ARGENTINA


HISTORIA DE LA IGLESIA. 1. Introducción del cristianismo. Con la expedición de Magallanes (v.) en 1519 se inicia la historia eclesiástica de A. En su viaje de circunnavegación reconoció las costas patagónicas, hizo celebrar las primesas misas en territorio argentino, arrojó la semilla del Evangelio entre los naturales y fueron efectuadas las primeras conversiones. Sebastián Caboto (1527), al realizar su entrada por el litoral, en la confluencia del Carcarañá con el Paraná fundó la primera población española. Allí un clérigo celebró misa y extendió su ministerio a los naturales. Con la expedición de Pedro de Mendoza (1536) en la que llegaron 17 clérigos, comenzó definitivamente la evangelización en el Río de la Plata. En 1547 se erigió en Asunción (v.) la primera diócesis, que comprendía además de otros territorios, la parte oriental de la A. En el Tucumán fueron efectuados los primeros reconocimientos entre 1535 y 1563. Diego de Almagro (v.), que en su viaje a Chile cruzó por primera vez estas regiones, iba acompañado por dos mercedarios que oficiaron al atravesar la zona jujeña. La expedición de Núñez del Prado, que venía desde Lima, trajo dos dominicos que asistieron a la naciente población de El Barco, que después de varios traslados se estabilizó con el nombre de Santiago del Estero. El 14 mayo 1570, S. Pío V erigió le diócesis del Tucumán (v.), comprensiva de las actuales provincias de Córdoba, La Rioja, Catamarca, Tucumán, Salta, Jujuy y Tarija, instituyendo en Santiago del Estero la sede que, en 1699, fue trasladada a Córdoba (v. cóRBoBA [ARGENTINA] II). En 1620 la diócesis del Río de la Plata, con sede en Asunción, fue dividida al crearse la de Buenos Aires.
      2. Evangelización: Reducciones y Doctrinas. La evangelización no fue, en un principio, sistemática. En el Tucumán actuó S. Francisco Solano (v.). Los ensayos precursores de las célebres reducciones (v.) jesuíticas fueron realizados por franciscanos, destacándose fr. Luis de Bolaños. En 1607 fue creada la provincia jesuítica del Paraguay, que comprendía parte del territorio argentino, paraguayo y chileno (V. PARAGUAY IV). Su primer provincial Diego de Torres se propuso introducir la enseñanza superior para preparar a los misioneros nativos, para lo que fundó en Córdoba el Colegio Máximo, que debido a los esfuerzos del obispo Trejo y Sanabria fue convertido en universidad, y llevar a su más alto desarrollo a las reducciones guaraníticas. Modelo de acción apostólica fue el b. Roque González de Santa Cruz, hijo de españoles, nacido en Asunción, quien al hallarse con dos compañeros construyendo una reducción fue atacado por los salvajes y quemado su cuerpo. Las reducciones guaraníticas antes de ser instaladas definitivamente sufrieron muchas contrariedades, tanto por parte de las autoridades españolas como de sus enemigos más crueles, los bandeirantes de Saó Paulo. Las persecuciones de los portugueses, que pretendían extender su poderío sobre tierras que pertenecían a la corona española, determinaron el traslado de las reducciones más al sur. Las doctrinas (v.) hacia 1747, descontadas las de Mojes y Chiquitos, eran 30, de las cuales la mitad pertenecían al territorio argentino. Las misiones guaraníticas, según demuestra su historiador Guillermo Furlong, fueron una creación originalísima, dado su trazado y distribución; el doctrinero era cura, juez, maestro agricultor, músico y artesano. Las poblaciones, la arquitectura de los templos, la imaginería, los impresos ejecutados por las prensas misioneras, los cultivos, la música, las diversiones realizadas en plena selva fueron actividades que aún hoy sorprenden.
      Durante el s. xvll se estabilizaron la vida diocesana y la misional, mas en el xviii aconteció un hecho perturbador: la expulsión de la Compañía de Jesús, resultado de la RO de 27 feb. 1777. Había a la sazón en el Río de la Plata 470 jesuitas repartidos en 60 casas. Por la expulsión perdió el país la más valiosa cooperación en el orden misional, cultural e industrial. A principios del s. xix fue creada la diócesis de Salta (v.) que fue la última en ser erigida en el periodo hispánico.
      3. La revolución de Mayo y sus consecuencias. Al cqmenzar la gesta independentista, los acontecimientos eu= ropeos resultaron favorecedores de la revolución de Mayo (1810). En dicha gestación participó ampliamente el clero. La Asamblea de 1813, que dio forma legal a la revolución, tomó dispgsiciones respecto de la Iglesia: reafirmó el derecho de Patronato como una de las funciones propias del Gobierno; separó a los religiosos de sus superiores residentes en la península Ibérica; traspasó los hospitales religiosos a manos de seglares. Las resoluciones que fueron tomadas en tales momentos de la institucionalización argentina, nos brindan la clave de la mentalidad de muchos clérigos: eran 12 los sacerdotes que participaron en la asamblea. En uno de los trances más difíciles de la revolución americana, el pueblo argentino se reunió en Tucumán para declarar la independencia. El carácter de este congreso está signado por el hecho de haber sido integrado, entre otros congresales, por 18 sacerdotes llenos de espíritu religioso. Es lógico que en una situación tan compleja, las opiniones se dividieran. En cuanto al episcopado, los prelados de las tres diócesis existentes tomaron partido por la legitimidad y por esto sus relaciones con las nuevas autoridades resultaron poco cordiales. La actitud de Benito Lue y Riega, obispo de Buenos Aires (m. 1812), fue recelosa; la del obispo Orellana, de Córdoba, fue de reticencia; en 1817 huyó y regresó a su tierra natal; equívoca resultó la conducta de Videla del Pino, obispo de Salta, que vivió hasta 1817y ejerció con intermitencia sus funciones episcopales. Con la muerte del obispo de Salta (1817) se extinguió la jerarquía y los católicos argentinos quedaron sin contacto con Roma. En el ínterin, Bernardino Rivadavia, lleno de espíritu realista, de hondo arraigo en la tradición hispánica, realizó en Buenos Aires, contra la opinión pública, la llamada reforma eclesiástica, que consistió en la destrucción de las órdenes religiosas y en la apropiación de los bienes pertenecientes a la Iglesia.
      4. La Misión Muzi. Rehabilitación de la Iglesia. Mientras ocurrían estos ataques, Pío VII reunía los informes sobre el estado de las diócesis americanas. En 1821, venciendo las barreras que le oponía el embajador español, logró penetrar en el Vaticano el fraile argentino Luis Pacheco. Con sus memoriales determinó se iniciase la conversación referente a estas regiones y pocos años más tarde, en 1823, surgió la Misión Muzi, llamada así. por ir encabezada por mons. Juan Muzi, auditor de la nunciatura de Viena, y primer representante papal -no diplomático-, que fue a Chile y otros países de la América Hispánica, con amplias facultades, incluso la de nombrar y consagrar obispos. Recibida la Misión Muzi con hostilidad por las autoridades, despertó demostraciones de adhesión por parte del pueblo. En 1825 segregó la Banda Oriental de la jurisdicción bonaerense y designó a Mariano Medrano delegado apostólico. Desde este momento se inicia un proceso de restablecimiento de la jerarquía eclesiástica, ya que Pío VIII, sin hacer intervenir el patronato, designó los vicarios apostólicos de San Juan de Cuyo, Buenos Aires, Córdoba y de Salta. Esta política logro salvar sin estridencias la precedente crisis, y permitió además crear una nueva diócesis: la de Cuyo, y hacer que, cuando el país alcanzara su organización constitucional, la Iglesia se encontrase con sus cuadros preparados para intervenir en las luchas ideológicas, que fueron configurando la nación.
      En 1853 se dio la constitución definitiva que rige el país y en ella se encuentra presente el sentimiento religioso: se invoca la protección de Dios, se exige la comunión católica por parte del presidente de la Nación, se mantiene el Patronato, se sostiene el culto católico y se ampara la libertad de cultos. Urquiza, presidente de la Confederación, intensificó sus gestiones para la creación (1859) de la diócesis del Litoral (v. PARANÁ).
      Hacia 1850 todavía quedaba mucho por hacer, respecto a los indios. P-stos ocupaban Chaco, Formosa, parte de Santa Fe, Santiago del Estero y Salta por el N y la parte meridional de Mendoza, Córdoba, San Luis y parte de la provincia de Buenos Aires al S. En la región norteña su conversión se intentó gracias al renacimiento de las Misiones de Propaganda Fide. Los franciscanos, desde sus conventos de San Lorenzo (Sta. Fe), de Corrientes y de Salta, atendieron las antiguas Reducciones de Sta. Fe y se instalaron en el Chaco Salteño (v. SALTA). En el sur mons. Aneiros ofreció a S. Juan Bosco (v.) las misiones de la Patagonia. El 15 de agosto salía la primera expedición. Constituido el vicariato dirigió la empresa el P. Juan Cagliero. Los salesianos en constantes y sorprendentes expediciones hicieron fundaciones en toda la inmensa región de la Patagonia.
      En Buenos Aires la primera preocupación de mons. Aneiros fue la formación del Seminario. Como debían pasar años para recoger los frutos, se propuso llamar de Europa congregaciones religiosas, como los lazaristas, lourdistas, salesianos, redentoristas, pasionistas, etc. El espíritu de renovación enfervorizó a los conventuales que volvieron a la estricta observancia. Con la instalación del primer arzobispado en 1865, el de Buenos Aires (v.), comenzó la Iglesia a existir como algo organizado, habiéndose producido dos señalados fenómenos: el político, determinado por el influjo liberal y laicista, y el social y demográfico, determinado por la gran inmigración, especialmente española e italiana, que aportaría una mentalidad anticlerical, desconocida hasta entonces. El liberalismo irrumpió durante las presidencias de Mitre, Sarmiento y Roca (1862-86), aunqúe no se produjo ningún choque abierto. En 1884 se sancionó la ley de enseñanza laica, a la que siguió la del matrimonio civil y la expulsión del delegado apostólico mons. Matera. Como respuesta se reorganizó la Asociación Católica, cuya finalidad era promover un movimiento nacional. La primera Asamblea de los Católicos Argentinos se realizó y dos fueron los temas que la caracterizaron: la actividad política, que llegó a dar origen a uno de los grandes movimientos impersonales de la política argentina, cuyo resultado fue la formación de la Unión Católica, y el despertar de la acción social.
      En 1897 fueron erigidas las diócesis de La Plata, Santa Fe y Tucumán, en 1907 la de Santiago del Estero y en 1910 las de Catamarca y Corrientes.
      Como resultado del primer conc. Latinoamericano, los obispos dieron en 1889 la primera pastoral colectiva con todo un programa de realizaciones: se confirmaban las conclusiones de la primera Asamblea de los Católicos, se señalaban las orientaciones prácticas respecto a la vida cristiana, se encarecía la fundación de la Universidad Católica, se daban normas sobre el periodismo y se pedía la colaboración en las obras de apostolado social. Por estos años Buenos Aires comenzó a conocer cada vez más, a través del desarrollo de las actividades económicas, los conflictos sociales. Los comienzos del movimiento obrero no pasaron desapercibidos para los católicos; surgieron los Círculos Obreros que adquirieron incremento cuando tomó su dirección el P. Federico Grote que además se propuso fundar la Liga Democrática Cristiana destinada a propagar los principios del catolicismo social. En el tercer Congreso de los Católicos Argentinos (1908) surgió la Liga Social Argentina, a imitación del Volksverein. La crisis del movimiento social se produjo alrededor de 1912, cuando el arzobispo de Buenos Aires se propuso federar a todas las fuerzas católicas, encomendando esta labor al sacerdote Miguel de Andrea, pero la tentativa falló, originándose un conflicto entre los católicos que haría crisis en 1917. La acción de los católicos en orden a la cuestión social influyó definitivamente en materia de legislación obrera. El gobierno de Hipólito Yrigoyen (v. in) contó con la simpatía del electorado católico y llevó al convencimiento que la forma más útil de influir en las decisiones políticas era apoyar y recurrir a los elementos cristianos en los partidos tradicionales. En 1916 los obispos, cumpliendo instrucciones de la Santa Sede, procuraron realizar la ansiada federación de las fuerzas católicas y el 23 abr. 1923 se declaró fundada la Unión Popular Católica Argentina que, integrada por tres instituciones: la Liga de Damas, la de la juventud y el Secretariado Económico Social, no pudo, sin embargo, cumplir con sus objetivos.
      La década de los treinta señala el comienzo del tránsito hacia la madurez religiosa del catolicismo argentino. En su transcurso se crea la Acción Católica Argentina, se celebra el Congreso Eucarístico Internacional y comienza la erección de nuevas diócesis. Estos y otros acontecimientos demostraron la existencia de grupos que propugnaban un estilo apostólico más dinámico, con más preparación intelectual. Alma del movimiento fue entonces el presbítero Antonio Caggiano, con numerosos asesores. Fue una inmensa escuela de formación cristiana. Miles de reuniones de estudio sirvieron para unificar la acción. El secretariado económico social universalizó los objetivos y los métodos. La celebración del Congreso Eucarístico, cuyo legado fue el después Papa Pío XII, contribuyó a afianzar el catolicismo. En 1934 se crearon las diócesis de Azul, Bahía Blanca, Jujuy, La Rioja, Mendoza, Río Cuarto, Rosario, San Luis, Viedma y poco después la de Resistencia, elevándose a archidiócesis las de La Plata y Santa Fe. El triunfo del Congreso determinó a Pío XII honrar al árzobispo mons. Santiago Copello con la púrpura cardenalicia y en 1959 elevarlo a canciller de la Iglesia.
      Con el advenimiento del presidente Juan D. Perón (v.), la Iglesia en un principio logró mantener un estado de no agresión, pero cuando se fue cerrando el cerco totalitario comenzó el descontento entre los católicos. En 1954 comenzó la guerra frontal y la tensión hizo crisis cuando, al año siguiente, bandas de incendiarios asaltaron y profanaron ocho iglesias. La persecución produjo la reacción, que condujo a un levantamiento militar triunfante. La revolución, por uno de sus decretos, permitió la creación de la Universidad libre. Los católicos se movilizaron disponiéndose a instalarla. La lucha duró hasta que el presidente Frondizi sancionó la ley de libertad de enseñanza. Ya entonces funcionaban la Univ. del Salvador, de los jesuitas, y la Pontificia. Después las universidades se multiplicaron.
      5. Nuevas diócesis y división eclesiástica actual. En 1957 Pío XII creó las nuevas provincias eclesiásticas de Tucumán y Bahía Blanca y 11 nuevas diócesis. En 1961, Juan XXIII creó simultáneamente 15 nuevas diócesis v elevó a archidiócesis las sedes de Corrientes y Mendoza. De esta manera las diócesis existentes se elevaron a 49. Actualmente tiene A. las siguientes archidiócesis, que enumeramos con sus correspondientes diócesis sufragáneas: Bahía Blanca (v.); Comodoro Rivadavia, Río Gallegos, Santa Rosa y Viedma; Buenos Aires (v.): Avellaneda, Lomar de Zamora, Nlorón, San Isidro y San Martín; Córdoba (v.): Cruz del Eje, Río Cuarto, San Francisco y Villa María; Corrientes (v.): Formosa, Goya, Posadas, Presidencia Roque Sáenz Peña y Resistencia; La Plata (v.): Azul, Mar del Plata y Mercedes; Mendoza (v.): Neuquén y San Rafael; Paraná (v.): Concordia y Gualeguaychú; Rosario (v.): San Nicolás de los Arroyos, Venado Tuerto; Salta (v.): Catamarca, Jujuy y Orán; San Juan de Cuyo (v.): La Rioja y San Luis; Santa Fe (v.): Rafaela y Reconquista; Tucumán (v.): Añatuya, Concepción, Santiago del Estero.
      De los 22 millones de hab. aproximadamente con que cuenta A., son católicos unos 18 millones, distribuidos en 1.690 parroquias atendidas por 2.514 sacerdotes diocesanos y 2.837 regulares. También existen 607 casas de religiosos y 1.381 de religiosas que se dedican a diversas actividades: beneficencia, educación, etc. (Annuario Pontificio 1969).
      El movimiento intelectual y filosófico siempre ha sido intenso. Abrieron la marcha los Cursos de Cultura Católica, formados en 1922 por un grupo de jóvenes que se propuso profundizar los saberes religiosos. Entre sus iniciativas se encuentra la revista «Criterio». Cierra todo un periodo de la Historia de la Iglesia en la A. el acuerdo suscrito en 1967 con la Sta. Sede, por el que se desplazan las viejas normas del Patronato y se reconoce a la Iglesia el libre ejercicio de su administración. V. t.: Las distintas archidiócesis argentinas y sus correspondientes bibl.

 

ALBERTO CATURELLI.

 

BIBL.: C. BRUNO, Historia de la Iglesia en la Argentina, 1960; 1. C. ZURETTI, Historia eclesiástica argentina, Buenos Aires 1945; V. SIERRA, Historia de la Argentina, Buenos Aires 1956 (historia política con sentido católico y abundante bibl.); G. FURLONG, Etapas del catolicismo argentino, Buenos Aires 1952; ío, Diócesis y obispos de la iglesia argentina (1570-1942), Buenos Aires 1942; A. DONINI, Un análisis para el futuro del catolicismo argentino, «Estudios» 549, Buenos Aires 1963, 651-657; N. AUZA, Católicos y liberales en la generación del ochenta, México 1966. J. CARLOS ZURETTI.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991