
carne son, en el A. T., modos distintos y equivalentes de referirse al
ser humano (v. ESPÍRITU III); que el único camino importante para
agradar a Dios es el cumplimiento de la Ley mosaica; y que todas las
criaturas, que son buenas, pueden y deben ser usadas por el hombre.
Ello no excluye la presencia en el judaísmo de ciertos rasgos
ascéticos: como, p. ej., ayunos (Ex 34, 38), prohibiciones de algunas
alimentos, santificación del sábado, abstención de relaciones sexuales
en ciertas ocasiones (Ex 19, 15; Lev 15, 16; 1 Sam 21, 5), etc.; pero
los sitúa en ese contexto de obediencia amorosa a Dios y los ordena a
ella. Esas prácticas vienen a ser usadas para reforzar la oración, y se
convierten en hábito del hombre piadoso (Idt 8, 6) y en obra meritoria,
de modo que es posible hablar de una ascética hebrea al menos germinal.
Esta vena ascética en el judaísmo tardío florecerá en grupos y
movimientos como los terapeutas, esenios y nazareos. Concretamente, los
esenios (v.), en quienes se ha querido ver el precedente inmediato de
los ascetas cristianos, practicaban el celibato, la obediencia y una
severa renuncia a toda propiedad privada (v. JUDAíSMO I). Para más
detalles, v. II, 2.
3. Hinduismo y budismo. La religión hindú enseña un a. radical que
apunta a la total extinción del cuerpo. Es un entrenamiento sistemático
para una visión espiritual y consiguiente unión con la divinidad,
logradas mediante la negación de la vida sensible y del mismo deseo de
vivir. Se trata de escapar al samsara, es decir, el ciclo sin fin de
existencias sucesivas en el que todo ser está dramáticamente implicado.
El a. hindú no supone o predica, sin embargo, como a simple vista
pudiera parecer y ha sido opinión de muchos (p. ej., A. Schweitzer,
1936), desesperación o pasividad. Persigue, por el contrario, un fin de
salvación y exige una honda movilización de todas las energías vitales
(v. HINDUISMO).
El budismo Vía Media ofrece un amplio sistema de prácticas
ascéticas prometiendo al asceta que alcanzará un renacimiento en
condiciones siempre mejores que las del punto de partida, hasta alcanzar
finalmente el «lugar del que ya no se desciende», o sea, un estado
después del cual «ya no se vuelve a nacer». Para ello, la ascética
budista, menos radical que la hindú, busca satisfacer la inevitable ley
del karma (v.), concebido como energía impersonal, moral y eterna.
Humanitarismo y control de sí son las dos constantes del a. budista, que
exige cinco virtudes fundamentales: no dañar (exigencia de compasión
universal), veracidad, no robar, castidad y pobreza (v. BUDA Y BUDISMO).
El a. budista resulta esencialmente negativo por tender al
aniquilamiento de todo deseo y sensación; ello lo diferencia
esencialmente del a. cristiano, para el que el mundo de lo natural es
sustancialmente bueno.
4. Helenismo. El a. griego obedece en general a motivaciones
profanas. Originariamente, con excepción del orfismo (v.), y quizá el
movimiento de los pitagóricos (v.), responde a un impulso humanista que
busca la virtud, concebida como conocimiento del Bien. Los aspectos
religiosos de ese esfuerzo, si existen, están solamente implícitos, y en
cualquier caso no son apreciables hasta que las religiones mistéricas
(v. MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS), de procedencia oriental,
especialmente los cultos de Cibeles, Attis, Isis, y, en menor escala, de
Mitra (v.), influencian decisivamente la religiosidad griega.
El a. heleno clásico persigue un entrenamiento de la voluntad que
contribuya al difícil equilibrio entre cuerpo y espíritu, y sea camino
hacia la contemplación de la Verdad. Se discierne en 61 con facilidad
una intención pedagógica que le otorga un lugar importante en la
educación del hombre. La sujeción del cuerpo, la renuncia y la
mortificación aparecen ya en la doctrina y praxis socráticas como medios
oportunos al logro del buscado equilibrio interior (v. GRECIA VII).
La concepción platónica sintetiza las corrientes filosóficas y
religiosas anteriores. Las doctrinas sobre el origen divino del alma, su
preexistencia y caída en la corporeidad, juicio después de la muerte,
ciclo de reencarnaciones y final retorno a Dios son el fundamento de las
ideas ascéticas que con frecuencia se dejan ver en los escritos de
Platón. La radical distinción entre el mundo cambiante de los sentidos y
el universo perenne de las Ideas sugiere un abismo materialcorpóreo que
el hombre debe colmar con ayuda de la catarsis (v.), hasta realizar el
ieros gamos del alma con la eterna Sabiduría (Symposium, 192). En este
viaje arduo desde lo temporal a lo eterno radica la vida mortificada del
hombre sabio (ib. 201), dramatizada simbólicamente en el mito formidable
de la caverna (República, VII), que nos describe la peregrinación del
espíritu, hecha de tensión y renuncia, y su ascenso a la «región de la
realidad» (Fedro, 248).
Platón es el pionero de la visión ascética que más tarde aparecerá
en el estoicismo (v.) y los neopitagóricos. Singular importancia en el
movimiento espiritual de los neoplatónicos (v.) tiene Filón de
Alejandría (v.), que funde de algún modo el monoteísmo y piedad judíos
con las intuiciones básicas del platonismo. A través de Filón estas
intuiciones llegan a tener influjos en los cristianos Clemente de
Alejandría (v.) y Orígenes (v.).
5. Islamismo. Propiamente hablando, lá religiosidad musulmana no
recoge ni recomienda prácticas ascéticas. El Corán rechaza de modo
expreso todo a. para sus devotos. Sin embargo, algunas costumbres
indicadoras de una preocupación ascética son supervivencia de prácticas
cristianas en las comunidades nómadas que abrazaron el Islam. El a.
aparece solamente con rasgos vigorosos en el movimiento contemplativo de
los sufíes (v.) en el s. Ix existen incluso algunos monasterios para
sufíes, que siempre fue marginal a la espiritualidad musulmana
tradicional (v. ISLAMISMO).
J. MORALES MARÍN
BIBL.: F. WULF,
Ascética, en Conceptos Fundamentales de Teología, I, Madrid 1966; J.
FAUR, Espiritualidad Judía, en Historia de la Espiritualidad, IV,
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Hindú, ib. 433544; 1. GIsPERTSAUCH, Espiritualidad Budista, ib. 589662;
VARIOS, Asceticism, en Encyc1opaedia of Religion and Ethics, Edimburgo
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ELIOT, Hinduism and Buddhism, Londres 1921; VARIOS, Askese, en RGG I,
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Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991