ANTÍFONA


Originariamente es un refrán corto sacado de los salmos, que se repetía, tras cada versículo o grupo de versículos, por dos coros alternativamente (de voces unísonas, o voces viriles y voces blancas). Esta forma de canto de «voz contra voz» se denomina en griego antiphonein, y fue introducida en la Iglesia, tanto de Oriente como de Occidente, en el s. iv, a raíz de las controversias con los herejes arrianos (v. ARRIO) para inmunizar al pueblo creyente de esos errores antitrinitarios. S. Agustín en sus Confesiones (IX, 7) refiere cómo S. Ambrosio (v.), recluido con sus fieles en la basílica Nova de Milán y asediado por los herejes, hacía cantar al pueblo, «según la costumbre de las regiones de Oriente para que el pueblo no se consumiese de tedio y tristeza». Esta forma de cantar resultaba, además, sencilla y útil para los fieles: «El pueblo no conoce el salmo entero -escribe S. Juan Crisóstomo-, por lo que se ha establecido que cantara un versículo añadido que contenga alguna verdad sublime» (In Psalmos, 117).
      Posteriormente, cuando el canto de salmos en el Oficio divino (v.) pasa a ser ocupación específica de monasterios y catedrales y disminuye la participación popular, la a. no se intercala entre los versículos del salmo, sino al comienzo y al final del mismo y la modalidad antifónica de la salmodia (v.) se reduce al canto alternado de los versículos de los salmos por cada uno de los dos grupos en que se ha dividido el coro monacal o catedralicio. Esta evolución, que ha durado hasta el presente, ha hecho cambiar la significación de la a.; su primitivo papel de refrán intercalado por el pueblo ha sido asumido de nuevo por el responsorio (v.) (cfr. Nuevas normas de la Misa, Madrid 1969, n° 26 y 36). La a. inicial del salmo llena una doble finalidad: primero musical, pues indica el tono y el modo gregoriano en que se ha de cantar el salmo, y, en segundo lugar, litúrgica, pues facilita la comprensión y marca el sentido espiritual y simbólico del salmo dentro de una festividad o en un tiempo litúrgico determinado; al perder su carácter popular y ser pieza musical reservada generalmente a los grupos o scholas de cantores, la a. se enriquece musicalmente y promueve la paulatina desaparición del salmo al que servía de refrán (como ha sucedido en las a. de introito, ofertorio y comunión de la Misa), quedando como pieza musical autónoma, de mayor longitud y riqueza melódica gregoriana, lo que andando el tiempo servirá de tema a composiciones polifónicas musicalmente más desarrolladas.
      Clasificación. Tanto por el texto como por el uso que de ellas se hace en la liturgia, las a. pueden clasificarse en diversos grupos. a) salmódicas: las que se derivan del texto mismo del salmo que preludian; son las más antiguas y de melodía más sencilla, correspondiendo una nota a cada sílaba; b) evangélicas: las que reproducen versículos del evangelio del día, ora en el oficio de Laudes de las fiestas principales cuyo esquema salmódico permanece invariable, por lo que las a. crean el marco evangélico del misterio conmemorado (p. ej., Navidad, Santos Inocentes, Ascensión, etc.), ora más comúnmente las a. del Benedictus en Laudes y del Magníficat en Vísperas, llamadas antiguamente antiphonae ad Evangelium, por ser ambos cánticos sacados del Evangelio; c) bíblicas: las extraídas de otros libros sagrados que el Salterio o los Evangelios (p. ej., las a. «O» del tiempo de Adviento que se inician con esa interjección); d) históricas: las que contienen rasgos de la historia del santo, tanto si derivan de textos bíblicos (p. ej., S. Juan Bautista, S. Pedro, S. Miguel, etc.), como si proceden de la centonización de las actas de los mártires, muchas veces apócrifas (p. ej., S. Lorenzo, S. Clemente, S. Águeda, S. Cecilia, etc.); e) eclesiásticas: de inspiración poética particular, que generalmente constituyen piezas autónomas (es decir, sin acompañamiento del salmo correspondiente), como las a. marianas que cierran el canto del Oficio divino en los diversos tiempos litúrgicos, Alma Redemptoris mater, Ave Regina coelorum, Regina Coeli laetare y la tan popular Salve Regina (v.) y otras de origen oriental traducidas de los troparios bizantinos en el periodo de los papas griegos de los s. vii y viii, Sub tuum praesidium, y las que empiezan por Hodie, f) procesionales: las que acompañan a una procesión, sea las normales en la Misa (entrada, ofrenda, comunión), sea las especiales (Ceniza, Candelaria, Ramos).
      Para los Antifonarios, v. LIBROS LITÚRGICOS I. V. t.: RESPONSORIO; SALMODIA; CANTO II.
     
     

BIBL.: M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia, Madrid 1955, no 381-384, 386-390, 421; J. A. JUNGMANN, Des lois de la célébration liturgique, París 1956, 123-126; 1. GELINEAU. Chant et musique dans le culte chrétien, París 1962, 197, 128-132, 229-230.

J. M. SUSTAETA ELUSTIZA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991